Cardenal José María Caro Rodríguez (1924): ¡Misterio! Descorriendo el velo. Santiago de Chile.
Segunda parte
57.-
La Masonería en acción contra la Iglesia Católica.
Todos saben que hace pocos años, en 1905, el gobierno de Francia rompió con la Santa Sede, expulsó del país a todas las congregaciones docentes y a muchas que no lo eran, se adueñó de sus bienes, quitó las iglesias, casas parroquiales y episcopales, después de haber suprimido a obispos y curas las rentas que, según convenio con la Santa Sede, se les debía. En una palabra, se hizo el esfuerzo supremo para acabar con la religión Católica en Francia. Se sacaron de las escuelas, como de los tribunales de justicia, los crucifijos; se borró el nombre de Dios de los libros de enseñanza oficial, y se intentó suprimir de un golpe toda la enseñanza religiosa.
Pues bien, “de documentos oficiales de la F.·. M.·., contenidos principalmente en el Boletín Oficial y Actas o Comptes-Rendus del Gran Oriente, se ha probado que todas las medidas anticlericales tomadas en el Parlamento francés, fueron decretadas de antemano en las logias masónicas y ejecutadas bajo la dirección del Gran Oriente, cuya mira declarada es controlar casa cosa y persona en Francia (que personne en bougera plus en France en dehors de nous) (Bullet, Gran Oriente, 1890, pág. 500 y siguientes).
“He dicho en la Asamblea de 1898, dice
el diputado Massé, Orador oficial de la Asamblea de 1903, que es Supremo deber
de la Franc Masonería el intervenir cada día más y más en las luchas políticas
y profanas”. “El triunfo (en el combate anticlerical) es debido en gran parte a
la Franc Masonería, porque son su espíritu, su programa, sus métodos, los que
han triunfado”. “Si el Blos ha sido
establecido es debido a la Franc Masonería y a la disciplina aprendida en las
logias. Las medidas que tenemos ahora que urgir son la separación de la Iglesia y del Estado y la ley de Instrucción.
Pongamos nuestra confianza en el trabajo del H.·. Combes”. (Cathol. Encyclop.. Mas.)
“Desde 1894, el H.·. Gadaud declaraba en el Convento, como lo
atestigua el acta, que “La Francmasonería
no es otra cosa que la República a cubierto, así como la República no es otra
cosa que la Masonería en descubierto”.
El H.·. Lucipia, que presidía el Consejo de la Orden, expresaba eso mismo, diciendo: “A la cabeza del Gobierno no hay, por decirlo así, sino francmasones. No de esos francmasones que, habiendo recibido la luz un día, han olvidado en seguida el camino de nuestros talleres, sino de francmasones que han quedado fieles y abnegados. Por tanto, que nadie se engañe, se dice en todas partes que nosotros no estamos ahora en República, que estamos en Masonería. La palabra es de un Obispo. Pues bien, tendría razón este Obispo, si Francmasonería y República no fueran precisamente la misma cosa”.
En fin, el Presidente de la Gran Logia Simbólica, en un banquete ofrecido a uno de los miembros del Gabinete, pronunciaba las palabras siguientes: “Encontraréis muy natural, hermanos míos, que por un encadenamiento lógico yo englobe en el mismo brindis al gobierno todo entero. Desde mucho tiempo vosotros oís a nuestros adversarios clamar en todos los tonos que Francia está en manos de la Francmasonería. No tenían razón. Hoy día pueden decirlo. Con el H.·. Félix Fauré son también de la gran familia todos los miembros del gabinete, con excepción de dos o tres. Sí, tenemos de un gobierno de Francmasones y de Francmasones dignos de este nombre” (Copin, P.O. 139-140).
De esas declaraciones consta que la persecución religiosa que ha habido en Francia en este siglo, fue obra de la Masonería, como lo fue también la que hubo en la época del Terror, a fines del siglo XVIII.
58. La Masonería y la revolución.
Luis Blanc, en su Historia de la Revolución, tiene un artículo titulado: “Los Revolucionarios Místicos”, en el cual él, masón poco disciplinado y sin estar bien al cabo de la suprema dirección de las logias, describe la parte que ellas tuvieron en la obra revolucionaria.
“… Antes, dice, importa introducir al lector en la mina que socavaba entonces los tronos y los altares, revolucionarios bien distintamente profundos y activos de los enciclopedistas”. Describe en seguida la Masonería, sus tres primeros grados, la creación de los grados de las traslogias, reservados a las almas ardientes, la constitución del Gran oriente, como dirección central de las logias, y agrega: “Desde ese momento la Masonería se abrió, día por día, a la mayor parte de los hombres que volveremos a encontrar en medio de la contienda revolucionaria” (Copin, O.O., 305-311).
Es sabido que la revolución no sólo destronó al rey, sino que intentó también destronar a Dios, declarando que “no hay Dios, que el hombre es para sí mismo su Dios, que la humanidad en adelante debe reemplazar el culto de la fe cristiana, que la cortesana más hermosa, símbolo de la belleza del ser divino en la humanidad, debe tomar el lugar del Salvador del mundo sobre los altares divinos y recibir el homenaje de la nación y de las autoridades públicas” (Eckert 2°, Deuxieme époque).
59. Deseo masónico.
Cuenta Barruel que el 12 de agosto de 1792 comenzaron los
revolucionarios a datar con la igualdad
los años ya fechados con la libertad,
y que a la lectura de ese famoso decreto estalló, en fin, públicamente, el secreto
tan querido de los masones, exclamando ellos: “Henos aquí: La Francia entera no es ya sino una gran logia; los franceses son todos
francmasones y el universo entero lo será pronto como nosotros”.
60. Furor anticristiano de la Masonería.
Hay que leer en la historia hasta donde llevó el furor anticristiano esa gran logia. Por un tiempo toleró a los sacerdotes, es decir, a los que habían tenido la debilidad de reconocer la Constitución Civil del Clero, que era abiertamente cismática. A los demás, excepto los sexagenarios y enfermos, que en muchos departamentos siguieron la suerte común, fueron condenados a la deportación y muchos provisoriamente encarcelados en las ciudades cercanas al mar y tratados con la mayor inhumanidad. De setecientos amontonados en la rada de Rochefort, murieron en diez meses, quinientos. La inmensa mayoría tuvo que ocultarse y expatriarse. Después de los sacerdotes, el furor se volvió contra las iglesias, sus monumentos, sus estatuas, sus objetos sagrados, etc. “No se exageraría, dice el convencional y apóstata Grégoire, diciendo que en el dominio del arte, la sola nomenclatura de los objetos robados, destruidos o degradados, llenaría muchos volúmenes” (Marion, Hist. Eccles. T. 3°, pp. 596-597).
61. La Masonería de todas las naciones es anticristiana.
Y lo que ha pasado en Francia se ha repetido en Portugal, en Méjico, en España, en Italia, aunque no en todas partes con igual crueldad y furor, cuando ha dominado en esos países la Masonería. En el Congreso Internacional Masónico, inaugurado el 20 de septiembre de 1921, en Roma, el señor Magalhaes Lima, G.·. m.·. de la Masonería Portuguesa, que fue frenéticamente aplaudido, hizo esta declaración: “En diez meses de gobierno hemos hecho lo que otros no han podido hacer en muchos años: hemos expulsado a los jesuitas, hemos suprimido las congregaciones religiosas, hemos proclamado la ley de divorcio y la separación de la Iglesia y del Estado… Estamos aquí reunidos… en un mismo pensamiento, en un mismo sentimiento, con una idéntica voluntad. Es el pensamiento, la idea de una moral nueva, de una religión nueva…” El Orador fue saludado, añade la Rivista Massonica (1911, p. 347), con una ovación delirante, de aquellas que jamás se olvidan (La Masonería ante el Congreso, p. 65).
Y lo que se ha hecho en Portugal no es sólo lo que ha expresado el orador: Ha sido una persecución odiosa, tiránica, la contradicción más sangrienta e hipócrita de la libertad, igualdad y fraternidad, que tanto se pregonan en las logias. Y se recuerda esto omitiendo lo que ya la Masonería había hecho en tiempos de Pombal.
El Gran Oriente de Italia ha declarado muchas veces que es entusiastamente seguido en su lucha contra el papado por la Francmasonería de todo el mundo, y especialmente por los centros masónicos de París, Berlín, Londres, Madrid, Calcutta, Washington (Rivista, 1892, p. 219). No ha sido contradicho por ninguna Gran Logia de ningún país; ni alguna logia alemana u otra Gran Logia ha roto sus relaciones con él a causa de su infame política o actividad antirreligiosa (Cath. Encycl. Masonry).
62. La Masonería en Méjico.
En Méjico, pasando también por alto tiranías ejercitadas en el siglo pasado, la Masonería ha dado en pleno siglo XX muestras de lo que es capaz de hacer para cumplir su programa de respetar las religiones, ha confiscado y profanado iglesias, prohibiendo hasta los actos más sencillos del culto; ha destrozado imágenes, ha perseguido al clero, con sed insaciable de oro y de sangre; ha cometido con personas consagradas a Dios y al servicio de la humanidad doliente o de la educación, brutalidades y excesos tales, que mi mano se resiste a estampar. Me contentaré con citar a este respecto algo de lo que dice F. O. Kelly, en la obra que, por eso mismo, tituló: “The Book of the Red and Yellow (El lobro de los Rojo y Amarillo), y cuya documentación ofrece a quien quiera verla: “Antes de que la revolución entrara a las ciudades, las logias atacaban fieramente la Religión Católica, por medio de calumnias lanzadas desde la prensa y desde la tribuna. Sus miembros servían de espías e informadores, y aún descubrían los escondites de los sacerdotes y de los vasos sagrados. Esta no es una suposición. Es un hecho admitido en todo Méjico.
“El Liberal, órgano oficial de Carranza, puede ser citado como una autoridad sobre este punto…
“Es indispensable, dice El Liberal, que para cumplir nuestra denominación, se haga un fuerte llamado a los seguidores de la verdad, para que vengan a la línea a combatir por la victoria o por la muerte, por la libertad y la fraternidad, en los templos consagrados por triunfos e inexplicables abnegaciones, las logias… Nosotros, los mejicanos, amantes de la libertad, de la igualdad y de la fraternidad, apresurémonos a unirnos al ejército en la defensa de estos ideales. Trabajemos en nuestras logias por su realización” (Kelly), “The Book of the Red and Yellow, p.66).
Ese ideal de libertad, igualdad y fraternidad es el que ha hecho expulsar de Méjico al Delegado Apostólico, por el crimen de haber asistido a la bendición de la primera piedra de un monumento religioso.[1] ¡Y eso, según se dice, por instigaciones de la Belén de Sárraga!
Sería interminable si quisiera recordar las persecuciones religiosas en el viejo mundo como en el nuevo. No hay casi nación que no tenga mártires del respeto que la Masonería tiene por todas las religiones. Quizás habrá ocasión de citar algunos un poco después.
63. La Masonería Italiana contra la Iglesia.
De furor anticristiano de la Masonería Italiana dará una idea el hecho siguiente contado por Margiotta.
“Se sabe lo que ha hecho el judío de Stambul (Adriano Lemmi) al entrar en la morada del papa Paulo V (el Palacio Boghese, donde estableció su sede el Gran Oriente Italiano). Ello causó un gran escándalo, del cual se hicieron eco los diarios de la época, aún los de ordinario más indiferentes. Hizo construir las letrinas del Supremo Consejo encima de la Capilla particular, haciendo dirigir el desagüe sobre el altar mismo. Eso prueba bien su alma puerca; porque para cometer esta abominación, se veía obligado a apestar el local. Hubo protestas y el arquitecto, por razones de la higiene, tuvo que arreglar las letrinas en otra forma. Pero Lemmi, entonces imaginó otra cosa: hizo colocar en los Water-closets un Crucifijo, con la cabeza para abajo; y encima, por orden suya, se pegó un cartel, con estas palabras: “Antes de salir, escupir sobre el traidor. ¡Gloria a Satán! Para que el judío masón pudiera hacer eso, es claro que necesitaba contar con ánimos dispuestos a tolerar tales infamias (Margiotta, A. Lemmi, 250).
64. La Masonería en Estados Unidos.
Tratando de defender del cargo de irreligiosidad a la Masonería Americana, el H.·. John C. Strother, de Louisville, confiesa que la Masonería “como existe en Francia, Italia, España, Portugal y en las Repúblicas de Sud-América, es una asociación política antirreligiosa, que en los últimos años se ha desarrollado en una especie de secta antiteística que no hace secreto de su odio a la religión revelada”. Agrega que el antagonismo entre la Orden y la Iglesia ha crecido tanto, que en 1891 el Gran Oriente de Francia pasó a sus logias subordinadas resoluciones obligatorias sobre que ”es deber de todo buen masón usar toda su influencia para llevar a cabo la supresión de toda asociación eclesiástica, religiosa, educacional o caritativa y para ver de que sus propiedades sean confiscadas por el Estado; y es deber de todo masón el procurar la exclusión de todo alumno de colegios o escuelas religiosas, de todo puesto oficial dependiente del gobierno; en todo ramo de servicio, militar, naval o civil” (Preuss, A. F., 413-415). Esto último ha sido también propugnado por la prensa masónica en Estados Unidos, al menos en lo que toca a la enseñanza. Tal vez el H.·. Strother está muy mal informado de lo que pasa en su propia secta que trata de defender del cargo del odio contra la Religión (Kenny, A. M. and C. E.).
65. La acción masónica anticatólica entre nosotros.
En Chile, gracias a Dios aún no hemos tenido esos excesos de libertad, igualdad y fraternidad masónicas que han tenido que padecer nuestros hermanos de otros países; pero el terreno está desbrozado y sigue preparándose del mismo modo como se ha hecho en otras naciones. La Masonería está bien dirigida y no se lanza fácilmente a un fracaso. Esa preparación dará sus frutos en el momento oportuno, aquí, como en otras partes, si una acción hábil, robusta y constante no desbarata sus planes.
Es táctica de la Masonería la de tratar de visionarios o de calumniadores a los que dan la voz de alarma o refieren sus hazañas. No faltan tampoco católicos bien intencionados y pésimamente informados, que creen que la Masonería es una anacronismo, tan pasado de moda, que el hablar de ella está fuera de lugar en estos tiempos. Y, sin embargo, la acción masónica sigue haciéndose cada día más intensa y universal. Se extiende hasta los puestos más humildes, desde los más altos, en los cuales está cumpliendo el consejo de Weishaupt: “Alrededor de los poderes de la tierra es menester reunir una legión de hombres infatigables que dirijan por todas partes sus trabajos según el plan de la Orden”. ¿En qué ramo de la administración no están esos hombres infatigables dirigiendo la cosa pública al sabor de la Orden? El país lo sabe; puede señalar a muchos con el dedo; los mismos masones, para hacer reclamo a la Orden, lo vociferan cuando les conviene: hay ramos de la Administración en los cuales el profano no entra sino con las recomendaciones o empeños de los H.·. o de los que obedecen sus sugestiones.
66. La Masonería se sirve del engaño para obtener éxito.
La Masonería ha trabajado aquí, como en todas partes, por sugestionar la opinión pública en contra de la Religión Católica, por medio de las palabras mágicas, libertad. Liberalismo, igualdad, fraternidad, ciencia, progreso, tolerancia, etc., o bien con las declamaciones contra el fanatismo, la intolerancia, la reacción, el clericalismo, y otras parecidas.
Ella conoce por experiencia el valor y fuerza que tienen esas palabras para producir la sugestión, aunque se grite libertad y liberalismo, cuando se trata de ejercitar alguna expresión contra la conciencia y se declame contra el fanatismo. precisamente cuando se da muestras del más feroz fanatismo. Es difícil decir hasta qué punto ha conseguido la Masonería sugestionar la opinión pública y hacer de los partidos políticos y de hombres serios y honorables, humildes servidores, con el encanto o con el terror mágico de esas palabras repetidas en todos los tonos.
¡Cuántas veces, aún tomando formas muy discretas y disimuladas, la Masonería ha hecho sentir sus influencias no sólo en los círculos de señoras piadosas y de sacerdotes respetables, sino quizás aún en las mismas curias episcopales, como las ha hecho sentir aún en el trono pontificio por medio de hábiles diplomáticos, afiliados a ella!
67. Nefasta obra masónica.
De las escuelas se ha desterrado el crucifijo y las imágenes, cómo si no estuviéramos en país católico; de los libros de enseñanza se ha suprimido hasta donde ha sido posible el santo Nombre de Dios y de Jesucristo. En las mismas revistas infantiles patrocinadas por miembros del magisterio, hay esmero por no nombrar al Creador ni nada que sepa a religión. Hay recomendaciones, por no decir órdenes, para organizar, no sólo en los liceos sino también en las escuelas públicas, asociaciones de Boy-Scouts o centros, que tengan el propósito declarado de cultivar el cuerpo con ejercicios y el espíritu con enseñanzas sanas, y con el fin encubierto de alejar a los niños, tanto de la influencia del hogar, como de la Iglesia. Esas asociaciones harán que no les quede tiempo para ir a misa el domingo ni para instruirse en los catecismos, ni siquiera para sentir la influencia de padres católicos, cuya autoridad educadora es reemplazada insensiblemente por los maestros de una moral laica, sin religión.
68. Armas de que se sirve la Masonería.
En ciertas provincias es muy general el dar el nombre de fanatismo o de superstición a la Religión Católica, que es la del país y del Estado. Es el lenguaje de las logias. El oscurantismo es también una palabra que han usado como arma para hacer odiosa la Iglesia. A fuerza de repetirlo se han convencido los mismos masones y, al menos confusamente, han convencido también a otros que no lo son y que tienen poca instrucción, de que la Iglesia es un antro donde se difunde por todas partes la oscuridad. En Iquique era cosa casi diaria, hace algunos años, la invocación del oscurantismo para denigrar a la Iglesia; y lo curioso era que así hablaban a veces aún los que ni siquiera sabían escribir una carta con corrección. Eran simples fonógrafos que repetían, sin darse cuenta del porqué, lo que se había grabado en ellos. Ha sido menester hacerlos volver un poco a la realidad de las cosas, hacerles comprender que no eran ni con mucho los focos de luz que se imaginaban y que el clero tampoco era lo que pensaban, pura ignorancia y pobreza mental. Bien lo sabían los dirigentes, y por eso ponían todo empeño en no dejar hablar al clero.
69. Plan Masónico.
De esa acción anticatólica se gloría la Masonería en sus documentos oficiales, como puede verse en el opúsculo “La Masonería ante el Congreso”, que debiera ser leído por todos los chilenos. De ahí tomo las siguientes declaraciones: “Hay que salir de los lindes del terruño; hay que conquistar nuevas plazas; hay que OPONER tantas logias y triángulos a cuantas catedrales y parroquias hay en la República”.
“Durante el primer semestre de 1913 todos los masones chilenos y gran número de las logias proporcionaron muy efectiva cooperación a la campaña anticlerical que valerosamente emprendió en nuestro país la Belén de Sárraga…” “Si los laureles de triunfo tocaron por entero a la intrépida propagandista liberal (¡ !) parte importante de los felices resultados correspondió a los masones asegurarla con su trabajo, con un entusiasmo y con su dinero”.
Son declaraciones del Gran Maestre Luis Navarrete López, en su mensaje anual leído en la Asamblea de la Gran Logia de Chile, celebrada en mayo de 1914.
Hablando de la campaña contra Monseñor Sibilia, Representante de la Santa Sede, agrega el señor Navarrete. “Fue un francmasón quien organizó la primera jornada hostil a Monseñor Sibilia y en la que éste perdió su capello. En seguida consejos, dinero, influencias y simpatías aportaron los masones a la Federación de Estudiantes en apoyo de su estruendosa campaña pública. Las logias establecidas fuera de Santiago constituyeron los centros organizadores de las manifestaciones populares que hicieron eco en las provincias a la agitación metropolitana” (“La Masonería ante el Congreso”, 69-71).
Todavía me acuerdo de que en esa campaña tomaron parte algunos católicos que odiaban la Masonería, y sin embargo, cayeron en sus redes y sirvieron su causa, hipnotizados por el encantamiento de la palabra liberal de que se gloriaban. Después reconocieron el engaño.
70. Obediencia a la influencia extranjera secreta.
Compárese ahora el trabajo de la Masonería chilena con el consiguiente programa de trabajo del Gran oriente de Francia, y se llegará a la conclusión que es un Poder Oculto extranjero el que está dirigiendo, por medio de las logias chilenas, gran parte de nuestra vida nacional.
En sus principales líneas, ese programa es como sigue: “La Francmasonería, que preparó la Revolución de 1789, tiene el deber de continuar su trabajo” (Circular del Gran Oriente de Francia, 2 de abril de 1889).
Medios para alcanzar los ideales de la masonería: Los siguientes son tenidos como los principales: 1° Destruir radicalmente por franca persecución de la Iglesia o por el fraudulento e hipócrita sistema de separación de la Iglesia y del Estado, toda influencia social de la Religión, llamada insidiosamente “Clericalismo”, y en cuanto sea posible destruir la Iglesia y toda religión verdadera o revelada, que es algo más que un culto vago de la Madre Patria y de la Humanidad; 2° laicizar o secularizar, por medio de un sistema parecido, hipócrita y fraudulento de “no sectarismo”, toda vida pública y privada y sobre todo la instrucción y educación popular. El “no sectarismo”, como lo entiende el Gran Oriente, es sectarismo anticatólico y aún anticristiano, ateo, positivista y agnóstico, con el traje de “no sectarismo”.
La libertad de pensamiento y de conciencia de los niños se ha de desarrollar en ellos sistemáticamente en la escuela y ha de protegerse tanto como sea posible contra las influencias perturbadoras, no sólo de la Iglesia y de los sacerdotes, sino también de los propios padres de los niños, aún, sin es necesario, por medio de la compulsión moral o física. El Partido del Gran Oriente lo considera indispensable y un camino infaliblemente seguro para el definitivo establecimiento de la república Social universal, etc… (Chaine d’Union, 1889), páginas 134, 121 y siguientes; 291 y siguientes; Actas oficiales del Congreso Masónico Internacional de París, 16-17 de julio de 1889, 31 de agosto y 1-2 se septiembre de 1900. Rivista Masonica, 1880-1910, citada por Cath. Encyclop.)
Hay, pues, una mentira constitucional, internacional tanto en los Estatutos de la Masonería, como en los labios que, para conquistarse adeptos, comienzan por decir que en la Masonería se respetan todas las religiones y no se trata de religión. ¡Y las primeras víctimas de ese engaño son siempre los mismos afiliados a la Masonería!
71. La tolerancia masónica.- Antifanatismo.
La Masonería hace profesión de observar la más absoluta tolerancia de todas las opiniones y de combatir tenazmente el fanatismo. Veamos si en esto es más sincera y veraz que en sus demás afirmaciones. Tomo las ideas de Copin_Albancelli (La Consp. Juive, páginas 130 y siguientes).
La Masonería, o más bien el Poder Oculto que la dirige, para hacerla aceptar, invocaba en sus comienzos el espíritu de tolerancia; así lograba que muchos católicos la aceptasen. En seguida combatió a la Iglesia en nombre de la misma tolerancia que le había permitido existir. “De suerte que nos es dado asistir a un espectáculo verdaderamente extraño: hay, en efecto, según la Masonería. Dos iglesias por delante: la una digna de odio a causa de su intolerancia: es el Catolicismo; la otra, admirable a causa de su tolerancia: es la Masonería. Es lo que dicen los masones; pero ved lo que pasa en realidad. La Iglesia de la intolerancia existía antes de la que se dice iglesia de la tolerancia. Por tanto, ha tolerado la existencia de ésta. Al contrario, ahora que esta última está constituida, ahora que está en pleno triunfo, es ella la que no permite el mantenimiento de la otra. Es, pues, la Intolerancia la que tolera y la Tolerancia la que no tolera. Y lo que hace más gracia, es que los que se dicen tolerantes y no toleran, en nombre de su tolerancia, no se daban cuenta absolutamente de su intolerancia. Es un poco bufo esto para ser verdad; y sin embargo, es el espectáculo que el mundo entero puede contemplar. ¡Tan profundo es el obcecamiento que resulta de las sugestiones lanzadas en la Masonería por el Poder Oculto! ¿Cómo pueden ser así falseadas las conciencias? Sería cosa imposible de comprender y explicar para mí si la mía no hubiese sido arrastrada, como tantas otras, en el torbellino de demencia, si yo no hubiese sido actor y víctima a la vez”.
El mismo autor, para manifestar hasta dónde llega la intolerancia y el fanatismo que se apodera de los masones a fuerza de las sugestiones que se les hacen, dice más adelante: “Yo he oído a esos “fanáticos de la tolerancia”, cuando comenzaban a ser furiosamente intolerantes en nombre de su amor desordenado de la tolerancia. He asistido aún a escenas de un cómico irresistible. Una de ellas tuvo por causa el bacalao que ciertos masones confesaban haber comido el Viernes santo de 1884. El hecho de observar las prescripciones católicas era, en esa época, considerado como un pecado mortal masónico por algunos que se decían apóstoles de la tolerancia. Pues bien, uno de esos avanzados, el Viernes Santo de 1884, pidió en su logia un voto de censura contra los masones que, “comiendo bacalao el Viernes Santo, contribuían a mantener los prejuicios de otra edad”.
72.- Contrasentido de las palabras y obras de la
Masonería.
Yo pregunto a los masones, pregunto a sus esposas, madres o hermanas, si esa tolerancia, por ese mismo motivo, es cosa desconocida o rara entre nosotros. Ya he dicho antes lo que yo mismo he tenido ocasión de ver y de oír en el ataque que se hizo a la Procesión con que celebrábamos el Centenario de Constantino, ataque que fue fraguado como consecuencia de las predicaciones de la masona Belén de Sárraga y a cuya cabeza había conocidos masones. Esa es la muestra de intolerancia con que combatían la intolerancia de nuestra religión. En cambio, cuando ellos, o los sugestionados por ellos, hacían desfiles insultando a tirando piedras, los católicos ni siquiera hemos contestado el insulto con el insulto, ni hemos experimentado ese ataque nervioso y frenético que experimenta el masón al ver una imagen o encontrarse con un cura en casa de un enfermo. Mis compatriotas de casi todas las ciudades de Chile, casi con seguridad, podrán atestiguar los mismos hechos y recoger las mismas experiencias. La historia moderna de todas las naciones donde ha denominado la Masonería, está llena de la misma comprobación.
La Masonería, una vez más, hace profesión de una cosa que no tiene
intención de practicar, sólo para engañar a los inocentes, que desgraciadamente son muchos en este mundo:
hace profesión de tolerancia y es satánicamente intolerante.
73. El furor anticatólico.
¿Quién creyera que, después de tan serias y constantes afirmaciones y protestas de la Masonería y de los masones sobre el respeto a todas las religiones, y sobre que la Masonería no se ocupa de religión, quién creyera, digo, que la preocupación por la religión y el odio por la religión católica llegara a convertirse en furor? Es, sin embargo, lo que se ha visto, no sólo en la época del Terror y de la Comuna, en Francia, en Madrid, en 1834, en Italia, etc., sino lo que existe en ciertos grados, en que se blasfema de Cristo, se blasfema de Dios, diciendo de él que es el ángel o el principio malo; se profanan las hostias consagradas, atravesándolas con un puñal. Yo mismo he visto un diploma en que se daba poder para fundar logias, diploma sin duda emanado de alguna Gran Logia, con varias figuras o emblemas que manifiestan el espíritu de la logia. Uno de esos emblemas era el del cáliz derramándose y de la hostia atravesada por un puñal; otro, el del mundo con la cruz para abajo; otro, el del Corazón de Jesús con el mote de exsecrandum, etc.
En la recepción de las Elegidas del Rito Paládico Reformado, se enseña a la que va a ser recibida a castigar al traidor Jesús y a matar a Adonaí, el Dios de la Biblia, con su divinidad malhechora, y eso lo hace atravesando la Maestra, y después de ella la iniciada, una hostia con un puñal, en medio de horribles blasfemias, después que se ha garantizado que es una hostia consagrada. En 1894, dice Dom Bénoit, se comprobó, en una iglesia de París, la desaparición de 800 hostias, sacrílegamente robadas por los sectarios para sus misterios abominables (Bénoit, F. M. I, 456).
74. La religión masónica.
He dicho antes que la Masonería tiene las características de un culto religioso. Hablando de la Masonería Americana de Estados Unidos, Preuss resume las pruebas con estas palabras: “Es evidentemente una religión distinta la que tiene sus altares distintos y propios; sus templos distintos y propios; su sacerdocio distinto y propio; y aún su Pontificado supremo propio; sus distintas y propias consagraciones y unciones; su ritual distinto y propio; su culto distinto y propio; su moral distinta y propia; su propia y distinta teoría acerca de la naturaleza del alma humana y de sus relaciones con la Deidad; su Dios propio, distinto y peculiar.
“Pues bien, todas estas cosas se encuentran en la Masonería. Es, por tanto, la Masonería, una religión distinta”.
El autor prueba cosa por cosa con las mayores autoridades de la Masonería, las de Pike y de Mackey, y termina: “Nuestra enumeración no ha agotado los rasgos religiosos de la Masonería. Podíamos haber tratado de sus invocaciones, de sus bendiciones, de su bautismo, de la comunión de los hermanos, de sus himnos, de sus purificaciones, de los báculos usados en los altos grados, etc.; pero no queremos dedicar más tiempo a la prueba de un hecho tan evidente. Llámese todo, si se quiere, un disfraz religioso; redúzcase todo a una mofa santa, no nos importa la sinceridad o falta de sinceridad de sus protestas”. La Masonería, hemos visto, es una misma institución en todas partes, y basta leer los ritos de las iniciaciones, para comprender que lo que Preuss dice de la Masonería de Estados Unidos, se encuentra en todas partes. ¡Y sin embargo, la Masonería dice que no se ocupa de religión! ¡Siempre la sinceridad acostumbrada!
75. El culto masónico.
No es fácil decir en pocas palabras lo que se sabe acerca del culto masónico en las logias. La Masonería va introduciendo poco a poco a sus adeptos en el santuario de sus misterios, adaptando a su disposición y preparación la medida en que se la descorriendo el velo. El culto se practica en distintas fases o períodos: Primera fase: aquélla en que se adora al Gran Arquitecto del Universo, que, como he dicho, ha sido ya renegado por el Gran Oriente de Francia. El adepto se imagina que se trata de Dios, de aquel Ser Supremo que tal vez aprendió a amar y adorar en el regazo de su madre, en la iglesia o en una escuela bien dirigida. El pobrete no se imagina que sólo se trata de un nombre simbólico, con que se encubre la verdadera divinidad. Cuándo y dónde el símbolo no fue ya necesario, se dejó a un lado. Es de advertir que los masones evitan nombrar a Dios, en sus actos oficiales al menos, para no nombrar una falsa divinidad.
76. El Gran Arquitecto.
Segunda fase: aquélla en que se adora a la Naturaleza, o sea, cuando la idea del Gran Arquitecto se traduce en la del Dios-Naturaleza, causa universal de las cosas, tal cual la concibe el materialista, el panteísta o el teósofo, que sólo discuerdan en el nombre y no en la idea que se forman de la primera causa de las cosas. Los doctores masones americanos, tras largas disquisiciones o rodeos, vienen a decir que la divinidad es el principio activo y pasivo, o masculino y femenino, de las cosas.
77. El sol y la vida.
Naturalmente, cuando se habla de la vida, de la fecundidad, etc., luego se presenta el sol, como el agente más activo y más grandioso de la fecundidad y de la producción de los seres, especialmente de los dotados de vida, que ocupan el grado más alto de la universalidad de las cosas. Es muy lógico que al rendir culto a la naturaleza, se tome al sol como su representante y símbolo más caracterizado del Dios-Naturaleza, que adoran los masones, a la par de los salvajes.
78. El culto de la carne.
De ahí el culto de la carne, no hay más que un paso: el sol no es más que un símbolo. Hay algo que se acerca más aún a la manifestación más sublime del dios-naturaleza, de la fuente de la vida y de la inmortalidad: son los principios por los cuales se difunde la vida y se evita que desaparezca, mediante la propagación. El culto de la carne se presenta entonces como el homenaje más natural de los adoradores de la naturaleza en su manifestación más sublime, y con ese culto se llega hasta los cultos paganos, más degradantes y corruptores.
79. Satanás y la Masonería.
Para quitar todo temor, para trastornar todas las ideas que se han adquirido en el contacto con una sociedad cristiana, y borrar aún las resistencias que una rectitud natural podría oponer, en ciertas logias al menos, se rinde culto a Lucifer o Satanás. Según las leyendas masónicas en conformidad con las cuales expuso aquí en Iquique la Belén de Sárraga el pecado de nuestros primeros padres, Satanás es el dios bueno o el ángel de luz, que vino a enseñar a Eva el secreto que había de hacer que el hombre fuera como Dios, seduciéndola carnalmente, conocimiento que ella participó a Adán, después.
¡Cómo entonces los adoradores de la naturaleza no han de manifestar a Satanás su gratitud, por los beneficios que hizo al hombre? Ellos, los albañiles, constructores del gran templo de la naturaleza, después de arreglar a su sabor la narración bíblica, no pueden menos de sentirse llenos de veneración, de amor y agradecimiento hacia el ángel que enseñó al hombre a tener la libertad masónica, despreciando a Dios, y con razón miran a Satanás como a su padre y fundador.
He ahí una breve síntesis del culto de la Masonería. He dicho y repito que muchos masones y aún en muchos grados, no sospechan el sentido oculto de los símbolos que usa, ni lo que se enseña y practica en grados más altos.
En la orgía anticatólica en que viven los masones dirigentes o ilustrados, hablan de la diosa-razón, del sios-pueblo, del dios-hombre, o sea, el mismo hombre, etc. Todo viene a ser dios, para ellos, menos el verdadero Dios.
Los que todavía no han renegado del Gran Arquitecto del Universo, como los ingleses y muchos americanos, abren sus sesiones, juran, etc., en su nombre, rindiéndole culto.
80. La idea de Dios en la Masonería.
En cuanto al culto de la naturaleza, dice Pike: “Hay un Ateísmo
meramente formal, que es la negación de Dios en los términos, pero no en la realidad.
Un hombre dice: No hay Dios; esto es, no hay Dios que se origine a sí mismo
o que nunca fue originado, sino que siempre fue y ha sido, que es la causa de
la existencia, que es la Mente y la providencia del Universo; y por tanto, el
orden, la belleza y la armonía del mundo de la materia y de la mente no indica
ningún plazo o propósito de Divinidad. Pero él dice, la Naturaleza
(significando con esta palabra la suma total de la existencia) eso es poderoso, sabio, activo y bueno; la Naturaleza se originó a sí
misma, o sea, siempre fue y ha sido, la causa de su propia existencia, la mente
del Universo y la Providencia de sí misma. Claramente hay un plan y propósito
donde se producen el orden, la belleza y la armonía. Pero esto es el plan y
propósito de la Naturaleza”. “En tales casos, continúa, la negación absoluta de
Dios, s sólo formal y no real. Se admiten las cualidades de Dios y se afirma
que existen y es un mero cambio de nombre el llamar al posesor de estas
cualidades Naturaleza y no Dios. (Preuss, A. F., 157-8).
Que no sea cuestión de nombre solamente, lo prueba la explicación que el mismo Pike, continúa dando, en la que reduce la trinidad divina del alma, al pensamiento del alma, y a la palabra con que se expresa ese pensamiento.
Nada agregaré a lo dicho sobre el culto de la carne, el culto que la Masonería ha heredado de los antiguos paganos. Preuss y Bénoit traen largas informaciones sobre él en sus obras tantas veces citadas. En Bénoit se verá que hasta en la ceremonia de la sepultación masónica, entra ese culto pagano, velado, naturalmente, con el símbolo. Lo que acerca de esto he sabido por testigos presenciales, me ha horrorizado.
81. El culto del sol y ceremonias masónicas.
Al culto del sol se refieren muchos símbolos o ceremonias que se acostumbran en las logias. Según Mackey, la circumambulación o procesión que se hace alrededor del altar en las logias, en la cual se comienza por el oriente, se encamina hacia el sur y se vuelve por el oeste, es una imitación del curso del sol, y una prueba manifiesta de que los ritos paganos de los adoradores del sol vienen de la fuente común a la cual la Masonería es deudora de su existencia. “Sólo la Masonería, dice, ha conservado la primitiva significación, que era una alusión simbólica al sol como fuente de la luz física y la más maravillosa obra del Gran Arquitecto del Universo”. “El culto del sol, dice en otra parte, fue introducido en los misterios, no como una idolatría material, sino como un medio de expresar una restauración de la muerte a la vida, tomado de la reaparición en el este del orbe solar, después de su nocturna desaparición por el oeste. Al sol también, como regenerador y vivificador de toda cosa, hay que atribuir el culto fálico que formaba una parte principal de los misterios”. Los tres principios oficiales de la logia representan, según el mismo autor, al sol en sus principales posiciones, la salida, el mediodía y la puesta (Preuss, A. F., páginas 120 y siguientes).
El culto del sol, dice Renán, alto dignatario de la Masonería francesa, era el solo culto razonable y científico; el sol es el dios particular de nuestro planeta”. “El Titán o el sol es, , según una profesión de fe de los Jueces Filósofos desconocidos, el solo dios, autor del bien y del mal. El Juez Desconocido (el Juez Supremo) es el sol que debe gobernarlo todo, que debe regir el mundo y hacer la felicidad del género humano” (Bénoit, F. M., I, 228).
82. El Culto de Lucifer en la Masonería.
El culto de Lucifer no es tan misterioso que no haya llegado a oídos de los que se han preocupado de la Masonería. “En la iniciación del grado de Caballero de la Serpiente de Bronce, se adora a la Serpiente infernal, enemiga de Adonaí, amiga de los hombres, que con su triunfo hará volver a los hombres al Edén. En el 20° grado, el Presidente dice al que se inicia: “En el nombre sagrado de Lucifer, desarraigad el oscurantismo”. Ya sabemos qué significa esa palabra en el lenguaje masónico. “Fue Juan Ziska, quien con Juan Huss, dice una hoja masónica, ha echado en Bohemia las bases de la Masonería. Representaba a Satanás como la víctima inocente de un poder despótico; hacía de él un compañero de cadena de todos los oprimidos. Fue más lejos aún: puso a Satán sobre el Dios de la Biblia. Al antiguo saludo “Dios sea con vosotros”, sustituyó éste: “Que aquél a quien se hace injusticia os guarde”. Por eso Proudhom lo invocaba diciéndole: “Ven, Satanás, el proscrito de los sacerdotes, el bendecido de mi corazón” (Bénoit, F. M. I, 460-462).
“El Rito Paládico Reformado tiene por práctica fundamental y por fin, la adoración de Lucifer, dice Dom Bénoit, y está lleno de todas las impiedades y de todas las infamias de la magia. Establecido primero en Estados Unidos, ha hecho invasión en Europa y hace cada año progresos espantosos”. Todo su ceremonial está lleno, como es de suponer, las blasfemias contra Dios y contra Nuestro Señor Jesucristo (F. M., I, Páginas 449 y siguientes).
Adriano Lemmi, el supremo jefe de la Masonería italiana, ni disimulaba su culto a Satanás. “En Italia, dice Margiotta, todos saben que Ariano Lemmi es satanista.
“En nombre de Satanás envía sus circulares, aunque acomodándose a vecs a la opinión de los imperfectos iniciados; pero basta hojear la colección de su diario reservado a los francmasones para conocer sus sentimientos de ocultismo y de renegado entregado al diablo.
“Sí, como satanista organizó el movimiento anticlerical y se gloriaba de ello en 1883, haciendo insertar en su órgano oficial, la Rivista della Massonería italiana, (Vol del año 1884, página 306), esta cínica declaración:
“Vexilla regis prodeunt inferni , ha dicho el Papa. Pues bien, ¡sí! ¡sí! Los estandartes del Rey de los infiernos avanzan y si no hay un hombre que tenga conciencia de su ser, que tenga amor a la libertad, no hay uno que no venga a alistarse bajo esos estandartes, bajo esas banderas de la Francmasonería, que simbolizan las fuerzas vivas de la humanidad, la inteligencia en oposición con las fuerzas inertes de la humanidad embrutecida por la superstición.
“¡Vexilla regis prodeunt inferni!… ¡Sí! ¡Sí! Los estandartes del Rey de los Infiernos avanzan, porque la Francmasonería, que por principio, por institución, por instinto, ha combatido siempre y combatirá siempre sin tregua y sin cuartel todo lo que pueda impedir el desarrollo de la libertad, de la paz y de la felicidad de la humanidad, tiene el deber de combatir hoy más enérgicamente y más abiertamente que nunca todos los ardides de la reacción clerical” (Margiotta, A. L., 168-169).
83. Palabras interesantes.
Terminaré lo del culto de Satanás con una cita que me parece oportuna: “Hace algunos años, dice Copin-Albancelli, una circunstancia me permitió tocar con el dedo la prueba de que hay ciertas sociedades masónicas, que son satánicas, no en sentido de que el diablo venga a presidir las reuniones, como lo pretendía ese mixtificador de Leo Taxil, sino en el de que los iniciados profesan el culto de Lucifer. Adoran a éste como si fuera el verdadero Dios y están animados de un odio implacable contra el Dios de los cristianos, que declaran ser un impostor. Tienen una fórmula que resume el estado de ánimo; ya no es “A la Gloria del Gran Arquitecto del universo”, como en las dos masonerías inferiores; es: G.·. E.·. A.·. A.·. L.·. H.·. H.·. H.·. A.·. D.·. M.·. M.·. M.·.; lo que quiere decir (traducido: ¡Gloria y Amor a Lucifer! ¡Odio! ¡odio! ¡odio! Al Dios maldito! ¡maldito! ¡maldito! ¡maldito!
“Se confiesa en esas sociedades que todo lo que el Dios cristiano ordena de desagradable a Lucifer; que, al contrario, todo lo que prohíbe, es agradable a Lucifer; que, en consecuencia, es menester hacer todo lo que el Dios cristiano prohíbe y que es preciso guardarse como del fuego que todo lo ordena. Repito que de todo esto he tenido la prueba en mis manos. He leído y estudiado cientos de documentos relativos a una de estas sociedades, documentos que no me es permitido publicar y que emanan de miembros, hombres y mujeres, del grupo en cuestión. He podido comprobar que esta asociación es una verdadera escuela de lujuria que sobrepasa todo lo que se pueda imaginar (parece que eso agrada a Lucifer) que también se practica allí el asesinato, siempre porque es desagradable al Dios cristiano y agradable a Lucifer…” (Copin, P. O., 291-292).
Después de leer todo esto, recuerde el lector que la Masonería sostiene en sus estatutos y por boca de los que le hacen propaganda, que no se ocupa de religión y que respeta la fe religiosa de sus miembros, y vea si encuentra palabra con que calificar ese engaño, cuyas primeras víctimas son siempre sus propios adeptos.
84. La Masonería y la política.
“La Masonería no se ocupa… de las constituciones civiles de los Estados… debe respetar y respeta las simpatías políticas de sus miembros… En consecuencia, toda discusión que tienda a este objeto, queda expresa y formalmente prohibida”.
Así dicen las constituciones masónicas. Veamos si dicen tanta verdad, como cuando se trata de religión. A este propósito no estará demás citar los que dice Copin-Albancelli: “Durante ciento cincuenta años la Francmasonería ha afirmado, ha proclamado en sus estatutos, como lo hemos dicho, que no ocupaba de política y que aún prohibía en las logias toda discusión que pudiera tener relación con esta materia. Pues bien, ¡cosa verdaderamente extraordinaria de parte de una asociación que no se ocupa de política”! Ella apareció súbitamente en posesión de todos los puestos del Estado durante la Revolución, y en nuestros días se le ve renovar este milagro!
“Agregaremos que se necesitarían volúmenes para citar todos los documentos que probarían que las reuniones de sus talleres están llenas por las discusiones políticas, a pesar de la declaración que está contenida en los estatutos”.
Y no de otro modo se podría explicar el hecho de que en 1900 “los masones, que no eran sino veinticinco mil en Francia, tuvieran más de cuatrocientos senadores y diputados, o sea un senador por sesenta masones, mientras que para el resto de los franceses, la proporción no era de un senador o diputado por diez mil electores. Los masones se encontraban, pues, trescientas veces más favorecidos que la masa de los franceses” (Copin, P. O., 23, 97-98).
En realidad, la Masonería estuvo preparando en Francia la caída de la monarquía, como preparó la caída de Napoleón I y de todos los gobiernos que siguieron después, hasta apoderarse completamente del poder en la República Francesa y quedar en aptitud de ejecutar sus planes contra la Iglesia. Durante sesenta años había estado en Francia profesando el más profundo respeto a la monarquía y a la religión; había inscrito las declaraciones más formales sobre estos puntos en sus estatutos; había atraído a sus templos a miembros del clero, de la nobleza, y aún, de la misma familia real, que se había propuesto destruir, y había sostenido este papel con constante hipocresía. Un Convento Masónico reunido en Wilhelsbad, bajo Luis XVI, resolvió que la revolución humanitaria que se había preparado en ese tiempo, estallara en Francia más bien que en Alemania, y así se ejecutó.
Ya en 1746, en el libro La F. Mas.·. Ecrasée”, un experimentado ex-masón, que cuando masón había visitado muchas logias en Francia e Inglaterra y consultando altos masones de puestos oficiales, describía como el verdadero programa de la Masonería, un programa que, según Boos, historiador de la Masonería (p. 192), coincide de un modo que asombra con el programa de la Gran Revolución de 1789.
85. Hipocresía masónica.
Cuando Napoleón llegó a ser el ídolo de la Revolución, la Masonería le dobló la rodilla y lo aduló, al mismo tiempo que trabajaba por derrocarlo. En 1812, en la fiesta de la Orden, el Gran Orador del Gran Oriente pronunciaba esta enfática abjuración: “Y nosotros, hermanos míos, colocados en este Oriente, como en otro tiempo uno de los jefes Hebreros sobre la montaña, mientras que los guerreros de Israel combatían, elevemos nuestras manos hacia el Eterno, que ha ligado la victoria a las águilas de su Predilecto y gocemos con reconocimiento de la paz interior que nos asegura su poder” (Copin, P. O., 369).
Y sin embargo, las mismas logias militares, la mayor parte al menos, se habían hecho antinapoleónicas, hasta el punto que, durante la invasión, algunas llegaron a admitir a los oficiales masones de las potencias aliadas.
Cuando subió Luis XVIII al trono hizo con él como con Napoleón: el Gran Maestro Adjunto, el General Beurnonville, la puso a los pies del monarca, declarando que respondía de ella como de sí mismo. Pero llegó la nueva subida de Napoléon, a su vuelta de Elba, y al momento la Masonería, virando hacia él, dirigió un saludo de bienvenida al predilecto del Eterno.
Y cuando Napoleón desapareció, después de los cien días de Restauración, allí estaba de nuevo la Masonería a los pies de Luis el deseado, elevando oraciones por él y cantando himnos en su honor. Lo que no quita que al fin terminara por asesinarlo, llegando a falsificar el voto relativo a su condenación, cuando se vio que no había mayoría para la pena de muerte (Copin, P. O., 374).
86. La Masonería y los gobiernos.
Y la misma historia sigue repitiéndose con Carlos X, con Luis Felipe, con la República y con Napoleón III. Luis Felipe llegó a prohibir que los militares pertenecieran a las logias, sabiendo que la Masonería estaba trabajando a la sombra para derrocarlo. Todo fue inútil. Un gran congreso de masones alemanes, franceses y suizos, reunidos en Estrasburgo, el año 1847, decidió sustituir la Monarquía por la República. Cinco directores[2] de logias parisienses prepararon la revolución, y Odilón Barrot, masón de la logia de los trinosofos, Presidente del Consejo de Ministros, después de haber jurado fidelidad a Luis Felipe, hizo cesar el combate contra los revolucionarios, y se organizó el gobierno provisorio.
La Masonería envió una diputación de la Gran Logia de Francia, compuesta de masones revestidos con sus insignias, a prestar su adhesión al Gobierno Provisorio, en un oficio que terminaba así: “Cuarenta mil masones, distribuidos en quinientas logias, que no tienen entre sí sino un mismo corazón y un mismo espíritu, os prometen su concurso para acabar la obra de la regeneración tan gloriosamente comenzada” (Copin, P. O., 378).
En ese Gobierno Provisorio, entre once Ministros, nueve eran masones conocidos. Sólo Lamartine y Dupont de l’Eure, no lo eran, pero recibían la sugestión masónica, rodeados como estaban de masones. El Gobierno era, pues, masónico. Cuando el 10 de marzo de 1848, el Supremo Consejo del Rito Escocés fue a felicitar al Gobierno Provisorio, Lamartine, en el nombre del Gobierno, respondió a los masones delegados: “Estoy convencido de que es del fondo de vuestras logias de donde han emanado, primero en la sombra, después a media luz y finalmente en pleno día, los sentimientos que han acabado por hacer la sublime explosión de que hemos sido testigos en 1789 y de la cual el pueblo de París acaba de dar al mundo la segunda, y lo espero, la última representación hace pocos días” (Copin, P. O., 380).
87. Incalificable conducta.
Como la nación eligió después una asamblea que no era masónica como el Gobierno, comenzó la lucha del Gobierno con la Asamblea, hasta llegar al golpe de estado que hizo de Luis Napoleón el Emperador Napoleón III, en noviembre de 1852. ¿Había tomado parte en todo este movimiento la Masonería que se había mostrado antes tan republicana?
Por supuesto: el 15 de octubre de 1852, la Masonería enviaba al Presidente Bonaparte un oficio en el que se le decía: “La Francia os debe la salvación. No os detengáis en medio de tan bella carrera. Asegurad la felicidad de todos, poniendo la corona imperial sobre vuestra noble frente. Aceptad nuestros homenajes y permitidnos haceros oír el grito de nuestros corazones: ¡Viva el Emperador!”
El Príncipe Murat, primo del Emperador, había sido elegido Gran Maestre al día siguiente del golpe de estado del 2 de diciembre de 1851, por el cual Napoleón disolvió las Cámaras, para hacer aprobar una nueva Constitución. Napoleón era saludado y vivado Emperador por las logias seis semanas antes de serlo.
Pero lo curioso es que, después de todo esto, la Masonería ha echado sus maldiciones al “hombre de diciembre”, “al bandido”, al “asesino de la libertad”, como lo llamaba Víctor Hugo, y le fue preparando la caída. “M. Charles Goyau, dice Copin-Albancelli, nos muestra en su hermoso libro sobre “La Idea de Patria y el Humanitarismo”, cómo la Masonería se opuso a la reorganización del Ejército, emprendida por el mariscal Niel; cómo la masonería francesa acogía con las muestras de la más estúpida ternura la fundación de una logia alemana en París; cómo el H.·. Brisson iba a esta logia, la Concordia, a estrechar con su corazón a sus HH.·. alemanes, y a celebrar con ellos la supresión de fronteras y la fraternidad universal. Durante este tiempo, Alemania aumentaba incesantemente el poder de su organismo de combate. El Poder Oculto hacía predicar el pacifismo y el humanitarismo en Francia, por la Masonería francesa, mientras que hacía predicar el patriotismo en Alemania por la Masonería alemana. Atacado en sus recursos morales y en sus recursos materiales, el Imperio acabó por caer” (Copin, P. O., 387-388).
88. Deseo de dominio absoluto.
Lo que pasó en Francia es lo que la Masonería ha procurado hacer en todas partes. En las confesiones del conde de Haugwitz, presentadas al Congreso de Verona, después de hablar de la división de la Masonería en dos partidos, uno con sede en Berlín y el otro con el Príncipe de Brunswick, como jefe aparente, agrega: “En lucha abierta entre sí, los dos partidos se daban la mano para llegar a la dominación del mundo. Conquistar los tronos, servirse de los reyes como de administradores, tal era su fin… Ejercer una influencia dominante sobre los tronos y sobre los soberanos, tal era nuestro fin, como había sido el de los Caballeros Templarios…”
Siento que el espacio no permita dar en toda su amplitud el testimonio de Weishaupt, Jefe de los “Iluminados”; citaré sólo algunas de sus palabras: “Soplar por todas partes un mismo espíritu, dirigir hacia el mismo objeto, en el mayor silencio y con toda la actividad posible, a todos los hombres esparcidos sobre la faz de la tierra: he ahí el problema por resolver aún en la política de los estados, pero sobre la cual se establece el dominio de las sociedades secretas. Una vez establecido este dominio, por la unión y la multitud de los adeptos, haced que la fuerza suceda al imperio invisible: ligad las manos a todos los que resisten, subyugad, ahogad la maldad en su germen. Los sacerdotes y los príncipes resisten a nuestro gran proyecto…. Alrededor de los poderes de la tierra es menester reunir una legión de hombres infatigables… Pero todo esto debe hacerse en silencio. Nuestros hermanos deben sostenerse mutuamente, socorrer a los buenos en la opresión, y tratar de ganar todos los puestos que dan poder para el bien de la Orden” (Bénoit, F. M., I, 173-175).
¿Es o no el plan que aconsejaba Weishaupt el que se ha ejecutado o se está ejecutando en todas partes? ¿Qué se ha hecho en Méjico? ¿Qué se ha hecho en Uruguay, donde se ha llegado hasta prohibir la entrada a los eclesiásticos extranjeros, lo que no se prohíbe a los anarquistas? ¿Qué es lo que se está haciendo actualmente en Rusia?
89. La Masonería en Italia.
No tendría espacio para dar una idea siquiera de lo que Masonería ha hecho en Italia, valiéndose de la política; pero de ello será una muestra la siguiente plancha secreta dirigida a todos los Venerables por el Gran Oriente del Valle del Tíber y firmada por Adriano Lemmi, el 10 de octubre de 1890.
“A los Hermanos de las Venerables Logias Italianas.
“El edificio que los Hermanos del mundo entero están en camino de elevar, no podrá ser declarado construido con solidez, mientras los Hermanos de Italia no hayan dado a la humanidad los escombros de la Institución del gran enemigo.
“Nuestra obra se persigue con actividad en Italia, y el Gran Oriente del Valle del Tíber ha podido, en el aniversario de 1789, proclamar que las leyes en Italia se elaboran a la luz del espíritu de la Masonería universal. Vamos a aplicar el escalpelo al último refugio de la superstición, y la fidelidad del Hermano 33° que está a la cabeza del poder político (Crispi) nos sirve de garantía segura de que el Vaticano caerá bajo nuestro martillo vivificante”.
“Pero para que este trabajo no tenga tregua y no pierda ninguno de los beneficios que de él espera la humanidad, es indispensable que en las próximas elecciones políticas entren en la Cámara Legislativa al menos 400 hermanos. En la legislatura actual son 300. Este número no basta para el trabajo futuro…
“La Logia del Tíber adhiriéndose a las numerosas logias italianas, ha podido obtener que su Venerable Crispi prorrogase la disolución de la Cámara, a fin de que nosotros pudiésemos arreglar juntos las listas de nuestros candidatos a la representación nacional…
“Los hermanos de las diferentes logias obrarán, pues, cerca de los Prefectos, que nos pertenecen en su mayoría, cerca de los Consejos Departamentales y de las personas influyentes por el triunfo de nuestras candidaturas. Quien haya cooperado a la difusión de la luz vivirá de la luz. Es menester poner en la imposibilidad de hacernos daño a los sacerdotes, a los diarios de las tinieblas y aún a los irregulares que han atacado, durante la legislatura actual, a la Masonería bajo pretextos fútiles, tales como la cuestión de los tabacos o la de nuestras influencias. Y aprovechamos esta circunstancia para recordar que son legítimos los medios que nos permitan hacer dinero con el fin de sembrar una propaganda fecunda, y, respecto de nuestras influencias, a las cuales el Gran Oriente no debe renunciar, que las hagamos valer siempre en favor del interés supremo de la Orden.
“El Gran Oriente invoca el Genio de la Humanidad, a fin de que todos los Hermanos trabajen haciendo el último esfuerzo por dispersar las piedras del Vaticano para construir con ellas el templo de la Razón…”
Adriano Lemmi, 33° Delegado Soberano Gran Comendador” (Margiotta. A. L., 196-197).
Es tanto el interés que suele reinar en las logias, que, cuenta Copin-Albancelli, que uno de los rarísimos casos en que advirtió que se daban órdenes en la Masonería, fue aquél en que la Masonería se empeñó por inutilizar para candidato a uno de los Hermanos que, como diputado elegido en 1898, no seguía sus inspiraciones respecto de la campaña antisemítica que se levantó en Francia por aquellos años.
90. Dominio masónico sobre sus adeptos.
No repasaré el simbolismo de varios grados y ritos, que arman a sus adeptos para la revolución y contra los soberanos. Pueden verse en la obra de Bénoit. Siento no poder, por falta de espacio, manifestar hasta dónde llega la dominación masónica sobre sus adeptos políticos, si bien lo que ya se ha dicho es más que suficiente para comprender que con la intervención política de la Masonería resulta terriblemente verdadera la frase de D’Israeli: “Los que gobiernan el mundo no son los que parecen gobernarlo sino los que operan tras de bastidores”. Con razón decía el H.·. Blatin, diputado, en 1888: “Hemos organizado en el seno del Parlamento un verdadero sindicato de Francmasones y me ha sucedido no diez sino cien veces a mí mismo el obtener intervenciones verdaderamente eficaces cerca de los poderes públicos”.
El autor tantas veces citado, Copin-Alancelli, dedica en su libro, Le Pouvoir Occulte, un artículo a los medios de coerción de que dispone la Masonería para mantener a los Diputados, Senadores y Ministros Francmasones en la disciplina masónica. Siento no poder darlo aquí, pero por él se ve que no hay medio: o el político obedece a la sugestión de las logias o cae en la nada de donde las logias lo han levantado.
91. Supervigilancia masónica.
El Gran Oriente de Bélgica ha afirmado categóricamente “el derecho y el deber de las logias de supervigilar los actos de la vida pública de aquellos de sus miembros que ellas han hecho entrar en las funciones políticas, el deber de pedir explicaciones… el deber de aceptarlas con benevolencia cuando son satisfactorias, de reprimir, si dejan de desear, y aun de cortar del cuerpo masónico a los miembros que han faltado grave y voluntariamente a los deberes que su calidad de masón les impone, sobre todo en su vida pública” (Copin, P. O, 132).
¡No deja de ser envidiable la libertad de que gozan en la Masonería los hombres públicos!
92.- La Masonería en Estados Unidos.
Y para que no se crea que en Estados Unidos, donde hay tanto masón, se piensa de otra manera, terminaré este artículo citando algunas palabras pronunciadas por Mr. Merritt, Gran Maestro de Ceremonias y Gran Maestro, en su contestación al brindis “El Gran Consistorio de California”. “Nosotros sostenemos que ningún hombre o corporación de hombres tiene el derecho de influenciar nuestra conducta política. No reconocemos partido. Votamos según los principios de la Masonería del Rito Escocés, y el hombre que pertenece al Rito Escocés y no lo hace así, viola toda obligación, desde la primera hasta la trigésima tercera, cada una de ellas” (Preuss, A. F. 284).
No haré comentarios sobre la patente contradicción que está bastante clara entre la primera afirmación y la última.
93. ¿La Masonería no sabe de política entre nosotros?
Así lo dice en sus Estatutos[3] y lo proclama por boca de sus propagandistas y adeptos. Y, sin embargo, se ve también aquí realizado el milagro que se observó en Francia: que siendo, relativamente al resto de los electores, muy pocos los masones, sin embargo, son muchos sus representantes en las distintas ramas del poder de la nación y en los puestos públicos, como si la mayoría de los chilenos fueran masones. Es cosa sabida de cuántos tienen contacto con el manejo político del país. Éstos saben también que no son los méritos los que se toman en cuenta para dar esa preferencia a los masones, sino la insignia del mandil y las órdenes de las logias, órdenes mucho más respetadas que los acuerdos del Gobierno. Eso está en la conciencia de los que conocen a los hombres. ¡Ojalá me engañara! Los que hemos vivido algún tiempo en Iquique, donde hay más facilidad para conocer a los hombres, sabemos muy bien cuánto ha valido el ser masón para ocupar altos puestos y ser mantenidos en todos los órdenes del poder, al mismo tiempo que se hacía la busca de adeptos para la Masonería, pregonando que la Masonería es una asociación de beneficencia y que en ella no se trata ni de religión ni de política; cosa que se decía, por supuesto, a los que manifestaban temores o desconfianzas, mientras que a otros más preparados para recibir la verdad masónica se les prometía ayudarles a obtener buenos puestos. Naturalmente, los puestos, por muchos que sean, no han de alcanzar para todos. Debe pasar ahora lo que se cuenta en la revista de la Orden que aconteció en tiempos de Santa María, contado por un ex-masón:
“Llegar yo al Ministerio y descargarse sobre mí una lluvia de cartas, de tarjetas, y hasta de telegramas para pedirme empleos públicos y comisiones, todo fue uno. Me pedían LAS LOGIAS EN NOTAS OFICIALES para algunos de sus miembros o para los parientes de éstos, me pedían los hermanos para sí y para los extraños. No se imagine que exagero: hasta para clérigos de vida un tanto airada me pidieron ayuda. (¡Honor para la Orden!) La mayor parte de la correspondencia privada que recibía era de masones, que sin recapacitar en lo que hacían, iban en camino de convertir el Ministerio de mi cargo en oficina de colocación de empleados públicos… Aquello era para volver loco al Ministro y, sobre todo, era abusar de la Masonería, era prostituirla” (“La Verdad”, 15 enero 1921).
Es de tener lástima a los señores Ministros cuando
son masones, sobre todo si ignoran los consejos de los jefes de la Orden:
“Nuestros hermanos deben sostenerse mutuamente… y tratar de ganar todos los puestos que dan poder para bien de la
Orden”.
94. La Masonería influye poderosamente en política.
Los que hemos vivido algún tiempo en Iquique, podríamos refrescar en la memoria cambios de empleados o jefes, horribles hostilidades para con algunos, inesperados favores políticos para con otros, sin que haya habido otra explicación que la intervención de las logias, Se podría citar hechos y nombres; pero no debo herir a nadie. Mi propósito es sólo dar a conocer la verdad, si fuera posible aún a los mismos que han caído víctima del engaño inicial que los llevó a las logias, es decir, la palabra dada de que en ellas se respeta toda religión y toda opinión política.
Yo también había llegado a creerlo tratándose de la política, y parecía confirmarlo el hecho de que fuera masón uno que otro caballero que no pertenecía al partido radical, que sirve de instrumento a la Masonería; pero el que conozca a los hombres verá que esos caballeros o están anulados o están dentro de su partido sirviendo a las inspiraciones de la Masonería, y procediendo de acuerdo con ella en la realización del programa anticristiano, que es su fin principal entre nosotros. Se suele oír en ciertos círculos esta frase: “Esto hay que arreglarlo por medio de la Masonería”. Y hay en verdad cosas que a los ojos del profano no tienen más remedio que un carcelazo, o algún castigo disciplinario, o suspensión, o pérdida de empleo, y sin embargo, una mano oculta, que no es la de Dios, las arregla, con asombro de los pobres profanos, y los culpables se quedan riendo de los cándidos que pensaban que podían regir con ellos las leyes o sanciones públicas del país.
Tenemos, entonces, que la afirmación que hace la Masonería y que suelen hacer también sus adeptos de que en ella no se hace política, es otra gran mentira constitucional de la Asociación, y que las primeras víctimas de ese engaño son los propios adeptos de la Masonería.
95. La Masonería y sus ideales. Palabras mágicas. La
Libertad.
Como al hablar de los fines de la Masonería, ella hace alarde de batallar por los ideales de la libertad, igualdad y fraternidad. Veamos qué hay en eso de sinceridad y de verdad.
Ya sabemos que para la Masonería la libertad es la independencia absoluta de toda autoridad, sea la de Dios, sea la del Rey, sea la de la Iglesia, o del padre, del esposo, etc. “Vos seréis libre; dice a sus adeptos, si sois soberano, si sois sacerdote, rey y dios, si sois el adorador como el adorador del templo”. Es la antigua promesa de la serpiente a nuestros padres (Bénoit, F. M. I, 10).
Semejante libertad en la revuelta, la rebelión contra toda autoridad. Si alguno creyere que hay en esto exageración, no tiene más que leer las declaraciones de autoridades masónicas ya citadas. Hay que darse cuenta también del simbolismo masónico y de los discursos rituales, para comprender toda la profundidad de la libertad masónica. Esos datos pueden verse en Bénoit (La F. M. I, 7).
Cualquiera podría creer, después de leer estas declaraciones de la Masonería y de saber el continuo alarde que hace de esas palabras, libertad, liberalismo, que esa institución deja mucha libertad a sus adeptos. La verdad es todo lo contrario. Es cierto que en el sentido de libertinaje y de la licencia de costumbres hay muchos que han aprendido y practican la libertad masónica, viviendo sin Dios ni ley, como tantos otros que no son masones. La diferencia está en que unos lo hacen por principios y por flaqueza. Pero no hay tiranía igual a la tiranía masónica. Yo mismo he oído decir a masones que sufre la presión que se les hace en las logias, aún contra sus conveniencias comerciales; he oído de otros que quieren recobrar su libertad, retirándose de las logias; he llegado a saber que cuando un hermano se ha tomado la libertad de ir a la iglesia por satisfacer quizás su curiosidad, luego tuvo la visita de otro hermano, para tomarle cuenta de lo que había hecho. Estoy viendo que iniciarse un hermano y perder su libertad religiosa es la misma cosa; porque no puedo suponer que personas serias que vienen a misa el domingo pierdan inmediatamente su fe desde la iniciación cuando todavía no se han dado cuenta de la apostasía que aquella ceremonia significa.
96.- No existe libertad en la Masonería.
En cuanto a los políticos, por lo que se ha dicho poco antes poco antes, se puede ver que son todavía menos libres que los demás ciudadanos. Basta recordar las decisiones del Gran Oriente de Bélgica y la conclusión a que llega, que “es menester ser severo e inexorable contra los que, rebeldes a las advertencias, llevan la felonía hasta apoyar en la vida política actos que la Masonería combate con todas sus fuerzas, como contrarios a sus principios, sobre los cuales no puede ser permitido el transigir” (Copin, P. O. 132-133).
Ahí tenéis, pues, al hermano masón, que no tiene aquella libertad de que goza el último de los ciudadanos; que ha renegado de la infalibilidad de la Iglesia para reconocer una infalibilidad que no sabe dónde está ni de dónde viene. Mientras el profano obedece a autoridades legítimas, visibles, y a leyes que conoce, al Hermano está expuesto a ser manejado como el niño pequeñuelo, según el capricho de esa dirección oculta que, como se ha visto, en Francia lo pasó jugando a la política, haciendo adorar y derrocar sucesivamente a los jefes de la nación. Por algo se le obliga a hacer en las logias ejercicios infantiles.
Por algo también hace sus juramentos, en los cuales renuncia a su voluntad mucho más aún de lo que lo hace un religioso. “Juro obedecer sin restricción, tanto la Const.·. masónica, como los Reglamentos Generales de la Ord.·. etcétera”, dice en Chile el masón. El Minerval de los Iluminados decía: “Prometo un silencio eterno, una fidelidad y obediencia inviolables a todos los superiores y estatutos de la Orden. En lo que es objeto de esta misma Orden, renuncio plenamente a mi propio modo de ver y a mi propio juicio” (Bénoit, F. M. I, 589).
97. Falsas promesas de libertad.
Por otra parte, desde que la Masonería puede imponer la ley, se pueden dar por perdidas aún aquellas libertades que son más naturales e inviolables, como es la libertad de conciencia, la de educar a los hijos, la de vivir cada cual conforme a sus inclinaciones, con tal de no perjudicar a terceros, etc. En Méjico, por ejemplo, está prohibido el traje eclesiástico, desde hace muchos años. Allí, como en Francia y en otras partes, está prohibida la enseñanza religiosa en las escuelas públicas. En Estados Unidos, la Masonería está empeñada en suprimir la enseñanza privada, para obligar a todos los niños a ir a la escuela laica. En varios países, la Masonería ha desconocido las congregaciones religiosas, al mismo tiempo que amparaba toda clase de asociaciones inmorales o subversivas; las que ha expulsado y perseguido como no se persigue en ninguna parte a los anarquistas o subversivos.
La libertad que predica la Masonería es, pues, otra gran mixtificación con que engaña a los propios adeptos y prepara la tiranía para con los extraños y las sociedades en general. La Masonería sabe realizar las instrucciones ya citadas de Weishaupt: “Que la fuerza suceda al imperio invisible: ligad las manos a todos los que resisten, subyugad”, etc.
Los que saben entre nosotros el poderío que la Masonería ejerce en el ramo de la enseñanza y la tendencia a suprimir en ella toda libertad y lo mucho que ya se ha hecho en ese sentido, tendrán en casa una prueba de la libertad masónica.
98. La igualdad masónica.
Cualquiera, al oír repetir con tanto entusiasmo esa palabra como las otras dos, creería que la igualdad se practica con mucha perfección dentro de la Masonería y para con los profanos. Precisamente, sucede todo lo contrario. Al hermano iniciado, desde su misma iniciación, se le hace creer que en la Masonería todos son iguales, salvo la distinción de cargos o dignidades, y sin embargo, no hay asociación alguna en que haya más desigualdad. Los masones compañeros, maestros o de altos grados, llaman “hermano” al aprendiz. “Pero es un hermanito de tres años solamente, que no está iniciado sino en la sociedad de los niños masones, y esta sociedad aún formando cuerpo con las sociedades masónicas de los altos grados, no solamente está debajo de todas, sino que, cosa mucho más importante, está penetrada y realmente dominada por todas. Los aprendices, se puede decir, no pueden entrar en ninguna parte del templo masónico, si no es en cierta parte que se les ha asignado. Asignado, decimos, no reservado, porque ellos no pueden cerrar la puerta a los masones de los grados superiores. Éstos van y vienen como les place en las reuniones de los aprendices, lo mismo que los profesores pueden ir y venir en las diversas clases de los liceos, donde hacen cursos”. Son palabras de un ex-masón (Copin, P. O. 210).
Lo mismo les va pasando a los de los demás grados respecto de los grados superiores: no saben sus secretos, no pueden asistir a sus reuniones, y son constantemente espiados o vigilados, sin que ellos se den cuenta siquiera; lo que les hace ser de peor condición que los niños de la escuela, que al menos saben quién los vigila.
La Iglesia Católica, acusada por la Masonería de mantener la desigualdad entre los hombres, enseña que ante Dios todos los hombres son iguales, y de hecho todos los católicos tenemos la misma doctrina, no hay doctrina oculta para nadie; todos podemos llegar a la misma mesa eucarística, es decir, todos podemos tomar parte en el acto más elevado del culto que profesamos. En la Masonería los masones de los grados inferiores no son más que el juguete de los grados superiores, especialmente de los ocultísimos, en donde se admirarán de la estupidez humana que se deja atraer con el cebo de un secreto que jamás se revela.
99. La fraternidad masónica.
Éste es el otro lema con que la Masonería difunde en rededor suyo una atmósfera de simpatía, especialmente entre aquéllos que necesitan ser alentados en la vida. Esa fraternidad tiene, como se ha dicho, un doble sentido: el de borrar toda diferencia de familia, patria, religión, derechos, etc., y el de mutua protección entre los masones.
No niego que esta fraternidad se ejercite entre hermanos y que sea un derecho legítimo, el de buscar en la asociación esa ayuda mutua; pero con tal que sea dentro de ciertos límites, con tal que no sea contra los derechos que por equidad natural o justicia corresponden a un tercero, o no se causen perjuicios a la sociedad, a la nación o a particulares. Así, por ejemplo, ¿quién negará que las preferencias por los hermanos en el ejército francés causaron gravísimo daño a la institución y pusieron en gravísimo peligro a la nación entera, que en la última guerra, guiada por el instinto de conservación, fue dejando a un lado a los jefes ineptos que la Masonería había encumbrado y llamando a los jefes católicos que ella había dejado en la sombra, y gracias a eso se salvó? ¿Quién negará que las preferencias para con los hermanos en la provisión de los empleos públicos ha dado en todas partes ocasión a grandes desfalcos al fisco y a grandes injusticias para con los particulares? Sería interesante leer la historia de la cuestión de los tabacos en que se vio envuelto el Ven. Crispi y el delegado Supremo Gran Comendador Adriano Lemmi, Gran Maestro de la Masonería Italiana, en 1890. Los masones eran 300 en la Cámara; el total de los diputados 504. El diputado Imbriani pidió que se abriese una investigación. Los diputados masones se vieron en la alternativa de ser o buenos masones o buenos diputados, y para ser buenos masones y ayudar al hermano en sus apuros, negaron la investigación y salvaron al hermano Crispi y al Hno. Y Gran Maestro Lemmi. Margiotta suministra los datos sobre este asunto (Margiotta, A. L., 188 y sigs.).
100. Nuestra Cámara y la Masonería.
En el debate que hubo en nuestra Cámara sobre la Masonería y el Ejército, se leyeron datos interesantísimos sobre la escandalosa cuestión de las fichas en el ejército francés, sistema que usó la Masonería para hacer ascender a los suyos y concederles todas las gollerías posibles y para postergar a los que no eran suyos y negarles todos los favores posibles. Es digna de leerse la interpelación que se hizo en la Cámara con este motivo. Especialmente cuando se trató del castigo impuesto al coronel Quinemont, “que como jefe de regimiento poseía los más bellos estados de servicio del ejército; que había sido hecho subteniente en el campo de batalla de Morsbronn… y que no había cesado de ser soldado irreprochanle”. ¿Por qué fue puesto en reserva? Porque había castigado con toda justicia a un oficial prevaricador. Pero el oficial era hermano y la Masonería lo vengó: “Entre un prevaricador de oficina y un soldado heroico, terminaba el interpelante, dirigiéndose al Ministro, no habéis dudado: Habéis herido al soldado heroico y, habéis protegido al ladrón”. (La Masonería ante el Congreso, p. 73-89).
Ese asunto de las fichas que usó en Francia la Masonería para hacer su trabajo en el ejército, es uno de los más repugnantes y bajos que, sobre todo para un militar, puede haber. ¡Quiera Dios que esa horrible gangrena no esté minando también a nuestro glorioso ejército!
A esos extremos suele conducir la fraternidad interna de la Masonería, para con los suyos, y ésas son también muestras de la fraternidad que ejercita para con los profanos, muestras que, por desgracia y para vergüenza nuestra, comienzan a verse estampadas en la gran prensa del país y a vislumbrarse alrededor nuestro[4]
101. Odios masónicos.
Agregaré también que no he visto odios más encarnizados que los que nacen en las logias contra los infelices que caen en desgracia. Recuerdo principalmente dos casos que han tenido lugar en Iquique, durante el tiempo que he vivido aquí. Quizás a eso se refiere lo que contó no ha mucho un señor Pallavicini a “La Unión” de Valparaíso, del señor Llanos, el español que dio honrosa sepultura a los restos de Prat, que se suicidó en Iquique, en tiempo de la guerra con el Perú, y la razón que da del suicidio es que “se creyó lo más lógico aquí” que lo hizo por orden de la Masonería.
102. Las mejores muestras de la libertad, igualdad y fraternidad masónicas.
Ya se ha visto que la Masonería fue dueña en Francia durante la revolución Francesa, como lo ha sido últimamente, antes de la guerra, según confesión de los mismos masones. Han tenido, pues, la ocasión de manifestar al mundo la realización de aquellos sublimes ideales proclamados por el Cristianismo. Ved lo que han hecho: “En nombre de esa fórmula se ha visto establecer, por decirlo así, de una manera legal, el saqueo, el incendio,, la proscripción, el despojo y el asesinato. Tres años después de su proclamación, nada más que tres años, el ideal de fraternidad revolucionaria terminaba con la innobles matanzas en las prisiones. ¡Sí! Tres años habían bastado para que se produjese esa atroz desfiguración!
“Y un año más tarde era el Terror y los millares de cadáveres con que se ensangrentaba a Francia. En cuatro años la destrucción del verdadero espíritu cristiano y su reemplazo por la contrahechura de que hablamos, tenían, como consecuencia del establecimiento de la más espantosa tiranía de que la historia haya hecho mención jamás”.
A fin de explicar cómo la fraternidad revolucionaria pudo morder tan ferozmente la carne humana, se han buscado razones; pero no se han encontrado sino sinrazones. Se ha dicho que los principios se encontraron falseados por los obstáculos que les fueron opuestos. (El Cristianismo los encontró también y no por eso se convirtió en el destructor de la humanidad: el Cristianismo moría, no mataba).
“Sin duda se encontraron obstáculos. Los hay siempre, cualquier cosa que se haga; pero es lo que reprochamos precisamente a los principios revolucionarios: el haberse dejado falsear tan fácilmente. Han sido falseados en 1789; falseados en 1871; falseados ahora; falseados siempre…” (Copin, C. C. J., 243-244).
103. Odio a la Iglesia.
En los tiempos del Terror, el sacerdote, para poder celebrar una misa, tenía que ocultarse en los bosques y esperar las sombras y el silencio de la noche. Tal era la libertad. Y si era sorprendido, era fusilado o guillotinado por la fraternidad imperante. Cuando volvió la Masonería a adueñarse del poder, a principios de este siglo, puso de nuevo en práctica sus ideales al revés: los ciudadanos franceses fueron expulsados del país por el delito de cargar sotana en una congregación religiosa. ¡Santa libertad! A ellos, que enseñaban la doctrina cristiana, se les prohibió enseñar, mientras que hasta los anarquistas podían predicar sus doctrinas disolventes con toda tranquilidad. ¡Santa fraternidad e igualdad! Sólo los religiosos no podían tener una casa en Francia.
104. Deseo masónico entre nosotros.
Lo que se ha hecho en Francia, en Méjico y en Portugal, bajo el imperio de la Masonería, eso mismo se anhela hacer aquí. Ya están hechas las listas de las propiedades de la Iglesia. Después de la venida del Masón de alto grado M. Martinenche, que vino a despertar las logias chilenas de la inercia en que parecían vivir, se oyen con frecuencia los deseos de que se expulse a los sacerdotes extranjeros de este país, a donde llegan con toda facilidad los extranjeros de todo el mundo, aun los que vienen a predicar ideas subversivas. De la libertad e igualdad en la enseñanza y en la distribución de los puestos públicos, no hay que hablar: todo el país sabe lo que pasa.
La libertad, la igualdad y la fraternidad masónicas son, pues, una mixtificación más, un engaño más, cruelísimo a veces, con la Masonería engaña al mundo profano, como engaña a sus propios adeptos.
105. La moralidad masónica.
Dice el Dr. masón Mackey que es una definición muchas veces citada la que dice que “La Masonería es una ciencia de moral, velada en alegorías e ilustrada por símbolos” (Preuss, A. F., 8). En el art 1° de la Constitución Masónica se nos dice que: “La Orden Masónica tiene por objeto la beneficencia, el estudio de la moral universal y la práctica de todas las virtudes[5]. El Congreso Mas.·. Intern:: de Ginebra (1921), entre los principios de la “Asociac.·. Mas.·. Intern::” establece que “La Francmas.·. tiene por objeto la investigación de la verdad, el estudio y la práctica de la moral…” Es pues, de sumo interés conocer la moral masónica.
106. Ligera explicación.
Fíjese bien el lector que digo la moral masónica y no la moral de los masones. En repetidas ocasiones he dicho que hay en la Masonería muchos hombres sinceros, que nada o casi nada saben de Masonería, que no están sino superficialmente iniciados en sus secretos y doctrinas, que no viven masónicamente, aun cuando tampoco vivan del todo cristianamente. No hablo, pues, de la moral de los masones, en general ni en particular, salvo de aquellos que viven en conformidad con las doctrinas masónicas.
107. Los principios de la moral masónica.
Es imposible precisar los fundamentos de la moral que enseña la Masonería. Y la razón es muy sencilla: esa no es la moral fundada en la Religión Cristiana; no es la fundada en Budismo, ni en el Mahometanismo, ni en ninguna religión particular, por lo mismo que la Masonería prescinde de todas para agrupar en su seno a los hombres de todas las religiones.
Tampoco es una religión fundada en el Deísmo, o conocimiento racional de Dios, puesto que ella ha renegado de Dios, como Ser Supremo, distinto del hombre y superior a él. Y tener una moral que corresponda a las exigencias del cristiano y del materialista, del budista y del mahometano, es simplemente imposible. Y sin embargo, la Masonería afirma que se dedica al estudio de la moral universal y a la práctica de todas las virtudes. ¿Cuál es esa moral maravillosa que puede avenirse con todos los credos religiosos? Es imposible a un profano como yo imaginarla o concebirla.
108. El fin justifica los medios.
A decir verdad, una cosa se encuentra de cierto y de fijo, cuando
se busca la moral masónica no sólo en las declaraciones doctrinarias, que
suelen ser muy falaces, sino en la práctica, en el modo de proceder a que se
ajusta la Masonería, y es ésta: El fin
justifica los medios.
La Masonería suele atribuir a los jesuitas ese principio o norma de moral; en lo cual no hace sino confirmar que miente y que ella es la que sigue esa norma. No hace muchos años se aceptó por parte de los católicos un desafío, con los que les atribuían esa moral, en Alemania, si mal no recuerdo, exponiéndose una buena cantidad de francos por parte del que perdiera. Se nombró un jurado; se examinaron con diligencia las obras de los moralistas jesuitas jesuitas. En ninguna se encontró esa doctrina; en todas se encontró reprobada, como no puede menos de serlo, estando tan claramente condenada por el Apóstol S. Pablo: “Y no (como somos calumniados y dicen algunos que nosotros decimos), hagamos el mal para que resulte un bien. Los que dicen esto son justamente condenados” (Rom., 3, 8). Es, pues, una calumnia que infieren a los jesuitas, empleando una norma corriente en la Masonería. La Civitta Cattolica dio cuenta de aquel desafío.
109. Pruebas concluyentes.
Para no aparecer calumniador yo también, voy a dar las pruebas de que no sólo en declaraciones, sino sobre todo en la práctica, se sigue esa moral.
Desde luego, Weishaupt, el famoso Jefe de los Iluminados, en la instrucción que hace a un iniciado en el grado de Mago, después de recordarle todo lo que se ha hecho antes para descuartizarlo, le dice: “Acordaos que el fin legitima los medios, que el cuerdo debe tomar para el bien todos los medios del malvado para el mal: Los que hemos usado… no son sino un piadoso fraude, etc.” (Ronel, 104).
En la misma secta de los Iluminados se hacía al novicio estas preguntas, entre otras: “2ª. Pregunta: ¿Habéis pesado maduramente que aventuráis un paso importante, al tomar compromisos desconocidos? 6ª.; Si llegaseis a descubrir en la orden algo de malo o de injusto por hacer, ¿qué partido tomarías? 12ª. Pregunta: ¿Estáis dispuesto a dar en toda ocasión a los miembros de nuestra Orden la preferencia sobre todos los demás hombres? 20ª. Pregunta: ¿Os comprometéis a una obediencia absoluta, sin reserva? La respuesta está sugerida en las preguntas, y los archivos de la Orden presentan el protocolo de la recepción de dos novicios. Uno de ellos responde a la sexta pregunta: “Haría aún esas cosas (malas o injustas) si la Orden me las mandase”. Y da esta razón: “Aun cuando podrían ser injustas bajo otro aspecto, dejan de serlo desde que llegan a ser un medio de llegar a la felicidad y para obtener el bien general”. El segundo novicio responde a la misma pregunta: “No rehusaría hacer estas cosas, si contribuyen al bien general”.
“De todos los detestables principios de los iluminados, decía Reuner en su deposición jurídica, el más peligroso me parece éste: El objeto santifica los medios.. Según esta moral y según su práctica fielmente seguida, les bastará para calumniar a un hombre de bien, el suponer que un día podrá poner obstáculos a los proyectos de la Orden. Intrigarán para arrojar a éste de su puesto; asesinarán a otro; en suma, harán todo lo que les conduce al gran fin”. Nota. Reuner fue iluminado; pero se retiró de la secta cuando se dio cuenta de sus principios. Era profesor de la Universidad de Munich.
En el mismo sentido se hicieron varias otras deposiciones jurídicas que pueden verse en Bénoit (f: M. II, 273-274).
110. Todo es permitido.
Hablando de los Carbonarios, decía Juan Vitt, que había llegado al grado de Príncipe Soberano Patriarca: “Todos lo medios para la ejecución de sus proyectos, la ruina de toda religión y de todo gobierno positivo, son permitidos: el asesinato, el veneno, el juramento falso, todo está a su disposición”.
111. Frases antisociales.
En los estatutos de la Alianza humanitaria universal se lee: “Los reyes, los nobles, la aristocracia del dinero, los empleados de la policía o de la administración, los sacerdotes y los ejércitos permanentes, son los enemigos del género humano. Contra ellos uno tiene todos los derechos y todos los deberes. Todo es permitido para aniquilarlos: la violencia y la astucia, el fuego y el fierro, el veneno y el puñal: el fin santifica los medios”.
Pueden verse varios otros testimonios tomados de los mismos estatutos o catecismos masónicos citados por Bénoit (T. II, 274-276).
De conformidad con esas doctrinas morales, Adriano Lemmi, en la plancha secreta ya citada, decía que aprovechaba aquella circunstancia “para recordar que son legítimos los medios” que permitían a los hermanos hacer dinero para su propaganda.
112. Secreto masónico.
Lo que no siempre se dice con toda la crudeza y claridad de las declaraciones citadas y de otras que he omitido en favor de la brevedad, se inculca de otros modos igualmente eficaces: “En todos los institutos masónicos se enseña al adepto desde los primeros grados, que no podrá jamás, bajo ningún pretexto, revelar nada de todo lo que ha visto u oído, de lo que verá y oirán en las logias; se agrega que no está ligado por ninguno de sus compromisos anteriores contrarios a sus nuevos deberes de masón. Es implicítamente declarar que podrá verse obligado a hacer lo que es injusto o a violar sus obligaciones más sagradas”.
“En la mayor parte de los institutos, el
que va a ser recibido jura ejecutar pronta y perfectamente todos los mandatos
que sean dados por sus superiores y aun renunciar a su propio modo de ver y a
su propio juicio, para seguir la conducta que le sea indicada. ¿No es esto
tomar el compromiso de hacer tanto el bien como el mal? (Bénoit, F. M. II, 272-273).
113. Hecho incontestable.
Dice un adagio filosófico que contra el hecho no hay argumento. Si alguna duda quedara de que en la Masonería se sigue esa norma moral: el fin justifica los medios, los hechos, la práctica constante disiparía toda duda. Para no alargar demasiado este trabajo, reduciré esos hechos a tres categorías: la mentira, ya sea en forma de simple mentira, ya en la de hipocresía o calumnia; el crimen, en forma de atentado contra los individuos o contra las sociedades, en forma de revueltas, sediciones, etc., y la deshonestidad y el libertinaje, autorizados y elevados aún a la categoría de un culto o de una ceremonia cultual.
114. La mentira como práctica corriente.
Aunque, por lo que va dicho, casi no hay necesidad de demostrarlo, sin embargo, para que aparezca con mayor luz la moral masónica, agregaré alguna cosa a lo dicho. Desde luego, la Masonería no sólo engaña al que quiere conquistar, como se ha probado, sino que lo engaña, cuando ya esta bajo su dirección: Los grados azules, dice el Dr. Mackey, no son más que el pórtico del templo. Parte de los símbolos se explica allí al iniciado; pero es intencionalmente extraviado con falsas interpretaciones. No se intenta que él los entienda, sino que se imagine que los entiende. Su verdadera explicación está reservada para los Adeptos, los Príncipes de la Masonería”…. (Morand, Dogma, 819, cit. Por Preuss A. M. 12). “La Masonería dice el H.·. Pike como todas las religiones, todos los misterios, Hermeticismo y Alquimia, oculta sus secretos a todos, menos a los Adeptos y Sabios o Electos, y usa explicaciones y representaciones falsas de sus símbolos, para engañar a los que merecen ser engañados… Así la Masonería celosamente oculta sus secretos e intencionadamente extravía a los intérpretes presumidos” (Preuss, A. F., 13-14)[6].
Hablando del engaño que se hace a los iniciados sobre el respeto a las religiones, dice Knigge-Philon en su carta desde luego que descubrir a los adeptos este piadoso fraude, en seguida demostrar por los escritos el origen de todas las mentiras religiosas” (Preuss A. F. 86).
Entre los estatutos de la secta de los Iluminados se lee: “Vosotros tendréis como principio constante entre nosotros que la franqueza no es una virtud sino ante los superiores”. Aplicaos al arte de contrahaceros, de ocultaros, de enmascararos, observando a los demás para penetrar en su interior”; era una de las instrucciones de Westhaupt.
La mentira, decía Voltaire, no es un vicio sino cuando hace mal; es una gran virtud cuando hace bien. Sed, pues, más virtuosos que nunca. Es preciso mentir como un diablo, no tímidamente, no por un poco tiempo, sino audazmente, siempre… Mentis, mentid, amigos míos, yo os lo pagaré, cuando llegue la ocasión, yo sé bien lo que haría; pero como no los tengo, comulgaré por Pascua y vosotros me llamaréis hipócrita hasta que os dé la gana…”
“Guardémonos de explicarnos claramente, decía un alto masón de Módena, antes de haber reconocido bien las disposiciones y la fuerza de carácter del aspirante. Si no lo encontramos bastante sólido… debemos al momento aderezar una nueva batería; a fuerza de astucia y habilidad dar un giro más favorable, debilitar o atenuar la fuerza de cada término hasta hacer desaparecer de ellos nuestra intención… La libertad, la igualdad, debemos decir, no miran a la sociedad, sin pensar en extenderse más allá; no se trata de revuelta, de independencia, de sustracción a toda autoridad. Todo esto debe metamorfosearse en un instante con destreza: No hay más que deberes que cumplir, un Dios que reconocer, virtudes que practicar, sumisión y fidelidad inviolable que observar respecto de toda autoridad. Es menester saber a propósito incensar y adorar al coloso que nos quebranta, para trabajar con más seguridad en su ruina” (Memorial Católico, cit. Por Benoit, F. M., II, 282-284).
¿Cómo se cumplen las instrucciones?
¿Se ponen en práctica o no estos consejos o instrucciones?
Este breve resumen que hace Copin-Alancelli, lo pone a la vista:
“Aunque la Masonería Francesa, como todas las otras, haya comenzado por decirse espiritualista y deísta, de hecho siempre ha tendido a obrar la concentración de los ateos y materialistas.
“Aunque anunciase en su enseña y mientras creyó tener en ello interés, que trabajaba a la Gloria del Gran Arquitecto del universo, se ha apresurado a renegarlo, cuando se sintió libre de toda presión.
“Aunque persiste en proclamar la libertad de conciencia, no quiere ya que se afirme su existencia, ni aún que se pronuncie el nombre del Gran Arquitecto que sus afiliados adoraban en otro tiempo cadenciosamente.
“Aunque afirma su respeto por toda fe religiosa, hace una guerra fanática a la fe católica.
“En fin, aunque haya declarado que no se ocupa de política, se ha instalado dos veces en el poder, que ha ocurrido durante la Revolución como lo ocupa ahora (1910), manifestando su espíritu de tolerancia, a veces por matanzas en masas en las prisiones y fuera de ellas, a veces por las proscripciones, las persecuciones y el monopolio de la enseñanza que se propone establecer para su exclusivo provecho” (Copin, P. O., 100.101).
116. La Masonería y la calumnia.
No haré caudal de las calumnias que aquí mismo, donde era tan fácil destruirlas, la prensa inspirada por la Masonería ha inventado contra el clero, sin que jamás haya hecho un honrado desmentido. ¿Cuántas por ese estilo habrá todas partes! ¡Cuántas que han pasado a la historia, como las inventadas para llevar a cabo la supresión de la Compañía de Jesús, después de cometer con sus miembros toda suerte de vejámenes! Cuando estaba por celebrarse el Congreso Eucarístico de Montreal, que por el número de fieles y por su fervor, quizás ha sido el más grande de todos, la Masonería intentó desbaratarlo levantando calumnias al clero. Felizmente, se pudo saber la maquinación y se previno el golpe y se destruyó el infame plan. ¡Cuántas otras calumnias, como la de los “mónita secreta” de los jesuitas, que la Masonería ha tenido especial cuidado en divulgar y mantener!
En el libro ya citado “The Book of Red and Yellow”, el autor Kelly, entre los puntos que indica que va tratar y probar, señala con el número octavo el siguiente: “Para llevar a cabo todas esas cosas (matanzas, ultrajes, sacrilegios, etc.) con alguna muestra de razón, han publicado (los revolucionarios) los más viles mentiras contra la Iglesia y contra el clero”. Ya sabemos que la Masonería fue como el alma de esa revolución.
Terminaré con el resumen que hace Mgr. Rosset sobre el mentir de la Masonería: “En la campaña que ha emprendido contra el clero, las congregaciones religiosas y la enseñanza cristiana, ella emplea el equívoco, la hipocresía, la tergiversación de la verdad, la mentira, la calumnia, todo lo emplea. Hace mentir la historia, hace mentir los monumentos, mentir la ciencia, mentir la poesía, hace mentir todo; es la conspiración de la mentira universal contra la caridad, la justicia y la verdad” (La F. M., p. 54-55).
117. La moral masónica respecto del crimen.
La lectura del ritual masónico deja ver, al menos en muchos casos, que prepara a sus adeptos para la revolución y para el crimen. “En todos los ritos, dice Bénoit, los masones son sometidos a una educación que les enseña, en la teoría y en la práctica, la violencia. Se les dice que la Orden masónica tiene por fin vengar la muerte de Adonhiram de sus tres compañeros traidores, o la de Jacobo Molay, de “sus asesinos, el Papa, el Rey y Noffodai”. En un grado, el que va a iniciarse, ensaya su valor sobre cuellos y cabezas guarnecidas de tripas llenas sangre; en otro grado, el que va a recibirse debe derribar cabezas colocadas sobre una serpiente, o aun degollar un cordero (grado 30° del Rito Escocés AA), creyendo matar a un hombre. Aquí debe tratar sangrientos combates con enemigos que le disputan la vuelta a su patria; allí hay cabezas humanas expuestas sobre estacas, hay un cadáver encerrado en un ataúd y alrededor los hermanos de duelo conciertan la venganza.
“Estas ceremonias diversas… tienen por fin enseñar a los adeptos que es po la violencia que la Masonería ha de destruir a sus enemigos, los sacerdotes y los reyes, y hacer volver la humanidad al estado de naturaleza.
“Por las mismas razones se prescribe a los miembros de la Jove Italia armarse de un puñal, de un fusil y de cincuenta cartuchos; y en todas las logias, como lo hemos notado, se sacan a relucir espadas, puñales y todo un aparato militar[7].
“En fin, para hacer de todos los hermanos instrumentos pronto a ejecutar los crímenes, para tener en ellos los ejecutores dóciles de los atentados tramados por criminales invisibles, se exige que cada adepto desde su entrada a la orden y a la recepción de un nuevo grado, se ligue con juramentos execrables, jure una obediencia absoluta a jefes desconocidos y se comprometa bajo penas horribles a hacer todo lo que le sea mandado…
118. La violencia masónica.
“En verdad, si se quisiese formar asesinos, diremos con un autor del último siglo, ¿se obraría de otro modo para acostumbrarlos a los horrores de la muerte y hacerlos ahogar los remordimientos de una conciencia que sería capaz de alarmarse?
…¡Ah! si en la Iglesia de Dios se encontrase la sombra siquiera de este aparato de violencia, ¡qué generosos arranques de indignación!
Si la Compañía de Jesús presentase
solamente algunos rastros de esos sombríos juramentos, ¡qué de declamaciones!
Pero esos juramentos atroces, esas pruebas lúgubres, esos despliegues de hachas
y de puñales pertenecen a la Masonería, uno no se indigna y casi siente la
tentación de encontrarlo todo irreprochable! (Bénoit, F. M., I, 354-355).
119. Hecho inexplicable.
En la secta del Martinismo se llega a jurar honrar el agua tofana, un veneno en que entra el opio y las cantáridas, que produce un debilitamiento y consunción que conduce irremediablemente a la muerte. Se jura honrarla “como un medio seguro, pronto y necesario, para purgar la tierra por la muerte o embrutecimiento de los que tratan de envilecer la verdad o de arrancarla de las manos de los masones (Bénoit, F. M., I, 396).
120. Triste enseñanza.
Y la enseñanza del crimen es práctica de veras, a juzgar por lo que el ex-masón Uriele Cavagnari escribía a Lemmi en 1871, retirándose de la Masonería: “…No hay que pensar que la Masonería nos desprecie porque somos pequeños! … No! La Masonería tiene fierro, calumnias y veneno para todo el mundo.
“En la casa y en la villa del difunto Gran Maestre de la Masonería José Petroni, se hacía un doble orden de estudios teórico-prácticos de toxicología mineral, vegetal y animal. Especialista perfecto en la cultura de las tomainas era el Gran Maestre Adjunto Rafael Petroni, y en Roma hay aún personas que pueden atestiguarlo tanto como nosotros” (Margiotta, A. L., 195).
¿Pero toda esa preparación para el crimen ha servido alguna vez para cometerlo? ¿Es culpable la Masonería de algunos crímenes?
121. Castigos masónicos.
Los autores que han escrito sobre la Masonería citan varios, clasificados de castigo de las traiciones, de suicidios ordenados por las logias y de asesinatos individuales; de matanzas, ejecuciones sumarias y saqueos, sediciones, guerras, revoluciones y el Terror. Dentro del plan que me he propuesto y del espacio de que dispongo, no puedo detallar todo eso. Puede verse en Dom Bénoit (F. M., II, 355-405), o en Sena (II, 152-164). Extractaré algo, sin embargo, de lo que traen esos autores:
122. Castigo de traiciones.
Todos conocen el asesinato de Rossi, Ministro de Pío IX, por sus antiguos hermanos de la Carbonara. Todos saben que Orsini fue encargado por las logias, en 1858, para atentar contra la vida de Napoleón III, acusado de infidelidad a sus juramentos, y que desde entonces los sectarios no cesaron de arrancarle nuevas concesiones, con amenazas de muerte.
En el último siglo, el caballero Lescure, que quiso renunciar a la logia Ermenonville, fue envenenado: “Muero víctima de esta infame horda de los Iluminados”, dijo a su amigo el marqués de Montroi.
“En 1833, cuatro italianos, Emiliani, Scuriatti,, Lazzoneschi y Andriani, miembros de la Joven Italia y refugiados en Francia, fueron denunciados a Mazzini y a sus cómplices como culpable: “1° De haber propagado escritos contra la sociedad santa; 2° de ser partidarios del infame gobierno Papal”. Algunos jefes se reunieron en Marsella bajo la presidencia de Mazzini, y sin oír a los acusados, sin darles defensores, condenaron a Emiliano y a Securiatti a la pena de muerte, a Lanzoneschi y Andriani, a ser azotados con varas. Como los condenados estaban refugiados en Rodez, el tribunal agregó a la sentencia el decreto siguiente: “El Presidente de Rodez elegirá cuatro ejecutores de la presente sentencia, que quedarán encargados de ella en el plazo riguroso de veinte días; el que rehusaré incurrirá en la pena de muerte ipso facto”. La sentencia se ejecutó.
123. Sobre el mismo asunto.
“Cuando la Revolución Francesa trabajaba por sus emisarios toda la Europa y preparaba esas numerosas traiciones que debían servir, más aún que el valor de los soldados franceses, para obtener victorias y conquistas provincias, el brabantés Segré, enviado a Portugal para urdir una conspiración, pero descubierto, arrestado y encarcelado, recibió de sus hermanos… un colchón con el anuncio de que encerraba una navaja. El sectario comprendió el lenguaje mudo de sus jefes: pronto se le encontró sobre el colchón nadando en su sangre”. “Cuando, casi por la misma época, la Corte de Viena descubrió esa famosa conspiración de Semonville, dirigida por los clubs de París, y lista para trastornar completamente la monarquía austríaca, varios sectarios se dieron la muerte para escaparse al interrogatorio” (Bénoit, F. M. I, 360-362).
124. Asesinatos de profanos.
Leopoldo II, emperador de Alemania, fue envenenado el de 2 de marzo de 1792 por sectarios italianos, y quince días después, Gustavo III de Suecia, fue muerto a bala por Ankastroem, emisario de la gran logia de presidía Condorcet.
“El Cardenal Mathieu, arzobispo de Benzanzón, y Mons. Besson, Obispo de Nimes, han referido, en cartas conocidas de todo el mundo, las revelaciones que les han sido hechas sobre la resolución tomada en 1787 por el convento de Wilhelmsbad de asesinar a Luis XVI y al rey de Suecia. Esas revelaciones les habían sido hechas por dos antiguos miembros de ese convento… El asesinato del Duque de Berry… el del gran patriota y ardiente católico de Lucerna, José Leu, el del incomparable Presidente del ecuador García Moreno… han sido resueltos y ejecutados por sectarios…”
Cuando se trató en nuestra Cámara de Diputados del asesinato de García Moreno, uno de los defensores de la Masonería opuso por único testimonio la declaración de uno de los asesinos: “Yo lo afirmo y se me debe creer”, decíame ese honorable historiador cuyas palabras, citaba el Hon.·. “La imputación del asesinato a las logias ha sido repetida en todo el mundo civilizado, en la prensa, en las revistas, libros y en discursos desde el propio día del suceso…”
En Chile, don Carlos Walker Martínez, en su magistral discurso sobre el Liberalismo y los principios religiosos, lanzó al rostro de la Masonería ese crimen… y ningún diputado masón osó romper el silencio que siguió a las palabras de aquel hombre extraordinario (La Mas. Ante el Congreso, 68).
125. Hecho moderno.
El famoso crimen de Sarajevo, ocasión de la Gran Guerra, fue también obra de la Masonería. Lo publicó un diario de Londres, poco tiempo después, y fue reproducido por un diario de Iquique. Una logia serbia que funcionaba en Londres lo había decretado.
126. Intento frustrado.
El intento de asesinato del Rey de España, don Alfonso XIII, el día de su casamiento, milagrosamente frustrado, tuvo por autor a un miembro de la Escuela Moderna, centro anarquista de Barcelona, cuyo Director era Ferrer. Pues bien, Ferrer desempeñaba un gran papel en la Masonería. Después de haber sido profesor de Español en los Cursos Comerciales del Gran Oriente, en París, y miembro de la Logia “Les Vrais Experts” y del Capítulo “Les Amis Bienfaisants”, mantenía en España las más estrechas relaciones, en nombre de la Gran logia Regional de Cataluña, con el Gran Oriente de Francia. En el Convento del Gran Oriente se han afirmado los proyectos de establecimiento de una república española y la Gran Logia de Cataluña tiene por programa político la ruina de la monarquía española. ¿Ha tenido parte la Masonería en aquel conato de crimen? El lector podrá juzgar y sabrá por qué se formó tanto ruido en el mundo por el proceso de Ferrer.
¿Quiénes subieron al poder en Portugal, después del asesinato del Rey don Carlos y de su hijo? El lector ya lo sabe. Fue la Masonería la que entró a gobernar el país. ¿Quiénes habrán sido entonces los autores del crimen? El lector lo podrá suponer[8] (Copin, P. O., 85-86; Bénoit, F. M., I, 434).
Cuando se sabe esto, entre otras muchas cosas, cuando se lee que Felipe-Igualdad llevó su crueldad hasta llevar en triunfo a los jacobinos la cabeza de su padre y de su madre, entonces se comprende que por algo la Masonería glorifica a Caín y se jacta de tenerlo por padre y fundador!
127. Matanzas, ejecuciones sumarias y saqueos.
Sería necesario leer la descripción de Taine, libre pensador, para tener idea de lo que pasó en Francia cuando dominaron los masones en 1789 y tres años siguientes: Cuanta más de 150.000 fugitivos y desterrados; 10.000 personas muertas sin ser juzgadas en la sola provincia de Anjou; 50.000 muertos en la sola provincia del Oeste. En 1796, el general Hoche escribía al Ministro del Interior: “No hay sino un hombre por veinte de la población de 1789”. Ha habido hasta 400.000 detenidos a la vez en las prisiones. Más de un millón doscientos mil particulares han sufrido en sus personas; varios millones, todos los que poseían algo, han sufrido en sus bienes (Taine, cit. por Bénoit, F. M. I, 368, nota).
128. Falsa apreciación.
Si la Iglesia Católica, a quien se atribuye falsamente la San Bartolomé, la revocación del Edicto de Nantes, y a quien se echa en cara la prisión de Galileo en un palacio que tenía por cárcel, hubiera hecho una centésima parte siquiera de lo que se hizo en esos cuatro años de furor masónico, ¡cómo estaría aún resonando toda la tierra de las imprecaciones y condenaciones del género humano! Pero lo ha hecho la Masonería, y eso ¡no es más que el fruto de una santa exaltación!
129. Iniquidades masónicas.
¿Qué pasó en Italia cuando las fuerzas organizadas por la Masonería se dejaron caer sobre Nápoles? Se han visto sacrificios humanos de 40 ó de 50 prisioneros a la vez. En Montecoglioso, de 87 prisioneros, 47 fueron pasados por las armas; en Montefiacone, fueron degollados 50 hombres que se habían refugiado en la casa de Dios. En Montecoglioso, un oficial hizo encerrar en una choza diez o doce labradores que no le habían dado buenas indicaciones sobre la marcha de los que defendían a su rey y los quemó en presencia de sus familias. En el tiempo de Garibaldi, poblaciones enteras han asistido a las matanzas de Ariano, de Trasso, de Paduli, de Monemileto, de Terrecuso, de Panepisi, de Sant-Antino, de Castelacio, de Castelsarraceno, de Carbone, de Lutronico, asilos pacíficos de la Agricultura y de la industria…
Según Las cifras oficiales, comunicadas por el Ministerio del interior de Turín, sin duda muy inferiores a la realidad, y referidas por el “Postafoglio Maltese”, habría 30.000 italianos mendigando el pan en tierra extranjera; 80.000 privados de su posición y reducidos a la miseria en el interior; fusilados o caídos en las matanzas más de 18.000.
Los napolitanos reducidos a prisión en
un solo año pasarían de 14.000 (Memorias sobre la Revol. Y los acontecimientos
de Italia. Bénoit, L.
M. II, 371-372).
De las matanzas de religiosos en España en 1834, tomamos de Menéndez Pelayo lo siguiente: “Nadie sabe a punto fijo a nadie quiere confesar cuál era la organización de las logias en 1834; pero en la conciencia de todos está y Martínez de la Rosa (jefe del ministerio entonces) lo declaró abiertamente antes de morir, que la matanza de los frailes fue preparada y organizada por ellos” (Heterod, Esp. T. III, 589).
La matanza tuvo lugar en Madrid el 17 de julio, y fue preparada con la calumnia que los frailes envenenaban las aguas, de donde provenían los estragos del cólera, que por aquellos días eran espantosos. Siguió ese año y el siguiente en otras poblaciones, principalmente en Murcia y Barcelona (25 julio 1835). Hay que leer la descripción que hace Menéndez Pelayo de aquellos horrendos crímenes y sacrilegios, obrados por la Masonería (Heterodoxos, t. III, 590-595).
En 1871, cuando las matanzas e incendios de los comunistas en París, aquella monstruosa Comuna, que destruyó monumentos respetados por las balas enemigas y que hizo morir a bala o quemados con petróleo, los soldados patriotas que habían escapado con vida en la guerra, esa Comuna que asesinó a los rehenes mismos, fue solemnemente aprobada, felicitada y aplaudida por diez mil francmasones, que organizaron con ese fin la más odiosa manifestación (Rosset, la F.M., 193).
130. Sediciones masónicas.
De las sediciones dice Dom Bénoit, que todas las que ha habido desde 1789, si se exceptúa tal vez tres o cuatro, son obra de la Masonería.
Edmond About, redactor de la Opinión Nacional, ha escrito en ella que desde 1728 hasta 1789 no ha hecho otra cosa que conspirar (Rosset, La F.M., p. 67).
Sería demasiado largo entrar a detallar el modo de obrar que se ha seguido, primero con las órdenes dadas en las logias, después con la conquista de soldados o policía y levantamiento de las turbas, para producir el movimiento. Puede verse en el autor citado (F.M. II, 372-388). Es interesante la narración de la revolución de Parma, hecha por Carletti, encargado de ejecutarla. Parece una comedia.
131. Las guerras.
Una vez en el poder, la Masonería ha sido implacable para manejar las fuerzas nacionales en provecho de sus planes. La historia nos dice que, dueña del poder en Francia, el año 1792, en pocos meses y aún en pocos meses y aún en pocos días declaró la guerra a Austria, a Holanda, a Inglaterra, a Italia y a España, y no cesó de trastornar la Europa hasta establecer un nuevo orden de cosas en conformidad a sus aspiraciones. En Crétinneaux-Joli[9], en Margiotta, etc., puede leerse toda la intervención que tuvieron no sólo las logias italianas, sino aún de los Estados Unidos, de Inglaterra y de Francia en las guerras de Italia, para despojar al Papa y a otros soberanos legítimos de sus Estados y para falsificar la violuntad popular, y en la guerra de Crimea que costó tantas vidas.
¿Por qué se han formado tantas coaliciones contra el Austria? ¿Por qué vinieron los desastres de Francia en 1870? ¿Por qué se formó el gran imperio protestante alemán? ¿Por qué Napoleón I encontraba tantos amigos y auxiliares en sus campañas por toda Europa? “Los gobiernos de este siglo, decía en 1876, D’Israeli, primer Ministro de Gran Bretaña, los gobiernos de este siglo no tienen que hacer solamente con los gobiernos, con los emperadores o los reyes y ministros, sino aún con las sociedades secretas, que en el último momento pueden dejar en nada los arreglos, que tienen agentes en todas partes, agentes sin escrúpulos, que empujan al asesinato y pueden, si es menester, ocasionar una matanza” (Discurso en Aglesbury, el 20 de sept. Bénoit, F. M., I, 390-391).
132. La revolución y la Masonería.
Ya antes, al hablar de la Masonería y de la política, se ha esbozado la parte que tuvo la Masonería en todas las revoluciones francesas durante el siglo pasado. Sería interminable seguirla paso a paso al través de la Europa, dice el célebre historiador librepensador Taine: “Habiendo devorado a Francia, la banda emprende devorar a Europa, hoja por hoja, como una cabeza de alcachofa. Pero, ¿para qué contar la tragicomedia que representan y hacen representar en el extranjero? Es una repetición en el extranjero de la pieza que representan en París, una traducción improvisada y ridícula en flamenco, en holandés, en alemán, en italiano, una adaptación local, tal cual, con variantes, recortes, abreviaciones, pero siempre con el final, que es una granizada de sablazos y de culatazos sobre todos los propietarios, comunidades y particulares, para obligarlos a entregar la bolsa y todos los objetos de algún valor: lo hacen hasta quedar en camisa y sin centavo” (Benoit, F. M. II, 392). En efecto, las logias de París, sobre todo la de la Propaganda, habían organizado sucursales en Bélgica, en Holanda, en Alemania, en Suiza, en Italia y hasta en Austria. Zimmermann se gloriaba de haber establecido con el nombre de sociedades literarias o con otros títulos análogos, más de cien de estas logias o de estos clubs. Los miembros recibían la dirección de París, se dedicaban a crear partidarios del “régimen vigente en Francia” y a paralizar la resistencia nacional. “Vuestro país está enteramente minado”, decía Bonaparte a los oficiales italianos que acababan de firmar con él el armisticio de Cherasco. “He encontrado en Génova una suma de 700.000 francos en efectivo, consignada por revolucionarios ocultos, lombardos y piamonteses, para favorecer los progresos del ejército francés” (Cit. Por Bénoit, F. M., I, 395)[10]. “Desde 1821 todas las tentativas y agitaciones revolucionarias de que fue teatro Italia han sido, según Walter, obra de la Francmasonería” (Espasa).
133. Basta de testimonios.
Para muestra creo que basta. El que desee conocer más sobre esa repugnante actitud, tendrá mucho con que entretenerse en las obras citadas.
Allí pueden verse también las pruebas de que la Masonería no sólo presidió, sino que preparó y decretó de antemano la época del Terror, la que en curso de los siglos, entre todas las que han sido de terror, ha merecido por excelencia ese nombre (Bénoit, F.M., II, 397-403).
134. La pureza y honestidad masónicas.
Nadie negará que la pureza de afectos, de pensamientos y de obras sensuales desordenadas, es uno de los puntos más delicados de la moral cristiana, y de tal modo importante, que aun los mismos enemigos de la Iglesia, si son sinceros, admiran su doctrina sobre aquellas virtudes, y si no lo son, hipócritamente buscan como acusarla de no guardarla con perfección. Es, pues, una piedra de toque de la perfección de la moral que se profesa. Veamos cuál es la moral católica sobre este punto. Pero, por lo mismo que es tan delicado, procuraré tocarlo lo más superficialmente que se pueda, remitiendo a los que tengan un interés legítimo mayor a las obras citadas, que suministran muchos datos y documentos.
135. Funestos principios masónicos.
Hay principios masónicos que necesariamente deben conducir a mayor licencia de costumbres a los que los profesan y sienten su influencia, aun cuando sea inconscientemente. Tales son: La libertad masónica; es decir la independencia de toda sujeción, de tal modo que cada cual sea su dios, su rey y su Papa, el adorado y adorador, a la vez.. Cuando no se reconoce ley alguna superior, falta un freno poderoso que contribuya a sujetar las malas inclinaciones.
136. Los mandamientos y los masones.
De ahí viene como consecuencia muy
natural la enseñanza de que el decálogo, o sea los diez mandamientos que todos
nos conocemos, no obliga a los masones. Expresamente lo dice “The Encyclopedia of Freemasonry”: “No
son obligatorios (los diez mandamientos) para un masón como masón, porque la
institución es tolerante y cosmopolita…” (Preuss, A. F., 295-296).
137. El materialismo masónico.
Además, el materialismo que actualmente se profesa en casi toda la Masonería, no permite obligaciones morales. La materia no es libre, no es responsable.
138. La mujer y la Masonería.
Es doctrina masónica también, proclamada por los doctores como Mackey, que “la mujer es esencialmente incapaz de verdadera moralidad; ¡lejos de ellas las cadenas del error y de la ignorancia cristiana y de Moisés!” “El masón no debe luchar contra sus propios instintos”. Son enseñanzas de A. Pike, generalísimo que fue de toda la Orden (Preuss, A. F., 303).
139. La moral humana.
Por otra parte, y en conformidad con los
mismos principios, se dice que el hombre difícilmente tiene una moral superior
a la de los brutos. “El hombre, dice Mackey, gran doctor de la Orden, no tiene
falta o vicio que alguna bestia no los tenga; y por tanto, en sus vicios no es
más que una bestia de orden superior, y difícilmente tiene alguna excelencia
moral, tal vez ninguna que algún animal no la tenga en el mismo grado y aún más
excelente, como la generosidad, la fidelidad y magnanimidad” (Morals and Dogma, 857. Preuss, A. F., 305).
140. Lo que es el alma.
El mismo autor enseña, siempre en conformidad con las doctrinas fislosóficas de la Orden, que el hombre es un animal que ha recibido un rayo de la divinidad que hace las veces de alma. ¡Si será capaz de pecado el rayo de la divinidad o el simple animal!
141. Culto de la carne.
De tales principios proviene todo un culto de lo que en lenguaje cristiano suele llamarse la carne, a tal punto, que según los doctores masones más estudiosos, todo en las logias, todos los símbolos tienen un sentido que tiende al honor, en conformidad con los ritos paganos: escuadra y compás; columnas del templo; árbol del medio y sala del medio, el círculo con el punto en el medio, el culto mismo dado al sol, culto puramente simbólico, todo, digo, va encaminando a honrar las facultades generativas del hombre. La misma letra G, que los ingleses tal vez se imaginan que es la inicial de God, Dios, no es más que la inicial de generación. (A veces le dan también el sentido de geometría). La misma palabra God, si alguna vez la usan con todas sus letras, no es más que la resultante de las iniciales de tres palabras que representan ideas relativas al mismo objeto de culto pagano (Preuss, A. F., 410). (Ver también el cap. Amer. Freem. And Paganismo, entre otros).
142. Falsa moral.
Los mandamientos de la moral masónica, al hablar de la castidad, mandan respetar la mujer o la hija del hermano; de las demás no se preocupan (Preuss, A. F., 302). “En cuanto a pureza, dice Ragón, la Masonería no reconoce sino la limpieza física. No hay otra mancha para el hombre que el desaseo corporal” (Cit. Por Mgr. Rosset, La F. Mas.·. p. 178).
143. Enseñanza corruptora.
En la Masonría de adopción, como llaman a la Masonería de las mujeres, bajo símbolos o leyendas, se les enseña el vicio más nefando y dañoso para la humanidad, el amor de la poligamia, el amor libre y a practicar la beneficencia masónica, con los hermanos o amigos. Los lectores me excusarán de dar más detalles sobre esta materia y de decir lo que se practica en grados más altos aún.
Lo dicho hasta para tener alguna idea de la moral masónica, que es todo el reverso de la moral cristiana, y aun de lo que podríamos llamar la moral natural, que nunca autorizará el sistema de la mentira, de la violencia y de la licencia de costumbres.
144. La honradez masónica.
No había querido tocar este punto, pero como suele ser el más tenido en cuenta por los que dominan las opiniones sociales, cuando se juzga de la moralidad y corrección de los hombres, me es necesario hacerlo, aunque sea brevísimamente.
Repito la advertencia ya muchas veces hecha: No me refiero sino en general a las personas de los masones y sólo a aquéllos que viven masónicamente. Sería injusto si pensara siquiera que tantos y tantos masones, que conozco, en los cuales no han penetrado las doctrinas masónicas, en los cuales no han penetrado las doctrinas masónicas, y que las ignoran casi por completo, fueran a manchar su honradez con actos incorrectos; como sería injusto quien atribuyera a la doctrina católica los robos y escándalos que cometen los católicos que no viven como tales, que no conocen, o al menos no practican, las doctrinas que profesan.
145. La Masonería y los bienes de la Iglesia.
Desde luego, hay que notar en la Masonería el ningún respeto por la propiedad de la Iglesia y el plan sistemático de apoderarse de sus bienes, como lo ha hecho en las varias naciones que ha dominado: Francia, Italia, Méjico, Portugal, España, etc., y como se ve que piensan hacerlo aquí mismo mandando hacer la estadística de sus propiedades. Ya se sabe que en Francia, cuando se hizo la confiscación de los bienes de la Iglesia, se dijo al pueblo que iba a ser para dedicarlo a sus necesidades, y es que eso iba a ser para dedicarlo a sus necesidades, y es notorio también a qué escándalos dio lugar la liquidación. Esa explotación de los bienes que los pueblos cristianos han mirado como sagrados basta por sí sola como lección objetiva muy elocuente para quitar el temor al robo; ¡pero ojalá fuera eso sólo!
146. Mentira masónica.
Comentando una circular del Gran oriente de Francia a las logias de su obediencia, en que se les habla de la prudencia, de la “obra grande y bienhechora de la Masonería”, Copin-Albancelli hace esta observación, que viene a propósito: “La Masonería miente. Trata de hacer creer que su obra es “grande y bienhechora”, que las ideas a las cuales se consagra son “nobles y puras”. Pero los hechos la desmienten; porque hay miembros conspicuos de la congregación masónica que se llaman Wilson; Mayer, antiguo director estafador de la Linterna; Geyer, perceptor, en quiebra de caja; Tomás, el desvalijador de las Iglesias; hay otros en gran número que se cuentan en los panamistas, los suditas, los humbertistas, los defraudadores del sur, los falsificadores de toda especia y los coimeros de toda suerte. ¡Es cosa extraordinaria que una doctrina “noble y pura” produzca tales frutos y en tan gran número!” (Copin, P. O., 9).
Los robos y escándalos de Adriano Lemmi, Supremo Gran Pontífice de la Masonería Italiana, han sido públicos, especialmente los fraudes de la provisión de tabacos, de los cuales ya se ha hecho mención, y otros muchos en que anduvo Crispi, Sciarra, Carducci, el poeta de Satanás, etc. Los narra Margiotta, en su obra Adriano Lemmi.
¡Ojalá la Masonería entre nosotros pudiera levantar la frente siempre pura y limpia de esa mancha que se ha echado encima en otras naciones! ¡Ojalá sólo la Iglesia tuviera que temer de las doctrinas que quitan todo temor de Dios y que enseñan al hombre a no combatir ninguna de sus inclinaciones!
147. La beneficencia masónica.
¿A quién no se le ha dicho muchas veces que la Masonería es únicamente una sociedad de beneficencia? ¡Cuántos se habrán imaginado al oírlo que, fuera del socorro mutuo que se promete a los adherentes, la Masonería se ocupa únicamente del socorro de los necesitados con las grandes sumas que reúne! Desgraciadamente, la Masonería usa tanto, tanto el misterio que, a pesar de que muchos otros secretos se llegan a traslucir por las obras que ejecutan los hermanos, de su beneficencia muy poco, por no decir nada, se trasluce ordinariamente. No digo que bajo sus auspicios no se hagan obras de beneficencia o de filantropía, como les gusta llamarla. Las hacen y a veces grandes; pero no con el dinero de la Orden o Hermandad, sino con el que colectan en fiestas, rifas o loterías, etc.
No voy tampoco a negar la generosidad individual de muchos adeptos; pues hay personas que son naturalmente inclinadas a dar y lo harían siendo o no siendo masones. Pero en Iquique, donde la Masonería está floreciente, con sus cuatro o cinco logias, donde ha reinado durante tanto tiempo, realmente su beneficencia es mucho más misteriosa y secreta que sus conspiraciones contra la Iglesia o sus trabajos políticos, que por algo salen a luz.
148. La generosidad.
Y lo curioso es que lo que me pasa a mí les pasa y les ha pasado a todos los que han puesto alguna atención a las cosas de la Masonería. Ved lo que decía Eckert de su tiempo: “Se dice que la beneficencia es el fin de la Masonería. Pero en ninguna parte se comprueba esa beneficencia, que sería el sello distintivo de la Orden. ¿Dónde están, pues, sus larguezas y actos de generosidad en vasta escala? Jamás se ha visto nada sino cosa muy modesta. Además, esos actos de beneficencia, por mínimos que sean, no han sido sino locales, de ningún modo universales” (La F. M., I, p. 121).
Preuss, por su parte, después de un largo estudio de la doctrina masónica, tal cual la expone Mackey, llega más o menos a la misma conclusión: “Su caridad, dice, es para el pobre Hermano.·. que ha caído en pobreza o desgracia y para ninguno más. Si el hermano ha caído en pobreza, no estaba en esa condición al ser recibido. La prosperidad o al menos el bienestar mudado en pobreza, la fuerza de vigorosa humanidad minada por la edad y necesitada, y esto solamente dentro de los límites de la Orden, que rigurosamente excluye de sus filas a las clases necesitadas, ése es el propio campo de la caridad masónica; si algún campo más estrecho de caridad puede encontrarse, señálesele” (Preuss, A. M., 340).
140. Falsedad masónica.
Y como el Doctor masón había dicho que la principal beneficencia consiste en los beneficios intelectuales de la Orden, enseñando “la verdad de Dios y del alma”; en “quebrantar las cadenas del error y de la ignorancia que antes han tenido al candidato en el cautiverio moral e intelectual”, etc., el autor citado hace ver que, dado el secreto que usan las logias con extraños y aún con los propios hermanos de grados inferiores, esa benevolencia o beneficencia es lo más mezquina que pueda darse, ante una necesidad tan universal de luz masónica como la Masonería tiene que suponer.
Por otra parte, lo que ya se ha dicho hasta aquí y lo que ve todo el que quiere abrir los ojos, la conducta bárbaramente cruel de la Masonería para con sus enemigos, hace pensar que la sonada beneficencia masónica ha de seguir el mismo estilo de las demás afirmaciones que hasta ahora se han estudiado. Cualquiera puede preguntarse: ¿Dónde están las obras de beneficencia masónica? ¿Quién las ha visto?
Fuera de la Masonería Inglesa, que tiene algunas obras de beneficencia, con el auxilio de unos pocos HH.·. ricos, es difícil, si no imposible, divisarlas en otra parte.
150. Formación de una logia.
Como apéndice a esta capítulo transcribiré los siguientes datos sobre la formación de una Logia, que me escribe un amigo en cuya veracidad tengo absoluta confianza:
“He tenido ocasión de sorprender en su primera reunión a los fundadores de una logia aquí en el norte. El H.·. fundador era antiguo meritorio militar, decrépito ya; el Secretario, a quien sorprendimos con el maletín de la documentación en la mano, un Visitador de Escuelas que tuvo que salir… los profesores jóvenes podrían contar el porqué; otro de los fundadores, un militar, tal vez el más envuelto en el pavoroso proceso de ha pocos años, y que ha quedado fuera del Ejército porque no hacía honor al uniforme; un Director de Correos, que era una medianía y que tuvo que optar por ocultar las insignias masónicas que ostentaba sobre su abultado abdomen como dije de cadena; un Director de establecimiento de enseñanza y municipal, que era el tony de las sesiones; otro municipal fatuo e ignorante; un profesor que, por desgracia, lo es todavía, de una inmoralidad públicamente escandalosa dentro y fuera de su hogar; cuatro jovenzuelos sin vergüenza, sin educación y sin ley ni Dios, de patriotismo dudoso; un empleado fiscal henchido de orgullo, elevado de la nada, hereje empedernido y envuelto en ruidos procesos… Tales eran lumbreras que pretendían difundir la luz, la ciencia y la filantropía en aquella ciudad”.
(FIN DE LA SEGUNDA PARTE)
Continuar
en la Tercera parte.
[1] La Revista Católica de El Paso ha dado cuenta que hasta se había prohibido continuar el trabajo para elevar ese monumento.
[2]
Rosset. La F. M., p. 75.
[3] “La Masonería respeta tanto la fe religiosa como las simpatías políticas de sus miembros”. (Const. de la Gr.·. Log. De Chile, 1912).
[4] “Aun la sospecha universalmente extendida de que la justicia en algunas veces estorbada y los criminales masones librados del debido castigo, no puede creerse sin fundamento. Dicha práctica de mutua ayuda es tan reprensible que aun autores masones (e.g. Krause Macbach) la condenan severamente (CATH. ENCYCL).
[5] “La F. M.·. es una institución esencialmente filosófica y progresista, tiene por objeto la investigación de la verdad, el estudio de la moral y la práctica de todas las virtudes” (Constit.·. de 1912).
[6] Ya se ha dicho que es falso que la religión cristiana tenga una doctrina pública y otra secreta. Todas las verdades que enseña son para todos los fieles, y la autoridad docente tiene interés en que todas las conozcan.
[7] Ver los estatutos de la Joven Italia, (Bénoit, F. M. II, 60-61).
[8] Ver en Magiotta, adriano Lemmi 24 y sigs. el complot masónico para asesinar a Fernando de Nápoles, p. 20 sigs. el complot de las logias que terminó con el asesinato del Duque de Parma (1854).
[9] L’Église Romaine en face de la Révolution.
[10] “Hemos adquirido (con Guillermo III de Prusia, decía Hangewitz, la convicción de que todas las asociaciones masónicas, desde la más modesta hasta la más elevada, no pueden proponerse sino explorar los sentimientos religiosos, ejecutar los planes más criminales y servirse de los primeros como de manto para cubrir los segundos” (Eckert II, 179).