Cardenal
José María Caro Rodríguez: (1924): ¡Misterio! Descorriendo el velo.
Santiago de Chile.
Primera
parte
I.- Introducción.
Con verdadero temor entro a tratar la materia de este librito,
presintiendo que voy a disgustar a más de uno con el intento de vulgarizarla
como, con el favor de Dios, me propongo. Hay entre los masones personas serias
y sinceras, que, tal vez, han llegado a formarse la convicción de que la
asociación a la cual han dado su nombre no sólo es inofensiva, sino honorable y
digna de reconsideración. Entre esas personas hay algunas que me manifiestan
benevolencia y me honran con sus atenciones; a otras les debo servicios y les
estoy agradecido. Pero si esas personas, cuya sinceridad reconozco, piensan
rectamente, comprenderán que yo también voy a tratar esta materia con toda la
sinceridad de mi alma, y que no es mi
intención ocasionar a nadie la menor molestia, sino cumplir con una obligación
que me impone la conciencia. Más aún, descubrirán en este trabajo un esfuerzo
para sacar del error a los que, a mover y según las reglas generales del común
sentir, han caído en él sin darse cuenta o por una excesiva condescendencia.
2.- Mi propósito.
Hay muchas obras escritas sobre la
Masonería, como puede verse en la Bibliografía que ponen los Diccionarios Enciclopédicos, especialmente el de Espasa, al tratar de ella. Aquí
mismo, en Chile, se han publicado algunos opúsculos o se han difundido otros
venidos de otras partes, algunos traducidos del francés, como los de Mons.
Fava. ¿Para qué, entonces, un nuevo opúsculo? dirá el lector. Cierto que no es
por el prurito de escribir, lo que, por varias razones, harto me cuesta. Las
obras grandes, o están escritas en idiomas extranjeros o son demasiado extensas
y no están al alcance sino de muy pocos. Los opúsculos dichos, o por no llevar
nombre de autor o por dejar a un lado aspectos importantes de la materia que se
trata, dejan, a mi parecer, algo que desear. Ésa es la razón por qué he
emprendido este trabajo, para poner al alcance del mayor número de personas,
sean o no sean masones, cosas que no pueden menos de interesarles; pues creo
que a todos los padres de familia católicos, a todos los jóvenes y señoritas, a
toda persona que tome a pechos su Religión, su patria y el bienestar de la
humanidad entera, les conviene saber algo de lo mucho que ignoran sobre una
institución y sobre doctrinas que tienen íntima relación con asuntos de tan
vital importancia como esos.
Deseo desvanecer ciertas dudas y disipar
ciertos engaños, a favor de los cuales se hace mal a muchos incautos o
imprudentes y, por medio de ellos, a todo lo que más puede estimar un corazón
bien puesto, comenzando por el propio bienestar moral, por la educación de la
propia conciencia.
Estoy seguro de que muchos masones me
agradecerán este servicio de darles a conocer lo que a ellos se les está
ocultando: he oído ya a varios el desengaño sobre la Masonería, y eso sin que
hayan penetrado el fondo de sus secretos, y precisamente éste ha sido uno de
los estímulos que he tenido para emprender este estudio sobre ella. Espero dar
a muchos la luz que por ahora no tienen y que me la agradecerán.
3. - ¿Pero los profanos[1]
pueden saber algo acerca de la Masonería?
He aquí una pregunta que necesariamente
ha de ocurrir a todo el que sepa las interminables precauciones que toma la
Masonería para que no se conozcan sus secretos. Esta pregunta se la van a hacer
aún los mismos masones, sobre todo los que poco o nada se preocupan de conocer
su institución, sino que aceptan ciegamente lo que en ella se les dice. Hay
entre nosotros muchísimos masones que, estoy seguro, saben de Masonería mucho
menos que yo; mucho menos de lo que yo sabía antes de dedicar un poco de tiempo
a este estudio, como lo he hecho últimamente, y saben menos, porque en esta
materia se atienen con toda buena fe a lo que oyen en las logias y no tienen
tampoco tiempo para preocuparse más de ello.
Ahora bien, ¿cómo ha podido saberse lo
que se encierra en el recinto de las logias y en el círculo juramentado de los
masones? He aquí cómo: En primer lugar
no han faltado muchos que, al dar cuenta del fin y de los manejos de la
Masonería y sintiendo los reproches de su razón y de su conciencia, han vuelto
atrás, se han separado de las logias y han manifestado lo que su conciencia les
decía que no debían ocultar más tiempo. Citaré como ejemplos al conde de
Haugwitz, quien, después de haber ejercido mucha influencia y de haber ocupado
altos grados en las logias, presentó en 1822 una memoria al Congreso de Verona
sobre los manejos de las Sociedades Secretas, “cuyo veneno, decía, amenaza
la humanidad hoy más que nunca”. Citaré a Copin-Albancelli, que, después de
haber llegado a Caballero Rosa-Cruz y en vísperas de ascender o otro grado más
alto, se retiró también y se dedicó a manifestar el peligro que encierra la
Masonería para su patria, la Francia, y para la civilización cristiana. Ha
fundado un periódico y ha escrito la obra antes citada. Citaré a Domenico
Margiotta, ex-33 y ex Gran Maestre de muchas logias de varios ritos, en Italia,
autor de “Adriano Lemmi”, etc.
Otro medio de saber los secretos de la
Masonería son los documentos oficiales de las logias, de los cuales han logrado
apoderarse los gobiernos. Así, por ejemplo, el Gobierno de Baviera, en 1786,
sorprendió todos los papeles y archivos de la secta de los Iluminados, fundada
por Weishaupt, y los hizo publicar con el nombre de “Escritos originales de la Orden y de la Secta de los Iluminados”.
Eckert también tuvo en su mano, para
escribir su obra, documentos suministrados por los gobiernos.
Otro medio de saber los secretos de la
Masonería son los rituales de la misma; rituales diversos entre sí, según los
ritos, pero concordantes en las ideas generales. Del mismo modo, las obras y
revistas masónicas destinadas a circular dentro de la orden, en las cuales se
suelen publicar las conferencias o discursos de los masones, especialmente en
sus grandes asambleas. Son conocidas las revistas “El Mundo masónico”, “La
Rivista Masonica”, La Revue Maconnique”, las obras de Ragón, de Findel, de Pike, Mackey, de
Mac-Clenachan, estos tres últimos de Estados Unidos, y otras muchas que pueden
verse citadas en los autores que tratan de la Masonería. Entre nosotros se
edita “La Verdad”. Con paciencia y perseverancia se ha llegado a formar una
Biblioteca masónica suficiente para tener sobre la Masonería el juicio cabal
que conviene tener.
4. - Un verdadero Proteo.
Lo que las fábulas cuentan del personaje
mitológico llamado Proteo, a quien no se le podía coger por la variedad de
formas con que se presentaba, se realiza con exactitud en la Masonería: ella,
como el personaje aludido, cambia de formas según le conviene: unas veces es
monárquica, otras republicana y otras veces, comunista; unas veces enciende la
revolución, otras veces defiende el orden; unas veces patrocina las doctrinas y
reconocer como suyos los hechos de sus miembros; otras veces, sobre todo cuando
son tales que despierten a la execración pública, se lava las manos y atribuye
esos hechos a la exageración o apasionamiento personal del que los llevó a
cabo.
Por otra parte, lo que se hace o enseña
en unas logias lo ignoran otras logias inferiores. No todos los ritos son los
mismos. Queda, pues, un ancho campo para que un masón pueda decir: “Yo soy
masón y aún he ocupado altos puestos en las logias y no sé nada de eso que se
atribuye a la Masonería; son calumnias que le levantan sus enemigos”. La mayor
parte de ellos lo dirá con verdad, porque así es: los masones ignoran muchas
cosas de la masonería; pero otros lo dirán mintiendo, porque así les conviene
decirlo.
Como se comprende fácilmente, una
sociedad que se oculta en las tinieblas de la noche o del secreto para hacer
sus trabajos, tiene una ventaja inmensa sobre sus adversarios para despistarlos
y engañarlos, y dará ímprobo trabajo al curioso que pretenda descubrir una
parte de ellos siquiera. Con esa condición a la vista, allegaré pruebas a lo
que vaya diciendo, de tal manera que el lector se forme de esa asociación una
idea fundada en los datos más auténticos e innegables que hay, sin olvidar lo
que dice un ex masón: “El masón está descalificado para hablar de la Masonería”
(Copin, P.O. 106.107).
5. - Organización de la Masonería.
No cabe dentro de mi propósito dar una
descripción detallada de la organización de la masonería; pero considero
necesario dar de ella alguna idea, aunque sea superficial. Los que deseen más
detalles, pueden consultar las obras citadas, Espasa, Dom Benoit, etc.
6. Gobierno y Administración.
La Masonería está constituida por
grandes Logias o Grandes Orientes, que también se llaman Federaciones,
Soberanos Consejos, Potencias Masónicas, y son las grandes divisiones de la
Masonería, gobernadas por un Consejo o Comité Ejecutivo, cada una de ellas.
Este Consejo es elegido en la Asamblea
Masónica compuesta de representantes nombrados anualmente por las logias de
la Federación uno por cada Logia. La Asamblea es el cuerpo legislativo de la
Gran Logia o Federación. También suele llamarse Convento. Las Grandes Logias o Grandes orientes son formados por Talleres o Logias, de las cuales
tienen bajo su dependencia mayor o menor número, según sea la prosperidad de la
orden o la extensión territorial de su jurisdicción. Cuando la logia no está
regularmente constituida, se llama triángulo o logia en formación. Cada logia
tiene su mesa directiva o Consejo de administración, que también suele llamarse
Oriente[2]
, y se compone del Venerable (o
Presidente), Primero y segundo Vigilantes
(Vice-Presidentes), Orador, Secretario, Tesorero, Hospitalario,
Experto,, Diputado a la Gran logia, Guarda del Templo, maestros de ceremonias,
íd de banquete, porta estandartes, archiveros, etc., etc. y H.H. sirvientes.
7. Consejo Directivo.
Sólo los siete primeros forman el
Consejo Directivo. Los cinco primeros son llamados “las cinco luces o
lumbreras” del taller. Son elegidos por mayoría de votos, entiendo que en el
mes de diciembre de cada año. ”Un Venerable no es, pues, dice un ex francmasón,
una personalidad tan alta como el vulgo ordinariamente lo cree. No lo es sino
en su taller, donde es la primera de las lumbreras y eso sólo por un año, a no
ser que se le reelija” (Copin P. O. 157).
8. Los ritos masónicos.
No todas las logias pertenecen al mismo rito. Estos son las constituciones,
reglas, símbolos y observancias de los institutos masónicos. Siendo, al menos
aparentemente, independientes entre sí las agrupaciones que siguen los diversos
ritos, puede suceder que un mismo jefe o un mismo consejo gobierne muchos
ritos. Así, bajo el imperio de Nápoles, Cambaceres reunía en su cabeza las
dignidades supremas de un gran número de ritos: “Era, dice Ragón, Gran Maestre
Adjunto del Gran oriente de Francia, Gran Maestre y Protector del Rito Francés
Antiguo y Aceptado; Gran Maestre de Honor del Rito de Heredom; Gran Maestre de
la Logia Gran Maestra del Rito Escocés Filosófico; Gran Maestre del Rito Primitivo”,
etc. (Benoit. I, 199).
Como se ve, hay gran número de ritos.
Actualmente, sólo una decena está en vigor, saber: El Rito de York o Masonería
del real Arco, practicado en Inglaterra en sus antiguas y actuales colonias y
en países donde hay numerosos miembros de esa nacionalidad como China, Puerto
Rico y Chile.
El Rito Escocés Antiguo y Aceptado,
practicado por masones de diversas naciones. Es el más popular y el más difuso,
según la Encyclopedia od Freemasonry,
y en muchos países, especialmente latinos, sus Supremos Consejos son la única
obediencia masónica. Es el que está más en boga en Chile[3].
El Rito de Herodom, practicado por
masones de Escocia, Alemania y Hungría.
El Rito Escocés Antiguo Reformado,
practicado en Bélgica y Holanda.
El Rito Escocés Filosófico, practicado
en la Gran Logia Alpina, de Suiza.
El Rito Joanita, o de Zinnendorf,
practicado por algunos masones de Alemania.
El Rito Ecléctico, practicado por la
Gran Logia de Frankfurt-am-Mein.
El Rito Sueco de Swedenborg, practicado
en Suecia y Noruega.
El Rito de Mizraim, practicado por
algunos masones sujetos al Consejo General de París, etc., etc.
9. Los grados.
Todos los ritos tienen los tres primeros
grados de aprendiz, compañero y maestro,
grados simbólicos, como los llaman; pero no todos tienen el mismo número de
grados filosóficos, variando el
número total de grados desde cinco o siete hasta noventa y dos que tiene el
rito de Menfis. Los masones de los primeros grados se reúnen en logias; los grados superiores se reúnen
en capítulos, consejos, cortes,
tribunales, consistorios. Los tres primeros grados se confieren siempre con
el ceremonial de estilo; no siempre se hace lo mismo con los grados superiores,
sino que se suelen conferir por simple nombramiento.
Como se comprende fácilmente, los grados
filosóficos corresponden a los grados de conocimiento y alegorías que se
proponen en la Masonería desde los primeros grados. Sólo en los últimos grados
de cara rito se revelan todos los
secretos y se adquiere en toda su desnudez, libre de ambigüedades y disimulos,
la verdad masónica, que no se enseña
en los grados inferiores, por no estar aún preparados los espíritus para
recibirla.
Los americanos de los Estados Unidos,
suelen por sarcasmo o quizá en serio también, dar a algunos masones el título
de Brillantes, a otros el de masones del grado de cuchillo y tenedor
y a otros el de masones mohosos. Los
masones brillantes son los que se saben las ceremonias y las practican al pie
de la letra. Parece que hay muchos sencillos que creen que en eso consiste la
perfección masónica y quedan muy pagados del título; los de cuchillo y tenedor
son los que piensan que todo el fin de la Masonería es el tener buenas
comilonas, y los mohosos, son los que vegetan en la Masonería, sin preocuparse
mucho de adelantar en el conocimiento de sus doctrinas y propósitos. Creo que
entre nosotros hay muchos masones mohosos, es decir, caballeros serios y
honorables, que están en la Masonería sin saber por qué ni para qué, como no
sea para contribuir con su dinero y con su nombre a que otros realicen lo que a
ellos les causaría horror, si lo supieran.[4]
Pero no vayamos a creer que los masones
se contentan con títulos tan modestos como los de aprendiz, compañero y
maestro, para designar los miembros de los altos grados, por más que la
igualdad sea uno de sus lemas. No sé que haya otra institución que haya
inventado títulos tan retumbantes para distinguir su jerarquía, como la
Masonería. Ahí van unas muestras, tomadas del rito escocés antiguo aceptado: el
masón del cuarto grado se llama Maestro Perfecto; el del 11°, Sublime Maestro
Electo; el de 16°, Príncipe de Jerusalén, Gran Consejo Jefe de las Logias; el
del 19°, Gran Pontífice o Sublime Escocés de la Jerusalén Celeste; el del 28°,
Caballero del Sol o Príncipe Adepto; el del 30°, Caballero Kadosh o Gran
Inquisidor, Gran Electo, Caballero del Águila Blanca y Negra; el del 32°, Soberano
Príncipe del Real Secreto, etc.
10. Influjo de los grados y logias superiores.
La elección de los dignatarios de las
logias se hace por los miembros de ellas; pero la elevación a los grados
superiores viene de arriba; a veces, como pasa en los altos grados, sin que los
del grado del cual se asciende se den cuenta y aún crean que es por iniciativa
de ellos. Eso proviene de que el mecanismo de las logias está admirablemente
constituido para ocultar esa y otras muchas influencias que descienden de lo
alto, de un poder que está a mucha distancia de aquellos a quienes dirige, sin
que ellos lo sepan. Para tener una idea de esta organización, hay que pensar
que en el grado ínfimo, que es el de aprendiz, nunca se trabaja en el taller
estando solos los aprendices, sino que están siempre vigilados por masones de
los grados superiores, por maestros o por otros más altamente graduados, pero
que sólo llevan las insignias de maestros. El aprendiz que da esperanzas de
corresponder a los designios de la Masonería recibe “aumento de salario”, es
decir, es ascendido al grado de compañero, y de la misma suerte ascenderá al
grado de maestro. Confundidos con los maestros, suelen asistir a las logias los
hermanos de los grados superiores, que los vigilan a ellos y les procuran el
ascenso o aumento de salario, si lo merecen. De modo que así como los
aprendices tienen ya secretos para con el mundo profano, así los tienen los
compañeros y los maestros respectivamente con sus inferiores, y así los tiene
cada grado con el que le es inferior.
A veces son conocidos los hermanos de
grados superiores; a veces son desconocidos; el que asiste a la logia los ve
sujetos al venerable, obedientes a él y se imagina que son de su mismo grado, o
a lo sumo del grado maestro, siendo así que está en presencia de miembros de
una logia superior. Éstos son los que traen de arriba las inspiraciones
masónicas, así como ellos, a su vez, las reciben de otros superiores. Cada
logia es, para la de grado superior, como el mundo profano es para la ínfima.
Conocidos o desconocidos, los hermanos, los de grado superior estudian el
estado de ánimo, la preparación alcanzada por la logia inferior y en el momento
oportuno sugieren la idea que quieren hacer prevalecer, la resolución que
quieren hacer tomar. La propone uno de ellos y la apoya otro u otros que ya
están convenidos en la logia superior; y los de la logia inferior, que ignoran
tal vez que la resolución que se les propone es un acuerdo tomado más arriba,
las adoptan como de propia iniciativa. Hay, pues, una ingeniosísima pirámide
masónica, como la llanta Copin-Alancelli, que tuvo buena ocasión de conocerla.
Y sin embargo, ¡cuánto se habla de
igualdad y libertad en las logias!
11. - La Masonería, Asociación Universal.- Su unidad.
Se suele distinguir entre la masonería inglesa o anglosajona y
la masonería latina, y no falta algún fundamento para esta distinción, dado el
distinto modo de proceder que tienen las logias de una y otra raza; más aún, no
ha mucho ha habido una ruptura entre las logias inglesas y americanas
anglo-sajonas y las latinas, a causa de la extrema irreligiosidad y
materialismo de que éstas hicieron profesión.
Eso no quita, sin embargo, que haya
entre ellas no sólo la comunidad de origen, sino también la unión en el
espíritu general de los ritos simbólicos, y se puede asegurar sin peligro de
equivocarse, que reina la unión en la ocultísima dirección suprema, de la cual
la casi totalidad los masones no se da cuenta, porque todo está muy bien
arreglado para cazar incautos que no se den cuenta. Esta dirección suprema
juega al tira y afloja, según las conveniencias de tiempos y lugares; sabe
esperar, sabe retroceder cuando le conviene, para no comprometer el terreno
ganado y las posiciones ventajosas para nuevas conquistas en el porvenir. Desde
el fin del último siglo, una gran asamblea de los principales jefes decretó que
un masón admitido a los tres primeros grados, sería reconocido por hermano
legítimo en todas las logias de cualquier rito que fueren; lo cual no es
arbitrario, puesto que toda la masonería está encerrada en los tres primeros
grados, de los cuales los demás no son más que explicación o reproducción. Como
se ha dicho, todo es cuestión de entender con mayor o menor perfección lo que
se profesa en los tres primeros grados que son comunes a todas las logias. “Estos son el texto, dice Mackey, y los altos grados son el comentario”
(Preuss, A. F. 381).
Es evidente que no hay unidad de ritos;
pero esta variedad “no afecta la universalidad de la Masonería. El ritual es
sólo la forma externa y extrínseca. La
doctrina de la Francmasonería es la misma en todas partes. Es el cuerpo
inmutable quedando en todas partes el mismo”. Así lo afirma el Dr masón
Mackey wn la Encyclopedia (Preuss, A.
F. 385).
Después de expresar el deseo de que aún
el ritual sea más perfecto y en todas partes semejante, continúa el mismo Dr.·.
“Pero si esto es imposible, como lo es, al menos nos ha de consolar el que
mientras las ceremonias o el ritual hayan variado en diferentes períodos y aún
varíen en diferentes países, la ciencia y
la filosofía, el simbolismo y la religión de la Francmasonería continúa y
continuará siendo la misma dondequiera que la verdadera Masonería sea
practicada” (Preuss, A. F. 386). Esa consecuencia la prueba en seguida el
Doctor masón examinando los símbolos que se usan en las logias, el derecho de
visitar las logias concedido a todo masón de cualquiera logia o país que sea,
sin que las pocas excepciones establecidas por algunas logias de los estados
unidos, alcancen a destruir la ley general; de modo que de esa unión resulta el
vínculo sagrado que, como él dice: “reúne a los hombres de las más discordantes
opiniones en una banda de hermanos,
que no da sino un mismo lenguaje a
hombres de todas las naciones y un altar, a hombres de todas las religiones”,
y con razón, por tanto, ese vínculo se llama “el Músico Lazo” y los masones, por estar unido bajo su influencia a
gozar de sus beneficios, son llamados “Hermanos del Místico Lazo” (Preuss, A.F.
391-392).[5]
De ahí que “las autoridades masónicas unánimemente afirman que la Franc-Masonería
por todo el mundo es una y que toda la Franc-Masonería no forma realmente
sino una Logia” (Cathol. Encycl.).
¿Cómo se explica, entonces, la ruptura
de relaciones con el Gran Oriente de Francia, a causa del ateísmo de que éste
hizo profesión, cambiando el artículo 1° de la Constitución de 1812, párrafo
II, donde se profesaba la existencia de Dios y la inmortalidad del alma? La
distinción entre Masonería esotérica,
u oculta, y exotérica, o externa, lo
explica fácilmente. Es cuestión de táctica: En Francia se creyó el mundo
masónico suficientemente preparado para recibir la profesión del ateísmo y ésta
se estableció; en Inglaterra y Estados Unidos no estaba preparado para tanto y
vino esa ruptura, puramente exterior, que afecta solamente a los mal instruidos
en los principios de la Masonería, no a los de grados superiores que están
penetrados de esos principios. Ya veremos que en Estados Unidos se prepara
rápidamente el terreno para llegar a la misma declaración de ateísmo.
Para apreciar mejor en lo que vale la
diferencia entre la Masonería inglesa y la latino-americana, en lo que
concierne a la Religión, conviene tener a la vista el 1° de los seis artículos
de los “Old Charges” (antiguas obligaciones) de la Constitución de la Gran
Logia Inglesa, redactada por Anderson en 1723, restaurado en el “Libro de las
Constituciones” de 1756 y 1813. Dice así: “Un masón está obligado por su
profesión a obedecer la ley moral y si entiende rectamente el arte, jamás será
un Ateo estúpido ni un Libertino irreligioso”.
“Pero aunque en tiempos antiguos los
masones estaban obligados en cada país o nación, a tener la religión nacional,
sin embargo se tiene ahora por más conveniente obligarlos solamente a aquella
Religión en la cual todos los hombres convienen, dejándoles para sí mismos sus
opiniones particulares: esto es, ser hombres buenos y veraces, u hombres de
Honor y Honradez, cualesquiera que puedan ser las Denominaciones o Persuasiones
que los distingan. Por donde la Masonería llega a ser el Centro de Unión y el Medio
de ajustar verdadera Amistad entre Personas, que deberían haber quedado a
perpetua distancia”.
La Constitución Gothica (Cristiana) de
las antiguas Logias de operarios masones, antes y después de 1747, decía: “La
primera obligación es que Ud. sea fiel a Dios y a la Santa Iglesia y no profese
error o herejía”. La diferencia salta a la vista.
La nueva redacción está calculada para
admitir en la Masonería a todos, aún a los Ateos, con tal que no sean estúpidos, y si bien se examinan las
cosas, aún éstos tienen cabida, como de hecho hay muchos en las logias de todas
las naciones. Cualquiera puede ver también a lo que se reduce la religiosidad
que se exige a los masones.
De ese verdadero alcance de la
Constitución Masónica inglesa, provino que el cambio hecho por el Gran Oriente
de Francia, encontró aceptación en muchos masones de Estados Unidos.
Tanto es así que, a pesar de que la Gran
Logia de Inglaterra exige, por resoluciones tomadas en 1878, la fe en el Gran
Arquitecto del Universo, son reconocidos como masones, aquellos que como
Spencer y otros filósofos naturalistas de ahora llaman Dios el principio oculto
todopoderoso que obra en la naturaleza, o como los que siguen el “Handbuch”
(3ª. De. II, 231) y sostienen como dos columnas de la Religión “el sentimiento
de la pequeñez del hombre y de la inmensidad del tiempo y del espacio” y “la
seguridad de que todo lo que es real tiene su origen en el bien”.
Todo en la Masonería está lleno de
ambigüedades. Los textos, de 1723 y 1738, de la ley fundamental concernientes
al Ateísmo, son ambiguos de propósito. El Ateísmo no es condenado
positivamente, sino desaprobado apenas lo suficiente para encarar las
exigencias del tiempo, cuando su franca admisión habría sido fatal a la
masonería. Cath. Encycl. Masonry.
12. La Asociación Masónica Internacional.
Desde 1902, gracias a los subsidios regulares de 25 Potencias
Masónicas y a los donativos de generosos hermanos, había funcionado en
Neufchatel la Oficina Masónica Internacional, bajo los auspicios de la Gran
Logia Suiza Alpina y debido a los esfuerzos
del H.·. Quartier la Tente.
Últimamente, en 1921, ha quedado establecida en Ginebra la Asociación
Masónica Internacional con el nombre de “Federación Masónica”, cuyos estatutos
pueden verse en “Documentation Catholique”, 1923.
13.- Secreto masónico.
El secreto forma parte de la esencia
misma de la Masonería: el día en que se dejara a un lado el secreto, ese mismo
día estaría irremisiblemente perdida. No se organizan sociedades secretas para
marchar al unísono con la sociedad en que se vive: el secreto es necesario
precisamente cuando se quiere conspirar contra ella.
Los masones suelen negar que la
Masonería sea una sociedad secreta. Refiere Copin-Albancelli que el H.·.
Limosín, director y fundador de la Revista masónica “L’Acacia”, en el curso de
una polémica, en 1903, le afirmaba que cometía el más grosero de los errores
afirmando que la Masonería es una sociedad secreta. “Sociedad discreta”, le
decía, “no secreta”. El mismo Limosín, en un discurso inserto en el número de julio de 1907 de la “Societé de
Statistique de Paris”, insiste en la misma afirmación, y para probarla, cita
una cantidad de príncipes y reyes que han pertenecido a la Masonería. En el
debate que tuvo lugar en la Cámara de Diputados de Chile, hace unos ocho años,
más o menos, uno de los miembros de la Masonería más altamente graduados en las
logias, se esforzó en reducir el juramento del secreto al “compromiso de no
revelar los medios de reconocimiento entre los miembros” de las logias. “Eso es
todo”, decía. Pero en esto, como en muchas otras cosas de la Masonería, o no se
sabe lo que se dice o se falta lisa y llanamente a la verdad. El secreto
masónico no se reduce a eso sólo; eso no es todo, con permiso del mismo Gran
Maestre chileno.
Pueden verse en Dom Benoit y en Serra
(T. II, 93-94) lo que al respecto establecen varias logias o fórmulas; pero se
puede decir que, como uso general son
objetos del secreto “no sólo doctrinas y medios generales, sino también
doctrinas especiales y medios particulares, órdenes diarios, planes, planes,
consignas, etc.
Es secreto el fin de la Masonería, no sólo para los profanos, sino también para
la mayor parte de los adeptos; se engaña al mundo sobre las doctrinas que se
enseñan en las logias y a las logias inferiores se ocultan las doctrinas
enseñadas en las superiores; se oculta, también, no sólo al mundo profano, sino
a las logias inferiores, los planes
que se forman en las logias y las personas que en ellas intervienen. La misma
organización de la Masonería en forma de sociedades superpuestas unas a otras,
de las cuales las inferiores son profanas para las superiores, el recuerdo del
secreto en cada reunión y en cada logia, está manifestando que es una sociedad
secreta, y que oculta algo a sus mismos adeptos, comenzando por ocultarles la Dirección Suprema y el Fin Supremo de la institución.
Hablando de sí mismo, dice
Copin-Albancelli: “Podría creerse que yo debía conocer perfectamente la
cuestión masónica, puesto que yo había pasado seis años en los talleres de la Viuda
(Así se llama la Masonería). Sin embargo, nada de eso había. Yo podía
imaginarme conocerla; en realidad no la conocía: no sabía de ella sino lo que
había visto. Y lo que se ve en la Masonería, seáis o no masones, no es sino una
apariencia destinada a engañaros
sobre lo que no veis… Yo había sido sucesivamente aprendiz, compañero, maestre
y rosacruz. Había ocupado oficios de secretario, de orador y de primer
vigilante en mi logia. Había dispuesto dos veces del de venerable, que había
hecho dar a los que creía más capaces que yo para asegurar la prosperidad del
taller. También había sido nombrado desde mi entrada al capítulo La Clemente Amistad, secretario de ese
capítulo. Yo había sido, pues, “una luz” capitular. Una circunstancia, de la
cual tendré ocasión de hablar después, me había permitido entrever que detrás
el mundo masónico exista un mundo, más secreto aún que éste, no sospechado ni para
él, tanto como para el mundo profano… A pesar de todo, lo repito, no sospechaba
lo que era la asociación de la cual había sido miembro activo. ¡Con tanta
habilidad están dispuestas las cosas para ilusionar a los masones y a los que
no lo son!” (Copin, P.O. 43-44).
14.
La Masonería pone especial empeño en ocultar su fin a los profanos y a sus
propios miembros.
La prueba está en que no hay nadie que pueda decir con certeza
cuál es el fin de la Masonería, y eso que ya lleva dos siglos de existencia en
la organización actual. ¿Es un fin filosófico? ¿Es un fin de beneficencia? ¿Es
un fin anticatólico? ¿Es un fin liberal? ¿Recreativo? ¿Pornográfico? ¿Satánico?
Hay partidarios de las respuestas afirmativas para cada una de estas preguntas.
Y esto no sucede sólo entre profanos sino entre los mismos masones. Es natural.
Óigase lo que dice
Pike, uno de los doctores de la ciencia Masónica: “Los grados azules (así se
llaman los tres primeros grados) no son más que el pórtico externo del pórtico
del Templo”. (El trabajo de la Masonería es la construcción de un templo espiritual).
Parte de los símbolos se explican ahí al Iniciado, pero es intencionalmente engañado con falsas interpretaciones. No se
intenta que él los entienda, sino que se imagine que los entiende. Su verdadera
interpretación es reservada para los Adeptos, los Príncipes de la Masonería…” (Preuss, A. F. 12). “La
Masonería, dice el mismo Pike, como todas las Religiones, todos los Misterios,
Hermeticismos y Alquimias, oculta sus
secretos a todos, menos a los Adeptos y Sabios o Electos y emplea falsas explicaciones e
interpretaciones de sus símbolos para engañar a aquellos que merecen ser
engañados; para ocultarles la Verdad, que se llama Luz y apartarlos de
ella” (Preuss, A.F. 13).
Preguntad a los
masones cuál es fin que se propone la Masonería y la mayor parte os responderá
que es la beneficencia o que es el socorro mutuo en el trabajo, en el comercio,
etc. Otros, los aficionados a banquetes, tal vez os digan que es el tener de
cuando en cuando unos momentos de expansión entre amigos, etc. Otros os dirán
que es el estudio. No es de creer que todos ellos digan lo que no sienten, y
sin embargo, sus respuestas mismas están manifestando que no saben nada de la
historia de la Masonería. Son víctimas de
ese engaño intencional de que habla
Pike.
La Masonería pone especial empeño en despistar a sus propios
adeptos acerca de los grados superiores, por medio de los símbolos, de los
rituales y de su misma organización. Así, por ejemplo, cuenta Copin-Albancelli
que al aprendiz se le procura inculcar la idea de que todos los masones que él
ve con las insignias de los cordones, son maestros; y si después se da cuenta
de que hay otros grados más altos, se le dirá que esos grados más altos no
valen nada; que la prueba es que el H.·. X o el H.·. F. están como todos los
demás muy sujetos al Venerable, siendo de estos altos grados, y por si acaso
continúa en sus curiosidades sobre los altos grados, se le cuenta una leyenda
que tiende a hacer creer que los masones de altos grados son más bien inferiores
a los maestros, por tener la debilidad de ser aficionados a los galones. Los
maestros son los masones “perfectos”, según el ritual; los demás no han sabido
comprender el sentido elevado de esa expresión; se han dejado tentar por lo que
ellos han creído ser una dignidad, y allí están en las logias superiores, sin
tener nada que hacer. Y si se admiran de que la Masonería esté favoreciendo una
debilidad sin objeto, como ésa, se les responde que se tolera por pertenecer a
la herencia de las tradiciones que no hay que abandonar, y
así se procura tranquilizar al aprendiz, que no mira como superior suyo sino al
Venerable, cuya elección depende también de su voto (Copin, P. O. 217-219).
Lo mismo pasa el maestro, a quien se le procura ocultar la
existencia, o al menos la importancia, de los grados superiores, y se le inspira la idea de que la Masonería Azul, como se llama la de los
tres grados inferiores, es toda la Masonería. A eso van encaminadas ciertas
preguntas y respuestas del Catecismo Masónico de su grado, y como la cosa le
halaga, fácilmente se queda con esa idea. Para eso también, en el orden administrativo,
no se hace diferencia de grados y suele suceder que un maestro sea el Venerable
en una logia donde hay masones de altos grados, lo cual le confirma en la idea
que se la procurado inculcar.
La verdad, es, sin embargo, que los altos grados han sido
creados, precisamente, para ocultar algo a los grados inferiores. “Como los
tres grados de la Masonería ordinaria, dice Luis Blanc, masón, comprendían un
gran número de hombres opuestos por estado y por principios a todo proyecto de
subversión social, los novadores multiplicaron las gradas de la escala mística
por subir: crearon las traslogias reservadas a las almas ardientes;
instituyeron los altos grados… santuario tenebroso cuyas puertas no se abrían
al adepto sino después de una larga serie de pruebas calculadas para comprobar
los progresos de su educación revolucionaria, para probar la constancia de su
fe, para ensayar el temple de su corazón”. Por eso dice la “Orthodoxie
Maconnique” que la Masonería, invadida, por decirlo así, y tomada de asalto en
sus primeros grados por el vulgo, se ha refugiado en los grados superiores”
(Benoit, F. M. I, 252-253).
En el grado 29 del Rito Escocés Antiguo Aceptado, grado del Gran Escocés de San Andrés, el Patriarca,
en la recepción al grado, declara al neófito que todavía no se le revelan los
secretos de la Masonería: “Debéis creer firmemente, le dice, que lo que habéis
aprendido hasta este día, es nada en comparación de los secretos que
ciertamente os serán revelados o continuación, si vos sois Electo y si no os
hacéis indigno”. “En cuanto a los misterios ocultados allí (bajo esos
problemas) no puedo aún revelároslos; pero llegará el tiempo en que los
penetraréis, etc.” (Benoit, F. M. I,
288). Esto pasa en el grado 29. ¿Qué habrá que
decir de los tres primeros grados?
La Dirección
Suprema de la Institución es lo más oculto que hay en la Masonería, más aún que
las verdaderas doctrinas, que al fin y al cabo, como después se verá, llegan a
traslucirse al través de los velos y símbolos que las envuelven. Que hay una Dirección Suprema oculta,
distinta de los Grandes Orientes o Grandes Logias, que son las altas
direcciones visibles, no hay que dudarlo.
De otro modo no se explicaría la unidad y universalidad de la Masonería, a
pesar de las rupturas externas, ni tampoco la uniformidad de acción que se ha
desplegado por ella en distintas jurisdicciones en algunas épocas. Después de
lo que se ha dicho sobre el secreto en la explicación de las doctrinas y sobre
la existencia de los altos grados, se comprende fácilmente que la casi
totalidad de los masones, como todo el mundo profano, ignore dónde está el
centro de esa unidad de la Masonería y quién y quiénes son los que dirigen esa
vasta organización. Lo que diré de los príncipes o reyes masones poco después,
confirmará el secreto de la dirección suprema de la Masonería.
La ley común de la discreción y del secreto, que al decir de
Mackey, en su Masonic Ritualist, es
la esencia misma de la Masonería; esas virtudes del secreto y del silencio, que
son la misma esencia del carácter masónico, según el mismo autor, no se guarden
sólo con los profanos, sino con los mismos hermanos de grados inferiores, de
modo que ellos saben poco más que nosotros, si no estudian fuera de las logias
lo que es su institución.
15. Un parangón con la Iglesia Católica.
La Masonería dice a sus adeptos y a todo el mundo que es una
institución que investiga y enseña la verdad.
La Iglesia católica también dice lo mismo. Pero la Masonería oculta esa verdad
a sus propios adeptos a tal punto que ni siquiera en los grados cercanos al
último se la enseña claramente y del todo. La Iglesia católica, desde el
principio, a todos, sin ninguna distinción, enseña todos sus misterios, y todo
su interés y afán está en que su doctrina sea conocida de todo el mundo, de sus
mismos enemigos y perseguidores. Si lo que la Masonería enseña es la verdad,
¿por qué teme tanto la luz? Si es la verdad, ¿por qué tanto egoísmo para
ocultarla, aún a los propios adeptos?
16.- Los juramentos masónicos.
El secreto o los secretos masónicos
están sellados con gravísimos juramentos, que se van renovando y recordando con
toda frecuencia. He aquí la fórmula del juramento, sobre el secreto, que se ha
usado en el grado aprendiz en Inglaterra, Escocia, Alemania y en las logias del
rito escocés de Francia, durante un tiempo, al menos. Decimos así, porque
cuando la Masonería se ve sorprendida en algunos de sus secretos, suele cambiar
de decoración, de rituales y de todo, a fin de mantener engañados a los suyos y
a los profanos. He aquí dicha fórmula de juramento: “Juro en nombre del
Arquitecto Supremo de todos los mundos no revelar jamás los secretos, los
signos, los toques, las palabras, las doctrinas, los usos de los Francmasones y
de guardar sobre todo ello un silencio eterno. Prometo y juro a Dios no
descubrir jamás cosa alguna ni por la pluma, ni por señales, palabras o gestos;
no hacer jamás escribir, litografiar, imprimir ni publicar cosa alguna de lo
que me ha sido confiado hasta ahora y pueda confiárseme más adelante. Me obligo
y someto al castigo siguiente, si falto a mi palabra: que me quemen los labios
con un hierro candente; que me corten la mano y el cuello y me arranquen la
lengua; que mi cadáver sea colgado en una logia durante la admisión de un nuevo
hermano, para que sirva de borrón a mi infidelidad y de horror a los demás; que
sea quemado después y las cenizas echadas al viento para que no quede ningún
rastro de la memoria de mi traición. Así Dios me ayude y su santo Evangelio.
Así sea. (Eckert, T. I, 33-34). Naturalmente, esta fórmula ha sido modificada
donde se ha echado ya a un lado todo cristianismo positivo, y en nombre de Dios
ha sido reemplazado por los estados generales de la orden, por el honor, por la
espada, etc. El juramento se renueva en cada aumento de salario. Quizás más tarde se presentará la ocasión de
dar a conocer otras fórmulas de juramentos masónicos. (Ver, por ejemplo,
Benoit, F. M. I, 386 sigs.).
17. El secreto ante la conciencia.
Antes de pasar adelante, no estará de más que interroguemos a
nuestra conciencia sobre un secreto tan absoluto, tan sin restricciones, como
es el de los masones[6]:
Este secreto se promete con juramentos terribles, como acabamos de ver, sin
saber nada acerca de la materia del secreto y sin saber si ese juramento no va
a encontrase en oposición con otros deberes más fundamentales que tenemos como
ciudadanos, como miembros de la Iglesia o como simples seres racionales. He
ahí, desde luego,, lo que detiene de entrar en la Masonería a la gente de
conciencia bien cultivada: ¿Y si bajo este secreto tan severo y tan universal
se me pide algo contra mi conciencia? ¿Y si se me pide algo contra la patria?
¿Y si se me pide algo contra mi Religión o mi familia?
1. El secreto ante el sentido común.
He oído decir a muchos que han sido invitados a entrar en la
Masonería, que ellos ha respondido que no ven para qué tanto secreto; que para
hacer el bien, como dicen los masones, no hay para qué esconderse tanto, etc.
Han hablado, sin duda, el lenguaje del sentido común: si no deseamos hacer el
bien con un bombo, tampoco debemos hacerlo tan oculto que despertemos
desconfianzas sobre nuestro buen proceder; ya que es propio de los malhechores
buscar las tinieblas (para obrar en ellas), según el dicho del Evangelio: “El
que obra mal odia la luz”. Ya veremos después cuál es ese bien que hace la
Masonería.
No sólo es idea cristiana sino también
muy de razón natural para todo el que admite la verdadera libertad, con todas
sus consecuencias, la de la responsabilidad
de nuestros actos. El secreto tiende a debilitar el sentimiento o
conciencia de nuestra responsabilidad, facilitando los medios de burlar las
sanciones sociales o públicas que esos actos merecen. Además, cualquiera se
pregunta: ¿Las doctrinas y los hechos de la Masonería son cosa buena o mala? Si
son cosa buena, ¿por qué privar al resto de los hombres de ese bien? Si son
cosa mala, claro es que la conciencia debe repudiarlo y no entrar en tal
asociación.
La Iglesia Católica es una sociedad que
profesa hacer el bien y no sólo no se oculta para hacerlo, no sólo no oculta
sus enseñanzas, ni esconde sus misterios y sacramentos, sino que todo su anhelo
es que sean aprovechados de todos los hombres. ¿Por qué? Precisamente, porque
cree que esas enseñanzas y esos misterios son cosa buena, y quiere participar
de ese bien a todos los hombres. Eso s pensar con sinceridad en el bien que se
hace o se posee. ¿Por qué la Masonería hace a un lado al pueblo?
19. Los juramentos masónicos ante la moral.
Los masones suelen jurar, al menos en
los primeros grados y donde se quiere salvar cierta apariencia de religión,
sobre la Biblia y por el Gran Arquitecto del universo, que algunos entienden
que es Dios y otros que es la Naturaleza
y ésta todavía la entienden de distintos modos. ¿Qué valor moral tiene ese
juramento? ¿Estará el masón obligado en conciencia a cumplirlo como cualquier
juramento legítimo? La moral responde que no: La razón es, porque si pone a
Dios por testigo y garantizador de lo que se promete, contra los dictados de la
prudencia y de toda razón y conciencia. Dios no puede servir de firmeza a un
acto por el cual más bien se le ofende que se le honra. Menos aún ese juramento
puede tener firmeza para un católico, a quien está severamente prohibido y bajo
pena de excomunión, un acto semejante. No podemos invocar a Dios como fiador de
la culpa.
Si se invoca a la naturaleza como
fiadora y testigo de nuestro juramento, y sin ninguna relación con el Creador,
que se desconoce, en este caso se concibe la naturaleza como un ser sin
inteligencia, que no es capaz de oír ni de afirmar nuestra promesa o juramento
y tanto da invocarla como no invocarla. Lo mismo hay que decir del honor, cosa
a veces tan discutible como fugaz.
20. El fin de la Masonería.
Como la palabra masones quiere decir albañiles y todo en la Masonería se enseña por medio de símbolos o
alegorías, el fin de una sociedad de albañiles ha de relacionarse con el oficio
que ellos representan. Es corriente en el lenguaje masónico decir que la
Masonería se propone construir o restaurar un templo. ¿Cuál es ese templo? El
templo de la Naturaleza, en que debe reinar la libertad, la igualdad y la
fraternidad, entendidas en sentido masónico; templo en que se enseñe la verdad, la virtud y la moral propias de
la Masonería.
La Masonería usa mucho también en sus
símbolos y ritos arreos y expresiones militares; habla mucho de guerra a la intolerancia, al fanatismo, a la ignorancia,
etc. Es, pues, una milicia, un ejército que se disciplina y arma contra un
enemigo.
La Masonería, finalmente, dice que se
propone establecer en el mundo una religión
nueva, universal y tiene todo lo que puede desearse en materia de ritos y
ceremonias relativas a un culto religioso. Es, pues, también, una religión.
21.- Libertad, Igualdad y Fraternidad masónicas.
Según la Masonería, el estado
de naturaleza es el estado ideal del hombre; es el estado en que él
encuentra y conserva su perfección y su felicidad. Ese estado ha sido destruido
por la religión y por la sociedad, por los reyes y por los sacerdotes. Éstos
son los que han quitado a los hombres su libertad primitiva, si igualdad y
destruido su fraternidad. La Masonería se propone, entonces, devolver al hombre
su perfección y felicidad original, su libertad, su igualdad y su fraternidad
natural. He dicho que esas palabras hay que entenderlas en el sentido masónico.
¿Cuál es el sentido masónico?
Libertad,
para los masones perfectamente iniciados, es la independencia absoluta e
ilimitada del hombre; es el desconocimiento de toda ley y de toda autoridad; es
la rebelión absoluta. En este sentido, el súbdito, sujeto a su gobernante, no
es libre; el hijo, sujeto a su padre, no es libre; la esposa, sujeta a su
marido, no es libre; el hombre que vive en sociedad, tampoco es libre. “El
hombre no es libre si no es dueño soberano de sus pensamientos y de sus actos”.
“La libertad es idéntica a la
soberanía”, dice “L’Ere Nouvelle”.
“No seamos más súbditos, sino soberanos,
entonces seremos libres”, dice el H.·. Fleury.
“Cada hombre es su sacerdote y su rey,
su papa y su emperador”, dice el H.·.
Potvin.
“Nos respondemos de nuestros actos sino
a nosotros mismos”, dice el H.·. Lacroix
(Benoit, F.M. I, 11-13).
La Igualdad,
entendida también el sentido masónico, no comprende sólo la igualdad de
naturaleza y de derechos, que son innatos a ella, como lo enseña la filosofía
racional, sino que comprende también la igualdad absoluta en toda clase de
derechos, sean innatos, sean adquiridos. “Los hombres son iguales en derechos::
todos y desde todo punto de vista son de igual condición”, es la síntesis de la
doctrina masónica acerca de la igualdad, expresada por León XIII en su
Encíclica Humanum Genus.
“Entre los masones (y un día, gracias a
ello, será entre todos los hombres) no hay primero ni último; no hay fuertes ni
débiles, ni grandes ni pequeños, no hay sino hermanos, todos iguales y todos
queriendo serlo” (Précis Hist. De l’Ordre
de la Franc. Mas., Benoit, F. M. I, 12).
La Fraternidad en el
sentido masónico, no envuelve solamente nuestra comunidad de origen, que nos
hace clamar “Padre Nuestro que estás
en los cielos”, sino la supresión de toda desigualdad, de toda distinción de
derechos, de modo que no ha de haber sino una sola familia universal, no
familias particulares, como ahora; no ha de haber sino una sola nación, no
naciones particulares; una sola Iglesia: y esa sola familia, y esa sola nación,
y esa sola iglesia, es la humanidad.
Fuera de ese sentido, en la Masonería se
da también a la fraternidad el sentido religioso restringido al socorro mutuo
entre los hermanos masones, como en toda otra sociedad de socorros mutuos, eso
sí que llevada a extremos inaceptables, como veremos después, con el favor de
Dios.
Además, para ciertos iniciados, esa
palabra fraternidad tiene otro sentido más secreto y abominable, como lo tenía
la “caridad” para los antiguos gnósticos, las costumbres licenciosas, la
asociación para los placeres sensuales, etc. Eso hizo decir al papa Gregorio
XVI en la Encíclica en que condenaba la Masonería, que “todo lo que ha habido
de más sacrílego, blasfemo y vergonzoso en las herejías y en las sectas más
criminales, se ha juntado en las sociedades secretas como en una sentina
universal de todas las infamias” (Enc.
Mirari Vos).
Para edificar ese templo es menester
destruir toda autoridad, toda jerarquía, toda familia, toda religión.
22.- ¿Contra quiénes combate la Masonería?
Se comprende desde luego contra qué se disciplina y se arma el ejército de la Masonería: tiene por
delante la sociedad civil, con la autoridad que la sostiene y gobierna; tiene
la sociedad religiosa, especialmente la Iglesia católica, que es el baluarte más firme opuesto a la destrucción
de las creencias cristianas; tiene la familia, sobre todo la familia cristiana,
centro de virtud opuesto a la licencia de costumbres; tiene la propiedad,
opuesta también a la igualdad y fraternidad masónicas.
23.- ¿Cuál es el Dios de la Masonería.
¿Cuál es el objeto del culto masónico? ¿Cuál es el dios que
adora la religión nueva y universal de la Masonería? ¿Es Dios, el Supremo
Arquitecto del Universo, como lo han llamado? ¿Es la Naturaleza, con la cual
muchos identifican a ese Dios? ¿Es el hombre, en el cual se realiza con mayor
perfección esa identidad? ¿Es el sol, como símbolo más perfecto del poder de la
naturaleza? ¿Es Satanás, tenido por los masones como el Dios bueno? Sí, todo
eso es; pero eso no lo saben todos ni lo practican todos conscientemente. Por
ahora me contentaré sólo con presentar este resumen; después dedicaré un
artículo especial para tratar de la Masonería como religión. El que quiera más
amplios detalles, puede consultar las obras que he indicado al principio, sobre
todo la de Benoit y la de Serra y Caussa.
24. El fin supremo de la Masonería.
Suele señalarse también como fin de la Masonería el predominio
político de la secta, y a juzgar por las actividades que se despliegan en el
campo político, como luego se verá, podría creerse que ése es su anhelo
predominante; pero en realidad, y bien mirados sus aspectos, eso no es ni puede
ser otra cosa que el medio más poderoso y seguro de realizar el plan de la
Masonería.
Hay quien cree que el fin de la
masonería es establecer el predominio
judío en el mundo, y no faltan buenas razones que pueden persuadirlo y
llegan a hacer dudar si la acción
judía, por medio de la Masonería, es lo predominante en esta institución, y,
por consiguiente, todo lo demás no es sino medio para llegar a establecer el
universal dominio de la raza judía con más rapidez y seguridad, o bien al
revés, si la acción judía no es más que un auxiliar de la Masonería para
conseguir realizar sus designios de anarquía y destrucción universal y tras de
ésta, la adoración de Satanás, inspirador de esa obra de rebelión y de
anarquía.
Por ahora baste este esbozo acerca del
fin; el estudio que sigue irá haciendo ver la verdad de lo que en este artículo
se ha expresado. Eso sí, quiero una vez más prevenir a los lectores que la
generalidad de los masones ignora en absoluto cuánto se ha dicho acerca de los
fines manifiestamente perversos que persigue la institución a que pertenecen.
La probidad, la seriedad y honorabilidad de muchos es manifiesta prueba de que
lo ignoran. Si lo supieran, y a pesar de saberlo, permanecieran en la
Masonería, estarían muy lejos de ser lo que son, y habría que admitir en ellos
una hipocresía incompatible con todo su modo de obrar.
25. Formación de logias.
Como se comprende, es cosa muy fácil formar, por lo menos un triángulo o logia irregular, cuando hay
en una ciudad cinco o más masones autorizados o delegados para ello, o
simplemente celosos del progreso de la Masonería. Ellos conversarán con otros
caballeros amigos; les harán ver la conveniencia de asociarse para su mutuo
socorro, formando una logia; les quitarán los temores que puedan tener, y en
seguida, nombrarán Venerable a uno de ellos, con lo que el inocente se creerá
muy honrado, sin sospechar siquiera que no es más que la víctima y en
instrumento de sus amigos, que nada le han dicho de su carácter de masones de
alguna logia quizás de grado superior.
Por otra parte, la idea de entrar en
comunicación con otras logias, de ser hermanos de grandes personajes nacionales
o extranjeros, y de conocer los secretos
de la Masonería, es un poderoso aliciente, que hace caer a muchos en las redes
tendidas con tanta habilidad y disimulo.
“Para determinar al curioso, decía el H.·.
Clavel, se asegura que la sociedad conserva religiosamente un secreto que no es
ni puede ser participado sino a los francmasones. Para decidir a los hombres de
placeres, se les hacen valer los frecuentes banquetes en que los buenos platos
y los vinos generosos excitan a la alegría y estrechan los lazos de una amistad
fraternal. En cuanto a los artesanos y mercaderes, se les dice que la Masonería
les será provechosa, extendiendo el círculo de sus relaciones y de sus
negocios” (Benoit, F. M. I, 190).
26. Esfuerzos de proselitismo.
Asegura Mackey, en su Encyclopedia of Freemasonry, que la
Masonería “no sólo prohíbe a sus miembros hacer cualquier esfuerzo para obtener
iniciados, sino que actualmente exige que cada candidato para la admisión a sus
sagrados ritos declare seriamente como un paso previo, que en este voluntario
ofrecimiento de sí mismo no ha sido inclinado por impropias solicitaciones de
hermanos” (Benoit, F. M. I, 319). Sin embargo, a todo el mundo le consta que la
Masonería hace una activa propaganda para afiliarse adeptos, aún en las aulas
universitarias y hasta en los liceos, Escuela militar y Escuela Naval. Yo mismo
he oído contar a varios funcionarios públicos las repetidas instancias para que
ingresaran a las logias, a tal punto, que uno, que se retiró después de la
iniciación, fue en cierto modo arrastrado al coche que se le tenía a la puerta
para llevarlo a la ceremonia que le repugnaba, aún sin conocerla.
Estos esfuerzos corresponden a las
recomendaciones que grandes autoridades masónicas hacen a los hermanos. “Es de
la mayor importancia para el éxito de nuestro sublime proyecto (la restauración
del estado de naturaleza), y para facilitar y asegurar mejor su ejecución, no
descuidar nada para arrastrar a nuestra orden a miembros que descuellen en el
clero, entre las autoridades civiles y militares, las instituciones de l
juventud, sin exceptuar a reyes y príncipes, y sobre todo a sus hijos, sus
consejeros y ministros, y en fin, a todos aquellos cuyos intereses estarían en
oposición con nuestra doctrina. Es menester hacer deslizar astutamente y bajo
las formas más seductoras el germen de nuestros dogmas, y acostumbrarlos así,
insensiblemente y sin que lo sospechen, al choque que debe anonadarlos” (Instr.
De un alto masón de Módena) (Benoit, F. M. I, 176).
27.
Artes para reclutar adeptos.
Sea por el temor de los desconocido y misterioso, sea por el
desprestigio que suele rodear a la Masonería entre la gente sería de los países
católicos, sea, sobre todo, por las prohibiciones de la Iglesia, la propaganda
masónica, a pesar de su actividad, suele encontrar grandes tropiezos. Para
allanarlos, se asegura a los que se procura conquistar, que en la Masonería no
se trata de política ni de religión, que no hay ataque a ninguna religión,
mucho menos a la religión cristiana; que se rinde adoración a Dios, Gran
Arquitecto del Universo; que hay muchos personajes, aún religiosos, aún obispos
y papas, que han pertenecido a la Masonería; que Pío IX fue masón, que León
XIII también lo fue; que se jura sobre la Biblia; que está en los estatutos o
constituciones de la Masonería la fe en Dios y en Nuestro Señor Jesucristo,
etc., etc. Se nombran personajes conocidos y respetables que son masones, aún
cuando ello sea tan falso como cuando se dice de los Papas. “Si hay algún
hombre de gran reputación por su mérito, haced creer que es uno de los
nuestros”. Era una de las recomendaciones de Weishaupt (Benoit, F. M. I, 170).
Con esas afirmaciones para quitar todo
temor, se necesita carácter para resistir a las invitaciones de un amigo, que
tal vez habla con mediana sinceridad, porque a él también le dijeron lo mismo y
no ha tenido tiempo de desengañarse o no se ha preocupado más de ello. Ya se
verá lo que valen todas esas afirmaciones.
Weishaupt, en su “Código de Iluminismo”,
ha dado reglas minuciosas que los insinuantes
o afiliadores deben seguir para hacer
el reclutamiento de adeptos. Antes que nada se les recomienda el examen más
detallado del carácter y circunstancias de los posibles candidatos.
28. Las conquistas preferidas.
Son, en primer lugar, los jóvenes, y entre éstos, los
preferidos son los aspirantes a profesiones liberales, para los cuales
Weishaupt había establecido un grado especial, el de los Minervales o Universitarios.
El mismo jefe recomendaba también la
conquista de los profesionales.
De los abogados que tienen fácil
palabra, astucia y actividad, decía. “Estas gentes son verdaderos demonios,
poco fáciles de conducir; pero su conquista es siempre buena cuando se los
puede tener”. Los maestros, profesores de universidades y hasta los superiores
de seminarios si fuese posible, eran también objeto de sus recomendaciones.
Todas las logias trabajan activamente por conquistarse a los funcionarios
públicos, y mucho más por acaparar los puestos públicos, sobre los de mayor
renta y de mayor influencia. ¡Lo sabemos demasiado! Los reyes y los príncipes,
son también objeto preferido de las conquistas masónicas: “El concurso de los
grandes, decía Mazzini, es de una necesidad
indispensable para hacer el reformismo en un país de feudalismo”. Los
ricos y los descontentos, son también señalados a la habilidad de los
enroladores. Son interesantes los datos y citas de Benoit sobre este punto
(Benoit, F. M. I, 160-171).
29. Los Hermanos decorativos.
He citado, al hablar del secreto
masónico, la razón que daba el H.·. Limosín para probar que la Masonería no es
sociedad secreta, señalando a una cantidad de reyes y príncipes que pertenecen
o han pertenecido a la Masonería. Estoy acostumbrado a oírlo y lo mismo les
pasa a todos aquellos que manifiestan dudas acerca de la bondad y rectitud de
la masonería: “Don Fulano de tal, hombre correctísimo, muy caritativo, es
masón, ¿cómo se le ocurre que haya algo de malo en laq Masonería? Ese argumento
lo dan los ingleses, la mayor parte con toda buena fe: “El príncipe de Gales,
el Rey, es masón, es Gran Maestre de no sé cuántas logias o Grandes logias”.
Esa confianza en la rectitud de sus reyes o príncipes les honra; pero no tanto
la ignorancia en que viven de los resortes de la Masonería. A ésta le conviene
tener en su seno o en sus listas a tales personajes; le conviene desvanecer en
el vulgo, poco observador y poco estudioso, cualquier prevención contra sus
planes siniestros; le conviene despistar a las autoridades, haciéndoles ver que
todo es inocente, a lo sumo ridículo e infantil en sus tenidas.
Dice Luis Blanc, revolucionario y
francmasón, que a pesar de los temores que la Masonería inspiraba a los
soberanos más suspicaces, “gracias al hábil mecanismo de la institución,
encontró en los príncipes y en los nobles menos enemigos que protectores.
Agradó a los soberanos como el gran Federico, el tomar la plana y ceñir el
mandil. ¿Por qué no? La existencia de los
altos grados les era cuidadosamente ocultado, sabían de la Masonería solamente
lo que se les puede mostrar sin peligro” (Copin, C.J. 309).
Hay veces que a los príncipes y a los
reyes se les hace ocupar los más altos puestos; pero eso no quiere decir que se
les confíen los secretos. De todos los príncipes que hubo en la Masonería en el
siglo pasado, incluso el mismo Napoleón, sólo Felipe-Igualdad fue
verdaderamente iniciado en los secretos de la masonería, si bien cayó también
víctima de las intrigas de la Viuda, que lo había elevado al poder. Ésa es la
explicación del juramento que se hace en ciertos grados, como en el 29 del rito
escocés, en que el iniciado se obliga bajo severísimas penas “al secreto más
riguroso sobre todo lo que pasa en ese grado, aún para con el Maestre de toda la Orden, si no es notorio que ha
sido reconocido en una alta logia
escocesa, o si los jefes de la logia no lo han hecho reconocer como tal”.
Ya sabemos, pues, cuál es el papel de
los príncipes en la Masonería, por altos puestos o grados que tengan: son
pantalla de la que se sirve la Masonería para adelantar con mayor seguridad en
la ejecución de sus planes, como lo veremos mejor después al hablar de la
política.
30. Los Papas masones.
Ésta ha sido una de las más desesperadas invenciones que se le
ha ocurrido a la Masonería para
despistar y engañar a católicos ignorantes y sencillos. Al final veremos las
condenaciones que los Papas, casi sin interrupción, desde que les fue conocida
la secta, han venido fulminando contra ella, siendo todas ellas concebidas en los
términos más severos y con el mayor conocimiento de causa. Por ahora diré
solamente el origen de la imputación hecha a Pío IX, que es la que los masones
tienen más en boga y con mayor seguridad. He aquí cómo refiere y confuta esa
fábula John Gilmary Shea en su “Vida de
Pío IX”, p. 291-2, escrita en inglés: “Comenzó en Alemania y pensaron (los
masones) que con poner la escena en América había de escapar a la
investigación. Declararon positivamente que Pío IX había sido recibido en una
logia masónica en Filadelfia, citaron sus discursos y declararon que se
conservaba en la logia un buen número de sus autógrafos. Desgraciadamente, para
el cuento, Filadelfia está en el mundo civilizado. La gente sabe allí leer y
escribir. Se averiguó y se encontró que no hay en aquella ciudad logia masónica
con el nombre dado; se encontró que ninguna logia en Filadelfia había recibido
jamás a Juan María Mastai; no se pudo encontrar huella de que él haya estado
allí, porque nunca estuvo; ninguna
logia tenía ninguna de sus cartas autógrafas; los mismos masones atestiguaron
que todo no era sino una pura invención. La calumnia así refutada ha revivido
de cuando en cuando y en la última versión se ha puesto cuidado en no especificar
ni logia, ni ciudad, con demasiada distinción” (Preuss, A. F. 270-271). Para
hacerlo creer más fácilmente habían colocado en una fotografía de un masón con
insignias, la cabeza del papa, recortada de su retrato y ajustada en lugar de
la del masón.
El lector recordará el consejo de
Weishaupt, citado poco antes: asegurar que las personas de mérito pertenecen a
la Masonería, para ayudar con eso al reclutamiento de los adeptos. La mentira
esa sobre Pío IX, estaba calculada sobre todo para engañar al clero, a fin de
que siguiera el ejemplo de uno que había sido su jefe. No sé si habrán
encontrado en el mundo entero sacerdote tan cándido o ignorante que se haya
dejado engañar con ella. Eso sí que la mentira se repite aún entre nosotros, en
la sociedad del día, demasiado ignorante en materias de religión y de historia
eclesiástica, por desgracia.
31. La iniciación.
Cada grado tiene su ceremonia de iniciación, ceremonia larga y
llena de simbolismo. Como no puedo, dentro de mi propósito, detallarlas, ni
siquiera dar idea breve de las principales o de las tres primeras, remito al
lector que quiere tener mayor conocimiento sobre el ritualismo masónico, a la
obra de Benoit. Me limito solamente a dar la descripción sumario de la
iniciación al primer grado, al grado de aprendiz, que es la puerta de la
Masonería, advirtiendo que actualmente ya parece que no están en uso, por
demasiado ridículas, las pruebas que
antes ordenaba el Ritual.
“El aspirante, dicen los rituales, se
presenta a la logia en un estado en que no está “ni vestido ni desnudo”,
porque, agregan, “nuestras costumbres no toleran el estado de desnudez
completa”. Es despojado de “todo metal”, es decir, de todo el dinero que lleva
consigo. Se le vendan los ojos y se le conduce a una cámara negra, llamada “gabinete de las reflexiones”, especie de
tumba, en que hay cabezas de muertos y otros huesos humanos, con inscripciones
grabados en las paredes.
“La permanencia del candidato en este
antro o tumba, se llama la “prueba de la
tierra”. Queda algunos minutos solo, son los ojos vendados: en seguida, a
una señal, se quita la venda y se pone a leer las inscripciones grabadas sobre
las paredes: “Si tú eres capaz de
disimular, tiembla; se irá al fondo de tu corazón. Si tu alma ha sentido en
espanto, no pases adelante. Si te gustan las distinciones humanas, sal; aquí no
se conocen. Se podrá exigir de ti los más grandes sacrificios, aún el de la vida:
¿estás dispuesto?”
“En seguida el candidato debe hacer su testamento y responder
por escrito a las tres preguntas siguientes: ¿Cuáles son los deberes del hombre
para con Dios? ¿Cuáles son los deberes para con sus semejantes? ¿Cuáles son los
deberes para consigo mismo?” Es, dice Ragón, un medio de tantear a los
candidatos que se presentan”.
“El hermano Terrible[7],
o Introductor, toma el testamento y las respuestas y las lleva al Venerable o
presidente de la logia. El postulante es siempre admitido, cualesquiera que
sean las respuestas.
“El hermano Terrible vuelve a él, le
venda de nuevo los ojos, le pasa por el cuello una cuerda cuya extremidad tiene
él y lo lleva en este estado a la puerta de la logia. El aspirante forcejea con
la puerta por tres veces. Una voz del interior pregunta: ¿Quién es el audaz que
trata de forzar la entrada del templo?” El hermano Terrible responde: “El
hombre que acaba de golpear es un profano deseoso de ver la luz, y que viene a
solicitarla humildemente de nuestra respetable logia”.
“La puerta se abre y el candidato es
introducido en la logia cubierta de azul. El hermano Terrible lo conduce entre
las dos columnas que sostienen el edificio y que tienen los nombres de Jakin y
Booz, como las del pórtico del templo de Salomón. Allí el candidato sufre un
interrogatorio y es sometido a diversas pruebas, llamadas pruebas del aire, del agua y del fuego. Por
medio de máquinas se imita la caída del granizo, el silbido del viento y el
estampido del trueno: es la prueba del aire. Se le sumerge la mano izquierda en
un tarro lleno de agua: es la prueba del agua. Se le envuelve en “llamas
purificadoras”, soplando sobre él polvo de licopodio al cual se pone fuego: es
la prueba del fuego.
“Siempre con los ojos vendados viaja
tres veces dando cinco o seis vueltas en todos los sentidos; bebe un brebaje
amargo; pasa sobre tablas movedizas que se escapan bajo sus pies, y sube las
gradas de la “escala sin fin”; se hace el simulacro de abrirle una vena, para
asegurarse de su adhesión a la Masonería; porque, se le dice: “la sociedad en
la cual deseáis ser admitido exigirá tal vez que derraméis por ella hasta la
última gota de vuestra sangre”. Se le anuncia que se le va a imprimir el “sello
masónico” sobre su cuerpo con fierro candente; pero se contentan con aplicarle
solamente el cabo de una vela recién apagada o el pie de un vaso calentado de
antemano.. En fin, presta el juramento de no revelar secretos, signos, toques,
doctrinas y usos de los masones.
“Entonces se le quita la venda, y ve en
torno suyo a sus hermanos armados de espadas desnudas dirigidas contra su
pecho: “No temas nada, hermano mío, le dice el Venerable no temas nada de las
espadas que están vueltas contra ti. Ellas no son amenazadoras sino para los
perjuros. Si tú eres fiel a la Masonería, estas espadas estarán prontas para
defenderte. Si, por el contrario, llegas alguna vez a traicionarla, ningún lugar de la tierra te ofrecerá un
refugio contra estas armas vengadoras.
“El neófito recibe la palabra de pase:
es Tubalcaín, que significa “metal o
reino mineral”, porque este nieto de Caín, según la escritura, “trabaja los
metales”. Se le ciñe con un mandil de piel blanca y se le entrega un par de
guantes de mujer que deberá ofrecer a la que el más estime”.
“La iniciación está terminada: el
profano ha llegado a ser aprendiz” (Benoit, F. M. I, 203-206).
32. Apostasía radical del Iniciado.
Las ceremonias, ritos y símbolos de la Masonería están muy
calculados para ir abriendo poco a poco al iniciado el verdadero sentido que
tienen y enseñarle gradualmente las verdaderas doctrinas de la secta, de modo
que insensiblemente se vaya penetrando de ellas sin que nadie se las declare.
Tanto es así que es difícil que, entre todos los aprendices, haya alguno que se
dé cuenta de que el acto que acababa de hacer, ese acto en que tal vez él ha
declarado ser católico, es, sin embargo, una apostasía radical de la religión
que profesa. Esa apostasía está envuelta en el significado de las ceremonias;
más tarde ella se irá desarrollando junto con la inteligencia de que ella vaya
adquiriendo. He aquí cómo declara esta apostasía el autor tantas veces citado,
Benoit: El profano tiene una “venda en los ojos y una cuerda al cuello”, en
efecto, está “en las tinieblas de la superstición y de los prejuicios” y lleva
las cadenas de que los sacerdotes y los reyes lo han circundado. Se presenta al
“templo” para recibir “la luz” y “recobrar la libertad”; porque sólo la
Masonería “puede iluminar su espíritu con la verdadera ciencia” y darle “la
libertad del estado de naturaleza”.
Los que habitan el templo lo despojan de
sus “vestidos” y de su “metal”;
porque si él quiere tomar puesto entre los discípulos de la naturaleza, debe
abjurar todo pudor y renunciar a toda propiedad: “el lujo”, aún el de los
vestidos, “engendra todos los vicios y el verdadero masón no debe poseer nada
como propio”. El candidato hace su testamento antes de penetrar entre los
hermanos, porque “la propiedad individual es contraria a la perfecta igualdad
que reina en el templo”, y aún, “el que es recibido masón entra en un estado de
muerte”. Se le pide una profesión de fe sobre
sus deberes para con Dios, para con sus semejantes y para consigo mismo;
si es verdaderamente digno de la luz,
podrá responder como un candidato célebre: ¡Guerra
a Dios! ¡Libertad para mí! ¡Igualdad para todos! Pero si responde
como deísta o aún como católico, no por eso dejará de ser recibido; porque la
masonería no pide a sus adeptos sino una sola cualidad, la de ser “tolerantes”
o “filántropos”. Que piensen de Dios lo que quieran, eso es cosa indiferente,
con tal que no pretendan imponer sus creencias a nadie…”
Las pruebas le enseñan que no puede
desprenderse de sus prejuicios y cadenas, sino mediante un trabajo
incesante sobre sí mismo bajo la dirección de sus nuevos jefes, y que, aunque
los elementos se vuelvan contra él, perseverará en la carrera emprendida. Viaja
en todas direcciones porque deberá dedicarse a toda suerte de investigaciones y
estudios, a fin de tomar sobre todas las cosas ideas nuevas contrarias a las
que ha tenido hasta ahora. “He aprendido” en estos viajes, dice el compañero,
“que importa por sobre todo y ante todas las cosas conocerse a sí mismo y
trabajar en perfeccionarse y en desprenderse
de los prejuicios y de las supersticiones que nos ciegan” (Catecismo del
Compañero)… Después se le da la luz, como fruto y premio de sus pruebas y
trabajos.
Los compañeros con sus espadas dirigidas
contra él le enseñan que estarán siempre a su lado, para defenderlo contra los
profanos y para hacerlo cumplir sus compromisos.
La palabra de pase es Tubalcaín, porque debe trabajar los
metales, entregándose al estudio de la naturaleza comenzando por el reino
mineral, que tiene el primer lugar en ella. Debe también honrar a Tubalcaín,
como descendiente de Caín, y según los masones, de Satanás también por Caín, y
porque, según las tradiciones masónicas, tenía las costumbres del estado de
naturaleza. Se le da el mandil, porque estando a los principios de su
iniciación masónica, todavía tiene el sentimiento del pudor… La mayor parte de
estas interpretaciones son dadas por las mismas obras masónicas. Todas resultan
de la naturaleza misma de las ceremonias en relación con el fin (Benoit, F. M.
I, 206-208).
En una palabra, las ceremonias aceptadas
o ejecutadas por el que se inicia, son una profesión de que, fuera de la
masonería, el candidato, católico o no, cristiano o no, estaba en tinieblas, y
por tanto, que la fe que hasta entonces profesaba, no era verdad ni luz para
él. Puede verse sobre este mismo punto (Preuss, A. F., cap. IV), donde el
autor, con la autoridad de los dos grandes pontífices de la Masonería en
Estados Unidos, Pike y Mackey, no sólo establece el cambio de doctrina que hace
el iniciado, apostando de la que antes profesaba, sino también la falta
absoluta de autoridad del nuevo magisterio del cual pretende recibir la verdad
y la moralidad.
33. Consecuencias prácticas de la apostasía de la
iniciación.
La consecuencia inmediata es el abandono de aquellas prácticas
religiosas, al menos las públicas, como la Misa, que pertenecen a ese estado y
profesión que se abandona como tinieblas para buscar la luz. Al final de la
vida, esa apostasía opone al sacerdote una dificultad casi insalvable para
procurar la reconciliación del iniciado. Ya no se trata solamente de
dificultades del orden moral, como sucede con otros pecadores; es la completa y
formal apostasía que se ha hecho de la religión la que impide morir con los
auxilios y consuelos de la fe cristiana. Como se verá después, el masón, al
iniciarse, queda excomulgado.
34. La selección.
“Debemos aumentar el número de nuestros hermanos, dice el
ritual de los Jueces Filósofos Desconocidos; pero con discreción”. A la
Masonería no le conviene que entre en ella toda clase de gente, ni siquiera que
perseveren en ella todos los que entran, ni mucho menos que asciendan a los
grados más altos todos los que perseveran. Todo está calculado para hacer la
selección que conviene a sus planes. En primer lugar, la iniciación misma es
una buena coladera que no deja entrar a los que tienen demasiada independencia
para dejarse gobernar por un poder oculto, cuyos fines y aún cuyos verdaderos
representantes se ignoran. Los demasiados curiosos, los escépticos, que o se
dejarían llevar con demasiada inquietud a investigar los verdaderos secretos de
la Masonería, o no estarían dispuestos a creer todo lo que en su nombre se les
dice, y amenazarían revolver el gallinero, pueden también quedar detenidos por
las ceremonias de la iniciación, que son demasiado humillantes y ridículas para
que todos puedan pasar por ellas y quedarse satisfechos. “Apenas, dice
Copin-Albancelli, los profanos que pertenecen al grupo de los curiosos o escépticos
han contemplado los estúpidos gestos que les obliga a hacer la Viuda el día en
que por primera vez los recibe en su casa, se sienten humillados y le vuelven
las espaldas con desprecio” (Copin, C. J., 56). Yo mismo he oído a alguno
decir: “Vi que eran leseras no más y me retiré”. Pero la selección comienza solamente con las pruebas de la
iniciación. En seguida viene el trabajo de formación o deformación, como lo llama el autor citado, que estuvo sujeto a él
por seis años, y en este tiempo es cuando se conoce mejor al iniciado y sus
aptitudes para servir los planes de la institución. Se manifiesta buenas
aptitudes, será elevado a los grados superiores; si no las manifiesta, si no
presta servicios ni da esperanzas de prestarlos, se le dejará vegetar para
ayudar a la caja, o hasta que se aburra solo y se vaya, sobre todo cuando no
hace mucho honor a la institución. Esto se hace de grado en grado, poniéndose
en práctica un espionaje hábilmente
organizado, y como la iniciativa de la elección o ascenso viene de lo
desconocido, aunque nadie o pocos se den cuenta de ello, el que se siente
postergado, no tiene más que llevarlo con paciencia.
Si hay algún hermano que se muestra
demasiado recalcitrante para penetrarse del espíritu de la Orden, se le
hostiliza, y si hay algún pretexto para ello, se le condena o se le expulsa
como indigno de estar en compañía de tanto virtuoso. Si la falta no es muy
grande, se le suspende: se le deja dormir.
Pero no se vaya a creer que los que se
retiran de la Masonería le han sido del todo inútiles. La Orden tiene demasiada
sagacidad y experiencia para no saber aprovechar las fuerzas y la posición
social de cada cual. Cuando ya no se espera más del Hermano, cuando haya dado
de sí todo lo que podía dar en favor de la institución, sólo entonces se le
dejará a un lado, se les postergará y olvidará.
35. La caja.
Es una cosa tomada muy a pechos en la Masonería, como que tiene
muchos gastos ordinarios y a veces extraordinarios; no tanto en las obras de
beneficencia, como pregona, sino en obras de propaganda, política, fiestas,
etc. Hay especial prohibición de los reglamentos para admitir a profanos que no
puedan soportar las cargas de la Orden. Hay impuestos ordinarios, como cuotas,
derechos de matrícula o de ascenso, precio de insignias, etc. Hay entradas
extraordinarias, provenientes de multas, donaciones, legados y quizá
subvenciones gubernativas. Ahí es donde los ricos prestan especialmente sus
servicios a la Orden, y para ese fin particular se les inicia en ella. Darán
sus cuotas, harán sus donativos y no se preocuparán de lo que pasa en las
logias. “Dejad a un lado”, decía Weishaupt, en el capítulo de sus instrucciones
relativo a la exclusión de los altos grados, “dejad a un lado a los brutos, a
los groseros, a los imbéciles. Hay, sin embargo, una especie de imbéciles a
quienes no conviene decirlo; porque se puede sacar alguna ventaja alguna
ventaja de su tontería. Sin tener
espíritu, tienen, al menos, escudos. Esa gente es gente buena y la
necesitamos. Esa buena gente hace número y llena la caja. Augent
numerunt et aerarium. Poneos, pues, a la obra; es menester que esos señores muerdan
el anzuelo; pero guardémonos bien de decirles nuestros secretos. Esta clase de
personas debe estar siempre persuadida de que el grado que tienen es el último”
(Benoit, F. M. II, 197).
Sin embargo, como se les halaga, y ellos
no saben que la consideración de que se les rodea no es tan desinteresada,
suelen hacer grandes donativos. Se sabe por el apunte de uno de los papeles del
Club de Propaganda, encontrados en
poder del cardenal Bernis, que el duque de Orleans había dado 400 mil francos a
la caja.
La Masonería recibió subvenciones del
Gobierno en Francia para preparar en otros países las insurrecciones que debían
estallar al paso de las armas republicanas (Benoit, F. M. II, 201).
36. Las tenidas.
Así suelen llamarse las sesiones de las logias. Lo leemos con
frecuencia en los avisos que publican en los diarios. Las tenidas son distintas
para los diversos grados; los de grado superior pueden asistir a las de los
grados inferiores, mas no vice-versa. Son de dos clases: las solemnes y las de
comité o puramente administrativas. Deben tener lugar mensualmente al menos
cada una de ellas. Las primeras suelen ser concurridas; las segundas no; sólo
los administradores de la logia tienen obligación de asistir a éstas, que son
las tenidas ordinarias. Las hay también extraordinarias.
En las tenidas se observa con toda
formalidad el ritual, lleno de preguntas y respuestas para saber si la logia
esta cubierta, es decir, que no hay
profanos al exterior ni en el interior, después de lo cual se hacen los signos,
las baterías y las aclamaciones. Para cerrar la tenida se procede igualmente.
Cuando funciona la logia con los tres
grados de aprendiz, compañero y maestro, todos los signos y ceremonias
corresponden al primer grado, porque los de grados inferiores no deben saber
nada de lo que toca a los grados superiores. A veces se abre la tenida con los
tres grados y hay que sesionar en los tres. Entonces, una vez que sesionó el
primer grado, se manda a los aprendices cubrir
el templo, es decir, retirarse. Se abre en seguida, especialmente, la
tenida del otro grado, y lo mismo se repite si hay que celebrar tenida de
maestros. Esto debe hacerse cada vez que hay que iniciar a un maestro.
El orden que se observa en la sesión
suele ser el siguiente:
1°
Apertura del trabajo, según el rito y
con el misterio acostumbrado.
2°
Lectura y parobación de la plancha (acta) de los trabajos anteriores.
3° Introducción de los visitantes
después del examen.
4° Lectura de correspondencia.
5° Trabajos a la orden del día:
iniciaciones, conferencias, etc.
6°
Circulación del Saco de proposiciones y del tronco de Pobres o de Beneficencia.
7° Lectura del bosquejo de acta y
clausura.
37. Lo grotesco en lo solemne.
He aquí el juicio que le han merecido a un masón las ceremonias
que se observan en las tenidas solemnes: “La tenida solemne es la que hay que
considerar, si se quiere sentir palpitar el alma masónica. Pues bien, un observador,
por más que abriera ojos y orejas no oiría, no vería nada, absolutamente nada,
fuera de interminables palabras impresas del fanatismo anticatólico más feroz y
de algunas ceremonias que, no por alcanzar a lo grotesco del asesinato de
Hiram, dejan de ser de un ridículo acabado. Esto es, por otra parte, lo que
explica que tantos profanos, que no se glorían de eso, sufran las estúpidas
pruebas de la iniciación, asistan a dos o tres tenidas, y en seguida,
avergonzados de sí mismos y convencidos de la completa inutilidad de esa vida
masónica, que había exaltado su imaginación, no vuelvan a poner más los pies en
la logia. Renuncian o se hacen rayar por falta de pago de cuotas y guardan toda
su vida la convicción de que se han dejado mixtificar…”
“Parece que los masones se entregan a
ejercicios tanto más estúpidos cuanto más suben en grado. Esta especie de
ascensión en la necedad parece, por otra parte, marcada por los “pasos” que son
peculiares a cada grado. Porque es preciso saber que los masones, cuando
penetran en sus talleres, una vez comenzados los trabajos, no marchan como
todos.
“Cada grado tiene su paso.. El de
aprendiz, el solo que es permitido ejecutar en las tenidas solemnes, en
presencia de aprendices, es ya pasablemente ridículo. El de compañero lo es
más. En cuanto al de maestro, llega a los últimos límites de lo grotesco. El
masón que ejecuta el paso de maestro, debe juntar en un mismo ejercicio el paso
de aprendiz y el de compañero y termina zanqueando y volviendo a zanquear de
derecha a izquierda y de izquierda a derecha, tres veces seguidas, lanzando el
pie muy alto, pues, aunque el famoso cadáver de Hiram esté ausente, por
supuesto, el ejecutante, con todo, debe tener cuidado de no tropezar con él. No
sin motivo, se ve que los masones de baja graduación se muestran inclinados a
no dar ninguna importancia a los altos grados. Aceptan sin ninguna dificultad
la opinión que circula entre las logias (que no se sabe de dónde viene), y
según la cual, los altos grados estarían reservados a aquellos masones que son
demasiado vanidosos para no retroceder ante ninguna estupidez por amor al
galón…”
38. El famoso Hiram.
Como el cadáver de Hiram o el nombre de este famoso personaje
tiene mucha figuración en las logias del tercer grado para arriba, dejando para
poco después la explicación de su simbolismo, transcribiré aquí la ceremonia
que se desarrolla alrededor de él en el grado de maestro. “Por la lectura del catecismo y del ritual del grado, se
advierte que los maestros conmemoran en sus reuniones el asesinato, entierro y
exhumación de un cierto Hiram, dado como constructor del templo de Jerusalén,
bajo Salomón, y padre, afirma el ritual, de todos los masones del mundo pasado,
presente y futuro, sean de raza blanca, amarilla o negra”.
Esta ceremonia burlesca tiene lugar en
un local especial llamado “Cámara del medio”, donde los masones llegados al
grado de maestros, entran uno por uno, con la cabeza cubierta, como los judíos
que entran a la sinagoga. Está aún prohibido, cuando se entra por primera vez a
la sala, hacerlo de otro modo que reculando…
“No sólo se da, en la Cámara del Medio,
lectura del asesinato de Hiram y del descubrimiento de su cadáver, sino que los
masones representan entre la escena del asesinato y de la busca del cadáver, a
la luz de bujías recubiertas con inmensos apagadores, de treinta centímetros de
alto, y que dejan pasar la luz por una escotadura hecha en su parte superior y
por otra hecha en uno de los costados e la base. Uno de los “venerables
maestros” hace el papel de Hiram; otros, el de los asesinos. Se representa la
escena del asesinato. En seguida, Hiram, fingiéndose el muerto, se acuesta en
un ataúd y se le cubre con un paño mortuorio, sobre el cual se arregla una gran
rama de acacia artificial. Ese ataúd está colocado en el centro de la Cámara
del Medio. El Venerable, entonces, expone con la mayor seriedad, a sus
hermanos, que Salomón está turbado por la desaparición de Hiram, y que ha dado
orden de que se le busque. Inmediatamente toda la banda ejecuta un primer “viaje
de busca”, es decir, que se pone a ir y venir por complacer a Salomón, a dar
vueltas y a buscar por todas partes el cadáver, dando cada uno muestras de no
ver el ataúd. Después de comprobar que son vanas las búsquedas, se ordena un
segundo viaje de busca, en atención a la pena de Salomón que no hace sino
crecer. Después del segundo viaje, un tercero. Sólo en el curso de este último
es permitido descubrir, no el cadáver (no se va tan ligero como eso), sino la
rama de acacia. Entonces todos se precipitan y forman círculo alrededor de esta
rama. Se quita el paño bajo el cual el falso Hiram se hace el muerto. Se le
toma la mano, se le sacude el dedo. Se finge ver con espanto que el dedo se
desliga de la mano y exclaman con horror: ¡Macbenas!
lo que parece significa: “¡La carne ha
dejado los huesos!” Después de lo cual se ayuda al seudo-Hiram a
levantarse; y éste vuelve a entrar, incontinenti, con su dedo, en su verdadera
piel de masón cretinizado.
“Los verdaderos maestros no entran jamás
en la Cámara del Medio sino para entregarse a esta extraordinaria e inverosímil
bufonada…” (Copin, P. O., 165-182).
A pesar de la ridiculez y de que hay
muchos masones que han pedido la supresión, esas ceremonias se mantienen aún
durante dos siglos. Eso prueba que se las conserva con algún fin. Y desde
luego, sin duda,, para despistar a las autoridades, haciéndoles creer que la
Masonería se ocupa en cosas de niños, o a lo sumo en ridiculeces. Sirven,
también, de obstáculos para que no entren en las logias los que no han de tener
suficiente docilidad o han de ser peligrosos. Además, sin duda, sirven para la
formación misma, para disponer a los iniciados a la aceptación de las
sugestiones del poder oculto que dirige la Masonería. Con ese fin se les trata
como niños de tres, de cinco y de siete años respectivamente, según el ritual,
y se les obliga a hacer marchas y contra-marchas como a los niños de la escuela
(Copin, P. O., 160-180).
Con razón me decía un caballero que, al
oír los ejercicios que tenían lugar en una logia que funcionaba en el piso
superior a aquél en que él estaba, había preguntado si había algún colegio
arriba.
¡Y pensar que tanto alto personaje,
congresales, ministros, diplomáticos, generales, y aun jefes de Estado, han
hecho su carrera, preparándose con semejantes ejercicios!
39. Instrucción masónica.
La iniciación no es más que el comienzo del trabajo interno de
la Masonería. Viene en seguida el trabajo que ha de dar la luz y disipar las
tinieblas, el trabajo de la instrucción masónica. Para ello la Masonería tiene
sus instructores en algunas sectas y
para algunos grados. El jefe del Iluminismo, Weishaupt, dio reglas muy hábiles
para que los instructores desempeñaran con más éxito su trabajo. Encarga, sobre
todo, estudiar mucho a los iniciados, espiarlos mucho.
Pero de ordinario, la instrucción
resulta de los símbolos, de las leyendas y de las conferencias.
Comencemos por:
49. Los Símbolos.
Todo es simbólico en la Masonería. La de los tres primeros
grados suele llamarse también Masonería
Simbólica, a diferencia de la otra,
que es la de los grados filosóficos.
El símbolo, según lo explica Macker, es una imagen sensible empleada para
expresar un sentido oculto, pero analógico. Pero esta imagen simbólica es
solamente convencional, es decir, que no tiene más que una relación
convencional, acordada libremente entre los que la usan, con la cosa
significada. Por tanto, es imposible que el que no está en el recuerdo se dé
cuenta de su sentido (Preuss, E. F., 39-40).
No sería posible que diera aquí el
sentido simbólico de todo lo que hay en una logia y de todas las ceremonias que
en ella se usan. Sería menester mucho espacio para ello. Sin embargo, para
muestra, voy a presentar a los lectores algunos símbolos.
La logia
representa al mundo. El origen de las palabras, según Ragón, es la palabra loga,
que en la lengua sagrada del Ganges, significa mundo. En los grados
inferiores está pintada de azul, y en
ella representados el sol, la luna y los demás astros.
Las dos
columnas Booz y Jakín, representan los dos principios, que según los
gnósticos y maniqueos, han producido el mundo, el bien y el mal, la luz y las
tinieblas, Osiris y Thyphon, Ormuz y Arimán, satanás y Jesucristo, “la forma y
la materia, el fuego y el agua, el macho y la hembra”. La columna blanca es el
emblema del sexo femenino, la negra, emblema del sexo masculino. “Leyendo las
letras de atrás para adelante, se tiene el secreto de la naturaleza formulado
en hebreo…” Esa explicación es de Pike (Benoit, F. M., 224-225).
El triángulo
representa al Gran Arquitecto del Universo, o trinidad masónica, o sea la naturaleza con sus tres reinos, mineral, vegetal y animal.
La palabra Dios comienza en muchos idiomas con la letra D, letra que en griego
es un triángulo. En el medio está la letra G, que significa generación. “Este Dios trino, dice
Ragón, tiene tres misterios que simbolizan también los tres lados del
triángulo: 1° Todo es formado por la generación. 2° La destrucción sigue a la
generación en todas sus obras. 3° La regeneración, bajo otras formas, sigue los
efectos de la destrucción”.
El sol,
representado con frecuencia en las decoraciones masónicas, es un dios querido
de los masones, como a los gnósticos y maniqueos, y representa las fuerzas de
la naturaleza, el verdadero dios de
la Masonería. En su honor se eleva en el templo masónico al Oriente, la presidencia y altar de la
logia.
La escuadra y el compás significan la equidad, la igualdad, y en un sentido
más profundo, el principio masculino y el femenino de la regeneración, que está
entre esos símbolos representada por una G.
41. La Masonería y la Biblia.
En muchas, si no en todas las logias, está la Biblia, y sin duda, al verla, el
protestante que aún conserva algo de cristianismo, y el católico, que tiene
alguna idea vaga de su religión y de la Biblia, se sentirán alentados ante la
sospecha de que su entrada en la Masonería podría ser contraria a sus creencias.
En algunas partes aún se ve la cruz; lo que aumenta la confianza de los
tímidos. ¿Cómo no ha de ser algo cristiana una institución en la cual se honra
la Biblia y la cruz? Sin embargo, eso sólo manifiesta la ignorancia del
verdadero significado de esos emblemas y de la hipocresía que se usa con los
ignorantes. Ahí está la Biblia, para ir acostumbrando a los masones a
despreciarla; a tenerla, mediante la tolerancia masónica, al igual de tantos
otros libros sagrados, como el Corán, por ejemplo; para interpretarla al sabor
masónico y formar con ella las leyendas que convienen a la Orden, y para
corromperla, traduciéndola como les da la gana. Preuss dedica al estudio de la Biblia masónica un capítulo de su
obra, y voy a transcribir su conclusión:
“Ciertamente no hemos negado el uso del
Libro (Biblia) en la Masonería Americana; pero hemos probado que la Biblia
cristiana no es el objeto de la reverencia masónica; que tales objetos, como
son la Biblia, la escuadra y el compás, “han de tomarse como un conjunto
inseparable”, si hemos de dar a los pasajes de la Biblia “su debida importancia
masónica”. Hemos mostrado, como si en realidad un hecho tan evidente necesitara
demostración, que esa Biblia es una Biblia masónica, no una Biblia cristiana,
porque el libro material es nada cuando su contenido es mutilado, rechazado o
tergiversado. Hemos mostrado que en las solemnes procesiones masónicas el lugar
de la Biblia y del que la lleva simboliza su inferioridad respecto del libro de
las Constituciones Masónicas. Hemos mostrado que las alabanzas dadas a la
Biblia nada significan en los labios de masones, desde que para la Masonería la
Biblia es sólo uno de los libros de divina revelación, con todos los cuales (el
Corán, Vedas, Zendavesta, etc.), la Sagrada Escritura está en un exacto nivel.
Hemos mostrado cómo los textos son sacados de su significación cristiana por la
supresión del nombre de Cristo; hemos visto con qué absurdos es rechazada la
autenticidad de los libros; hemos visto la Biblia rebajada en su comparación
con la Cábala, un libro que aún el H.·. Pike admite ser una mezcolanza de
absurdos confundidos con lo que él llama filosofía. Aún es tenida por una forma
imperfecta de la misma Cábala. Si esto es reverencia masónica de la Sagrada
Escritura ¿cuál será el desprecio?” (Preuss, A. F., 248)[8]
Con que ya saben los señores masones, especialmente los
protestantes de buena fe, lo que significa la presencia de la Biblia en la
logia.
42. La Masonería y la Cruz.
La presencia de la Cruz ¿tendrá acaso mejor suerte? No, por
cierto. Al símbolo cristiano del sacrificio y del dolor, se le ha dado el
sentido del placer carnal, sobre todo cuando se junta con la rosa, símbolo de la
caridad, que en sentido masónico
significa la condescendencia sensual (Benoit, F. M. I, 27).
La inscripción de la cruz INRI, tiene
también un sentido sensual, encerrado en el dicho latino Igne Natura Renovatur Integra. Por el fuego la naturaleza se renueva
íntegra. Ese fuego es el sol, es la concupiscencia en último término
(Preuss, A. F., 49 y sigs.; Benoit, F. M. 271).
Naturalmente, estos símbolos y todos los
demás se van interpretando de diversas maneras, según los grados, porque la
enseñanza masónica se va graduando para no espantar al iniciado, manifestándole
de golpe las inmundas profundidades de los misterios y del culto pagano de la
carne.
43. La Masonería y el Sol.
Al culto del sol, y detrás de él al de la naturaleza, etc., se
refiere el celebrar las fiestas de la Masonería en los solsticios de verano y
de invierno, por la fiesta de San Juan Bautista y de San Juan Evangelista. No
es la devoción a estos santos, sino el culto del sol el que ha hecho elegir
esas épocas para las solemnidades masónicas.
44. Las leyendas y alegorías.
El ritual masónico está lleno de leyendas, sobre todo en los
grados superiores, comenzando por el de maestro, en que está la leyenda e la
muerte de Hiram. En esas leyendas van envueltas las alegorías de que se vale la
Masonería para comunicar su haz a sus adeptos y ocultarla a los profanos, así
como el símbolo sirve para ocultarla a los mismos adeptos. La diferencia entre
la alegoría y el símbolo, según los doctores masones, consiste en que el
símbolo tiene un significado puramente convencional, de modo que es imposible
que el que no está en el secreto lo descubra; la alegoría, en cambio, “es un
discurso o narración en la cual hay un sentido literal y otro figurado, un
sentido patente y otro conexo, siendo la intención del que usa el sentido
patente la de indicar por analogía o comparación, el figurado u oculto”. La
interpretación de la alegoría es fácil, y por eso alguien ha dicho que “la
alegoría habita un palacio diáfano”. Casi todas las leyendas de la Masonería
son alegóricas. Únicamente por razón de sus alegorías o símbolos legendarios,
tienen importancia, cualquiera que sea, por otra parte, su verdad histórica.
Daré un resumen de la leyenda de Hiram
o Adonhiram: Éste era un maestro que
dirigía los trabajos del templo de Salomón, hombre muy sabio. Los albañiles
estaban divididos en tres clases: aprendices, compañeros y
maestros, y para reconocerse entre sí, cada gremio tenía una palabra. Hiram fue asesinado por tres
compañeros que quisieron sacársela del maestro y con él se perdió la palabra. Los masones se reúnen tristes,
no sólo para llorar la muerte de Hiram, sino también para buscar la palabra perdida. Esta leyenda se amplía
en los grados superiores sin que la palabra perdida venga a encontrarse sino en
los últimos grados. ¿A quién representa Hiram, el asesinado y quiénes son los
asesinos? Hiram representa, según los grados, a Jacobo Molay, el Gran Maestre
Templario; para otros es Manes, fundador del maniqueísmo; para otros es
Jesucristo; para otros es Jehovah, Dios de los judíos, en oposición con Dios
uno y trino de los cristianos; para otros es el “pueblo soberano”, cuya
soberanía ha sido destruida por los sacerdotes, por los reyes y por los
soldados; para otros es el sol, que sufre una especie de muerte aparente en el
invierno. Según otras interpretaciones más profundas, es la humanidad, mortal
en los individuos, inmortal en la especie. La representación de la humanidad en
el santuario de la generación. Según otros, Hiram representa al estado de
naturaleza, despojado, por el estado de sociedad, de la libertad, igualdad y
fraternidad originales. Según otros, es el mismo Satán, el dios bueno de los
masones, destronado de su imperio, por Adonai o el Dios de los cristianos, uno
y trino en las personas, Padre, Hijo y Espíritu Santo.
45. ¿Contra quiénes se dirige la venganza masónica?
Según quién se entienda por Hiram, así es también quien se
entiende por los tres asesinos. En general, se puede decir que son los
sacerdotes y los reyes, la sociedad, el cristianismo. Ya se comprende,
entonces, contra quiénes se ha de ejecutar la venganza para la cual se preparan
y disciplinan y de la cual se habla constantemente en las logias. Las
explicaciones dadas son de los doctores masones, como puede verse en las obras
citadas, especialmente en Benoit, en Preuss, en Serra y Caussa, en Espasa, etc.
46. Las Conferencias.
“¿Qué he hecho en la Masonería? Es una pregunta dice
Copin-Albancelli, que debe hacerme el lector. Es, en efecto, la que se oye
siempre. ¿Qué se hace en las reuniones masónicas?
La respuesta es tan sencilla, que
asombra siempre a los que la oyen por primera vez. En las reuniones masónicas
se comienza por escuchar predicaciones, y más tarde, uno mismo las hace. Las
logias son lugares donde a uno se le predica y donde uno predica, y nada más.
“Si esta respuesta ha podido sorprender
al lector al principio de nuestro estudio, no debe pasar lo mismo ahora; puesto
que se trata de que el poder oculto arroje sugestiones en el espíritu de los
masones, no tiene a su disposición sino un medio: la predicación.
¿Sobre qué versan las predicaciones?
Sobre dos temas principales, que
vuelven sin cesar, a propósito de todo y a propósito de nada.
“Primer tema: La Francmasonería es una
institución sublime, santa y sagrada. En la eterna iniciadora de todo lo que se
hace de bien, de bueno y de grande en la humanidad.
Segundo tema: Esta asociación tan alta,
tan respetable, tan venerable, tiene un enemigo. Este enemigo es el
Catolicismo. De donde se saca esta conclusión: Puesto que el Catolicismo es el
enemigo de la Masonería, es el enemigo de todas las grandes causas a las cuales
ésta declara consagrarse. En consecuencia, si se aman verdaderamente estas
grandes causas, es menester combatir el Catolicismo”.
Tales son las dos ideas matrices que
sirven de quicio a la enseñanza masónica. Tales son las dos sugestiones que el
Poder Oculto quiere a toda costa introducir en el espíritu de sus adeptos; las
que intenta imponerles a la buena o a la mala; hasta el punto de que en
definitiva se arroja fuera de la Masonería a los que rehúsan aceptarlas. Eso
ante todo, porque debe servir de base a todo lo demás.
“Alrededor de eso hay estudios en común,
bajo forma de conferencia y discusiones, a las cuales son incitados los
adeptos, y que versan sobre todas las cuestiones políticas y sociales, etc.”
A inculcar estas dos grandes ideas van
encaminados el ritual, los símbolos, el catecismo y las leyendas, especialmente
aquélla en que se dice que la Masonería tiene por padre a Hiram, o la otra, más
atrevida aún, la de que fue fundada por Caín, nacido, según las leyendas
masónicas, de Satanás o Eblis, el ángel de luz, y de Eva, seducida por él. “Los
masones creen todo eso, y creen también todo lo que se les dice sobre el
influjo de la Masonería en el desarrollo humano”. ¿Por qué? Pregunta el autor
citado; no lo sabíamos ni lo preguntábamos. La Viuda nos tenía bajo su fluido;
literalmente nos había hipnotizado”.
El esfuerzo gastado para hacer entrar en
los masones la primera sugestión no tiene otro fin que el de hacer más fácil la
segunda. Ved lo que sigue diciendo el mismo autor: “Su éxito ha sido completo.
Ha sugestionado tan bien a los masones (el Poder Oculto), por medio de esta
sublime y santa Masonería, siempre ocupada (ella es quien lo dice), en el bien
de la humanidad; los ha cegado tan completamente; los ha alucinado,
hipnotizado, fanatizado; les ha inyectado tan profundamente el virus
anticatólico, que la inmensa mayoría de ellos ha llegado a ser presa de una
rabia que no les deja reposo. Lo que hace el alcohol con el cerebro del ebrio,
lo hace en los suyos, la sugestión anticatólica. Ya no razonan, sinrazonan. No piensan: mastican y
vuelven a masticar la sugestión, como los rumiantes el heno que se les ha dado
que comer. Reaccionan de un modo automático bajo las excitaciones repetidas del
Poder Oculto. Habladles de la Masonería: decidles que esta asociación es la
madre de la civilización, del progreso, de la luz; saltarán de gozo. No creáis
que sepan lo que es la civilización, el progreso, la luz, mucho más de lo que
saben qué es la Masonería de la que forman parte. El Poder Oculto se ha cuidado
muy bien de no enseñarle eso. Se ha limitado a insinuarles hábilmente que la
civilización es el progreso, que el progreso es la luz, que la luz es la
Masonería. No han preguntado más tampoco y cada vez que les es dado oír las
mismas afirmaciones y cada vez que les dado oír las mismas afirmaciones,
aplauden con el más delirante entusiasmo.
“Pronunciad, por el contrario, delante
de ellos las palabras, nada más que las palabras, catolicismo, clericalismo,
oscurantismo. Eso bastará para hacerles echar espuma. Serán sacudidos como por
un golpe eléctrico el sólo ruido que harán esas palabras al pasar por vuestros
labios. Se levantará en ellos un furor de destrucción. No es porque sepan
tampoco qué es el catolicismo, el clericalismo, el oscurantismo. De ninguna
manera: su santa y sublime madre, al Masonería, les ha mentido sobre eso; pero
ellos creen con fe profunda lo que se les dice porque están persuadidos a priori de su sublimidad” (Copin, C.J.,
cap. V). ¡Y sin embargo cuando los hermanos os inviten a entrar en la
Masonería, os dirán que en ella no se trata ni de religión ni de política y que
podéis ser masones y católicos a la vez; y os lo dirán con toda seriedad!
47. La autoridad docente en la Masonería.- La fe que
exige.
“Ella es quien lo dice”. La Masonería afirma solamente las
cosas a sus adeptos, no se las prueba: El magister
dixit de Pitágoras es su modelo. Confiesa, por medio de sus doctores, que
ningún hombre o corporación es infalible; confiesa que no tiene documentos ni
narraciones auténticas, habladas o escritas en que apoyarse acerca de sus
afirmaciones sobre el origen antiquísimo de la secta ni para remontarse a los
primeros orígenes de hombre y, sin embargo, forma un castillo de enseñanzas
filosóficas, sin más base que las de haber sido enseñadas por aquellas sectas o
sabios antiguos. No prueba sus afirmaciones y, sin embargo, pretende dar a luz
a los entendimientos de sus adeptos, enseñarles la verdad, la divina verdad, la
verdad de Dios y del alma, la naturaleza y esencia de ambas, lo que constituye
el principal fin de la enseñanza masónica”. Y de esa enseñanza, el último
tribunal aparente, es la Gran logia.
Y ante esa autoridad que se declara falible, que manifiesta afirmar sus
doctrinas porque sí no más, y que es esencialmente mentirosa, como el lector ya
lo supondrá y lo verá, van el católico y el protestante que se inician a hacer
la abjuración de su fe cristiana, abjuración hipócritamente envuelta en los
velos del simbolismo y del ceremonial masónico.
48. La sociedad esencialmente mentirosa.
Sinceridad personal de
muchos masones. He dicho ya y lo repito
ahora, que reconozco que hay muchos masones que son personas serias, incapaces
de asentir al espíritu de la masonería y de prestarse a sus manejos, y que
están en ella, contribuyendo a su obra con su dinero y con su prestigio, únicamente
porque ignoran todo o casi todo lo que
hay en la Masonería, sus fines, sus doctrinas, sus medios y sus hechos. Apenas
conocen de ella un ligero esbozo, trazado ante sus ojos expresamente con el fin
de mantenerlos engañados. Podría aún nombrar a algunos que yo conozco y de
quienes estoy seguro de que el día en que se dieran cuenta de lo que ignoran,
en parte siquiera, se retirarían horrorizados de la institución que los ha
estado engañando, explotando su prestigio y su cooperación. De otros, sin duda
se puede decir que andan en la penumbra; que algo sospechan o saben ya y que
ignoran también mucho y padecen la lucha que debe haber entre su conciencia
honrada y los compromisos contraídos, ya en virtud de un engaño o de una serie
de engaños anteriores. Hecha esta advertencia, paso a probar la mendicidad constitucional de la
Masonería.
49.- ¿La Masonería no se ocupa de Religión?
Eso es lo que dicen los masones; eso es lo que sabe todo el
mundo, aún las señoras y las señoritas: que la Masonería es sólo una sociedad
de beneficencia o filantropía y de socorros mutuos; y eso es lo que declaran
las Constituciones masónicas: “La Masonería no se ocupa ni de las diversas
religiones existentes en el mundo, ni de las constituciones civiles de los
Estados: a la altura que se coloca, debe respetar y respeta, tanto la fe
religiosa como las simpatías políticas de sus miembros. En consecuencia, en sus
reuniones, toda discusión que tienda a este objeto, queda expresa y formalmente
prohibida”. Así se lee en la “Constitución
de la Orden Masónica en Chile”, artículo 2°, 1862. En la de 1912 se lee:
“La Masonería respeta tanto la fe religiosa como las simpatías políticas de sus
miembros” (Tit. 1°, art. 2°).
“No se preocupa de las diversas
religiones”; “debe respetar y respeta… la fe religiosa… de sus miembros”. Eso
dice la Constitución: la verdad es precisamente lo contrario; la Masonería se
ocupa de la religión cristiana, especialmente la católica, para combatirla y,
en consecuencia, es una burda falsedad que respete la religión de todos sus
miembros. Y eso se hace de una manera sistemática. He aquí algunas
declaraciones que pondrán en evidencia la veracidad de la Masonería sobre este
punto: “La Francmasonería es la contra-Iglesia, el contra-Catolicismo, la
Iglesia de la Herejía”. (Art. Programa de la Revista Masónica “L’Acacia”, en 1902) “El Catolicismo…
nosotros los masones debemos perseguir su demolición definitiva” (Boletín del
Gran Oriente de Francia, septiembre de 1885). Un memorándum del Supremo Consejo
confirmaba estas declaraciones con la siguiente: “La lucha empeñada entre el
Catolicismo y las Mas.·. es guerra a muerte, sin tregua y sin cuartel”. En 1902, el H.·. Delpech, en su discurso
pronunciado en el banquete oficial, decía entre otras cosas los siguiente: “El
triunfo de galileo ha durado veinte siglos. Muere a su vez… La Iglesia Romana,
fundada sobre el mito Galileo, ha comenzado a decaer rápidamente el día en que
se ha constituido la asociación masónica. Desde el punto de vista político, los
masones han variado con frecuencia. Pero en
todo tiempo, la Francmasonería ha estado firme en este principio; guerra a
todas las supersticiones; guerra a todos los fanatismos” (Copin, P. O. 89-90).
Hace como dos años, en uno de los
banquetes solemnes, del solsticio de verano, se pronunciaron en Iquique
discursos tan blasfemos contra Nuestro Señor Jesucristo y la Santísima Virgen,
que los masones ingleses, que habían sido invitados por las logias chilenas,
protestaron y se retiraron. Y la primera vez que vino la Belén de Sárraga a
esta ciudad, en el banquete que le ofreció la Masonería, reconociéndola como
hermana, se declaró; que la Masonería había tenido la honra de traerla a
Iquique. Todos en Chile saben que no hacía otra cosa que combatir la religión
católica con una trama de mentiras, leyendas masónicas, de las mismas que se
leen en ciertos grados, y blasfemias.
¿Quién no ha oído muchas veces a los
masones que en la Masonería se exige la fe
en Dios? ¿Quién no ha oído la frase: “A
la gloria del Gran Arquitecto del Universo”, que se ha dado como una prueba
de la religiosidad de la Masonería? Pues bien, el 14 de septiembre de 1877
quedó abolida la frase en el Gran Oriente de Francia[9],
que es el que domina no sólo en la Masonería latina, sino también en la de
Estados Unidos. “Antes de esta fecha se banqueteaba a su gloria (del Gran
Arquitecto); en su honor se inauguraban las logias. ¡No se pronunciaba una
palabra; no se expresaba un voto; no se escribía una carta; no se daba una
comisión, sino sobre un papel que llevara a la cabeza la piadosa frase! Ese
día, del 14 de septiembre, es decir, en una época en que se sintió
suficientemente libre para manifestar sus verdaderos sentimientos, el Gran
Oriente ha renegado sin pudor de su Gran Arquitecto! Aun ha ido más lejos: se
ha declarado su enemigo; a tal punto que, a despecho de las profesiones de fe
liberales que se contienen en los estatutos de esta federación, llegó a ser una
mala nota para un profano que pide la iniciación el declarar que no estaba
absolutamente convencido de que el Gran Arquitecto haya sido jamás otra cosa
que un mito. ¡Después del deísmo en solfa, el materialismo fanático e
intransigente! ¡Qué extraordinaria asociación filosófica![10]
(Copin. P.O. 96-97),
Proudhom, uno de los masones más
nombrados del siglo pasado, decía: “Nuestro principio propio es la negación de
todo dogma; nuestro punto de partida, la nada. Negar, siempre negar, es nuestro
método. Él nos ha conducido a poner como
principio: en religión, el ateísmo; en política, la anarquía; en economía política, al no-propiedad” (Benoit, F. M. I, 17).
50. La ignorancia mundana aplastada por el masón.
En la iniciación del grado 28 del Rito Escocés Antiguo
Aceptado, grado llamado del Príncipe Adepto, entre otras cosas que el
Presidente, llamado Adán, dice al iniciado, se encuentran las siguientes
declaraciones: “Muchos profanos tienen la felicidad de entrar en nuestros
santuarios; pero bien pocos son bastante
felices para llegar a conocer la sublime verdad (el secreto que se les
promete revelarles). Si preguntáis cuáles son las cualidades que un masón debe
tener para llegar al centro del verdadero bien, es menester haber aplastado la
serpiente de la ignorancia mundana; es menester haber sacudido el yugo de los
prejuicios de la infancia, concernientes
a la religión dominante del país en que uno ha nacido… He ahí el monstruo bajo la figura de serpiente que tenéis que
exterminar. Es la pintura fiel de lo que el imbécil vulgar adora bajo el
nombre de religión” (Benoit, F. M. I, 284).
El grado Gran Escocés de San Andrés, del
mismo rito, se resume en estas palabras: “Guerra a la cruz de Jesucristo; culto
de Lucifer, del fuego y de la carne”.
En algunas logias del grado 30,
Caballero Kadosh, del rito escocés, que, según Ragón, es el non plus ultra en la alta masonería
filosófica, se hace pisotear un crucifijo al iniciado, diciéndole: “Pisotea esa
imagen de la superstición; quiébrala” Si no lo hace, se le aplaude y se le
recibe sin revelarle los secretos. Si lo quiebra, se re recibe y se le hace ejecutar
la venganza, sobre tres cadáveres, si es posible, o sobre tres simulacros, que
representan, la superstición, al rey y al papa (Benoit, F. M., 292-293).
51. El Carbonarismo y Nuestro Señor Jesucristo.
El carbonarismo, en sus siete primeros grados, habla mucho de
cristianismo; pero ya en los tres últimos se declara la guerra a toda religión
y sociedad. En el grado de maestro se acusa a nuestro Señor Jesucristo por
haber atentado a la igualdad original de los hombres, diciéndose Hijo de Dios.
En el 7° grado, el iniciado jura guerra a toda religión y gobierno positivo
(Benoit, F. M. I., 312-326).
En otros ritos, como el de Mizraim, se
rinde culto, en los últimos grados a la naturaleza, al sol; se practica el
espiritismo y se recomienda la preferencia de los malos espíritus sobre los
buenos (Benoit, F. M. I, 326-330).
52.- La Masonería se ocupa de Religión.
Creo que lo dicho basta y sobra para que se vea la sinceridad
de la Masonería cuando proclama en sus estatutos, que no se ocupa de religión y
que respeta todas las religiones. “Hubo un momento, no de regla, sino de
formalismo, decía el H.·. Gonnaud, en un banquete de clausura del Convento, de
1886, en que había que declarar que la Masonería no se ocupaba ni de religión
ni de política. ¿Era Hipocresía? No lo diré yo. Era que estábamos obligados
bajo la presión de las leyes y de la policía a disimular lo que todos nosotros teníamos misión de hacer,
o más bien, de hacer únicamente.
53. La Masonería, el clericalismo y el catolicismo.
Para combatir mejor al catolicismo, la Masonería inventó la
distribución entre clericalismo y catolicismo,
haciendo alarde de respetar al catolicismo y de combatir únicamente el
clericalismo, es decir, la intervención del clero en la política. “Nosotros
queremos, decía el H.·. Chassaing, en el banquete de clausura de la Asamblea
General del Gran Oriente de Francia, en 1886, nosotros queremos la fusión de
todas las potencias masónicas en una federación general que, mejor que nuestros
esfuerzos actualmente diseminados, podrá combatir y podrá vencer “al Clericalismo y a la reacción”. Esta distinción, dice Copin-Albancelli, fue inventada,
precisamente en el tiempo en que había en la Cámara trescientos masones y sólo
un sacerdote; pero la sotana se veía y los mandiles no se veían. Es digna de
tenerse en cuenta la declaración hecha a este respecto por el H.·. Courdavaux,
profesor de letras de Douai, que en 1888 y 1889 daba cierta conferencia en las
logias de provincia y en las de París. En esa conferencia se leía: “la distinción entre el catolicismo y el
clericalismo es puramente oficial, sutil, para las necesidades de la tribuna.
Pero aquí en logia, digámoslo en voz alta, en favor de la verdad: El catolicismo
y el clericalismo no son sino una misma cosa” (Copin, C. J., 145-147-157).
54. La Masonería chilena es anticatólica.
¿Se dirá que la Masonería chilena tiene
distinto espíritu que la de otros países? Pero si está en la conciencia de
todos los que observan lo que pasa en las distintas esferas de acción social,
que la Masonería, tiene, entre nosotros, un fin opuesto a la religión católica,
de tal manera que cuando se quiere indicar que una persona es hostil a la
religión, la frase más breve y segura para decirlo es ésta: “Es masón”.
Por lo que respecta a Iquique, bastará
recordar el asalto a la procesión con que los católicos celebrábamos el
aniversario de Constantino, el año de 1913. Los dirigentes del ataque eran
masones reconocidos. Ese ataque fue el epílogo de las conferencias de la masona
Belén de Sárraga, traída ex-profeso a Iquique en esa fecha para perturbar las
fiestas católicas.. Cuando se trató de contestar a mi refutación de la primera
conferencia, se puso de vuelta y media la Biblia, esa Biblia que estaba sobre
la mesa de la presidencia de la logia y sobre la cual juraban los iniciados, y
se publicó un folleto lleno de blasfemias, después de haber sido aprobado en
tenida de una de las logias. Y si no hay esa hostilidad para con el catolicismo, ¿por qué apenas se
inicia uno que es católico y observante, al menos de la asistencia a misa,
luego deja de serlo y se aleja de la Iglesia, como he tenido ocasión de conocer
a varios que me han contado su ingreso en las logias, con sentimiento de haberlo
hecho?
55. Obras son amores y no buenas razones.
No hay argumento en contra de los hechos, dice un antiguo
adagio filosófico. Veamos, pues, a qué nos hemos de atener, si a lo que la
Masonería dice en sus estatutos y repite a los profanos, o a lo que dice a los
iniciados que son capaces de comprenderla, acerca de su neutralidad religiosa y
su respeto a todas las religiones. Comencemos por la prensa.
56. Las publicaciones masónicas.
“De lo que abunda en el corazón habla la boca”, decía el Divino
Maestro, y ciertamente, en las publicaciones masónicas no es el respeto a las
religiones, especialmente a la católica, lo que abunda, sino una continua
descarga en todos los tonos y formas, contra ella. Testimonio de ello “La verdad”, revista que circula entre
los hermanos, y que se procura hacer que también lean aquellos que se cree
están ya preparados para aceptar sus ataques a la religión. En ella se echa
mano de cuanto recurso hay para atacar a la Iglesia, y combatir su doctrina. A
ese fin se acomodan los hechos. Si hay algún pasaje de la Biblia que ofrezca
dificultad, se tomará, por cierto, el lado más difícil, como si fuera la
enseñanza católica, y se olvidará o ignorará la explicación más obvia, más
conforme al texto, al sentido general de la Escritura, etc., para crear el
antagonismo irreconciliable entre la fe y la razón, o la historia.
En Santiago, se publica también bajo los
auspicios de la Masonería, un Almanaque, “El Almanaque Popular”, y una revista
popular, “La Tribuna”, que siguen la misma norma.
En Iquique, hemos conocido hojas
escritas y distribuidas con gran celo por Hermanos reconocidos como tales, en
que se han divulgado las calumnias y las injurias más viles y groseras contra
el clero o contra los dogmas de la religión, hemos visto folletos escritos con
el mismo fin, fuera de las injurias y calumnias, atroces a veces, que han
publicado diarios inspirados por hermanos masones, sin que jamás se viera un
sincero desmentido.
En Estados Unidos, donde se cree
ordinariamente, que aún los masones son muy respetuosos de la religión, se
publican más de cuarenta periódicos que escriben al unísono con “The New Age”,
de Washington, en el cual se envilece a la Iglesia en cada número y se pide su
destrucción, con tanta insistencia, como se hacía en Francia y en Portugal. Al
Papa se le llama “el enemigo y la maldición de la humanidad”; se proclama que
el propósito de la Masonería es “librar al mundo de la tiranía de Roma sobre la
conciencia y sobre el libre pensamiento”. “Contra este siniestro ogro, se dice,
está alineada la Masonería, el único poder del mundo que es el eterno enemigo
de este paganismo modernizado”. Es el lenguaje que se usa en la nación que se
ha creído más tolerante de toda religión. Por ahí se puede sacar el lenguaje
universal de la Masonería, sobre todo cuando ya no necesita de mucho disimulo
(Kenny, A. M. and C. E.).
(Fin de la Primera parte)
N. B. La separación en tres partes
se ha hecho sólo para la Página
Web. En el libro original, no
se contempla la separación.
(Continuar
en la segunda parte).
[1] Así suele llamarse en estilo masónico al que no es masón.
[2] Los talleres, o templos, llamados también logias, donde trabajan los masones, suelen estar construidos de modo que la Presidencia, a la cual también se da el nombre de oriente, esté hacia ese punto cardinal. Ya se verá el porqué de esa disposición. En la Constitución de la Gran Logia se llama indiferentemente talle o logia, la corporación misma de masones que tienen su oficialidad propia.
[3] El Rito Escocés Antiguo Aceptado fue organizado en 1801 sobre la base de Rito de Perfección Francés Escocés, establecido en París, en 1758, por el Consejo de los Emperadores del Oriente y del Occidente. En 1908 había 26 Supremos Consejos universalmente reconocidos, entre los cuales figura el de Santiago de Chile, establecido en 1870.
[4] También llaman Masones Papagayos a los que saben de memoria el ritual y catecismo sin preocuparse de su historia ni de su sentido (Preuss, A.F. 11)
[5] El objeto de los trabajos mas.·. es siempre el mismo y de ninguna manera lo alteran las diferencias que pueden existir en los diversos ritos seguidos en el Tall.·. (Const. De la Ord.·. M.·. en Chile; Tit. II. Art. 17. 1862).
[6] Copin-Alancelli cuenta que él hizo el juramento con restricciones, que se disimuló recibiéndolo muy bien. Pero, ¿cuántos tienen esa entereza de carácter?
[7] En la Gran Logia de Chile no hay ese título; el oficio lo desempeña el Hno. Guarda Templo.
[8] “La Biblia como símbolo masónico ha de interpretarse como el libro de la Naturaleza o el Código de la Razón y de la Conciencia humana” (Cath. Enciclop.).
[9] El tenor del 1er. Art. de las Constituciones del Gran Oriente de Francia quedó así: La F.·. Mas.·., institución esencialmente filantrópica y progresiva, tiene por objeto la investigación de la verdad y el estudio de la moral universal, de las ciencias y artes y la práctica de la Beneficencia. Tiene por principios propios la libertad de conciencia y la solidaridad humana: A nadie excluye por razón de su creencia, su divisa, es Libertad, Igualdad, Fraternidad.
[10] El 10 de septiembre de 1878 el Gran Oriente decretó eliminar de los Rituales y de las prácticas masónicas Arquitecto, la Biblia, etc. (Cath. Encyclop.). En Chile parece que se conserva aún la piadosa frase: A.·. L.·. G.·. D.·. G.·. A.·. D.·. U.·. (Constit. de la G. Log. de Chile, 1912).