FILOSOFIA ORIENTAL Y NUEVA FISICA (FRIJTOF CAPRA) : * ESTE MATERIAL ESTA EXTRAIDO DEL LIBRO " EL TAO DE LA FISICA DE FRIJTOF CAPRA",POR UNA RZAON DE ESPACIO Y VELOCIDAD,PARA QUE PUEDA LLEGAR FACIL Y RAPIDO A TODO,COMO TEXTO, II EL CAMINO DEL MISTICISMO ORIENTAL 5 HINDUISMO Para comprender cualquiera de las filosofías que voy a describir, es importante darse cuenta de que en esencia son religiosas. Su meta principal es la experiencia directa y mística de la realidad y puesto que tal experiencia es religiosa por naturaleza, estas filosofías son así inseparables de la religión. Más que en ninguna otra tradición oriental, esto es cierto en el hinduismo, en él esta conexión entre filosofía y religión es particularmente fuerte. Se ha dicho que casi todo el pensamiento de la India es en cierto sentido, pensamiento religioso y el hinduismo no sólo ha influenciado a lo largo de muchos siglos la vida intelectual de la India, sino que casi ha determinado totalmente su vida cultural y social. El hinduismo no puede ser denominado filosofía pero tampoco constituye una religión bien definida. Se trata más bien de un amplio y complejo cuerpo socio-religioso, compuesto por innumerables sectas, cultos y sistemas filosóficos, que implican numerosos rituales, ceremonias y disciplinas espirituales, al igual que la veneración de innumerables dioses y diosas. Las muchas facetas de esta compleja pero persistente y poderosa tradición espiritual son un reflejo de las complejidades geográficas, raciales, lingüísticas y culturales del vasto subcontinente indio. Las manifestaciones del hinduismo abarcan desde filosofías altamente intelectuales, que incluyen conceptos de un nivel extraordinariamente elevado, hasta las ingenuas e infantiles prácticas rituales del pueblo. Si bien la mayoría de los hindúes son sencillos aldeanos que mantienen viva la religión popular con su adoración diaria, el hinduismo ha generado por otro lado, un gran número de notables maestros espirituales que han transmitido sus profundas ideas. La fuente espiritual del hinduismo radica en los Vedas, colección de antiguas escrituras hechas por sabios anónimos, los llamados "videntes" védicos. Existen cuatro Vedas, de ellos el más antiguo es el Rig Veda. Escritos en sánscrito antiguo, la lengua sagrada de la India, los Vedas han mantenido a través de los siglos la más alta autoridad religiosa, aceptada por la mayoría de los sectores del hinduismo. En la India, cualquier sistema filosófico que no acepte la autoridad de los Vedas, es considerado heterodoxo. Cada uno de estos Vedas se compone de varias partes que fueron recopiladas en diferentes períodos, probablemente entre los siglos XV y V a.C. Las partes más antiguas son himnos y oraciones sagradas. Las partes que siguen tratan de sacrificios rituales relacionados con los himnos védicos, y las últimas, llamadas los Upanishads, presentan un contenido altamente filosófico y práctico. Los Upanishads contienen la esencia del mensaje espiritual hinduísta y han sido guía e inspiración de las mentes más grandes de la India durante los últimos veinticinco siglos, de acuerdo con el consejo dado por sus versos: Tornando como arco la potente arma del Upanishad, debes colocar en él la afilada flecha de la meditación. Ténsalo con un pensamiento dirigido a la esencia de Aquello. Y penetra el blanco imperecedero, amigo mío.1 1 Mundaka Unpanishad, 2.2.3. Sin embargo el pueblo sencillo y llano, no ha recibido las enseñanzas del hinduismo de los Upanishads, sino a través de un gran número de cuentos populares, extraídos de enormes epopeyas, que son la base de la amplia y pintoresca mitología india. Una de tales epopeyas, el Mahabharata, contiene el texto sagrado favorito de la India, el bello poema espiritual denominado el Bliagavad Gita. El Gita, como normalmente se le denomina, es un diálogo entre el dios Krishna y el guerrero Arjuna, quien se encuentra desesperado por verse obligado a combatir contra sus propios parientes en la gran guerra familiar que constituye la historia principal del Mahabharata. Krishna, disfrazado como auriga de Arjuna, conduce su carro directamente entre los dos ejércitos y en medio del dramático cuadro de la batalla empieza a revelara Arjuna las verdades más profundas del hinduismo. A medida que el dios habla, el fondo realista de la guerra entre las dos familias pronto se desvanece y se ve claramente que la batalla de Arjona es la batalla espiritual de la humanidad, la batalla del guerrero en busca de la iluminación. El mismo Krishna aconseja a Arjuna: Mata, pites, con la espada ele la sabiduría la duda nacida de la ignorancia que yace en tu corazón. Sé uno (en armonía contigo mismo) en el Yoga, y levántate, gran guerrero, levántate.2 2 Bhagavad Gita, 4.42. La base de la instrucción espiritual de Krishna, como la de todo el hinduismo, es la idea de que la multitud de cosas y acontecimientos que nos rodean no son más que manifestaciones de la misma realidad última. Esta realidad, llamada Bralunan, es el concepto unificante que da al hinduismo su carácter esencialmente monista, pese a la adoración de numerosos dioses y diosas. Brahman, la realidad última, es el "alma" o esencia interna de todas las cosas. Es infinito y trasciende todos los conceptos; no puede ser entendido por el intelecto, ni tampoco puede ser adecuadamente descrito con palabras: "Brahman el sin principio, el supremo, el que está más allá de lo que es y de lo que no es".3 "Ese Alma suprema es incomprensible, ilimitada, no nacida, no se puede razonar, es impensable".4 Sin embargo, la gente desea hablar de esta realidad y los sabios hindúes con su característica inclinación hacia el mito representaron a Brahman como la divinidad y hablan de él en lenguaje mitológico. A los diversos aspectos de la divinidad se les ha dado los nombres de varios dioses venerados por los hindúes, pero las escrituras aclaran que todos estos dioses no son sino reflejos de la única realidad última: La gente dice: "¡Adora a este dios!, ¡adora a aquél! - uno después de otro-, pero todo es la creación de Brahman. Y él mismo es todos los dioses.5 3 Bhagavad Gita, 13. 12. 4 Maitri Upanishad, 6.17. 5 Brihad-aranyaka Upanishad, 1.4.6. La manifestación de Brahman en el alma humana es llamada Atoran y la idea de que Atoran y Brahman, l a realidad individual y la realidad última, son una misma cosa constituye la esencia de los Upanishads: Aquello que es la más fina esencia -el alma de todo este mundo. Esa es la Realidad. Eso es Atman. Eso eres tú.6 6 Chandogya Upanishad, 6.9.4. El tema básico constantemente repetido en la mitología hindú es la creación del mundo mediante el autosacrificio de Dios -"sacrificio" en el sentido general de "sacralizar"donde Dios se convierte en el mundo el cual, al final, vuelve a ser Dios de nuevo. A esta actividad creativa de la divinidad se la llama lila, el juego o el teatro de Dios, y el mundo es considerado como el escenario de la obra divina. Como la mayor parte de la mitología hindú, el mito de lila tiene un fuerte componente mágico. Brahman es el gran mago que se transforma en el mundo y realiza esta hazaña con su "mágico poder creativo", y este es el significado original dado a maya en el Rig Veda. La palabra maya -uno de los términos más importantes en la filosofía hindú- ha ido cambiando su significado con el paso de los siglos. De ser el "poder" o la "fuerza" del actor y mago divino, llegó a significar el estado psicológico de cualquiera que se halle bajo el encanto de su obra mágica. Mientras confundamos los millones de formas de la divina lila con la realidad, sin percibir la unidad de Brahman subyacente en todas estas formas, estaremos bajo el encanto de maya. Así Maya, no significa que el inundo sea una ilusión, como equivocadamente se afirma con frecuencia. La ilusión radica simplemente en nuestro punto de vista, si creemos que las formas y las estructuras, las cosas y los sucesos que nos rodean son realidades de la naturaleza, en lugar de damos cuenta de que son conceptos de nuestra mente que todo lo mide y clasifica. Maya es la ilusión de tomar esos conceptos por la realidad, la ilusión de confundir el mapa con el territorio. Bajo el punto de vista hindú de la naturaleza, todas las formas son el relativo, fluido y siempre cambiante maya, conjuradas por el gran mago de la obra divina. El mundo de maya cambia continuamente porque la divina lila es una obra rítmica y dinámica. La fuerza dinámica de esa obra es el karma, otro concepto importante del pensamiento hindú. Karma quiere decir "acción". Es el principio activo de la obra, el universo total en acción, donde todo está dinámicamente relacionado con todo lo demás. En palabras del Gita: "Karma es la fuerza de la creación, de donde obtienen su vida todas las cosas".7 7 Bhagavad Gita, 8.3. 8.- Ibid 3.27-28. El significado de karma, como el de maya, ha degenerado desde su nivel cósmico original hasta el nivel humano, donde adquirió un sentido psicológico. Mientras tengamos una visión del mundo fragmentada, mientras estemos bajo el encanto de maya y pensemos que estamos separados de nuestro entorno y que podemos actuar independientemente, estaremos atados por el karma. Liberarnos de los lazos del karma significa darnos cuenta de la unidad y la armonía de toda la naturaleza, incluyéndonos a nosotros mismos, y significa también actuar en consecuencia. El Gita es muy claro sobre este punto: Todas las acciones tienen lugar en el tiempo por la interacción de las fuerzas de la naturaleza, pero el hombre perdido en su egoísta ilusión, cree que él es el actor. Sin embargo el hombre que conoce la relación entre las fuerzas de la naturaleza y los actos, ve cómo algunas fuerzas de la naturaleza actúan sobre otras fuerzas de la naturaleza, y no se convierte en su esclavo. Liberarse del encanto de maya y romper los lazos del karma significa darse cuenta de que todos los fenómenos que percibimos con nuestros sentidos son parte de la misma realidad. Significa experimentar, de una manera concreta y personal, que todo, incluyendo nuestro propio yo, es Brahman. A esta experiencia en la filosofía hindú se le llama moksha o liberación, y constituye la pura esencia del hinduismo. El hinduismo dice que existen innumerables formas de liberación. No espera que todos sus seguidores se acerquen a la divinidad del mismo modo y por tanto, proporciona diferentes conceptos, diferentes rituales y diversos ejercicios espirituales, adecuados para los diferentes modos de conciencia. El hecho de que muchos de estos conceptos o prácticas sean contradictorios no preocupa a los hindúes en lo más mínimo, porque saben que Brahmín está más allá de los conceptos y de las imágenes. De esta actitud procede la gran tolerancia y eclecticismo característicos del hinduismo. La escuela hinduísta más intelectual es la Vedanta, que está basada en los Upanishads y que acentúa a Brahman como un concepto impersonal y metafísico, libre de todo contenido mitológico. Sin embargo, pese a su alto nivel filosófico e intelectual, la forma de liberación vedántica es muy diferente de la que pueda presentar cualquier escuela de filosofía occidental, e incluye la meditación diaria y otros ejercicios que posibilitarán la unión con Brahman. Otro importante método de liberación es el conocido con el nombre de yoga, palabra que significa "acoplar" o "unir", y que se refiere a la unión del afina individual con Brahman. Hay varias escuelas o "senderos" de yoga que incluyen algunos entrenamientos físicos básicos y varias disciplinas mentales ideadas para personas de diferentes tipos y de diferentes niveles espirituales. Para el hindú común, la forma más popular de acercarse a la divinidad es adorarla en forma de un dios o diosa personal. La fértil imaginación hindú ha creado miles de deidades, que aparecen en innumerables manifestaciones. Las tres divinidades más veneradas en la India hoy son Shiva, Vishnú y la Madre Divina. Shiva es uno de los más viejos dioses hindúes, que puede asumir muchas formas. Se le llama Mahesvara, el Gran Señor, cuando es representado como la personificación de la plenitud de Brahman aunque puede también personificar muchos aspectos individuales de la divinidad, siendo su más célebre apariencia la de Nataraja, el Rey de los Danzantes. Como bailarín cósmico, Shiva es el dios de la creación y de la destrucción, que con su danza mantiene el ritmo sin fin del universo. Vishnú, aparece también bajo muchos disfraces, siendo uno de ellos el dios Krishna del Bhagavad Gita. En general, el papel de Vishnú es el de preservador del universo. La tercera divinidad de esta triada es Shakti, la Divina Madre, la diosa arquetípica que representa en sus diversas formas, a la energía femenina del universo. Shakti también aparece como esposa de Shiva y algunas veces se muestra a ambos en apasionado abrazo, en magníficas esculturas religiosas que irradian una extraordinaria sensualidad, algo completamente desconocido en cualquier arte religioso occidental. Al contrario que en la mayor parte de las religiones occidentales, en el hinduismo el placer sensual nunca fue suprimido, porque el cuerpo siempre ha sido considerado como parte integrante del ser humano y no como algo separado del espíritu. El hindú, por tanto, no intenta controlar los deseos del cuerpo mediante la voluntad consciente, sino que pretende realizarse a sí mismo con todo su ser, cuerpo y mente. Incluso dentro del hinduismo se desarrolló una rama, el tantrismo medieval, en el que se buscaba la iluminación a través de una profunda experiencia de amor sensual "donde cada uno es ambos", de acuerdo con las palabras de los Upanishads: Al igual que un hombre al abrazar a su amada esposa, no sabe nada de lo de dentro ni de lo de, fuera, del mismo modo la persona, en su abrazo con el Alma inteligente, no sabe nada de lo dentro ni de lo defiera.' 9 Brihad-aranyaka Upanishad, 4.3.21 Shiva estaba estrechamente relacionado con esta forma medieval de misticismo erótico, y lo mismo sucedía con Shakti y otras numerosas deidades femeninas que abundan en la mitología hindú. Esta abundancia de diosas muestra una vez más que en el hinduismo el lado físico y sensual de la naturaleza humana, que siempre se ha asociado con lo femenino, es una parte integrante de la divinidad. Las diosas hindúes no suelen aparecer como vírgenes santas, sino en abrazos sensuales de asombrosa belleza. La mentalidad occidental se confunde con facilidad entre el fabuloso número de dioses y diosas que llenan la mitología hindú, en sus diversos aspectos y encarnaciones. Para comprender cómo pueden los hindúes entenderse con esta multitud de divinidades, debemos ser conscientes del fundamento del hinduismo: en esencia todas estas divinidades son idénticas. Todas son manifestaciones de la misma realidad divina, que refleja diferentes aspectos de lo infinito, del omnipresente, y -finalmente- incomprensible Brahman. 6 BUDISMO Durante muchos siglos, el budismo fue la tradición espiritual dominante en la mayor parte de Asia, incluyendo los países de Indochina, así como Sri Lanka, Nepal, Tíbet, China, Corea y Japón. Al igual que el hinduismo en la India, tuvo una fuerte influencia sobre la vida intelectual, cultural y artística de estos países. Pero sin embargo, a diferencia del hinduismo, el budismo se remonta a un solo fundador. Siddharta Gautama, el llamado Buda "histórico" vivió en la India a mediados del siglo VI a.C., durante el extraordinario período que vio el nacimiento de tantos genios espirituales y filosóficos: Confucio y Lao Tse en China, Zaratustra en Persia y Pitágoras y Heráclito en Grecia. Mientras el sabor del hinduismo es mitológico y ritualista, el del budismo es definitivamente psicológico. Buda no estaba interesado en satisfacer la curiosidad humana sobre el origen del mundo, la naturaleza de la divinidad, o asuntos similares. Le interesaba exclusivamente la situación del hombre, el sufrimiento y las frustraciones de los seres humanos. Su doctrina, por lo tanto, no fue una doctrina metafísica, sino más bien de psicoterapia. Mostró el origen de las frustraciones humanas y enseñó la forma de vencerlas, aprovechando los tradicionales conceptos indios de maya, karma, nirvana, y otros, y dándoles una interpretación nueva, dinámica, psicológica y directa. Tras la muerte de Buda, el budismo se desarrolló dentro de dos escuelas principales, la escuela Hinayana y la escuela Mahayana. La Hinayana, o Pequeño Vehículo, es una escuela ortodoxa que se ajusta al pie de la letra a la enseñanza de Buda, mientras que la Mahayana, o Gran Vehículo, muestra una actitud mucho más flexible, en la creencia de que el espíritu de la doctrina es más importante que su formulación original. La escuela Hinayana se estableció en Ceilán, Bunna y Tailandia, mientras que la Mahayana se extendió a Nepal, Tíbet, China y Japón, convirtiéndose finalmente en la más importante de las dos escuelas. En la India, tras unos cuantos siglos, el flexible y asimilador hinduismo adoptó a Buda finalmente corno una encarnación del polifacético dios Vishnú. El budismo Mahayana al extenderse por Asia, entró en contacto con gentes de muy diferentes culturas y mentalidades, quienes interpretaron la doctrina de Buda desde su propio punto de vista, elaborando muchas de sus sutilezas con gran detalle y añadiendo sus propias ideas originales. De esta manera, el budismo se conservó vivo con el paso de los siglos, desarrollando una filosofía altamente sofisticada, con profundos aspectos psicológicos. A pesar de su alto nivel intelectual, el budismo Mahayana nunca se pierde en pensamientos especulativos y abstractos. Cono siempre ocurre en el misticismo oriental, el intelecto es considerado simplemente como un medio para limpiar el camino hacia la experiencia mística directa, a la que los budistas llaman "el despertar". La esencia de esta experiencia es ir más allá del inundo de las diferencias y de los opuestos intelectuales, para llegar al mundo de acintya, lo impensable, donde la realidad se muestra como una eseidad simple, no dividida e indiferenciada. Esta fue la experiencia que Siddharta Gautama tuvo una noche, después de siete años de agotadora disciplina en los bosques. Sentado en profunda meditación bajo el célebre Arbol Bodhi, el Arbol de la Iluminación, logró de pronto la final y definitiva aclaración de todas sus indagaciones y sus dudas, en el acto del "insuperado y completo despertar", que lo convirtió en el Buda, es decir, "el Iluminado". Para el mundo oriental, la imagen del Buda en estado de meditación es tan significativa como la imagen del Cristo crucificado para Occidente, y ha inspirado a incontables artistas de toda Asia, quienes crearon magníficas esculturas de Budas en meditación. Según la tradición budista, inmediatamente después de su iluminación, el Buda fue al Parque del Ciervo, de Benarés, para predicar la doctrina a sus primeros compañeros eremitas. La expresó en la célebre forma de las Cuatro Nobles Verdades, compacta presentación de su doctrina esencial que no difiere de la exposición que haría un médico, quien primero identifica la causa de los males de la humanidad, después afirma que pueden ser curados y finalmente prescribe el remedio adecuado. La Primera Noble Verdad establece la característica sobresaliente de la situación humana, duhklui, que es el sufrimiento o la frustración. Esta frustración tiene su origen en nuestra dificultad para enfrentarnos al hecho básico de la vida: que todo cuanto existe a nuestro alrededor es impermanente y transitorio. "Todas las cosas aparecen y se desvanecen"1, dijo el Buda, y la idea de que el flujo y el cambio son los rasgos básicos de la naturaleza constituye la raíz misma del budismo. El sufrimiento surge, desde el punto de vista budista, cada vez que nos oponemos al flujo de la vida e intentamos aferrarnos a formas fijas que son todas maya, ya se trate de cosas, sucesos, personas o ideas. Esta doctrina de impermanencia incluye también el concepto de que no existe ego, ni "yo" alguno, que sea el sujeto permanente de nuestras cambiantes experiencias. 1 Dhammapada, 113. El budismo dice que la idea de un yo individual y separado es una ilusión, otra forma de maya, que es un concepto intelectual desprovisto de realidad. Aferrarse a este concepto conduce a la misma frustración que el apego a cualquier otro tipo fijo de pensamiento. La Segunda Noble Verdad trata sobre la causa del sufrimiento, trisnha, que es el apego: el inútil asimiento a la vida, basado en un punto de vista equivocado llamado en la filosofía budista avidya, o ignorancia. A causa de esta ignorancia, dividimos el mundo en cosas individuales y separadas, y de este modo intentamos confinar las fluidas y cambiantes formas de la realidad en categorías determinadas, creadas por la mente. Mientras prevalezca esta manera de ver, estaremos destinados a experimentar frustración tras frustración, tratando de apegarnos a cosas que vemos como frases y sólidas, pero que de hecho, son pasajeras y siempre cambiantes, estaremos atrapados en un círculo vicioso en el que cada acto generará más actos y la respuesta a cada pregunta originará nuevas preguntas. Este círculo vicioso se conoce en el budismo como samsara, el círculo del nacimiento y la muerte, dibujado por el karma, la cadena sin fin de causas y efectos. La Tercera Noble Verdad afirma que el sufrimiento y la frustración pueden terminarse. Es posible trascender el círculo vicioso del samsara, es posible liberarse del cautiverio del karma, y alcanzar un estado de total liberación llamado nirvana. En este estado, los falsos conceptos de un yo separado desaparecen para siempre y la unidad de toda la vida se convierte en una vivencia constante. El nirvana es el equivalente del moksha de la filosofía hindú y, al ser un estado de conciencia que trasciende los conceptos intelectuales, se resiste a toda descripción. Alcanzar el nirvana es obtener el despenar, la iluminación, el espíritu de Buda. La Cuarta Noble Verdad es la prescripción del Buda para terminar con todo sufrimiento, el Octuple Camino de autodesarrollo que conduce al estado espiritual del Buda. Las dos primeras etapas de este camino, como ya he mencionado, están relacionadas con el bien ver y bien saber, es decir, con una clara percepción de la situación humana, que constituye el necesario punto de partida. Las cuatro etapas siguientes tienen que ver con la correcta forma de actuar. Dan las reglas de vida para el sendero budista, el cual es un Sendero Medio, que transcurre entre extremos opuestos. Las dos últimas etapas están relacionadas con la verdadera conciencia y la correcta meditación y describen la experiencia mística directa de la realidad, que constituye la meta final. El Buda no desarrolló su doctrina en un sistema filosófico consistente, sino que simplemente la consideró como un medio para alcanzar la iluminación. Sus afirmaciones sobre el mundo estaban destinadas a resaltar la impermanencia de todas las "cosas". Insistía en que debernos liberamos de toda autoridad espiritual, incluyendo la suya propia, y manifestaba que él sólo podía mostrar el camino que lleva a lograr el espíritu de Buda, siendo responsabilidad de cada individuo seguir o no por este camino con su propio esfuerzo. Las últimas palabras del Buda en su lecho de muerte reflejan su visión del mundo y su actitud como maestro: "La decadencia es inherente a todas las cosas compuestas, esforzaos diligentemente".2 2 Digha Nikaya, ii,154. En los primeros siglos después de la muerte de Buda, se celebraron varios Grandes Concilios, por parte de los monjes dirigentes del budismo, en los que fue establecida la totalidad de la enseñanza, surgiendo ya diferencias de interpretación. En el Cuarto de estos concilios, que tuvo lugar en la isla de Ceilán en el siglo primero de nuestra era, la doctrina, que había sido transmitida de palabra durante más de quinientos años, fue por vez primera recogida por escrito. Este documento, escrito en lengua pali, es conocido como el Canon Pali y constituye la base de la escuela ortodoxa Hinayana. La escuela Mahayana, por otro lado, está basada en un determinado número de sutras, textos de extensas dimensiones, escritos en sánscrito cien o doscientos años después, que presentan la enseñanza del Buda de una manera más sutil y elaborada que el Canon Pali. La escuela Mahayana se llama a sí misma el Gran Vehículo del budismo porque ofrece a sus seguidores una gran variedad de métodos o "medios útiles" para alcanzar el espíritu del Buda. Dicha variedad incluye desde doctrinas basadas en la fe religiosa en las enseñanzas del Buda, hasta elaboradas filosofías que implican conceptos muy similares a los del pensamiento científico moderno. El primer predicador de la doctrina Mahayana y uno de los más profundos pensadores y patriarcas budistas, fue Ashvaghosha, quien vivió en el siglo primero de nuestra era. Difundió los pensamientos fundamentales del budismo Mahayana, en particular los referentes al concepto budista de la "eseidad", en un libro llamado El despertar de la fe. Este texto, lúcido y en extremo hermoso, que en muchos aspectos recuerda al Bhagavad Gita, constituye el primer tratado de la doctrina Mahayana y se convirtió en la principal referencia para todas las escuelas del budismo Mahayana. Probablemente tuviera Ashvaghosha una fuerte influencia sobre Nagarjuna, el filósofo mahayana más intelectual, quien empleó una dialéctica altamente sofisticada a fin de mostrar las limitaciones de todos los conceptos de la "realidad". Con brillantes argumentos, derribó las propuestas metafísicas de su tiempo, demostrando que la realidad última no se puede comprender por medio de conceptos e ideas. Por ello, le dio el nombre sunyata, "el vacío", o "la vacuidad", término equivalente al tathata de Ashvaghosha. Una vez reconozcamos la futilidad de todo pensamiento conceptual, experimentaremos la realidad como eseidad pura. La afirmación de Nagarjuna en el sentido de que la naturaleza esencial de la realidad es el vacío, no es la afirmación nihilista por la que siempre se la suele tomar. Simplemente significa que todos los conceptos sobre la realidad formados por la mente humana están, finalmente, vacíos. La realidad o vacuidad misma no es un estado de simple nada, sino la misma fuente de toda vida y la esencia de todas las formas. Los puntos de vista del budismo Mahayana presentados hasta ahora reflejan su lado intelectual y especulativo. Esto, sin embargo, conforma sólo una parte del budismo. El Complemento de ésta es la conciencia religiosa del budista que implica fe, amor y compasión. La verdadera sabiduría de la iluminación (bodhi) se considera en el budismo Mahayana compuesta de dos elementos que D.T. Suzuki llamó "los dos pilares sobre los que se apoya el gran edificio del budismo". Son prajna, que es el conocimiento trascendental o la inteligencia intuitiva, y Karuna, que es el amor y la compasión. Así, la naturaleza esencial de todas las cosas es descrita por el budismo Mahayana no sólo en los términos metafísicos y abstractos de Eseidad y Vacío, sino también mediante el término Dharmakaya, el "cuerpo del ser", que describe la realidad tal como aparece ante conciencia religiosa budista. El Dharmakaya es similar al Brahman del hinduismo. Impregna todas las cosas materiales del universo y está también reflejado en la mente humana como bodhi, el conocimiento iluminado. Siendo así, material y espiritual al mismo tiempo. La importancia del amor y la compasión como partes esenciales de la sabiduría budista encontraron su más elevada expresión en el ideal del Bodhisattva, tina de las ideas características del budismo Mahayana. Un Bodhisattva es un ser humano altamente evolucionado, en camino de convertirse en Buda, que no busca la iluminación sólo para sí mismo, sino que ha prometido solemnemente ayudar a todos los demás seres a alcanzar el espíritu búdico, antes de entrar él en el nirvana. El origen de esta idea radica en la decisión del Buda -presentada en la tradición budista como una decisión consciente y en absoluto fácil- de no entrar simplemente en el nirvana, sino en lugar de ello, regresar al mundo con el fin de mostrar el camino de la salvación a sus congéneres, los seres humanos. El ideal del Bodhisattva concuerda también con la doctrina budista del no-ego, pues si no existe un yo individual separado, la idea de entrar de un modo individual en el nirvana, no tiene obviamente mucho sentido. Por último, el elemento de la fe es acentuado en la escuela del budismo Mahayana llamada de la Tierra Pura. Esta escuela está basada en la doctrina budista según la cual la naturaleza original de todos los seres humanos es la de Buda, y según ella, para entrar en el nirvana o "Tierra Pura", todo lo que se debe hacer es tener fe en que nuestra naturaleza original es la del Buda. Según muchos autores, la culminación del pensamiento budista la alcanzó, la escuela Avatamsaka, basada en el sutra del mismo nombre. Este sutra está considerado como el centro del budismo Mahayana y Suzuki lo elogia con entusiastas palabras: En cuanto al Sutra Avatamsaka, es realmente la consumación del pensamiento budista, del sentimiento budista y de la experiencia budista. En mi opinión, ninguna literatura religiosa del mundo podrá jamás compararse con la grandeza de concepción, la profundidad del sentimiento, v la gigantesca escala de composición alcanzada en este sufra. Es ka fuente eterna de la vida, de la cual ninguna mente religiosa regresará sedienta o solo parcialmente satisfecha.3 3 D. T. Suzuki, O n Indian Mahayana Buddhism, Edward Conze (Harper & Row, Nueva York, 1968), pág. 122. Fue este sutra el que estimuló las mentes chinas y japonesas más que ningún otro al extenderse por Asia el budismo Mahayana. El contraste entre los chinos y japoneses, por un lado, y los indios por otro, es tan grande que se ha dicho que representan a los dos polos de la mente humana. Mientras que los primeros son prácticos, pragmáticos y con una mentalidad social, los últimos son imaginativos, metafísicos y trascendentales. Cuando los filósofos chinos y japoneses comenzaron a traducir e interpretar el Avatamsaka, uno de los más importantes textos producidos por el genio religioso de la India, estos dos polos se combinaron para formar una nueva unidad dinámica y el resultado fue la filosofía Hita-yen en China y la filosofía Kegon en Japón, que constituyen según Suzuki, "el punto culminante del pensamiento budista desarrollado en el extremo Oriente durante los últimos dos mil años".4 4 D. T. Suzuki, The Essence of Buddhism (Hozokan, Kyoto, Japón, 1968), pág. 54. El tema central del Avatamsaka es la unidad e interrelación existente entre todas las cosas y sucesos, concepción que no es sólo la esencia de la visión oriental del inundo, sino también uno de los elementos básicos de la idea del universo surgida de la física moderna. Así, veremos que el Saura Avatamsaka, presenta el más sorprendente paralelismo con los modelos y teorías de la física moderna. 7 EL PENSAMIENTO CHINO Cuando el budismo llegó a China, aproximadamente hacia el siglo primero de nuestra era, se encontró allí con una cultura que tenía ya más de dos mil años de antigüedad. En esta antigua cultura, el pensamiento filosófico había alcanzado su punto culminante durante el último período Chou (500-221 a.C.), edad de oro de la filosofía china, y desde entonces el budismo ha ocupado un lugar preponderante dentro de la filosofía y la cultura chinas. Ya en un principio, esta filosofía tuvo dos aspectos complementarios. Siendo los chinos gente práctica y con una conciencia social altamente desarrollada, todas sus escuelas filosóficas estaban interesadas, de un modo u otro, en la vida en sociedad, en las relaciones humanas, los valores morales y el gobierno. Sin embargo, esto es sólo un aspecto del pensamiento chino. Como complemento a él está el aspecto místico del carácter chino, para el cual la más elevada nieta de la filosofía debía ser trascender el aspecto social y la vida cotidiana, alcanzando un plano de conciencia más elevado: el plano del sabio, ideal chino del hombre iluminado que ha logrado su unión mística con el universo. El sabio chino sin embargo, no mora exclusivamente en ese elevado plano espiritual, sino que se interesa igualmente en los asuntos mundanos. Unifica en sí mismo las dos partes complementarias de la naturaleza humana -sabiduría intuitiva y conocimiento práctico, contemplación y acción social-, unidad que los chinos han relacionado siempre con la imagen del sabio y del rey. Los seres humanos totalmente realizados, en palabras de Chuang Tzu, "a través de su inmovilidad se hacen sabios, y por su movimiento, reyes".1 1 Chuang Tzu, trad. James Legge, adaptado por Clae Wahham (Ace Books, Nueva York, 1971), cap. 13. Durante el siglo VI a.C., estos dos aspectos de la filosofía china evolucionaron dando lugar a dos escuelas filosóficas distintas: el Confucionismo y el Taoísmo. El confucionismo era la filosofía de la organización social, del sentido común y del conocimiento práctico. Facilitaba a la sociedad china un sistema educativo y al mismo tiempo estrictas normas de etiqueta social. Una de sus principales finalidades era formar una base ética para la familia china tradicional, con su compleja estructura y sus rituales de adoración a los antepasados. El taoísmo, sin embargo, se interesaba principalmente en la observación de la naturaleza y en el descubrimiento de su Camino o Tao. La felicidad humana, según los taoístas, se logra cuando los hombres siguen el orden natural, obrando espontáneamente y confiando en su conocimiento intuitivo. Estas dos tendencias de pensamiento representan los extremos opuestos dentro de la filosofía china, pero siempre fueron considerados como polos de la misma y única naturaleza humana, y por lo tanto, complementarios. El confucionismo generalmente resaltaba la educación de los hijos, quienes tenían que aprender las reglas y convenciones necesarias para la vida en sociedad, mientras que el taoísmo solía atraer más a la gente mayor, deseosa de recuperar y desarrollar su espontaneidad original, erosionada por los convencionalismos sociales. En los siglos XI y XII, la escuela neoconfucionista intentó sintetizar en un todo el confucionismo, el budismo y el taoísmo, culminando en la filosofía de Chu Hsi, uno de los más grandes pensadores chinos. Chu Hsi fue un sobresaliente filósofo, que combinó la erudición confucionista con una comprensión profunda del budismo y del taoísmo e incorporó elementos de estas tres tradiciones en su síntesis filosófica. El confucionismo deriva su nombre de Kung Fu Tzu, o Confucio, maestro muy prestigioso y con gran número de discípulos, quien consideró que su principal función era la de transmitir la antigua herencia cultural china a sus seguidores. Sin embargo, hizo más que transmitir simplemente un conocimiento, pues interpretó las ideas tradicionales de acuerdo con sus propios conceptos morales. Sus enseñanzas estaban basadas en los denominados Seis Clásicos, antiguos libros filosóficos, rituales, de poesía, música e historia, que representaban la herencia espiritual y cultural de los "santos sabios" del pasado. La tradición china relaciona a Confucio con todas estas obras, ya sea como autor, comentador o editor, sin embargo según la moderna erudición Confucio no fue ni autor, ni comentador, ni tan siquiera editor de ninguno de los clásicos. Sus ideas llegaron a conocerse a través del Lun Yü o Analectas, colección de aforismos recopilada por algunos de sus discípulos. El creador del taoísmo fue Lao Tse, cuyo nombre literalmente significa "El Viejo Maestro" y que fue, según la tradición, contemporáneo de Confucio, aunque bastante mayor que éste. Se dice que fue el autor de un breve libro de aforismos que está considerado como el principal texto taoísta. En China, normalmente se le denomina simplemente como el Lao-Tse mientras que en Occidente es usualmente conocido corno el Tao Te King. Ya he mencionado el estilo paradójico y el potente y poético lenguaje de este libro, que Joseph Needham considera como "la más profunda y bella obra de la lengua china".2 2 J. Needham, Science and Civilisation in China (Cambridge University Press, Londres, 1956), vol. II, pág. 35. El segundo libro taoísta en importancia es el ChuangTzu, mucho más extenso que el Tao Te King, cuyo autor, Chuang Tzu, se dice que vivió doscientos años después que Lao Tse. Según la moderna erudición, tanto el Chuang-Tzu , como probablemente también el Loo-Tse, no pueden ser considerados como obras de un solo autor, sino que más bien constituyen una colección de escritos taoístas, recopilados por diferentes autores en épocas también diferentes. Tanto los fragmentos literarios confucionistas como el Tao Te King están escritos en un estilo sugestivo y compacto, típico de la forma de pensar china. La mentalidad china no era muy dada al pensamiento abstracto y así desarrolló un lenguaje que resulta muy diferente del que evolucionó en Occidente. Muchas de sus palabras podían ser empleadas indistintamente como nombres, adjetivos o verbos, y su secuencia no estaba determinada por reglas gramaticales sino por el contenido emocional de la frase. La palabra china clásica era muy diferente de nuestros signos abstractos que representan conceptos claramente delimitados. Se trataba más bien de un símbolo sonido que poseía una gran carga sugestiva y evocaba un complejo indeterminado de imágenes pictóricas y de emociones. La intención del orador no era expresar una idea intelectual, sino más bien afectar e influenciar al oyente. De acuerdo con esto, el carácter escrito no era simplemente un signo abstracto, sino un patrón orgánico -una "gestalt"*que conservaba todo el complejo de imágenes y todo el poder sugestivo de la palabra. * Palabra alemana que significa un conjunto mayor y diferente a la suma de las partes que lo componen. Por ejemplo, una melodía se oye diferente que si oírnos cada una de las notas que la componen por separado. Al expresarse los filósofos chinos en un lenguaje tan adecuado a su forma de pensar, sus escritos y proverbios podían ser breves e inarticulados y pese a ello, ricos en imágenes sugestivas. Es evidente que muchas de estas metáforas se pierden al realizar su traducción a otra lengua. Una traducción de una frase del Tao Te King, por ejemplo, sólo podrá representar una pequeña parte del rico complejo de ideas contenidas en el original, y ésta es la razón por la cual las diferentes traducciones de este polémico libro con frecuencia dan la impresión de referirse a textos distintos. Como ha dicho Fung Yu-Lan: "Sería necesario combinar todas las traducciones hechas hasta ahora y muchas otras todavía no realizadas, para desvelar la riqueza que los fragmentos literarios de Confucio y del Lao-Tse tienen en sus formas originales".3 3 Fung Yu-Lan, Short History of Chincss (Philosophy Macmillan, Nueva York, 1958), pág, 14. Los chinos, al igual que los hindúes, creían que existe una realidad última que sirve de base y unifica a la multiplicidad de cosas y acontecimientos que observamos: Hay tres términos: "completo", "todoabarcante" y "total". Sus nombres son diferentes pero la realidad que todos ellos buscan es la misma: se refieren a la Unica cosa".4 4 Chuang Tzu, ob. cit., cap. 22. A esta realidad la llamaron Tao, que inicialmente significaba "el Camino". Se trata del camino o proceso del universo, del orden de la naturaleza. Posteriormente, los confucionistas le dieron una interpretación diferente. Ellos hablaban sobre el Tao del hombre, o el Tao de la sociedad humana, y lo entendían como la forma correcta de vida en un sentido moral. En su sentido original cósmico, el Tao es la realidad última, indefinible y como tal es el equivalente del Brahman hinduista o del Dharmakaya budista. Difiere de estos conceptos hindúes, no obstante, por su cualidad intrínsecamente dinámica que, desde el punto de vista chino, constituye la esencia del universo. El Tan es el proceso cósmico en el que todas las cosas se encuentran y el mundo es percibido como un flujo y un cambio continuos. El budismo hindú, con su doctrina de la impermanencia, tenía un concepto bastante similar, aunque lo tomaba meramente como premisa básica de la situación humana y continuaba elaborando sus consecuencias psicológicas. El chino, sin embargo, no sólo creía que el flujo y el cambio eran los rasgos esenciales de la naturaleza, sino también que en estos cambios existían unos patrones constantes, que debían ser observados por el hombre. El sabio reconoce estos patrones y dirige sus obras de acuerdo con ellos. De esta manera, se hace "uno con el Tao", viviendo en armonía con la naturaleza y triunfando en todo lo que emprende. En palabras de Huai Nan Tzu, filósofo del siglo 11 a.C.: El que se conforma al curso del Tao, siguiendo los procesos naturales del Cielo y la Tierra, encuentra fácil dirigir el mundeo entero.5 5 Citado en J. Needham, ob. cit., vol. 11, pag. 51. ¿Cuáles son, entonces, esos patrones del Camino cósmico que el hombre tiene que reconocer? La principal característica del Tao es la naturaleza cíclica de su movimiento y cambio incesantes, "El retomo es el movimiento del Tao", dice Lao Tse, y "el ir más allá significa retornar".6 La idea es que todos los sucesos naturales, tanto los del mundo físico como los de las situaciones humanas, muestran patrones cíclicos de ida y vuelta, de expansión y de contracción. 6 Lao Tzu, Tao Te Ching, trad. Ch u Ta-Kao (Allen 6 Unwin, Londres. 1970). caps. 40 y 25. Sin duda, esta idea fue deducida de los movimientos del Sol y de la Luna, y de la sucesión de las estaciones, siendo tomada como regla de vida. Los chinos creen que cada vez que una situación se lleva a su punto extremo, está destinada a darse la vuelta y convertirse en su opuesta. Esta creencia básica les ha infundido valor y perseverancia en los momentos de aflicción y les ha hecho cuidadosos y modestos en los momentos de éxito. Les ha conducido a la doctrina del "medio de oro" en la que creen taoístas y confucionistas. Según Lao Tse, "el sabio, evita los excesos, la extravagancia y el desenfreno".7 7 Ibid., cap. 29. Desde la perspectiva china, es mejor tener poco que tener mucho, y mejor dejar las cosas sin hacer que exagerarlas, porque, aunque de esta manera no se llegará muy lejos, es seguro que se irá en la dirección correcta. Exactamente del mismo modo que el hombre que va siempre hacia el Este acabará en el Oeste, aquellos que acumulen cada vez más dinero para aumentar su riqueza acabarán siendo pobres. La moderna sociedad industrial, que constantemente está tratando de incrementar el "nivel de vida" y no consigue sino disminuir la calidad de vida de sus miembros, es una elocuente evidencia de esta antigua sabiduría china. A la idea de la existencia de unos patrones cíclicos en el movimiento del Tao se le confirió una estructura definitiva mediante la introducción de los opuestos ying y yang. Son los dos polos que establecen los límites a los ciclos de cambio: Cuando el yang alcanza su punto culminante, se retira, dejando paso al yin. Cuando el yin alcanza su punto culminante, se retira, dejando paso al yang.8 8 Wang Ch'ung, A.D.80, citado en J. Necdhant, ob. cit., vol. IV, pág. 6. Desde el punto de vista chino, todas las manifestaciones del Tao son generadas por la interacción dinámica de estas dos fuerzas opuestas. La idea es muy antigua y muchas generaciones trabajaron sobre el simbolismo del arquetípico par yin y yang hasta que se convirtió en el concepto fundamental del pensamiento chino. El significado original de las palabras yin y yang era el de los lados sombreado y soleado de una montaña, significado que da una buena idea de la relatividad de ambos conceptos: Aquello que deja aparecer ahora la oscuridad, ahora la luz, eso es el Tao.9 9 R. Wilhelm, The I Ching or Book of Changes (Routledge & Kegan Paul, Londres, 1968), pág. 297. Desde los tiempos antiguos, los dos polos arquetípicos de la naturaleza fueron representados no sólo por luz, y oscuridad, sino también por masculino y femenino, firme y blando, arriba y abajo. Yang, lo fuerte, lo masculino, el poder creativo, se relacionó con el Cielo, mientras que yin, la oscuridad, lo receptivo, lo femenino y el elemento materno, estaba representado por la Tierra. El Cielo está arriba y en movimiento, la Tierra -según la antigua visión geocéntrica está abajo y en reposo, y de esta manera yang vino a simbolizar el movimiento y yin el reposo. En el reino del pensamiento, yin es la compleja y femenina mentalidad intuitiva, yang el claro y racional intelecto masculino. Yin es la tranquilidad, la quietud contemplativa del sabio, yang la fuerte acción creativa del rey. El carácter dinámico de yin y yang está ilustrado por el antiguo símbolo chino denominado T'ai-chi T'u o "diagrama del fin supremo. Este diagrama es una ordenación simétrica de lo oscuro, van, y de lo luminoso, yang, pero su simetría no es estática. Es una simetría rotacional que sugiere, de modo muy enérgico, un continuo movimiento cíclico: El yang regresa cíclicamente a su principio, el yin alcanza su punto máximo y genera al yang.10 10 Kuci Ku Tzu, s. IV, a. C., citado en J. Needham, oh. cit., vol. IV, pág. 6. Los dos puntos simbolizan la idea de que cada vez que una de las dos fuerzas alcanza su límite,'contiene en sí misma la semilla de su opuesta. El par de yin y yang constituye la base filosófica de toda la cultura china y determina todos los rasgos de su forma de vida tradicional. "La vida" -dice Chuang Tzu-, "es la armonía combinada del fin y el yang".11 Corno nación de granjeros y agricultores, los chinos siempre han estado familiarizados con los movimientos del Sol y de la Luna y con la sucesión de las estaciones. Los cambios estacionales y los fenómenos resultantes de crecimiento y decline que se dan en la naturaleza orgánica fueron considerados por ellos como las más evidentes expresiones de la interacción entre el van y el yang, entre el frío y oscuro invierno y el luminoso y cálido verano. La interacción alternada de los dos opuestos también se refleja en los alimentos que comemos, que contienen elementos fin y yang. Una dieta saludable consiste, para los chinos, en consumir alimentos que equilibren los elementos yin y yang. 11 Chuang Tzu, ob, cit., cap. 22. También la medicina tradicional china, está basada en el equilibrio yin y yang del cuerpo humano, y cualquier enfermedad se considera como una interrupción de este equilibrio. El cuerpo está dividido en partes yin y partes yang. En términos generales, el interior del cuerpo es yang; su superficie yin; la espalda es yang, la frente yin; en el interior existen órganos que son yin o yang. El equilibrio entre todas estas partes se mantiene mediante un continuo flujo del ch'i, o energía vital, a través de todo el sistema de "meridianos" que contienen los puntos de acupuntura. Cada órgano posee un meridiano relacionado con él, de tal manera que los meridianos yang pertenecen a los órganos yin y viceversa. Siempre que el flujo entre fin y yang quede bloqueado, el cuerpo caerá enfermo, y la enfermedad es curada colocando agujas en los puntos de acupuntura a fin de estimular y restaurar el flujo del ch'i. Esta interacción entre yin y yang, el par primordial de opuestos, constituye el principio que guía todos los movimientos del Tao, pero los chinos no se detuvieron ahí. Continuaron estudiando varias combinaciones de fin y de yang que desarrollaron en un sistema de arquetipos cósmicos. Este sistema figura muy elaborado en el I Ching o Libro de los Cambios. El Libro de los Cambios -o Libro de las Mutaciones es el primero de los seis clásicos confucianos y se trata de una obra que encarna el propio corazón del pensamiento y de la cultura china. La autoridad y estima de que ha disfrutado en China durante miles de años se puede sólo comparar a la de las escrituras sagradas, corno los Vedas o la Biblia, en otras culturas. El célebre sinólogo Richard Wilhelm comienza la introducción a su traducción del Libro de los Cambios con las siguientes palabras: El Libro de los Cambios -en chino I Ching- es indiscutiblemente uno de los libros más importantes de la literatura universal. Su origen se remonta a la antigüedad mítica, y ha ocupado la atención de los más destacados eruditos chinos hasta nuestros días. Casi todo lo más significativo y más importante que durante tres mil años tuvo lugar en la historia y en la cultura china, obtuvo su inspiración en este libro, o fue, de alguna manera, influenciado por la interpretación de su texto. De modo que bien puede afirmarse con toda tranquilidad que en el I Ching se asienta, elaborada, la más madura sabiduría recogida durante milenios.12 12 R. Wilhelm, oh. cit., pág, xlvii. Así, el Libro de los Cambios es una obra que ha crecido orgánicamente durante miles de años y está por ello compuesta de muchas capas, procedentes de los períodos más importantes del pensamiento chino. El punto de partida del libro fue una colección de sesenta y cuatro figuras, o "hexagramas", del siguiente tipo, basadas en el simbolismo yin-yang, que fueron desde tiempos inmemoriales empleadas como oráculos. Cada hexagrama consiste en seis líneas que pueden ser partidas (yin) o enteras (yang) completando entre los sesenta y cuatro, todas las combinaciones posibles. Estos hexagramas, que más adelante trataremos con mayor detalle, eran considerados como arquetipos cósmicos, representantes de los patrones del Tao tanto en la naturaleza como en las situaciones humanas. A cada uno de ellos se le dio un nombre y se lo complementó con un breve texto, llamado el Juicio, que indica el curso de acción más apropiado al patrón cósmico en cuestión, la llamada Imagen, es otro texto breve, añadido en fecha posterior, que elabora con breves palabras el significado del hexagrama, algunas veces de un modo excesivamente poético. Un tercer texto interpreta cada una de las seis líneas del hexagrama en un lenguaje cargado de imágenes míticas que muchas veces resultan difíciles de entender. Estos tres textos constituyen la parte básica del libro, que se empleaba para la adivinación. Para hallar el hexagrama correspondiente a la situación personal de quien hacía la consulta se empleaba un elaborado ritual, que incluía cincuenta tallos de milenrama. La idea era hacer visible en el hexagrama el patrón cósmico de ese momento y aprender a través del oráculo qué línea de conducta era la más adecuada: En los Cambios hay imágenes que revelar, hay juicios añadidos que interpretar, la buena y la mala fortuna se determinan para decidir. 13 13 Ibid., pág. 321. La finalidad de la consulta al I Ching no era por tanto simplemente conocer el futuro, sino más bien descubrir la disposición de la situación presente para que pudieran tomarse las medidas adecuadas. Esta actitud elevaba al 1 Ching por encima del nivel de un libro ordinario de adivinación, convirtiéndolo en un libro de sabiduría. El empleo del I Ching como libro de sabiduría es, de hecho, de mayor importancia que su uso oracular. Inspiró a través de los siglos, a las mentes más brillantes de China, entre ellos a Lao Tse, quien extrajo algunos de sus más profundos aforismos de esta fuente. Confucio lo estudió intensamente y la mayoría de los comentarios del texto que constituyen los últimos estratos del libro pertenecen a su escuela. Estos comentarios, denominados las Diez Alas, combinan la interpretación estructural de los hexagramas con explicaciones filosóficas. En el núcleo de los comentarios confucianos, como en todo el I Ching, está el énfasis sobre el aspecto dinámico de todos los fenómenos. El mensaje esencial del Libro de los Cambios es la incesante transformación de todas las cosas y situaciones: Los Cambios es un libro del cual no podemos mantenernos apartados. Su Tao es siempre cambiante. Alteración, movimiento sin descanso, Fluyendo a través de los seis espacios vacíos, Emergiendo y sumergiéndose sin ley establecida, Lo firme y lo blando se transforman uno en otro. No se los puede confinar en una regla. Aquí sólo el cambio funciona.14 14 Ibid., pág. 348. 8 TAOISMO De las dos principales tendencias chinas de pensamiento, el confucionismo y el taoísmo, esta última es la que está más orientada místicamente y por lo tanto resulta la más adecuada para ser comparada con la física moderna. Al igual que el hinduismo y el budismo, el taoísmo se interesa más en la sabiduría intuitiva que en el conocimiento racional. Reconociendo las limitaciones y la relatividad del mundo del pensamiento racional, el taoísmo es, básicamente, una vía de liberación de este mundo y en este sentido, se lo puede comparar con el yoga o el Vedanta del hinduismo, o con el Octuple Sendero del Buda del budismo. En el contexto de la cultura china, la liberación taoísta significaba muy concretamente, una liberación de las estrictas reglas convencionales. La desconfianza hacia el conocimiento y el razonamiento convencionales es más fuerte en el taoísmo que en cualquier otra escuela de filosofía oriental. Está basada en la firme creencia de que el intelecto humano nunca podrá comprender el Tao. En palabras de Chuang Tzu: El conocimiento más amplio no Lo conoce necesariamente. El razonamiento no hará hombres sabios en El. Los sabios se han decidido contra estos dos métodos.1 1 Chuang Tzu, trad. lames legge, adaptado por Clae Waltham (Ace Books, Nueva York, 1971), cap. 22. El libro de Chuang Tzu está lleno de pasajes que reflejan el desprecio taoísta hacia el razonamiento y la argumentación. Por eso dice: A un perro no se le considera bueno porque ladre bien; a un hombre no se le considera sabio porque hable hábilmente.2 La disputa es una prueba de que no se ve con claridad.3 2 Ibid., cap. 24. 3 Ibid., cap. 2. Los taoístas consideraban que el razonamiento lógico formaba parte del mundo artificial del hombre, junto con la etiqueta social y las pautas morales. No tenían el mínimo interés en ese mundo sino que concentraban su atención en la observación de la naturaleza, a fin de discernir las "características del Tao". De este modo, desarrollaron una actitud que era esencialmente científica y sólo su profunda desconfianza hacia el método analítico les impidió construir apropiadas teorías científicas. Sin embargo, la cuidadosa observación de la naturaleza, combinada con una fuerte intuición mística, condujo a los sabios taoístas a profundas percepciones, que han sido confirmadas por las modernas teorías científicas. Una de las más importantes percepciones taoístas fue la idea de que la transformación y el cambio son rasgos esenciales de la naturaleza. Un pasaje de Chuang-Tzu muestra con claridad cómo la importancia fundamental del cambio era discernida mediante la observación del mundo orgánico. En la transformación y el crecimiento de todas las cosas, cada brote y cada característica tiene su propia forma. En ella está implícita su gradual maduración y su decadencia; el flujo constante de la transformación y el cambio.4 4 Ibid., cap. 13. Los taoístas consideraban a todos los cambios que se dan en la naturaleza como manifestaciones de la interrelación dinámica existente entre los opuestos polares yin y yang, y de este modo llegaron a creer que cualquier par de opuestos constituye una relación polar, donde cada uno de los dos polos está dinámicamente unido al otro. Para la mentalidad occidental, esta idea de la unidad implícita de todos los opuestos es extremadamente difícil de aceptar. A nosotros nos parece de lo más absurdo que las experiencias y valores que siempre habíamos considerado contrarios sean, a fin de cuentas, aspectos de una misma cosa. En Oriente, sin embargo, siempre se consideró que para lograr la iluminación es esencial "trascender los opuestos del mundo''5 y en China, la relación polar de todos los opuestos constituye la misma base del pensamiento taoísta. Dice Chuang Tzu: "Este" es también "aquél". "Aquél", es también "éste"... Que "aquél" y "éste" dejen de ser opuestos constituye la esencia misma del Tao. Sólo esta esencia, como un eje es el centro del círculo, que responde a los cambios sin fin.6 5 Bhagavad Gita, 2.45. 6 Citado en la obra de Fung Yu-Lan, A Short History of Chinese Philosphy (Macmillan, Nueva York, 1958), pág. 112. De la noción de que los movimientos del Tao son una interacción continua entre los opuestos, los taoístas dedujeron dos re-las básicas de la conducta humana. Siempre que desees lograr algo, deberás comenzar por su opuesto. Según Lao Tse: Quien quiera contraer algo, deberá antes expandirlo. Quien quiera debilitar algo, deberá antes fortalecerlo. Quien quiera destruir algo, deberá antes levantarlo. Quien quiera obtener algo, debe antes haberlo dado. A esto se llama conocimiento profundo.7 Por otro lado, siempre que se desee retener algo, deberá admitirse en él algo de su opuesto: Doblégate y permanecerás erecto. Vacíate y permanecerás lleno. Úsate, y permanecerás nuevo.8 7 Lao Tzu, Tao Te Ching, trad. Ch'u Ta-Kao (Allen & Unwin, Londres. 1970, cap. 36. 8 Ibid., cap. 22. Así vive el sabio que ha alcanzado el punto más elevado, punto desde el cual la relatividad y la relación polar de todos los opuestos es claramente percibida. Estos opuestos incluyen, antes que nada, a los conceptos del bien y del mal, que se interrelacionan del mismo modo que el yin y el yang. Reconociendo la relatividad del bien y el mal, así como la de las pautas morales, el sabio taoísta no se esfuerza en lograr el bien sino que más bien trata de mantener un equilibrio dinámico entre el bien y el mal. Chuang Tzu es muy claro en este punto: Los dichos: "¿No debemos seguir y honrar lo correcto sin tener nada que ver con lo erróneo?" y "¿No debernos seguir y honrar a aquellos que aseguran el buen gobierno sin tener nada que ver con los que producen desorden?" muestran una falta de conocimiento de los principios del Cielo y de la Tierra y de las diferentes cualidades de las cosas. Es como seguir y honrar al Cielo sin tomar en consideración a la Tierra. Es como seguir y honrar al yin sin preocuparse del yang. Está claro que una conducta así no debe seguirse.9 9 Chuang Tzu, ob. cit., cap. 17. Es sorprendente que, al mismo tiempo que Lao Tse y sus seguidores desarrollaban su visión del mundo, los rasgos esenciales de esta cosmovisión fueran también enseñados en Grecia por un sabio de cuyas enseñanzas han llegado hasta nosotros sólo fragmentos, y que fue, y todavía es, usualmente mal comprendido. Este "taoísta" griego fue Heráclito de Efeso. Compartió con Lao Tse, no sólo su énfasis en el continuo cambio, que plasmó en su afirmación de que "todo fluye" sino también el concepto de que todos los cambios son cíclicos. Comparó el orden del mundo con un "fuego siempre vivo, que en cierta medida se enciende y en cierta medida se extingue"10, imagen muy similar a la idea china del Tao en su manifestación cíclica del yin y el yang. 10 En G. S. Kirk, Heraclitus - The Cosmic Fragments pág. 307. Es fácil ver cómo el concepto de cambio corno interacción dinámica de los opuestos condujo tanto a Heráclito como a Lao Tse al descubrimiento de que todos los opuestos son polares, y por lo tanto, están unidos. "El camino hacia arriba y el camino hacia abajo son uno y el mismo" y "Dios es día-noche, invierno-verano, guerra-paz, saciedad-hambre"11 dijo Heráclito. Igual que los taoístas, consideró que todo par de opuestos formaba una unidad y fue muy consciente de la relatividad de todos estos conceptos. Sus palabras: "las cosas frías se calientan por sí solas, las calientes se enfrían, lo húmedo se seca, lo seco se humedece" 12 nos recuerdan vivamente a las de Lao Tse: "Lo fácil origina lo difícil... el silencio armoniza al sonido, el después sigue al antes".13 11 Ibid., págs. 105, 184. 12 Ibid., pág. 149. 13 Lao Tzu, ob. cit., cap. 2. Asombra ver que la gran similitud existente entre las visiones del mundo de estos dos sabios del siglo VI a.C. no sea generalmente conocida. A Heráclito se le relaciona a veces con la física moderna, pero casi nunca con el taoísmo. Y sin embargo, es esta relación la que mejor demuestra que su visión del mundo era la visión de un místico y, por consiguiente, en mi opinión, sitúa los paralelismos existentes entre sus ideas y las de la física moderna en la perspectiva correcta. Al hablar sobre el concepto taoísta del cambio, es importante advertir que este cambio no se considera consecuencia de fuerza alguna, sino más bien como una tendencia innata e inherente en todas las cosas y situaciones. Los movimientos del Tao no son forzados, sino que ocurren de un modo natural y espontáneo. La espontaneidad es el principio de acción del Tao, y puesto que la conducta humana debe conformarse al Tao, la espontaneidad debe también ser característica de todos los actos humanos. Actuar así, en armonía con la naturaleza, significa para los taoístas obrar espontáneamente y de acuerdo con la verdadera naturaleza de uno. Significa confiar en nuestra inteligencia intuitiva, innata en la mente humana, del mismo modo que las leyes del cambio son innatas en todas las cosas que nos rodean. Los actos del sabio taoísta, por tanto, nacen de su sabiduría intuitiva, de un modo espontáneo y en total armonía con su entorno. No necesita forzarse a sí mismo, ni a lo que le rodea, sino que simplemente adapta sus obras a los movimientos del Tao. En palabras de Huai Nan Tzu: Quienes siguen el orden natural, fluyen en la corriente del Tao.14 14 J. Needham, Science and Civilisation in China (Cambridge University Press, Londres, 1956), vol. 11, pág. 88. Esta forma de actuar es denominada en la fila taoísta wu-wei, término que literalmente significa "no acción", y que Joseph Needham traduce como "abstenerse de toda actividad que vaya contra la naturaleza", justificando su interpretación con una cita de Chuang-Tzu: La no-acción no significa no hacer nada y guardar silencio. Permitamos que todo haga lo que hace naturalmente, a fin de que satisfaga su naturaleza.15 15 Ibidd., págs. 68-69. Si nos abstenemos de actuar en contra de la naturaleza o, como dice Needharn, de "ir contra las cosas", nos hallaremos en armonía con el Tao y de este modo nuestros actos triunfarán. Este es el significado de las palabras aparentemente absurdas de Lao Tse: "mediante la no acción todo puede hacerse".16 16 Lao Tzu, ob. cit., cap. 48. 17.- Lao Tzu, ob. cit., caps. 1, 2. El contraste entre fin y yang no sólo constituye el principio básico de la cultura china, sino que también se refleja_ en las dos tendencias dominantes del pensamiento chino. El confucionismo era racional, masculino, activo y dominante. El taoísmo, sin embargo, resaltaba todo aquello que fuese intuitivo, femenino, místico y flexible. "Es mejor no saber que se sabe" y "el sabio lleva sus asuntos sin acción y da sus enseñanzas sin palabras"", dice Lao Tse. Los taoístas pensaban que exteriorizando lo femenino, las cualidades más tiernas de la naturaleza humana, era más fácil llevar una vida perfectamente equilibrada y en armonía con el Tao. Esta idea queda resumida en un pasaje de Chuang-Tzu que describe una especie de paraíso taoísta: El hombre de la antigüedad, cuando todavía no se había desarrollado la condición caótica, compartía la plácida tranquilidad del mundo entero. En aquel tiempo el yin y el yang estaban en armonía y calma; su descanso y su movimiento discurrían sin ser alterados; las cuatro estaciones tenían sus épocas definidas; nada recibía daño alguno, y ningún ser humano llegaba a un final prematuro. Los hombres poseían la facultad del conocimiento, pero no tenían ocasión de emplearlo. Era el estado de unidad perfecta. En aquel tiempo, no existía la acción por parte de nadie, sino que todo era una manifestación constante de la espontaneidad.18 18 Chuang Tzu, oh. cit., cap. 16. 9 ZEN Al entrar la mentalidad china en contacto con el pensamiento hindú bajo la forma del budismo, alrededor del primer siglo de nuestra era, dos sucesos paralelos tuvieron lugar. Por un lado, la traducción de los sutras budistas estimuló a los pensadores chinos y los condujo a interpretar las enseñanzas de Buda de acuerdo con sus propias filosofías. Así apareció un inmensamente fructífero intercambio de ideas, que culminó, como ya mencioné antes, con la Hua-yen (en sánscrito: Avatamsaka), escuela de budismo china, y en Japón con la escuela Keg on. Al mismo tiempo, el aspecto pragmático de la mentalidad china respondió al impacto del budismo hindú concentrándose en sus aspectos prácticos y desarrollándolos dentro de un tipo especial de disciplina espiritual a la que se dio el nombre de Ch'an, término que usualmente se traduce corno "meditación". Esta filosofía Ch'an fue adoptada por Japón a principios del siglo XIII, siendo desde entonces cultivada como una tradición viva, hasta la actualidad, con el nombre de Zen. De este modo, el Zen es una mezcla de las filosofías y las particularidades de tres culturas diferentes. Es algo típicamente japonés y sin embargo refleja el misticismo de la India, el amor a la naturalidad y a la espontaneidad de los taoístas y el meticuloso pragmatismo de la mentalidad confuciana. Pese a su carácter tan especial, el Zen es puramente budista, porque su finalidad no es otra que el Buda mismo: el logro de la iluminación, conocida en Zen como Satori. La experiencia de la iluminación constituye la esencia de todas las escuelas de filosofía orientales, pero el Zen es el único en concentrarse exclusivamente en dicha experiencia, sin interesarse en interpretaciones más extensas. En palabras de Suzuki, el "Zen es la disciplina de la iluminación". Desde el punto de vista del Zen, el despertar del Buda y la enseñanza del Buda, en el sentido de que todo el mundo puede alcanzar ese despertar constituyen la esencia del budismno. Todo el resto de la doctrina, expuesto en los voluminosos sutras, se considera como algo suplementario. La experiencia del Zen es pues, la experiencia del satori y dado que tal experiencia, a fin de cuentas, trasciende todas las categorías de pensamiento, el Zen no muestra ningún interés por la abstracción o la conceptualización. No posee ninguna doctrina especial y ninguna filosofía, ningún credo formal y ningún dogma, y sostiene que esta libertad de toda creencia es lo que lo hace verdaderamente espiritual. Más que ninguna otra escuela de misticismo oriental, el Zen está convencido de que las palabras nunca pueden expresar la verdad última. Tal vez heredó esta convicción del taoísmo, que muestra la misma actitud sin compromisos. "Si uno pregunta sobre el Tao y otro le responde", según Chuang Tzu, "ninguno de los dos lo conoce".1 1 Chuang Zu, trad. James Legge, cap.22. Sin embargo, la experiencia Zen puede ser transmitida de maestro a alumno y, de hecho, ha sido transmitida durante muchos siglos mediante métodos especiales propios de Zen. En un clásico resumen de cuatro líneas, el Zen es descrito corno: Una transmisión especial fuera de las escrituras. No basada en palabras y letras. Que señala directamente inicia la siente humana. Viendo la naturaleza real y alcanzando el espíritu de Buda. Esta técnica de "señalamiento directo" constituye el rasgo principal del Zen. Es típica de la mentalidad japonesa, más intuitiva que intelectual y que gusta de anunciar los hechos como hechos, sin mucho comentario. Los maestros Zen no eran muy dados a la verborrea y despreciaban todo lo teorizarte y toda especulación. De este modo desarrollaron métodos que señalaban directamente hacia la verdad, con acciones o palabras súbitas y espontáneas, que exponen las paradojas del pensamiento conceptual y, como los koanes ya mencionados anteriormente, están destinadas a detener el proceso del pensamiento y a preparar al estudiante para la experiencia mística. Esta técnica queda bien ilustrada mediante los siguientes ejemplos de breves conversaciones entre maestro y discípulo. En estas conversaciones, que componen la mayor parte de la literatura Zen, los maestros hablan tan poco como sea posible y utilizan sus palabras para llevar la atención del discípulo de los pensamientos abstractos a la realidad concreta. Un monje pidiendo ser instruido, dijo a Bodhidharma: No tengo paz mental. Por, favor, da paz a mi mente. -Trae tu mente aquí, ante mí --contestó Bodhidharma-, y le daré la paz. -Pero, cuando busco mi puente -dijo el monje-, no la encuentro. -¡Ya ves! -exclamó Bodhidharma, ya la tienes pacificada.2 2 A. W. Watts, The Way o(' Zen pág. 87. Un monje dijo a Joshu: "Acabo de entrar en el monasterio. Por favor, enséñame". Joshu le preguntó: "¿Has comido ya tu sémola de arroz?" El monje contestó: "Ya la he comido". Joshu dijo: "Entonces deberías lavar tu tazón".3 3 P. Reps, Zen Flesh, Zen Bones (Anchor Books, Nueva York), pág. 96. Estos diálogos nos muestran otro aspecto también peculiar del Zen. La iluminación en el Zen no significa renuncia al inundo, sino, al contrario, la participación activa en los asuntos cotidianos. Este punto de vista tenía gran atractivo para la mentalidad china, que concedía mucha importancia a la vida práctica y productiva y a la idea de la perpetuación de la familia, y no podía aceptar el carácter monástico del Budismo hindú. Los maestros chinos siempre resaltaban que el Ch'an, o Zen, es nuestra experiencia diaria, la "mente de cada día" como proclamaba Ma-tsu. Su énfasis estaba en despertar en medio de los asuntos cotidianos y aclaraban que veían la vida diaria no sólo como el camino hacia la iluminación, sino como la iluminación misma. En Zen, el satori significa la experiencia inmediata de la naturaleza búdica de todas las cosas. Entre ellas, están antes que nada los objetos, los asuntos y las personas implicadas en la vida cotidiana, de este modo, al mismo tiempo que resalta las cosas prácticas de la vida, el Zen es profundamente místico. Viviendo totalmente el presente y prestando atención a todos los asuntos cotidianos, el que ha alcanzado el satori experimenta la maravilla y el misterio de la vida en cada acto por sencillo que este sea: ¡Qué maravilla, qué misterio! Transporto leña, saco agua.4 4 Citado por D. T. Suzuki en Zen and Japanese Culture (Bollingen Series, Nueva York, 1959), pág. 16. La perfección del Zen de este modo, es que cada uno viva su vida cotidiana de una manera natural y espontánea. Cuando pidieron a Po-chang que definiese el Zen, dijo: "Cuando tengo hambre, como; cuando estoy cansado, duermo". Aunque suena simple y evidente, como tantas cosas en Zen, resulta de hecho una tarea difícil. Para recuperar la naturalidad de nuestra situación original se necesita de un largo entrenamiento y ello constituye un gran logro espiritual. En las palabras de un famoso dicho Zen: Antes de estudiar el Zen, las montañas son montañas, y los ríos son ríos. Mientras estás estudiando el Zen, las montañas ya no son montañas y los ríos ya no son ríos, pero una vez obtenida la iluminación, las montañas vuelven a ser montañas, y los ríos vuelven a ser ríos. El énfasis del Zen sobre la naturalidad y la espontaneidad muestra sin lugar a dudas sus raíces taoístas, pero la base de este énfasis es estrictamente budista. Es la creencia en la perfección de nuestra naturaleza original, la consciencia de que el proceso de la iluminación consiste simplemente en llegar a ser lo que ya somos desde el principio. Cuando le preguntaron al maestro Zen Po-chang sobre la búsqueda de la naturaleza del Buda, respondió, "es muy parecido a buscar un buey mientras estás montado sobre él". En el Japón actual existen dos escuelas principales de Zen, que difieren en sus métodos de enseñanza. La Rinzai o escuela "súbita" utiliza el método de los koanes, corno ya comenté en un capítulo previo, y da mucha importancia a periódicas entrevistas formales con el maestro, llamadas sanzen, durante las cuales se pide al estudiante que presente su opinión sobre el koan que está tratando de resolver. La solución de un koan implica largos períodos de concentración muy intensa, que sirven de preparación e introducción a la percepción súbita del satori. Un maestro experto sabe cuándo el estudiante ha alcanzado el borde de la iluminación repentina y puede empujarle a la experiencia del satori con actos inesperados, como un golpe con un bastón o un fuerte grito. La escuela Soto o "gradual", evita los bruscos métodos de la Rinzai y pretende la maduración gradual del estudiante, "como la brisa de primavera que acaricia la flor ayudándola a florecer".5 Es partidaria del "estar sentado tranquilamente" y de la utilización del trabajo usual como modos de meditación. 5 P. Kapleau, Three Pillars of Zen pág 49. Ambas escuelas, la Soto y la Rinzai dan una gran importancia al zazen, o meditación sentada, la cual se practica en los monasterios Zen todos los días durante muchas horas. La postura y la respiración correctas de esta forma de meditación es lo primero que todo estudiante de Zen debe aprender. En el Zen Rinzai, se emplea zazen en la preparación de la mente intuitiva para el manejo del koan, y la escuela Soto considera al zazen como el medio más importante para ayudar al estudiante a madurar y a evolucionar hacia el satori. Incluso se considera al zazen como la realización de la propia naturaleza de Buda: cuerpo y mente fundidos en una armoniosa unidad que no necesita de ningún otro perfeccionamiento. Como dice un poema Zen: Sentado tranquilamente, sin hacer nada. La primavera llega y la hierba crece por sí sola.6 6 Zenrin Kushu; en A. W. Watts, ob. cit., pág. 134. Al afirmar el Zen que la iluminación se manifiesta en los asuntos cotidianos, su influencia sobre todos los aspectos de la tradicional forma de vida japonesa ha sido enorme. No sólo se manifiesta en las artes de la pintura, caligrafía, jardinería y otras habilidades diversas, sino también en las actividades ceremoniales como servir el té o colocar las flores, en las artes marciales, en el tiro con arco, en la esgrima y en el judo. Cada una de estas actividades se conoce en Japón como un do, es decir, un Tao o "vía" hacia la iluminación. Todas ellas exploran varias características de la experiencia Zen y pueden ser empleadas para entrenar la mente y ponerla en contacto con la realidad última. Ya he mencionado la lenta y ritual actividad del cha-noyu o ceremonia del té, el movimiento espontáneo de la mano requerido para la caligrafía y la pintura, y la espiritualidad del bushido o "camino del guerrero". Todas estas artes expresan la espontaneidad, la simplicidad y la total presencia mental característica del Zen. Aunque todas ellas requieren una gran perfección técnica, la verdadera maestría sólo es alcanzada cuando se trasciende la técnica y el arte se convierte en "arte sin arte", espontáneo, que surge de la inconsciencia. Tenemos la suerte de disponer de una maravillosa descripción de un tal "arte sin arte", en el librito de Eugen Herrige1 El Zen en el arte del tiro con arco. Herrigel pasó más de cinco años con un célebre maestro japonés, a fin de aprender su "místico" arte, y en su libro nos da un informe personal de cómo experimentó el Zen a través del tiro con arco. En él describe cómo el tiro con arco le fue presentado como un ritual religioso que se "baila" con movimientos espontáneos. Aprender a tensar el arco "espiritualmente", con una especie de esfuerzo fácil, y a soltar la cuerda "sin intención", dejando que el disparo "caiga como una fruta madura" le llevó muchos años de ardua práctica, que llegó a transformar todo su ser. Cuando finalmente logró la cima de la perfección, arco, flecha, blanco y arquero, se hicieron uno, y ya no era él quien disparaba, sino que "eso" lo hacía por él. La descripción de Herrigel sobre el tiro con arco constituye uno de los testimonios más puros del Zen, pues no habla del Zen en absoluto. III LOS PARALELISMOS 10 LA UNIDAD DE TODAS LAS COSAS Aunque las tradiciones espirituales que he descrito en los últimos cinco capítulos difieren en muchos detalles, su visión del mundo es esencialmente la misma. Es una cosmovisión basada en la experiencia mística -en una experiencia directa, no intelectual, de la realidad- y esta experiencia tiene ciertas características fundamentales que son independientes del fondo geográfico, histórico o cultural del místico que la experimenta. Un hindú y un taoísta tal vez acentúen diferentes aspectos de la experiencia; un budista japonés quizá interprete su experiencia en unos términos muy diferentes de los que utilizaría un budista hindú pero los elementos básicos de la cosmovisión desarrollada en todas estas tradiciones son los mismos. Estos elementos también parecen ser los rasgos fundamentales de la cosmovisión que emerge de la física moderna. El rasgo más importante del concepto oriental del mundo -casi podría decirse que constituye su esencia- es la consciencia de la unidad e interrelación mutua existente entre todas las cosas y sucesos, la experiencia de todos los fenómenos que tienen lugar en el mundo como manifestaciones de una unidad básica. Todas las cosas son consideradas como partes inseparables de este conjunto cósmico; como diferentes manifestaciones de la misma realidad última. Las tradiciones orientales se refieren constantemente a esta realidad última, indivisible, que se manifiesta en todas las cosas, y de la que todas las cosas forman parte. En el hinduismo se le llama Brahman, en el budismo Dharauzkaya, en el taoísmo Tao. Porque trasciende todos los conceptos y categorías, los budistas también lo llaman Talhala, o eseidad: El alma de la eseidad significa la unidad de todas las cosas, el gran uno todoabarcante.1 1 Ashaghosha The Awakening of Faith, pág. 55. En nuestra vida ordinaria, no somos conscientes de esta unidad de todas las cosas, sino que dividimos el mundo en objetos y sucesos separados. Esta división es útil y necesaria para enfrentarnos cada día al entorno que nos rodea, pero no constituye un rasgo fundamental de la realidad. Es una abstracción ideada por nuestro intelecto discriminador y categorizante. Creer que nuestros conceptos abstractos de "cosas" y "sucesos" separados son realidades de la naturaleza es una ilusión. Los hindúes y budistas nos dicen que esta ilusión está basada en avidya, o la ignorancia, y que es producida por la mente que se halla bajo el encanto de maya. La finalidad principal de las tradiciones místicas orientales es, por tanto, reajustar la mente, centrándola y tranquilizándola mediante la meditación. El término sánscrito que significa meditación - samadhi- quiere literalmente decir equilibrio mental. Se refiere a un estado mental tranquilo y equilibrado en el cual es experimentada la unidad del universo: Al entrar en el samadhi de pureza se obtiene la intuición total que nos hace percibir la unidad absoluta de todo el universo.2 2 Ibid., pág. 93 La unidad básica del universo no sólo constituye el rasgo central de la experiencia mística, sino también ha resultado ser una de las más importantes revelaciones de la física moderna. Se hace ya aparente a nivel atómico y se manifiesta cada vez más a medida que profundizamos en la materia dentro del mundo de las partículas subatómicas. La unidad de todas las cosas y sucesos será un tema que se repetirá una vez y otra durante toda esta comparación entre la física moderna y la filosofía oriental. A medida que estudiemos los diversos modelos de la física subatómica veremos que expresan repetidamente, aunque de diferentes maneras, la misma percepción: que los componentes de la materia y los fenómenos básicos que la envuelven están todos interconectados, interrelacionados y son interdependientes, que no pueden entenderse como entidades aisladas, sino sólo como partes integrantes del todo. En este capítulo, expondré cómo en la teoría cuántica, el concepto de la interconexión de todo cuanto existe en la naturaleza, la teoría de los fenómenos atómicos, surgió gracias a un meticuloso análisis del proceso de observación*. Antes de entrar en este tema, me referiré de nuevo a la diferenciación entre la estructura matemática de una teoría y su interpretación verbal. La estructura matemática de la teoría cuántica ha superado incontables pruebas y ahora es aceptada universalmente como una descripción congruente y precisa de todos los fenómenos atómicos. Su interpretación verbal, sin embargo -por ejemplo, la metafísica de la teoría cuántica-, se halla en un terreno mucho menos sólido. De hecho, en más de cuarenta años los físicos no han podido proporcionar un modelo metafísico claro. * Pese a que he suprimido toda matemática y he simplificado considerablemente el análisis, esta exposición puede parecer todavía muy árida y técnica. Quizá debería entenderse como un ejercicio de "yoga que -como muchos de los ejercicios espirituales de las tradiciones orientales- podrá no ser demasiado divertido, pero sí conducir a una profunda y hermosa percepción de la naturaleza esencial de las cosas. La siguiente exposición está basada en la llamada interpretación de Copenhague de la teoría cuántica, que fue desarrollada por Bohr y Heisenberg en la década de 1920 y que sigue siendo el modelo más ampliamente aceptado. En mi exposición seguiré la presentación dada por Henry Stapp de la Universidad de California,' que se concentra en ciertos aspectos de la teoría y en un cierto tipo de situación experimental, que con frecuencia se da en la física subatómica*. La exposición de Stapp muestra con claridad de qué manera la teoría cuántica implica una interconexión esencial subyacente en toda la naturaleza, y también sitúa a la teoría en un marco que puede extenderse fácilmente a los modelos relativistas de las partículas subatómicas, que más adelante trataremos. 3 H. P. Stapp, S-Matrix Interpretation of Quantum Theory, Physical Review, vol. D3 (15 de marzo, 1971), págs, 1,303-1.320. * En los siguientes capítulos trataremos de otros aspectos de la teoría cuántica. El punto de partida de la interpretación de Copenhague es la división del mundo físico en un sistema observado (objeto) y un sistema observador. El sistema observado puede ser un átomo, una partícula subatómica, un proceso atómico, etc. El sistema observador está formado por el aparato experimental e incluirá a uno o vanos observadores humanos. Una seria dificultad surge del hecho de que los dos sistemas van a ser tratados de diferentes maneras. El sistema observador es descrito en términos de la física clásica, sin embargo estos términos no pueden ya emplearse de manera congruente para la descripción del (objeto) observado. Sabemos que los conceptos clásicos resultan inadecuados para el nivel atómico, sin embargo, debernos utilizarlos para describir nuestros experimentos y establecer los resultados. No hay manera de escapar a esta incongruencia. El lenguaje técnico de la física clásica no es más que un refinamiento de nuestro lenguaje cotidiano y es el único lenguaje de que disponemos para comunicar nuestros resultados experimentales. En la teoría cuántica los sistemas observados se describen en términos de probabilidades. Esto significa que nunca podremos predecir con seguridad dónde estará una partícula subatómica en un momento determinado o cómo tendrá lugar un proceso atómico. Todo lo que podemos hacer es predecir las probabilidades. Por ejemplo, la mayoría de las partículas subatómicas conocidas hasta hoy son inestables, es decir, se desintegran o se desvanecen- en otras partículas después de cierto tiempo. No es posible, sin embargo, predecir ese tiempo con exactitud. Sólo podemos predecir la probabilidad de que se desvanezcan después de un cierto tiempo o, en otras palabras, sólo podemos predecir el tiempo medio de vida de un gran número de partículas de la misma especie. Esto mismo se aplica al "modo" de desvanecimiento. En general, una partícula inestable puede desvanecerse en varias combinaciones de otras partículas, y una vez más no podemos predecir qué combinación elegirá una determinada partícula. Todo lo que podemos predecir es que de un gran número de partículas, el 60 %, digamos, se desvanecerán de una manera, el 30 % de otra, y el 10 % de una tercera. Es evidente que tales predicciones estadísticas han necesitado de muchas mediciones para ser verificadas. En los experimentos de colisión de la física de alta energía son registradas y analizadas, a fin de determinar las probabilidades de un proceso determinado, decenas de miles de colisiones entre partículas. Es importante notar que la formulación estadística de las leyes de la física atómica y subatómica no refleja nuestra ignorancia de la situación, del mismo modo que lo hace el uso de las probabilidades por parte de las compañías de seguros o los jugadores de azar. En la teoría cuántica, hemos llegado a reconocer la probabilidad como un rasgo fundamental de la realidad atómica que gobierna todos los procesos e incluso la existencia de la materia. Las partículas subatómicas no existen con certeza en lugares definidos, sino que en lugar de ello muestran "tendencias a existir", y los sucesos atómicos no ocurren con seguridad en tiempos definidos y de maneras definidas, sino que en su lugar muestran "tendencias a ocurrir". No es posible, por ejemplo, predecir con seguridad dónde estará un electrón de un átomo en un determinado momento. Su posición dependerá de la fuerza de atracción que lo mantiene unido al núcleo atómico y de la influencia de los otros electrones del átomo. Estas condiciones determinan un patrón de probabilidad que representa las tendencias del electrón a estar en diversas zonas del átomo. La fotografía anterior nos muestra algunos modelos visuales de tales patrones de probabilidad. El electrón tiene más probabilidades de ser hallado donde los patrones son luminosos, y menos probabilidades o incluso improbabilidades de estar presente donde éstos son oscuros. Lo importante es que todo el esquema representa al electrón en un momento dado. Dentro de este esquema, no podemos hablar sobre la posición del electrón, sino sólo sobre sus tendencias a estar en ciertas zonas. En el formulismo matemático de la teoría cuántica, estas tendencias, o probabilidades, se representan por la denominada función de probabilidad, cantidad matemática que está relacionada con las probabilidades de encontrar al electrón en ciertos lugares y en determinados momentos. El contraste existente entre los dos tipos de descripción utilizados -términos clásicos para el aparato experimental y funciones de probabilidad para los objetos observados lleva a profundos problemas metafísicos que aún no han sido resueltos. En la práctica, sin embargo, estos problemas se sortean describiendo al sistema observador en términos operativos, es decir, en términos de las instrucciones que permiten a los científicos establecer y llevar a cabo sus experimentos. De este modo, los aparatos de medida y los propios científicos están eficazmente unidos dentro de un sistema complejo que no tiene partes visibles y bien definidas, y el aparato experimental no tiene que describirse como una entidad física aislada. Para poder presentar de una forma más extensa el proceso de observación, será útil tomar un ejemplo determinado, y la entidad física más sencilla que podemos emplear es una partícula subatómica, por ejemplo un electrón. Si deseamos observar y medir dicha partícula, antes que nada debemos aislarla, o incluso crearla, en un proceso que podríamos llamar de preparación. Una vez que la partícula ha sido preparada para su observación, pueden medirse sus propiedades, y esto constituye el proceso de medición. La situación puede ser simbólicamente representada de la siguiente manera: una partícula se prepara en la región A, viaja de A a B, y se mide en la región B. En la práctica, la preparación y la medición de la partícula pueden consistir en toda una serie de procesos bastante complicados. En los experimentos de colisión que se desarrollan en la física de alta energía, por ejemplo, la preparación de las partículas empleadas como proyectiles consiste en lanzarlas alrededor de una pista circular y acelerarlas hasta que su energía sea lo suficientemente alta. Este proceso tiene lugar en el acelerador de partículas. Cuando se alcanza la energía deseada, se les hace abandonar el acelerador (A) y viajar al área de destino (B) donde colisionan con otras partículas. Estas colisiones tienen lugar en una cámara de burbujas, donde las partículas producen rastros visibles que pueden ser fotografiados. Entonces las propiedades de las partículas son deducidas del análisis matemático de sus rastros; este análisis puede ser muy complicado y en ocasiones se lleva a cabo con la ayuda de computadoras. Todos estos procesos y actividades conforman el acto de la medición. Lo importante de este análisis de observación es que la partícula constituye un sistema intermedio que une los procesos en A y B. Existe y tiene significado solamente en este contexto; no como una entidad aislada, sino sólo como una interconexión entre los procesos de preparación y de medición. Las propiedades de la partícula no pueden definirse independientemente de estos procesos. Si se modificase la preparación o la medición, las propiedades de la partícula también cambiarían. Por otro lado, el hecho de que hablemos de "la partícula", o de cualquier otro sistema observado, demuestra que tenemos en mente alguna entidad física independiente, que primero es preparada y después medida. El problema básico de la observación en la física atómica es pues -según palabras de Henry Stapp- que "es preciso aislar el sistema observado para definirlo, es decir, tenernos que influirlo para poderlo observar".4 Este problema se resuelve en la teoría cuántica de un modo pragmático al requerir que el sistema observado se encuentre libre de perturbaciones externas causadas por el proceso de observación durante algún intervalo entre su preparación y la consiguiente medición. Tal condición puede darse si los mecanismos de preparación y medición están separados físicamente por una gran distancia, a fin de que el objeto observado pueda viajar de la zona de preparación a la zona de medición. 4 Ibid., pág. 1.303 ¿Qué tan grande ha de ser esta distancia? En principio, debería ser infinita. En el marco de la teoría cuántica, el concepto de una entidad física bien definida puede ser definido con precisión sólo si esta entidad está infinitamente alejada de los lugares de observación. En la práctica, evidentemente esto no es posible, ni tampoco necesario. Hemos de recordar, aquí, la actitud básica de la ciencia moderna en el sentido de que todos sus conceptos y teorías son aproximativos. En este caso, esto significará que el concepto de una entidad física bien definida no necesita una definición precisa, sino que puede definirse de un modo aproximado. Esto se lleva a cabo de la siguiente forma: El objeto observado es pues, una manifestación de la interacción que se da entre los procesos de preparación y medición. Esta interacción es normalmente compleja e implica varios efectos que se extienden a diferentes distancias; tiene varios "alcances", como diríamos en física. Ahora, si la parte dominante de esta interacción tiene un largo alcance, la manifestación de este efecto de largo alcance, viajará a mucha distancia. Entonces estará libre de las perturbaciones externas y podremos referimos a ella como una entidad física bien definida, clara. En el marco de la teoría cuántica, las entidades físicas bien definidas son, por lo tanto, idealizaciones, que serán significativas sólo mientras la parte principal de la interacción tenga un largo alcance. Esta situación puede ser definida matemáticamente de un modo preciso. Físicamente, esto significará que los aparatos de medición estarán colocados tan lejos que su interacción principal ocurrirá mediante el intercambio de una partícula o, en casos más complicados, de una serie de partículas. Siempre se harán también presentes otros efectos, pero mientras la separación de los aparatos de medida sea lo suficientemente grande, estos efectos pueden no tenerse en cuenta. Sólo cuando los aparatos no estén colocados lo suficientemente lejos tendrán importancia los efectos de corto alcance. Así, todo el sistema macroscópico forma un conjunto unificado y el concepto del objeto separado y observado deja ya de tener validez. La teoría cuántica, por lo tanto, revela la interconexión existente en el universo y demuestra que no es posible descomponer el mundo en las más pequeñas unidades que existan independientemente*. A medida que penetramos en la materia, nos encontramos que está hecha de partículas, pero éstas no son los "ladrillos básicos" al estilo de Demócrito o de Newton, sino meramente idealizaciones que resultan útiles desde un punto de vista práctico, pero sin significado en sí mismas. Según Niels Bohr: "las partículas materiales aisladas son abstracciones, y sus propiedades son definibles y observables sólo a través de su interacción con otros sistemas".5 * En el apéndice se trata esta interconexión con mayor amplitud. 5 N. Bohr, Atomic Physics and the Description of Nature (Cambridge University Press, Londres, 1934), pág. 57. La interpretación de Copenhague de la teoría cuántica no es universalmente aceptada. Existen varias observaciones en su contra, y los problemas filosóficos implicados en ella están lejos de haber sido resueltos. Sin embargo la interconexión universal de las cosas y de los sucesos parece ser un rasgo fundamental de la realidad atómica, que no depende de una interpretación particular de la teoría matemática. El párrafo siguiente, sacado de un reciente artículo de David Bohm, uno de los principales oponentes a la interpretación de Copenhague, confirma este hecho de forma elocuente: Llegamos a un nuevo concepto de inquebrantable totalidad, que niega la idea clásica del análisis del mundo en partes separadas e independientes... El concepto clásico usual de que las "partes elementales" independientes son la realidad fundamental del mundo y que los diversos sistemas sean meramente formas y ordenamientos particulares de esas partes ha sido invertido. En lugar de ello, decimos más bien que la realidad fundamental es la inseparable interrelación cuántica de todo el universo y que las partes que parecen funcionar de un modo relativamente independiente son simplemente formas contingentes y particulares dentro de todo ese conjunto.6 6 D. Bohm & B. Hiley, On the Intuitive Understanding of Nonlocality as Implied by Quantum Theory, Foundations of Physics, vol, 5 (1975). De este modo, a nivel atómico, los objetos sólidos materiales de la física clásica se disuelven en patrones de probabilidades, y estos patrones no representan probabilidades de cosas, sino probabilidades de interconexiones. La teoría cuántica nos fuerza a ver el universo no como una serie de objetos físicos, sino más bien como una complicada telaraña de relaciones entre las diversas partes de un todo unificado. Y esta es precisamente la forma en que los místicos orientales han experimentado el mundo, expresando algunos de ellos su experiencia en palabras que son casi idénticas a las usadas por los físicos atómicos. Aquí tenemos dos ejemplos: El objeto material llega a ser... algo diferente de lo que ahora vemos, no es un objeto separado sobre el fondo o en medio del resto de la naturaleza, sino una parte indivisible e incluso de un modo sutil, una expresión de la unidad de todo cuanto vemos.7 Las cosas derivan su ser y su naturaleza de su interdependencia mutua y en sí mismas no son nada.8 7 S. Aurobindo, The Synthesis of Yoga, pág. 993. 8 Nagarjuna citado en The Central Philosophy of Buddhism pág. 138. Si bien estas afirmaciones podrían ser tomadas como un testimonio del modo en que la naturaleza se muestra en la física atómica, las dos siguientes, procedentes de físicos atómicos podrían, a su vez, ser consideradas como una descripción de la experiencia mística de la naturaleza: Una partícula elemental no es una entidad independiente e inanalizable, sino un conjunto de relaciones que llegan a alcanzar también a otras cosas.9 El mundo aparece entonces, como un complicado tejido de acontecimientos, en el cual las relaciones de diferentes especies se alternan, o se superponen y se combinan, determinando de este modo la textura de la totalidad.` 9 H. P. Stapp, ob, cit., pág. 1310. 10 W. Heisenberg, Physics and Philosophy pág. 96. La imagen de una telaraña cósmica interrelacionada que nos presenta la física atómica moderna ha sido abundantemente utilizada en Oriente para transmitir la experiencia mística. Para los hindúes, Brahman es el hilo unificador en la telaraña cósmica, la base definitiva de todo ser. Aquél en quien el cielo, la tierra y la atmósfera están tejidos. Y que el viento, junto a toda la vida que respira, reconoce como alma única.11 11 Mundaka Upanishad, 2.2.5. En el budismo, la imagen de la telaraña cósmica juega un importantísimo papel. El núcleo del Sutra Avatamsaka uno de los principales textos del budismo Mahayana es la descripción del mundo como una red perfecta de relaciones mutuas, donde todas las cosas y todos los sucesos se influyen mutuamente uno a otro de una manera infinitamente complicada. Los budistas Mahayana desarrollaron muchas parábolas y símiles para ilustrar esta interrelación universal, algunas de las cuales veremos más adelante, al referirnos a la versión relativista de la "filosofa de la telaraña" en la física moderna. Finalmente, la telaraña cósmica, juega un papel central en el budismo tántrico, rama del Mahayana que se originó en la India aproximadamente hacia el siglo III de nuestra era y que constituye hoy en día la principal escuela de budismo tibetano. Los textos de esta escuela se llaman Tantras, palabra cuya raíz sánscrita significa "entretejer" y que se refiere al entretejido e interdependencia existente entre todas las cosas y sucesos. En el misticismo oriental, este entretejido siempre incluye al observador humano y a su consciencia, y lo mismo ocurre en la física atómica. A nivel atómico, los "objetos" solamente pueden ser comprendidos en términos de una interacción entre los procesos de preparación y de medición. El final de esta cadena de procesos será siempre la consciencia del observador humano. Las mediciones son interacciones que originan "sensaciones" en nuestra consciencia -por ejemplo, la sensación visual de un destello de luz, o de una mancha oscura sobre una placa fotográfica- y las leyes de la física atómica nos dicen con qué probabilidad un objeto atómico dará lugar a una determinada sensación si permitimos que interactúe sobre nosotros. Las "ciencias naturales", dice Heisenberg, "no describen y explican la naturaleza simplemente, sino que forman parte de la interacción existente entre la naturaleza y nosotros mismos".12 12 W. Heisenberg, ob. cit., pág. 75. El rasgo crucial de la física atómica consiste en que al observador humano no sólo le es necesario observar las propiedades de un objeto, sino que necesita definir tales propiedades. En física atómica, no podemos hablar de las propiedades de un objeto como tal, pues son sólo significativas en el contexto de la interacción del objeto con el observador. En palabras de Heisenberg: "lo que nosotros observamos no es la naturaleza misma, sino la naturaleza expuesta a nuestro método de interrogación".13 El observador decide cómo va a establecer la medición y esta decisión determinará, hasta cierto punto, las propiedades del objeto observado. Si se modificaran las características del experimento, las propiedades del objeto observado cambiarían a su vez. 13 Ibid., pág. 57 Puede servir de ejemplo el caso sencillo de una partícula subatómica. Cuando se observa tal partícula, podemos elegir medir -entre otras cantidades- la posición de la partícula y su momento (cantidad definida como la masa de la partícula multiplicada por su velocidad). En el próximo capítulo veremos que una ley importante de la teoría cuántica -el principio de la incertidumbre de Heisenberg- dice que estas dos cantidades nunca podrán ser medidas simultáneamente con precisión. Podemos obtener un conocimiento exacto de la posición de la partícula y no saber nada de su momento (y por lo tanto de su velocidad), o viceversa; o bien podemos tener un burdo e impreciso conocimiento de ambas cantidades. Lo importante es que esta limitación no tiene nada que ver con lo imperfecto de nuestras técnicas de medición. Es una limitación inherente a la realidad atómica. Si deseamos medir la posición de la partícula con precisión, sencillamente la partícula no tendrá un momento bien definido, y si decidimos medir el momento, no tendrá una posición clara. Así, en la física atómica, el científico no puede jugar el papel de un observador imparcial objetivo, sino que se ve involucrado e inmerso en el mundo que observa hasta el punto en que influencia las propiedades de los objetos observados. John Wheeler considera que este involucramiento del observador constituye la característica más destacable de la teoría cuántica y por tanto ha sugerido reemplazar la palabra "observador" por la de "partícipe". Estas son sus palabras: En este principio cuántico, nada es más importante que esto, pues destruye el concepto del mundo como "algo exterior", donde el observador está aislado de él por una gruesa placa de cristal de 20 centímetros. Incluso para observar un objeto tan minúsculo como un electrón, tendrá que destruir el cristal. Tendrá que penetrar e instalar su equipo de medición. A él le corresponderá decidir si medirá la posición o el momento. Instalar el equipo para medir lo uno, impide y excluye su instalación para medir lo otro. Además, la propia medición varía y modifica el estado del electrón. El universo nunca será ya el mismo. Para describir lo que ha ocurrido, se hace necesario borrar la vieja palabra "observador" y colocar en su lugar la de "Partícipe". En cierto extraño sentido, el universo es un universo de participación.14 14. A Wheeler, J. Mehra, The Physicists Conception of Nature (D. Reidel, Dordrecht, Holanda, 1973), pág. 244. La idea de "participación en lugar de observación" ha sido sólo recientemente formulada en la física moderna, sin embargo es bien conocida por cualquier estudiante de misticismo. El conocimiento místico no puede obtenerse sólo mediante la observación, sino que requiere la plena participación de todo nuestro ser. Así el concepto de "partícipe" es algo crucial en la visión oriental del mundo, y los místicos orientales lo han llevado al extremo, hasta un punto en que el observador y lo observado, el sujeto y el objeto, no sólo son inseparables sino que llegan a hacerse indistinguibles. Los místicos no se conforman con una situación análoga a la que se da en la física moderna, donde el observador y lo observado no pueden ya separarse, pero todavía se distinguen, sino que van mucho más allá, y en la meditación profunda, llegan a un punto en el que la distinción entre observador y observado deja de existir, un punto en el que sujeto y objeto se funden en un todo indiferenciado y unificado. A este respecto dicen los Upanishads: Cuando existe la dualidad uno ve al otro, huele al otro y saborea al otro... Sin embargo citando todo se ha hecho uno, ¿A quién se podría ver? ¿A quién se podría oler? ¿A quién se podría saborear?15 15 Brihad-arayaka Upanishad, 4.5.15. Esta es la percepción final de la unidad de todas las cosas. Se alcanza -así nos lo dicen los místicos- en un estado de consciencia en el cual la individualidad se ve disuelta en una unidad indiferenciada, donde el mundo de los sentidos es trascendido y nuestros conceptos de las "cosas" quedan atrás. En palabras de Chuang Tzu: Mi conexión con el cuerpo y sus partes está disuelta. Mis órganos perceptivos están desconectados. Así, dejando mi forma material y diciendo adiós a mi conocimiento, llego a ser uno con el Gran Omnipenetrante. A esto lo llamo sentarse y olvidarse de todas las cosas. 16 16 Chuang Tzu, cap.6. La física moderna funciona, por supuesto, dentro de un marco muy diferente y no puede ir tan lejos en la experiencia de la unidad de todas las cosas. Pero con la teoría atómica ha dado un gran paso hacia el concepto del mundo sostenido desde siempre por los místicos orientales. La teoría cuántica ha abolido el concepto de objetos básicos y separados, ha introducido el concepto de partícipe para reemplazar el de observador, y puede que hasta incluso crea necesario incluir la consciencia humana en su descripción del mundo*. Ha llegado a considerar el universo como una telaraña de relaciones físicas y mentales cuyas partes sólo se pueden definir a través de sus relaciones con el todo. Para resumir la cosmovisión surgida de la física atómica, las palabras de un budista tántrico, el Lama Anagarika Govinda, parecen perfectamente a propósito: El budista no cree en un mundo externo que exista independiente y separadamente, y en cuyas fuerzas dinámicas pueda él insertarse. Para él el mundo externo y su mundo interior son sólo dos lados de la misma tela, en la que los hilos de todas las fuerzas y de todos los sucesos, de todas las formas de consciencia y de sus objetos, están entretejidos formando una red inseparable de relaciones sin fin, mutuamente condicionadas.17 * Este punto se tratará más adelante en el capítulo 18. 17 Lama Anagarika Govinda, Foundations of Tibetan Mysticism, pag. 93. 11 MAS ALLA DEL MUNDO DE LOS OPUESTOS Cuando los místicos orientales dicen que experimentan todas las cosas como manifestaciones de una unidad básica, no están proclamando la igualdad de todas las cosas. Reconocen la individualidad de las cosas, pero al mismo tiempo son conscientes de que todas las diferencias y contrastes son relativos, dentro de una unidad todoabarcante. Dado que en nuestro estado normal de consciencia, esta unidad de todos los contrastes -y especialmente la unidad de los opuestos resulta extremadamente difícil de aceptar, esto constituye para nosotros, uno de los rasgos más sorprendentes de la filosofía oriental. Pese a ello, es una percepción que está en la misma raíz del concepto oriental del mundo. Los opuestos son conceptos abstractos, pertenecientes al reino del pensamiento y corno tales, son relativos. Por el simple hecho de centrar nuestra atención sobre cualquier concepto, creamos su opuesto. Como dice Lao Tse: "Cuando todos en el mundo entienden la belleza como bella, están creando la fealdad, cuando todos entienden la bondad como buena, están creando el mal".1 El místico trasciende este mundo de conceptos intelectuales, y al trascenderlo se hace consciente de la relatividad de los opuestos y de la relación polar existente entre ellos. Se da cuenta de que el bien y el mal, el placer y el dolor, la vida y la muerte, no son experiencias absolutas pertenecientes a diferentes categorías, sino que simplemente constituyen dos partes de la misma realidad: partes extremas de una sola unidad. La consciencia de que todos los opuestos son polares y por consiguiente forman una unidad, está considerada en las tradiciones espirituales de Oriente como una de las más elevadas metas del hombre. "¡Mora en la eterna verdad, más allá de los opuestos terrenos!" es el consejo que Krishna da en el Bhagavad Gita, e idéntico consejo es dado a los seguidores del budismo. D. T. Suzuki escribe: La idea fundamental del budismo es trascender el mundo de los opuestos, mundo construido con distinciones intelectuales y corrupciones emocionales, y llegar a realizar el mundo espiritual de la no diferenciación, que implica alcanzar un punto de vista absoluto.2 1 Lao Tzu, Tao Te Ching, cap. 1, 2 D. T. Suzuki, The Essence of Buddhism, pág. 18. Toda la enseñanza budista-y de hecho todo el misticismo oriental- gira en torno a este punto de vista absoluto que se alcanza en el mundo de acintya, o de "no-pensamiento", donde la unidad de todos los opuestos se convierte en una experiencia vívida. Dice un poema Zen: Al atardecer, el gallo anuncia el alba; a media noche, el brillo del sol.3 3 Citado por A. Watts en The Way of Zen, pág. 117. La idea de que todos los opuestos constituyen una polaridad -que la luz y la oscuridad, el ganar y el perder, el bien y el mal, son simplemente aspectos diferentes del mismo fenómeno- es uno de los principios básicos de la vida oriental. Puesto que todos los opuestos son interdependientes, su conflicto nunca podrá terminar con la victoria total de una de las partes, sino que siempre será una manifestación de la interacción entre ambos. Así, en Oriente, una persona virtuosa no es la que emprende la imposible tarea de luchar por el bien y eliminar el mal, sino más bien la que es capaz de mantener un equilibrio dinámico entre lo bueno y lo malo. Esta idea del equilibrio dinámico es esencial para la forma en que se experimenta la unidad de los opuestos en el misticismo oriental. Nunca es una identidad estática, sino siempre una interacción dinámica entre los dos extremos. Esto fue resaltado por los sabios chinos en su simbolismo de los polos arquetípicos ying y yang. A la unidad existente más allá del ying y del yang la llamaron Tao y la consideraban como un proceso que producía su interacción: "Aquello que deja aparecer ahora la oscuridad, ahora la luz, es el Tao" 4 4 R. Wilhelm, The I Ching or Book of Changes (Routledge & Kegan Paul, Londres, 1968), pág. 297. La unidad dinámica de los opuestos polares puede ser ilustrada mediante el sencillo ejemplo de un movimiento circular y su proyección. Supongamos que tenemos una bola dando vueltas alrededor de un círculo. Si este movimiento fuera proyectado sobre una pantalla, se convertiría en una oscilación entre dos puntos extremos. (Para mantener la analogía con el pensamiento chino, he escrito TAO en el círculo y he señalado los puntos extremos de la oscilación con YIN y YANG.) La bola se mueve alrededor del círculo a una velocidad constante, pero en la proyección va más despacio a medida que llega al borde, da la vuelta, y después acelera de nuevo, para ir más despacio al llegar al otro extremo, y así sucesivamente en ciclos infinitos. En cualquier proyección de esta especie, el movimiento circular aparecerá como una oscilación entre dos puntos opuestos, pero en el movimiento real los opuestos están unidos y son trascendidos. Esta imagen de la unificación dinámica de los opuestos se hallaba ya en la mente de los pensadores chinos, como puede apreciarse en el pasaje de Chuang Tzu citado anteriormente: Que "aquél" y "éste" dejen de ser opuestos, constituye la misma esencia del Tao. Sólo esta esencia, como un eje, es el centro del círculo que responde a los cambios sin fin. Una de las principales polaridades de la vida es la que existe entre las partes masculina y femenina de la naturaleza humana. Como ocurre con la polaridad del bien y del mal, o de la vida y la muerte, tendemos a sentirnos incómodos con la polaridad masculino-femenina existente en nosotros mismos, y por ello generalmente hacemos destacar uno u otro lado. La sociedad occidental ha favorecido tradicionalmente al lado masculino más que al femenino. En lugar de reconocer que la personalidad de cada hombre y de cada mujer es el resultado de una interacción entre sus elementos femenino y masculino, ha establecido un orden estático, donde se supone que todos los hombres son masculinos y todas las mujeres femeninas, y a los hombres se les han dado los papeles de dirigentes y la mayor parte de los privilegios sociales. Esta actitud ha generado una sobrevaloración de todos los aspectos yang -masculinos- de la naturaleza humana: actividad, pensamiento racional, competencia, agresividad y así sucesivamente. Los modos de consciencia yin -femeninos- que pueden describirse con palabras como intuitivo, religioso, místico, oculto o psíquico, han sido constantemente suprimidos en nuestra sociedad, orientada más hacia lo masculino. En el misticismo oriental, estos modos femeninos se desarrollan y se intenta buscar la unidad entre ambos aspectos de la naturaleza humana. Un ser humano completamente realizado es el que, según palabras de Lao Tse, "conoce lo masculino y, sin embargo, se mantiene en lo femenino". En muchas tradiciones orientales, el equilibrio dinámico entre los modos de consciencia masculino y femenino constituye la meta principal de la meditación, y muchas obras de arte dan cuenta de ello. Una magnífica escultura de Shiva en el templo hindú de Elefanta muestra tres caras del dios: a la izquierda, su aspecto femenino -amable, encantador, seductor-; a la derecha, su perfil masculino -desplegando virilidad y fuerza de voluntad- y en el centro la sublime unión de los dos aspectos en la magnífica cabeza de Shiva Mahesvara, el Gran Señor, que irradia un equilibrio sereno y trascendental. En el mismo templo, Shiva aparece también representado en forma andrógina -mitad hombre, mitad mujer-, el movimiento del cuerpo del dios y la serena imparcialidad de su rostro simbolizan de nuevo, la dinámica unificación de lo masculino y lo femenino. En el budismo tántrico, la polaridad masculino-femenina es ilustrada con frecuencia mediante la ayuda de símbolos sexuales. La sabiduría intuitiva es considerada como la pasiva cualidad femenina de la naturaleza humana, el amor y la compasión como la activa cualidad masculina, y la unión de ambas en el proceso de la iluminación se representa mediante abrazos sexuales de deidades masculinas y femeninas. Los místicos orientales afirman que tal unión de los aspectos masculino y femenino de nuestro ser, sólo puede ser experimentada en un plano de consciencia más elevado, donde el reino del pensamiento y del lenguaje es trascendido y en el cual todos los opuestos aparecen como una unidad dinámica. Ya manifesté que algo similar se ha logrado en la física moderna. La exploración del mundo subatómico reveló una realidad que trasciende repetidamente tanto al lenguaje como al razonamiento, y la unificación de conceptos que hasta ahora habían parecido opuestos e irreconciliables ha resultado ser uno de los rasgos más sorprendentes de esta nueva realidad. Estos conceptos en apariencia irreconciliables no son generalmente los mismos en los que se interesan los místicos orientales -aunque algunas veces sí-, pero su unificación -en un nivel no ordinario de la realidad- genera un fuerte paralelismo con el misticismo oriental. Así, los físicos modernos, mejorarían su comprensión de las enseñanzas orientales si las relacionaran con las experiencias que tienen lugar en su propio campo. Un pequeño, pero cada vez mayor número de jóvenes físicos se ha dado cuenta de que éste constituye uno de los más valiosos y estimulantes enfoques sobre el misticismo oriental. Ejemplos de la unificación de los conceptos opuestos se pueden encontrar en la física moderna a nivel subatómico, donde las partículas son a la vez destructibles e indestructibles; donde la materia es continua y discontinua y donde fuerza y materia no son sino aspectos diferentes de un mismo fenómeno. En todos estos ejemplos, que trataremos más ampliamente en próximos capítulos, resulta que el marco de los conceptos opuestos, derivado de nuestra experiencia diaria, es demasiado estrecho para el mundo de las partículas subatómicas. La teoría de la relatividad es crucial para la descripción de este mundo, y, en el marco "relativista", los conceptos clásicos son trascendidos, llegando a una dimensión más elevada, el espacio-tiempo cuatridimensional. El espacio y el tiempo son dos conceptos que siempre habían parecido totalmente diferentes, sin embargo la física relativista los ha unificado. Esta unidad fundamental constituye la base para la unificación de los conceptos opuestos antes mencionados. Al igual que la unidad de los opuestos experimentada por los místicos, también en la física esta unificación tiene lugar en un "plano más elevado", es decir, en una dimensión más alta, y, al igual que lo experimentado por los místicos, se trata de una unidad dinámica, pues la realidad relativista espaciotemporal es una realidad intrínsecamente dinámica, donde los objetos son también procesos y todas las formas no son sino patrones dinámicos. Para experimentar la unificación en una dimensión más elevada de entidades aparentemente separadas no necesitamos la teoría de la relatividad. También podemos experimentarla yendo de una a dos dimensiones, o de dos a tres. En el ejemplo dado anteriormente de un movimiento circular y su proyección, los polos de la oscilación que en una dimensión (a lo largo de la línea) son opuestos, están unificados en el movimiento circular en dos dimensiones (en el plano). El siguiente dibujo representa otro ejemplo, pasando ahora de dos a tres dimensiones. Muestra una "rosquilla" cortada horizontalmente por un plano. En las dos dimensiones de ese plano, las superficies del corte aparecen como dos discos completamente separados, sin embargo en tres dimensiones vemos que forman parte de un mismo y único objeto. Una unificación similar de identidades aparentemente separadas e irreconciliables, se logra en la teoría de la relatividad, al pasar de tres a cuatro dimensiones. El mundo cuatridimensional de la física relativista es un mundo en el que la fuerza y la materia están unificadas, en el que la materia puede aparecer como partículas discontinuas o como un campo continuo. En estos casos, sin embargo, ya no podemos visualizar muy bien su unidad. Los físicos pueden "experimentar" el mundo espaciotemporal cuatridimensional a través del formulismo matemático abstracto de sus teorías, pero su imaginación visual -como la de todo el mundo- está limitada al mundo tridimensional de los sentidos. Nuestro lenguaje y nuestros patrones de pensamiento han evolucionado en este mundo tridimensional y por ello nos resulta extremadamente difícil tratar con la realidad cuatridimensional de la física relativista. Los místicos orientales, sin embargo, parecen ser capaces de experimentar de una forma directa y concreta, una realidad dimensional superior. En estado de meditación profunda, pueden trascender el mundo tridimensional de la vida diaria, y experimentar una realidad totalmente diferente, donde los opuestos están unificados dentro de un todo orgánico. Cuando los místicos tratan de expresar esta experiencia con palabras, se enfrentan con los mismos problemas que los físicos que tratan de interpretar la realidad multidimensional de la física relativista en lenguaje ordinario. En palabras del lama Anaganka Govinda: La experiencia de una dimensión más elevada se logra mediante la integración de experiencias de diferentes centros y niveles de conciencia. Por ello ciertas experiencias de meditación son indescriptibles en el plano de conciencia tridimensional y en un sistema de lógica de reducidas posibilidades de expresión que limita el proceso del pensamiento.5 5 Lama Anagarika Govinda, Foundations of Tibetan Mysticism, pág. 136. El mundo cuatridimensional de la teoría de la relatividad no es el único ejemplo de la física moderna en el que conceptos en apariencia contradictorios e irreconciliables son simplemente considerados como diferentes aspectos de la misma realidad. Quizá el caso más famoso de tal unificación de conceptos contradictores sea el de los conceptos de partículas y ondas. A nivel atómico, la materia posee un aspecto dual: aparece como partículas y como ondas. El aspecto que muestre dependerá de la situación. En algunas situaciones predominará el aspecto de partículas, en otras, estas partículas se comportarán más como ondas. Esta naturaleza dual se manifiesta también en la luz y en todas las demás radiaciones electromagnéticas. La luz, por ejemplo, es emitida y absorbida en forma de "cuantos" o fotones, sin embargo cuando estas partículas de luz viajan por el espacio aparecen como vibrantes campos eléctricos y magnéticos, que presentan el comportamiento característico de las ondas. A los electrones se les considera normalmente partículas, sin embargo, cuando un rayo de tales partículas es enviado a través de una pequeña hendidura, resulta refractado exactamente del mismo modo en que lo haría un rayo de luz -en otras palabras-, los electrones a su vez, se comportan como ondas. Este aspecto dual de la materia y la radiación resulta de lo más sorprendente y dio origen a muchos de los koanes cuánticos que condujeron a la formulación de la teoría cuántica. La imagen de una onda que se propaga abiertamente por el espacio es totalmente diferente de la de una partícula, que implica una marcada localización. A los físicos les llevó mucho tiempo aceptar el hecho de que la materia se manifiesta de maneras que parecen mutuamente excluyentes, que las partículas sean también ondas y las ondas también partículas. Mirando estos dos dibujos, un neófito podría pensar que la contradicción puede resolverse diciendo que el esquema del lado derecho sencillamente representa una partícula moviéndose dentro de un patrón de onda. Este argumento, no obstante, se basa en una mala comprensión de la naturaleza de las ondas. En la naturaleza, no existen partículas que se muevan dentro de patrones de onda. En una onda de agua, por ejemplo, las partículas de agua no se desplazan con la onda, sino que se mueven en círculos a medida que la onda pasa. Del mismo modo, las partículas de aire en una onda sonora simplemente oscilan hacia adelante y hacia atrás, pero no se propagan a lo largo de la onda. Lo que es transportado a lo largo de la onda es la perturbación causante del fenómeno ondular, pero no alguna partícula material. Por ello en la teoría cuántica, al decir que una partícula es también una onda, no hablamos de la trayectoria de dicha partícula, lo que querernos decir es que el patrón ondular en su totalidad, es una manifestación de la partícula. La imagen de las ondas que viajan es así totalmente diferente de la de las partículas que viajan, tan diferente -en palabras de Víctor Weisskopf "como las ondas existentes en un lago y un grupo de peces que naden en la misma dirección".6 6 V. F. Weisskopf, Physics & the Twentieh Century - Selected Essays, pág. 30. El fenómeno de las ondas aparece en muchos contextos distintos de la física y siempre que ocurre puede ser descrito con el mismo formulismo matemático. Las mismas fórmulas matemáticas que se utilizan para describir una onda luminosa, sirven para una cuerda de guitarra en vibración, una onda sonora o una onda de agua. En la teoría cuántica, estas fórmulas se emplean de nuevo para describir las ondas relacionadas con partículas. Sin embargo en este caso, las ondas son mucho más abstractas. Están estrechamente relacionadas con la naturaleza estadística de la teoría cuántica, es decir, con el hecho de que los fenómenos atómicos pueden sólo ser descritos en términos de probabilidades. La información sobre las probabilidades de una partícula está contenida en una cantidad llamada la función de probabilidad, y la fórmula matemática de esta cantidad es la de una onda, es decir, es similar a las fórmulas empleadas para la descripción de otros tipos de ondas. Las ondas asociadas con partículas, sin embargo no son ondas tridimensionales "reales", como las ondas de agua o las ondas sonoras, sino que se trata de "ondas de probabilidad", cantidades matemáticas abstractas relacionadas con las probabilidades de que las partículas se hallen en ciertos lugares y con ciertas propiedades. Las ondas de probabilidad, resuelven en cierto sentido el absurdo de las partículas que son ondas, llevándolo a un contexto totalmente nuevo, pero al mismo tiempo nos conducen a otro par de conceptos opuestos tal vez más fundamental todavía: los de la existencia y la no existencia. Este par de opuestos también es trascendido por la realidad atómica. Nunca es posible decir que una partícula atómica existe en un lugar determinado, ni tampoco podernos decir que no exista. Al ser un patrón de probabilidad, la partícula tiene tendencias a existir en diversos lugares y así manifiesta una extraña especie de realidad física que oscila entre la existencia y la no-existencia. Por lo tanto, el estado de la partícula no puede ser descrito en términos de conceptos opuestos fijos. La partícula no está presente en un lugar definido, ni tampoco está ausente. No cambia su posición, ni permanece en reposo. Lo que cambia es el patrón de probabilidad y de este modo cambian sus tendencias a existir en ciertos lugares. En palabras de Robert Oppenheimer: Si, preguntamos por ejemplo si la posición del electrón permanece siendo la misma, hemos de decir que "no"; si preguntamos si la posición del electrón varió con el tiempo, tenemos que decir que "no"; si preguntamos si el electrón esta en reposo, debemos decir que "no"; si preguntamos si está en movimiento, hemos de decir que "no".7 7 J. R. Oppenheimer, Science and the Common Understanding, págs. 42-43. La realidad del físico atómico, al igual que la del místico oriental, trasciende el estrecho marco de los conceptos opuestos. Las palabras de Oppenheimer parecen así hacerse eco de las de los Upanishads: Se mueve. No se mueve. Está lejos y está cerca. Se encuentra dentro, y está fitera.8 8 Isa-Upanishad, 5. Fuerza y materia, partículas y ondas, movimiento y reposo, existencia y no existencia, estos son algunos de los conceptos opuestos y contradictorios que son trascendidos en la física moderna. De todos estos pares de opuestos, el último parece ser el más fundamental, y sin embargo, en la física atómica tenemos que ir más allá incluso de los conceptos de existencia y no existencia. Este es el aspecto de la teoría cuántica más difícil de aceptar y el que forma el núcleo de las continuas discusiones sobre su interpretación. Al mismo tiempo, el trascender los conceptos de existencia y noexistencia constituye también uno de los más asombrosos aspectos del misticismo oriental. Al igual que los físicos atómicos, los místicos orientales tratan con una realidad que se encuentra más allá de la existencia y de la no existencia, y con frecuencia resaltan este importante hecho. Así dice Ashvaghosha: La eseidad no es ni la existencia, ni la no-existencia, ni lo que es a la vez existencia y no-existencia ni lo que no es ni existencia ni no-existencia.9 9 Ashvaghosha, The Awakening of Faith, pág. 59. Frente a una realidad que está más allá de los conceptos opuestos, tanto los físicos como los místicos han de adoptar una forma especial de pensamiento, donde la mente no esté fija en el rígido marco de la lógica clásica, sino que se mantenga en movimiento, variando y cambiando su punto de vista. En la física atómica, por ejemplo, estamos ya acostumbrados a aplicar a la descripción de la materia ambos conceptos, el de partícula y el de onda. Hemos aprendido a jugar con las dos imágenes, pasando de una a otra y viceversa, a fin de adaptarnos a la realidad atómica. Esta es, precisamente, la manera en que piensan los místicos orientales, cuando tratan de interpretar su experiencia de una realidad que está más allá de los opuestos. En palabras del lama Anagarika Govinda, "la forma de pensamiento oriental consiste más bien en dar vueltas en contemplación, alrededor del objeto... en una impresión multi-lateral y multidimensional, formada por la superimposición de impresiones simples, procedentes de diferentes puntos de vista''.10 10 Lama Anagarika Govinda, Logic and Symbol in the Multidimensional Conception of the Universe, The Middle Way, vol. 36 (Febrero, 1962), pág. 52. Para ver cómo es posible en la física atómica pasar de la idea de partícula a la de onda y viceversa, vamos a examinar con más detalle los conceptos de onda y partícula. Una onda es un patrón vibracional localizado en el tiempo y en el espacio. Si lo miramos en un instante determinado del tiempo, veremos un patrón espacial periódico, como el del siguiente ejemplo. Este patrón está caracterizado por una amplitud A -la extensión de la vibración-, y una longitud de onda L, - la distancia entre dos crestas sucesivas. Como alternativa a esto, podemos mirar el movimiento de un punto definido de la onda y entonces veremos una oscilación caracterizada por una cierta frecuencia: el número de veces que el punto oscila adelante y atrás cada segundo. Ahora volvamos a la imagen de la partícula. Según las ideas clásicas, una partícula tiene en todo momento una posición bien definida, y su estado de movimiento puede describirse en razón de su velocidad y su energía cinética. Las partículas que se mueven con una alta velocidad también tienen una elevada energía. Los físicos, de hecho, usan muy raramente el concepto de "velocidad" para describir el estado de movimiento de una partícula, sino que en su lugar emplean una magnitud denominada "momento" que se define como la masa de una partícula multiplicada por su velocidad. La teoría cuántica, asocia las propiedades de una onda de probabilidad con las propiedades de la partícula correspondiente, relacionando la amplitud de onda en un lugar determinado con las probabilidades de encontrar la partícula en dicho lugar. Donde la amplitud sea grande tendremos probabilidades de encontrar la partícula, mientras que si la buscamos donde la amplitud es pequeña, será improbable hallarla. El tren de onda representado en el dibujo anterior, por ejemplo, tiene la misma amplitud en toda su longitud, por lo tanto la partícula, podrá hallarse con la misma probabilidad en cualquier parte de la onda.* *No debe pensarse que es más probable hallar la partícula en las crestas que en los senos de la onda. Esta figura es simplemente una "instantánea", un modelo estático de una vibración continua, durante la cual, todos los puntos existentes a lo largo de la onda alcanzan la parte superior de la cresta a intervalos periódicos. La información sobre el movimiento de la partícula está así contenida en la longitud de la onda y en su frecuencia. La longitud de onda es inversamente proporcional al momento de la partícula, lo cual quiere decir que una onda con una pequeña longitud de onda corresponderá a una partícula que se mueve con un momento elevado (a alta velocidad). La frecuencia de la onda es proporcional a la energía de la partícula; una onda con una frecuencia alta quiere decir que la partícula en cuestión tiene una gran energía. En el caso de la luz, por ejemplo, la luz violeta tiene una frecuencia alta y una longitud de onda corta y por lo tanto se compone de fotones de alta energía y alto momento, mientras que la luz roja tiene una frecuencia baja y una longitud de onda larga correspondiente por ello a fotones de baja energía y bajo momento. Una onda que se propagara del modo que lo hace la de nuestro ejemplo no nos diría mucho sobre la posición de la partícula correspondiente. Puede encontrarse con la misma probabilidad en cualquier parte de la onda. Sin embargo, con frecuencia hallamos situaciones en las que la posición de la partícula es hasta cierto punto conocida, como por ejemplo en la descripción de un electrón de un átomo. En tal caso, las probabilidades de encontrar la partícula en diversos lugares queda reducida a una zona determinada. Fuera de esta zona deben ser 0. Esto se logra mediante un modelo de onda como el del diagrama siguiente, que corresponde a una partícula confinada a la zona X. Este patrón o modelo se denomina paquete de ondas.* Se compone de varios trenes de ondas de diversas longitudes de onda, que interfieren unas con otras fuera de la zona X de manera destructiva, de modo que la amplitud total -y la probabilidad de encontrar allí la partícula- es 0, dado que el patrón está construido dentro de X. Este patrón muestra que la partícula está situada en alguna parte dentro de la zona X, pero no nos permite localizarla más allá. En cuanto a los puntos en el interior de la zona sólo podemos saber las probabilidades de presencia de la partícula. (Es muy probable que la partícula se encuentre en el centro, donde las amplitudes de probabilidad son amplias y menos probable cerca de los extremos del paquete de ondas, donde las amplitudes son pequeñas). La longitud del paquete de ondas representa, por lo tanto, la incertidumbre en la localización de la partícula. * Para mayor sencillez, aquí tratamos sólo con una dimensión espacial, es decir con la posición de la partícula en algún lugar de la línea. Los modelos o patrones de probabilidad mostrados en el capítulo anterior son ejemplos bidimensionales que corresponden a ondas más complicadas. Una propiedad importante de este paquete de ondas es que no tiene una longitud de onda definida, es decir, las distancias entre dos crestas sucesivas no son siempre iguales. Existe una variación de la longitud de onda que dependerá de la longitud del paquete de ondas; cuanto más corto sea el paquete, mayor será la variación en las longitudes de onda. Esto no tiene nada que ver con la teoría cuántica, sino que sencillamente expresa las propiedades de las ondas. Los paquetes de ondas no tienen, de este modo, una longitud de onda definida. La teoría cuántica entra en juego cuando relacionamos la longitud de onda con el momento de la partícula correspondiente. Si el paquete de ondas no tiene una longitud de onda bien definida, la partícula no tendrá un momento definido. Esto significa que no solamente existirá incertidumbre en cuanto a la posición de la partícula, dada la longitud del paquete de ondas, sino también sobre su momento, incertidumbre ésta, causada por la variación de la longitud de onda. Las dos incertidumbres están interrelacionadas porque la variación de la longitud de onda (es decir, la incertidumbre del momento), depende de la longitud del paquete de ondas (de la incertidumbre de la posición). Si deseamos localizar la partícula con mayor precisión, es decir, si queremos confinar su paquete de ondas en una zona más pequeña, ello supondrá un aumento de la variación de la longitud de onda y, por lo tanto, un aumento de la incertidumbre del momento de la partícula. La fórmula matemática de esta relación existente entre las incertidumbres de posición y momento de una partícula es conocida como relación de incertidumbre de Heisenberg, o principio de incertidumbre. Esto quiere decir que, en el mundo subatómico, nunca podremos saber con gran precisión ni la posición ni el momento de una partícula. Cuanto mejor conozcamos su posición, más confuso será su momento y viceversa. Podemos decidimos por efectuar una medición precisa de cualquiera de estas dos magnitudes, pero entonces habremos de permanecer completamente ignorantes con respecto a la otra. Es importante notar, como señalábamos en el capítulo anterior, que esta limitación no es causada por la imperfección de nuestras técnicas de medida sino que se trata de una limitación de principio. Si deseamos medir con precisión la posición de una partícula, sencillamente la partícula no tendrá un momento bien definido y viceversa. Esta relación existente entre las incertidumbres de la posición que ocupa la partícula y su momento no constituye la única manifestación del principio de incertidumbre. Relaciones similares existen entre otras magnitudes, por ejemplo, entre el tiempo que toma un suceso atómico y la energía involucrada. Esto puede entenderse fácilmente si representamos nuestro paquete de ondas no como un modelo espacial, sino como un patrón vibracional en el tiempo. Cuando la partícula pasa por un punto determinado de observación, las vibraciones del patrón de ondas en ese punto comenzarán con pequeñas amplitudes que aumentarán y después disminuirán de nuevo, hasta que, finalmente, la vibración se detendrá. El tiempo que tarda en atravesar este patrón representa el tiempo durante el cual la partícula pasa por nuestro punto de observación. Podemos decir que el paso ocurre dentro de este lapso de tiempo, pero no podemos localizarlo más. La duración del patrón de vibración representa, de este modo, la incertidumbre sobre la ubicación temporal del suceso. Puesto que el modelo espacial del paquete de ondas no tiene una longitud de onda bien definida, el correspondiente modelo vibracional en el tiempo no tendrá una frecuencia bien definida. La amplitud de su frecuencia dependerá de la duración del modelo vibratorio, y como la teoría cuántica asocia la frecuencia de la onda con la energía de la partícula, la indeterminación en la frecuencia del modelo supondrá una indeterminación de la energía de la partícula. La incertidumbre en cuanto a la localización de un acontecimiento en el tiempo está de este modo, relacionada con la incertidumbre de su energía, del mismo modo que la incertidumbre sobre la localización de la partícula en el espacio se corresponderá con una incertidumbre en la determinación de su momento. Esto significa que nunca podremos saber con exactitud ni el momento temporal en que un suceso se produce, ni la energía que interviene en él. Los sucesos que ocurren dentro de un período de tiempo corto generan una gran indeterminación en cuanto a su energía; los sucesos que contienen una cantidad precisa de energía sólo podrán ser localizados dentro de un largo período de tiempo. La importancia fundamental del principio de incertidumbre es que expresa las limitaciones de nuestros conceptos clásicos de una forma matemática y precisa. Como anteriormente describí, el mundo subatómico aparece así como una telaraña de relaciones entre las distintas partes de un todo unitario. Los conceptos clásicos, derivados de nuestra experiencia macroscópica ordinaria, no resultan totalmente adecuados para describir este mundo. Para empezar, el concepto de una entidad física definida, por ejemplo una partícula, es una idealización que no tiene significado real. Solamente puede definirse en función de sus conexiones con el todo, y estas conexiones son de naturaleza estadística: probabilidades, más que seguridades o certezas. Al describir las propiedades de tal entidad en términos de los conceptos clásicos, como posición, energía, momento, etc., vemos que hay pares de conceptos que están relacionados entre sí y no pueden ser simultáneamente definidos de un modo preciso. Cuanto más impongamos un concepto sobre el "objeto" físico, tanto más incierto se hará el otro concepto, y la relación exacta entre los dos nos es dada por el principio de incertidumbre. Para comprender mejor esta relación existente entre los pares de conceptos clásicos, Niels Bohr introdujo la idea de la complementariedad. Consideró la idea de partícula y onda como dos descripciones complementarias de la misma realidad, siendo cada una de ellas sólo parcialmente correcta y teniendo una gama limitada de aplicación. Para lograr una descripción completa de la realidad atómica son necesarias las dos representaciones, y ambas deben aplicarse dentro de las limitaciones impuestas por el principio de incertidumbre. Este concepto de complementariedad ha llegado a constituir una parte esencial del pensamiento de los físicos sobre la naturaleza, y Bohr con frecuencia sugirió que este concepto podría resultar útil también fuera del campo de la física; de hecho, la idea de complementariedad fue ya extremadamente útil hace 2.500 años. Jugó un papel clave en el antiguo pensamiento chino, basado en la idea de que los conceptos opuestos mantienen una relación polar -complementaria- unos con otros. Los sabios chinos representaron esta complementariedad de los opuestos por medio de los polos arquetípicos fin y yang y consideraron que su interacción dinámica constituye la esencia de todos los fenómenos naturales y de todas las situaciones humanas. Niels Bohr conocía el paralelismo existente entre su concepto de complementariedad y el pensamiento chino. Cuando en el año 1937 visitó China, época en la que su interpretación de la teoría cuántica ya había sido totalmente elaborada, se sintió profundamente impresionado por el antiguo concepto chino de los opuestos polares, y desde entonces mostró un gran interés por la cultura oriental. Diez años más tarde, le fue concedido el título de caballero, como reconocimiento a sus logros en el campo de la ciencia y a su importante contribución a la vida cultural danesa. Cuando tuvo que escoger un motivo apropiado para su escudo de armas, su elección fue el símbolo chino del t'ai chi que representa la relación complementaria de los opuestos arquetípicos ying y yang. Al elegir este símbolo para su escudo de armas junto con la inscripción Contraria sunt complementaria (los opuestos son complementarios), Niels Bohr reconocía la profunda armonía existente entre la antigua sabiduría oriental y la moderna ciencia occidental. 12 ESPACIO-TIEMPO La física moderna ha confirmado del modo más espectacular una de las ideas básicas del misticismo oriental: que todos los conceptos que empleamos para describir la naturaleza son limitados, que no son rasgos de la realidad, corno se tiende a creer, sino creaciones de la mente, partes del mapa, no del territorio. Cada vez que ampliamos el ámbito de nuestra experiencia, las limitaciones de la mente racional se hacen evidentes y tenemos que modificar, o incluso abandonar, algunos de nuestros conceptos previos. Nuestras concepciones sobre el espacio y el tiempo ocupan un lugar importante en nuestro mapa de la realidad. Nos sirven para ordenar las cosas y los acontecimientos de nuestro medio ambiente y por ello son de capital importancia, no sólo en nuestra vida diaria, sino también en nuestros intentos por comprender la naturaleza, a través de la ciencia y de la filosofía. No existe una sola ley física que para su formulación no necesite de los conceptos de espacio y tiempo. La profunda modificación de estos básicos conceptos generada por la teoría de la relatividad supuso, por consiguiente, una de las mayores revoluciones acaecidas en la historia de la ciencia. La física clásica se basaba en la idea de un espacio tridimensional, absoluto e independiente de los objetos materiales contenidos en él, y que obedecía a las leyes de la geometría euclidiana. Y también sobre la idea del tiempo como una dimensión aparte, también absoluta, que fluye de un modo uniforme, e independiente del mundo material. En Occidente, estos conceptos de espacio y tiempo estaban tan profundamente arraigados en las mentes de los filósofos y de los científicos que eran considerados como propiedades de la naturaleza verdaderas e incuestionables. La creencia de que la geometría era algo inherente a la naturaleza, en lugar de formar parte del esquema que empleamos para describirla, procede del pensamiento griego. La geometría demostrativa constituía la parte central de las matemáticas griegas y tenía una profunda influencia sobre la filosofía. Su método de hallar los teoremas mediante el razonamiento deductivo a partir de axiomas incuestionables se convirtió en la característica central del pensamiento filosófico griego Así la Geometría se hallaba en el mismo centro de todas las actividades intelectuales y constituía la base de todo adiestramiento filosófico. Se dice que en la verja de entrada a la Academia de Platón, en Atenas, había una inscripción que decía: "No te está permitido entrar aquí, a menos que sepas Geometría". Los griegos creían que sus teoremas matemáticos eran expresiones de verdades eternas y exactas del mundo real, y que las formas geométricas eran manifestaciones de la belleza absoluta. La geometría estaba considerada como la combinación perfecta de la lógica y la belleza y así se creyó en su origen divino. De ahí la sentencia de Platón: "Dios es geómetra". Puesto que la geometría era considerada como una revelación de Dios, para los griegos era obvio que el cielo debía mostrar formas geométricas perfectas. Es decir, que los cuerpos celestes tenían que moverse en círculos. Para que la imagen fuera todavía más geométrica, se les creía fijos en una serie de esferas cristalinas concéntricas, que se movían como un todo, con la Tierra en el centro. En los siglos siguientes, la geometría griega continuó ejerciendo una fuerte influencia sobre la filosofía y la ciencia de occidente. Los Elementos de Euclides fue libro de texto usual en las escuelas europeas hasta principios de este siglo, y la geometría euclidiana fue considerada durante más de mil años como la verdadera naturaleza del espacio. Fue necesario un Einstein para hacer ver a los científicos y filósofos que la geometría no es algo inherente a la naturaleza, sino que fue impuesta sobre ella por la mente. En palabras de Henry Margenau: El principal descubrimiento de la teoría de la relatividad es que la geometría... es una creación del intelecto. Sólo una vez aceptado esto, podrá la mente sentirse libre para manejar los consagrados conceptos de espacio y tiempo, examinar la gama de posibilidades adecuada para definirlos, y seleccionar la formulación que concuerde con las observaciones efectuadas.1 1 P. A. Schilpp, Albert Einstein; Philosopher-Scientist, pág. 250. La filosofía oriental, al contrario que la griega, siempre mantuvo que el espacio y el tiempo son creaciones de la mente. Los místicos orientales los trataron como a todos los demás conceptos intelectuales: como algo relativo, limitado e ilusorio. En un texto budista, por ejemplo, hallamos estas palabras: El Buda enseñó, oh monjes, que... el pasado, el futuro, el espacio físico... y las individualidades, no son más que nombres, formas de pensamiento, palabras de uso común, realidades meramente superficiales.2 2 Madhyamika Karika Vrtú, citado por T. R. V, Murti en The Central Philosophy of Buddhism, pág. 198. Así, en el lejano Oriente, la geometría nunca logró el estatus alcanzado en la antigua Grecia, aunque esto no significa que los hindúes y los chinos tuvieran poco conocimiento de ella, pues la empleaban en la construcción de altares de formas geométricas precisas, en la medición de las tierras y en la cartografía de los cielos, pero nunca para determinar verdades abstractas y eternas. Esta actitud filosófica también quedó reflejada en el hecho de que la antigua ciencia de aquellas culturas, generalmente no consideraba necesario encajar a la naturaleza en un diagrama formado por líneas rectas y círculos perfectos. Las observaciones de Joseph Needharn sobre la astronomía china son muy interesantes a este respecto: Los (astrónomos) chinos no sintieron necesidad de usar en sus explicaciones las formas (geométricas), los componentes del organismo universal seguían su Tao, cada uno de acuerdo a su propia naturaleza y sus movimientos pudieron ser tratados en la forma esencialmente "no-representativa" del álgebra. De este modo, lo chinos se vieron libres de la obsesión de los astrónomos europeos por el círculo como la figura más perfecta... y tampoco experimentaron la prisión medieval de las esferas cristalinas.3 3 J. Needham, Science and Civilisation in China, pág. 458. Así, los antiguos filósofos y científicos orientales tenían ya la disposición que sería tan básica para la teoría de la relatividad: considerar que nuestras nociones de geometría no son propiedades de la naturaleza, absolutas e inamovibles, sino construcciones intelectuales. En palabras de Ashvaghosha: Que quede claro que el espacio no es más que un modo de particularización y que no tiene una existencia real por sí mismo... El espacio sólo existe en relación con nuestra consciencia particularizante.4 4.Ashvaghosha, The Awakening of Faith, pág. 107. Lo mismo ocurre con nuestra idea del tiempo. Los místicos orientales relacionan las nociones de espacio y tiempo con estados de consciencia particulares. Al ser capaces de ir más allá del estado ordinario de- consciencia mediante la meditación, advirtieron que los conceptos convencionales de espacio y tiempo no constituyen la verdad definitiva. Las refinadas concepciones del espacio y del tiempo resultantes de sus experiencias místicas parecen en muchos aspectos similares a las de la física moderna, corvo claramente demuestra la teoría de la relatividad. ¿Cuál es, pues, esta nueva concepción del espacio y del tiempo que surgió de la teoría de la relatividad? Está basada en el descubrimiento de que toda medición de espacio o tiempo es relativa. La relatividad de los datos espaciales no era, desde luego, nada nuevo. Antes de Einstein, se sabía ya muy bien que la posición de un objeto en el espacio puede solamente ser definida en relación con algún otro objeto. Esto se logra generalmente con ayuda de tres coordenadas, y el lugar desde el cual se miden las coordenadas es el punto de ubicación del "observador". Para ilustrar la relatividad de tales coordenadas, imaginemos dos observadores que flotan en el espacio y están observando un paraguas, tal como muestra el dibujo. El observador A ve el paraguas a su izquierda y ligeramente inclinado, de forma que el extremo superior está más cerca de él. El observador B, por el contrario, ve el paraguas a su derecha y de tal manera que el extremo superior está más alejado. Si extendemos a tres dimensiones este ejemplo bidimensional quedará claro que todos los datos espaciales -tales como "izquierda", "derecha", "arriba", "abajo", "oblicuo", etc.-, dependerán totalmente de la situación del observador y por tanto serán relativos. Todo esto ya era conocido mucho tiempo antes de surgir la teoría de la relatividad. En lo que al tiempo se refiere, la situación era del todo diferente. El orden temporal de dos sucesos se consideraba totalmente independiente de cualquier observador. Los adjetivos temporales -tales como "antes", "después" o "simultáneo"- se creía que tenían un significado absoluto, independiente de cualquier sistema de coordenadas. Einstein descubrió que las ubicaciones temporales, también son relativas y dependen del observador. En la vida diaria, la impresión de que es posible ordenar los sucesos que nos rodean en una secuencia temporal única la produce por el hecho de que la velocidad de la luz -300.000 kilómetros por segundo- es tan alta comparada con cualquier otra velocidad que podamos experimentar que resulta factible suponer que estamos observando los sucesos en el mismo instante en que ocurren. Sin embargo, ello es incorrecto. La luz necesita un tiempo para viajar desde el suceso al observador. Normalmente, este tiempo es tan corto que la propagación de la luz puede considerarse como instantánea, pero cuando el observador se mueve a una velocidad elevada con relación a los fenómenos observados el período de tiempo transcurrido entre el suceso y su observación juega un papel crucial a la hora de establecer la secuencia de los acontecimientos. Einstein advirtió que en este caso, observadores que se movieran a velocidades diferentes ordenarían los sucesos en el tiempo de un modo diferente.* Dos sucesos que un observador considera que ocurren simultáneamente, pueden suceder en diferentes secuencias de tiempo para otros. Con las velocidades ordinarias, la diferencia es tan pequeña que no puede ser detectada, pero cuando las velocidades se aproximan a la velocidad de la luz, los efectos son ya medibles. En la física de alta tecnología, donde los sucesos son interacciones entre partículas que se mueven casi a la velocidad de la luz, la relatividad del tiempo es algo bien establecido y ha sido confirmado por incontables experimentos.** * Debemos tener en cuenta el hecho esencial de que la velocidad de la luz es la misma para todos los observadores. ** En este caso hay que tener en cuenta que el observador está en reposo en su laboratorio, mientras los sucesos que él observa son producidos por partículas que se mueven a diferentes velocidades. El efecto es el mismo. Lo que cuenta es el movimiento relativo entre el observador y los sucesos observados. Cuál de los dos se mueva con relación al laboratorio carece de importancia. Esta relatividad del tiempo nos obliga también a abandonar el concepto newtoniano del espacio absoluto. Dicho espacio se consideraba que contenía una configuración de materia definida en cada momento, sin embargo, ahora que la simultaneidad es un concepto relativo, que depende del movimiento del observador, ya no es posible definir tal instante determinado para la totalidad del universo. Un suceso distante que para un observador tiene lugar en algún momento determinado, puede suceder antes o después para otro. Por lo tanto, no es posible hablar del "universo en un momento dado" de una manera absoluta. No existe un espacio absoluto, independiente del observador. La teoría de la relatividad ha venido así a demostrar que, todas las mediciones que impliquen espacio y tiempo carecen de significado absoluto y nos ha obligado a abandonar los conceptos clásicos de espacio y tiempo como magnitudes absolutas. Mendel Sachs expresó la fundamental importancia de esta evolución con las siguientes palabras: La verdadera revolución que trajo la teoría de Einstein fue el abandono de la idea de que el sistema de coordenadas de espacio y tiempo tenía un significado objetivo como entidad física independiente. En lugar de esta idea, la teoría de la relatividad nos dice que las coordenadas de espacio y tiempo son sólo los elementos de un lenguaje, que es utilizado por un observador para describir su medio ambiente.5 5 M. Sachs, Space-Time and Elementary Interactions in Relalivity Physics Today, vol. 22 (febrero, 1969), pág, 53. Esta afirmación, hecha por un físico contemporáneo, nos muestra la estrecha afinidad existente entre las nociones de espacio y tiempo de la física moderna y las de los místicos orientales, quienes, como ya mencionarnos antes, sostienen que el espacio y el tiempo "no son más que nombres, formas de pensamiento, palabras de uso común". Al quedar el espacio y el tiempo reducidos al subjetivo papel de elementos del lenguaje utilizado por un determinado observador para describir los fenómenos naturales, cada observador describirá dichos fenómenos de un modo diferente. Si de sus descripciones inferimos algunas leyes naturales del universo, estas leyes tendrán que ser formuladas de tal modo que tengan la misma forma en todos los sistemas de coordenadas, es decir, que sean válidas para todos los observadores, aunque éstos se hallen en posiciones diferentes y tengan movimientos distintos. Este requisito es conocido como principio de la relatividad y fue, de hecho, el punto de partida de la teoría de la relatividad. Es interesante ver que el germen de la teoría de la relatividad se hizo aparente en algo que se le ocurrió a Einstein cuando tenía dieciséis años. Trató de imaginar cómo le parecería un rayo de luz a un observador que viajase con él a la velocidad de la luz y llegó a la conclusión de que tal observador vería el rayo de luz como un campo electromagnético que oscilaría hacia atrás y hacia adelante, sin moverse, es decir, sin formar una onda. Tal fenómeno, sin embargo, es desconocido en física. Así, al joven Einstein, le pareció que algo que un observador veía como un fenómeno electromagnético bien conocido, digamos una onda de luz, aparecería para otro observador como un fenómeno contrario a las leyes de la física, y esto no podía aceptarlo. Años después, Einstein comprendió que el principio de la relatividad encaja con la descripción de los fenómenos electromagnéticos sólo si las coordenadas espaciales y temporales son relativas. Entonces las leyes de la mecánica, que gobiernan los fenómenos relacionados con los cuerpos en movimiento y también las leyes de la electrodinámica, la teoría de la electricidad y el magnetismo, pueden formularse dentro de un marco común "relativista" que integra el tiempo a las tres coordenadas de espacio, como una coordenada más, que depende del observador. Para comprobar si el principio de la relatividad se cumple, es decir, si las ecuaciones de una teoría permanecen idénticas en todos los sistemas de coordenadas, es necesario traducir los datos de espacio y tiempo de un "marco de referencia" o sistema de coordenadas, a otro. Estas conversiones o "transformaciones" como se denominan, ya eran bien conocidas y ampliamente utilizadas en la física clásica. La transformación entre los dos marcos de referencia representados en el dibujo de la pág. 214, por ejemplo, considera a cada una de las dos coordenadas del observador A (una horizontal y una vertical, como indican las flechas del dibujo) corno una combinación de las coordenadas del observador B, y viceversa. Los resultados exactos pueden obtenerse fácilmente con ayuda de la geometría elemental. En la física relativista, se presenta una situación nueva, pues hay que añadir el tiempo a las tres coordenadas espaciales, como una cuarta dimensión. Puesto que las transformaciones entre diferentes marcos de referencia muestran a cada coordenada de uno de los marcos como una combinación de las coordenadas de los demás, la coordenada "espacio" de uno de los marcos aparecerá en los demás como una mezcla de las coordenadas de espacio y tiempo. Esta es una situación totalmente nueva, pues cada cambio de sistemas de coordenadas mezcla el espacio y el tiempo de una forma matemáticamente bien definida. Dejan de estar separados, pues lo que es espacio para un observador, será una mezcla de espacio y tiempo para otro. La teoría de la relatividad ha demostrado que el espacio no es tridimensional y que el tiempo no es una entidad separada. Los dos están íntima e inseparablemente relacionados y forman un continuo cuatridimensional denominado "espacia-tiempo". Este concepto de espacio-tiempo fue presentado por Hermann Minkowski en una famosa conferencia que dio en 1908, con las siguientes palabras: Los puntos de vista sobre el espacio y el tiempo que deseo exponer ante ustedes, han surgido del campo de la física experimental, y en esto consiste su fuerza. Son radicales. Desde hoy en adelante el espacio por sí solo, y el tiempo por sí solo, están destinados a desvanecerse en meras sombras, y únicamente algún tipo de unión entre ambos conservará realidad independiente.6 6 A. Einstein et at, The Principle of Relativity Dover Publications, Nueva York, 1923), pág. 75, Los conceptos de espacio y tiempo son tan básicos para la descripción de los fenómenos naturales que su modificación supone alterar todo el marco utilizado por la física para describir la naturaleza. En este nuevo marco, el espacio y el tiempo son tratados del mismo modo y están inseparablemente unidos. En la física relativista no es posible hablar de espacio sin hablar también de tiempo y viceversa. Este nuevo patrón tendrá que ser utilizado siempre que se describan fenómenos que impliquen altas velocidades. El íntimo lazo existente entre el espacio y el tiempo era ya bien conocido en astronomía, aunque en un contexto diferente, mucho antes de que surgiera la teoría de la relatividad. Los astrónomos y astrofísicos tratan con distancias extremadamente grandes, y una vez más es importante en este caso el hecho de que la luz necesita tiempo para viajar desde el objeto observado hasta el observador. A causa de la velocidad finita de la luz, el astrónomo nunca ve el universo en su estado presente, sino que siempre lo hace mirando hacia atrás, al pasado. La luz tarda ocho minutos en viajar desde el Sol a la Tierra, es decir que, en cualquier momento, vemos el Sol como era hace ocho minutos. Del mismo modo, vemos la estrella más próxima como existía hace cuatro años, y con los telescopios más potentes podemos ver las galaxias como existieron hace millones de años. La velocidad finita de la luz no es en absoluto una desventaja para los astrónomos, sino que más bien constituye una gran ventaja. Les permite observar la evolución de las estrellas, grupos de estrellas o galaxias en todas sus fases, tan sólo observando dentro del espacio y hacia atrás en el tiempo. Todos los tipos de fenómenos ocurridos durante los últimos millones de años pueden ser observados hoy en alguna parte de los cielos. De este modo, los astrónomos, están habituados a la estrecha relación existente entre espacio y tiempo. Lo que nos dice la teoría de la relatividad es que esta relación es importante no sólo cuando tratamos con grandes distancias, sino también cuando lo hacemos con altas velocidades. Incluso aquí en la Tierra, la medición de cualquier distancia no es independiente del tiempo, pues ésta deberá incluir el estado de movimiento del objeto, y por consiguiente una referencia al tiempo. La unificación de espacio y tiempo supone -como ya mencioné en el capítulo anterior- una unificación de otros conceptos básicos, y precisamente este aspecto unificador constituye el rasgo más característico de la estructura relativista. Conceptos que parecían sin relación alguna en la física no-relativista son ahora considerados como aspectos diferentes de un mismo y único concepto. Esta característica le confiere al marco relativista una gran elegancia y belleza matemática. Muchos años de trabajo con la teoría de la relatividad nos han hecho apreciar esta elegancia y han hecho que lleguemos a familiarizarnos totalmente con su formulismo matemático. Sin embargo, todo esto no ha ayudado mucho a nuestra intuición. Carecemos de experiencia sensorial directa del espacio-tiempo cuatridimensional, y también de todos los demás conceptos relativistas. Cada vez que estudiamos fenómenos naturales en los que se dan altas velocidades, nos resulta extremadamente difícil tratar con estos conceptos al nivel de la intuición y del lenguaje ordinario. Por ejemplo, en la física clásica se suponía que una vara, ya se halle en movimiento o reposo tendrá siempre la misma longitud. La teoría de la relatividad ha demostrado que esto no es cierto. La longitud de un objeto depende de su movimiento con relación al observador y cambia con la velocidad de ese movimiento. Este cambio ocurre de tal modo que el objeto se contrae en la dirección de su movimiento. Una vara tiene su longitud máxima en un marco de referencia cuando está en reposo, y se hace más corta a medida que su velocidad aumenta con relación al observador. En los experimentos de "dispersión" de la física de alta energía, donde las partículas colisionan a velocidades extremadamente altas, la contracción relativista es tan extrema que las partículas esféricas quedan reducidas a "tortitas". Es importante darnos cuenta de que no tiene sentido preguntar cuál es la longitud "real" de un objeto, del mismo modo que en la vida diaria no tiene ningún sentido preguntar la verdadera longitud de la sombra de alguien. La sombra es una proyección de puntos de espacio tridimensional en un plano de dos dimensiones, y su longitud será diferente si los ángulos de proyección son diferentes. Del mismo modo, la longitud de un objeto en movimiento es la proyección en un espacio de tres dimensiones de puntos de un espacio-tiempo cuatridimensional y su longitud será diferente si los marcos de referencia son diferentes. Lo mismo que ocurre con las distancias ocurre con los intervalos de tiempo, pues también dependen de los marcos de referencia, sin embargo, al contrario que las distancias espaciales se hacen más largos a medida que la velocidad relativa al observador aumenta. Esto significa que los relojes en movimiento van más despacio, el tiempo se ralentiza. Estos relojes pueden ser de cualquier tipo: mecánicos, atómicos o incluso el latido de un corazón humano. Si uno de dos gemelos hiciera un largo y rápido viaje por el espacio exterior, al volver sería más joven que su hermano, porque todos sus "relojes" -el latido de su corazón, su flujo sanguíneo, sus ondas cerebrales, etc.- habrían ido más despacio durante el viaje, desde el punto de vista del hombre de la Tierra. Sin embargo el propio viajero no advertiría nada anormal, pero a su regreso se asombraría al ver que su hermano gemelo era mucho más viejo que él. Tal vez este "absurdo de los gemelos" sea el más famoso de la física moderna. Ha provocado acaloradas discusiones en publicaciones científicas, algunas de las cuales todavía continúan: prueba elocuente de que la realidad descrita por la teoría de la relatividad no puede ser comprendida de una manera fácil por nuestro entendimiento ordinario. El retraso experimentado por los relojes en movimiento, por increíble que pueda parecer, es algo perfectamente comprobado en la física de las partículas. La mayor parte de las partículas subatómicas son inestables, es decir, después de cierto tiempo se desintegran en otras partículas. Numerosos experimentos han confirmado el hecho de que el tiempo de vida de una partícula inestable depende de su movimiento. Si aumenta la velocidad de la partícula, su tiempo de vida aumenta igualmente.* Las partículas que se mueven a una velocidad que sea el 80% de la velocidad de la luz viven aproximadamente 1,7 veces más que sus "hermanas gemelas" más lentas, y si su velocidad es el 99% de la velocidad de la luz, viven aproximadamente 7 veces más. Esto no quiere decir que el tiempo de vida intrínseco de la partícula varíe. Desde el punto de vista de la partícula, su tiempo de vida es siempre el mismo, sin embargo desde el punto de vista del observador que está en el laboratorio el "reloj interno" de la partícula se ha retrasado, y por lo tanto, vive más tiempo. * Tal vez debería mencionar un pequeño punto técnico. Cuando hablamos del tiempo de vida de un determinado tipo de partícula, siempre nos referirnos al tiempo medio de vida. Debido al carácter estadístico de la física subatómica, no es posible hacer ninguna afirmación sobre partículas individuales. Todos estos efectos relativistas parecen extraños porque con nuestros sentidos no experimentamos el espaciotiempo cuatridimensional, sino que sólo podemos observar sus "reflejos tridimensionales". Estos reflejos o imágenes tendrán aspectos diferentes en marcos de referencia diferentes. Los objetos en movimiento parecen diferentes de los objetos en reposo, y los relojes en movimiento funcionan a un ritmo diferente. Estos efectos parecerán absurdos si no nos darnos cuenta de que son sólo las proyecciones tridimensionales de fenómenos que tienen lugar en cuatro dimensiones, de la misma manera que las sombras son proyecciones de objetos tridimensionales. Si pudiésemos captar la realidad espacio-temporal cuatridimensional, veríamos que en ella no hay nada absurdo. Los místicos orientales, como antes mencioné, parecen ser capaces de alcanzar estados de consciencia no ordinarios, en los cuales trascienden el mundo tridimensional de la vida cotidiana, llegando a experimentar una realidad multidimensional, más elevada. Así, Aurobindo habla de "un cambio sutil que hace que la vista vea en una especie de cuarta dimensión".7 Las dimensiones de estos estados de consciencia tal vez no sean las mismas que las que estamos tratando en la física relativista, pero resulta sorprendente que hayan guiado a los místicos hacia conceptos de espacio y tiempo muy similares a los manejados en la teoría de la relatividad. 7 S. Aurobindo, The Synthesis of Yoga (Aurobindo, Ashram, Pondicherry, India, 1957), pág. 993. Una poderosa intuición sobre el carácter "espacio temporal" de la realidad parece imbuir a todo el misticismo oriental. El hecho de que espacio y tiempo estén inseparablemente ligados, algo tan característico de la física relativista, es resaltado una vez y otra por los místicos. Esta idea intuitiva del espacio y del tiempo tuvo, quizá, su más clara expresión y su elaboración más trascendental dentro del budismo, y en particular en la escuela Avatamsaka del budismo Mahayana. El Avatamsaka Sutra, que constituye el fundamento de esta escuela, da una vívida descripción de cómo se experimenta el mundo en el estado iluminado. La consciencia de la "interpenetración del espacio y el tiempo", expresión perfecta para describir la realidad espacio-temporal, es repetidamente resaltada en dicho sutra y está considerada como la característica esencial del estado mental iluminado. En palabras de D. T. Suzuki: El significado del Avatamsaka y de su filosofía será incomprensible a menos que experimentemos... un estado de completa disolución, donde no exista diferenciación entre la mente y el cuerpo, entre el sujeto y el objeto... Entonces miramos alrededor y vemos eso... que cada objeto está relacionado con todos los demás objetos... no sólo espacialmente, sino temporalmente... Experimentamos que no hay espacio sin tiempo, que no hay tiempo sin espacio; que se interpenetran.8 8.D. T. Suzuki, Mahayana Buddhism (Allen & Unwin, Londres, 1959), pág. 33, Casi no se podría encontrar mejor manera de describir el concepto relativista espacio-temporal. Comparando lo expresado por Suzuki con cita anterior de Minkowski, es también interesante observar que, tanto el físico como el budista, hacen resaltar el hecho de que sus ideas espaciotemporales están basadas en la experiencia, científica en un caso y mística en otro. En mi opinión, la intuición de los místicos orientales sobre el tiempo constituye una de las principales razones por las que sus conceptos sobre la naturaleza parecen encajar, en general, mucho mejor con los conceptos científicos modernos, de lo que ocurre con la mayoría de los conceptos filosóficos griegos. La filosofía natural griega era, en conjunto, esencialmente estática y generalmente estaba basada en consideraciones geométricas. Podríamos decir que era extremadamente "no-relativista", y su fuerte influencia sobre el pensamiento occidental puede muy bien ser una de las razones por las que en la actualidad seguimos teniendo dificultades conceptuales tan grandes con los modelos relativistas de la física moderna. Las filosofías orientales, sin embargo, son filosofías "espacio-temporales", y por ello su intuición se aproxima más a la concepción de la naturaleza que presentan nuestras modernas teorías relativistas. La evidencia de que espacio y tiempo están íntimamente relacionados y se interpenetran hace que los puntos de vista sobre el mundo tanto de la física moderna como del misticismo oriental sean intrínsecamente dinámicos y contengan el tiempo y el cambio como elementos esenciales. Esto lo trataremos con mayor detalle en el capítulo siguiente, pues constituye el segundo tema principal, que se repite frecuentemente a lo largo de esta comparación entre la física y el misticismo oriental, siendo el primero la unidad de todas las cosas y sucesos. Al ir estudiando los modelos y las teorías relativistas de la física moderna, veremos que todos ellos resultan impresionantes ilustraciones de los dos elementos básicos de la visión oriental del mundo: la unidad de todo el universo y su carácter intrínsecamente dinámico. La teoría de la relatividad tratada hasta ahora se conoce con el nombre de "teoría especial de la relatividad". Suministra un marco común para la descripción de los fenómenos relacionados con los cuerpos en movimiento y con la electricidad y el magnetismo, siendo los rasgos básicos de este marco la relatividad del espacio y el tiempo y su unificación dentro del espacio-tiempo cuatridimensional. En la "teoría general de la relatividad", el marco de la teoría especial se amplía, para incluir a la gravedad. El efecto de la gravedad, según la relatividad general, es curvar el espacio-tiempo. Esto, de nuevo, resulta bastante difícil de imaginar. Podemos imaginar con facilidad una superficie bidimensional curvada, como por ejemplo la superficie de un huevo, pues tales superficies curvadas las podemos ver en nuestro espacio tridimensional. El significado de la palabra curvatura para las superficies curvadas bidimensionales está así bastante claro, pero al llegar al espacio tridimensional - dejemos a un lado el espacio-tiempo cuatridimensional nuestra imaginación nos abandona ya. Puesto que no podemos ver al espacio tridimensional desde fuera, es imposible imaginar cómo puede "doblarse en alguna dirección". Para comprender este espacio-tiempo curvo, nos vemos obligados a emplear superficies curvas bidimensionales como analogías. Imaginemos, por ejemplo, la superficie de una esfera. El hecho importante que hace posible la analogía con el espacio-tiempo cuatridimensional es que la curvatura es una propiedad intrínseca de esa superficie y puede ser medida sin necesidad de adentrarnos en el espacio tridimensional. Un insecto bidimensional, que caminara por la superficie de una esfera y fuera incapaz de experimentar el espacio tridimensional, podría, no obstante, averiguar que la superficie sobre la que está viviendo está curvada, siempre que fuera capaz de hacer mediciones geométricas. Para comprender esto, tenemos que comparar la geometría de nuestro bichito de la esfera con la de un insecto similar que estuviera sobre una superficie plana.* Supongamos que los dos insectos comienzan sus estudios de geometría dibujando una línea recta, definida como el camino más corto entre dos puntos. El resultado se muestra a continuación. * Los siguientes ejemplos están extraídos de la obra The Feynman Lectures on Physics de R.P. Feynman, R.B. Leighon y M. Sands. (Addison-Wesley, Reading, Mass. 1966). vol. 11. cap. 42. Vemos que el insecto de la superficie plana ha trazado una preciosa línea recta, pero, ¿qué hizo el insecto de la esfera? Para él, la línea que trazó es el camino más corto entre los dos puntos A y B, dado que cualquier otra línea que pudiera dibujar sería más larga, sin embargo desde nuestro punto de vista la reconocemos como curva (concretamente corno el arco de un gran círculo). Ahora supongamos que los dos insectos estudian los triángulos. El bichito que está sobre el plano descubrirá que los tres ángulos de cualquier triángulo suman dos ángulos rectos, es decir, 180 grados, sin embargo el que está en la esfera descubrirá que la suma de los ángulos de sus triángulos es siempre mayor de 180 grados. En triángulos pequeños, la diferencia será mínima, pero aumenta a medida que los triángulos se hacen más grandes; y como caso extremo, nuestro insecto de la esfera será capaz incluso de dibujar triángulos con tres ángulos rectos. Finalmente, dejemos que ambos animales tracen círculos y midan su circunferencia. El insecto que está sobre el plano descubrirá que la longitud de la circunferencia es siempre igual al radio multiplicado por 2n, independientemente del tamaño del círculo. Sin embargo, el de la esfera observará que la longitud de su circunferencia será siempre menor que el radio multiplicado por 2n. Como se puede ver en las figuras, nuestro punto de vista tridimensional nos permite ver que lo que el insecto llama radio de su círculo es en realidad una curva, que por lo tanto será siempre más larga que el verdadero radio del círculo. A medida que los dos insectos progresan en su estudio de la geometría, el que se encuentra sobre el plano descubrirá los axiomas y las leyes de la geometría euclidiana, sin embargo su colega de la esfera descubriría leyes diferentes. La diferencia será pequeña en el caso de figuras geométricas pequeñas, pero aumentará cuando las figuras se hagan más grandes. Este ejemplo de los dos insectos nos demuestra que es posible averiguar si una superficie es curvada o no, haciendo sencillamente mediciones geométricas sobre ella, y comparando los resultados con los establecidos por la geometría euclidiana. Si existe alguna discrepancia la superficie será curva y cuanto mayor sea dicha discrepancia -para un tamaño dado de las figuras- más fuerte será la curvatura en cuestión. Del mismo modo, podemos definir un espacio tridimensional curvo como aquél en el que la geometría euclidiana no es válida. Las leyes de la geometría en dicho espacio serán diferentes, de un tipo "no-euclidiano". Tal geometría no euclidiana fue ya presentada como una idea matemática puramente abstracta en el siglo XIX por el matemático Georg Riemann, no siendo entonces considerada más que eso, una idea abstracta, hasta que Einstein hizo la revolucionaria declaración de que el espacio tridimensional en el que vivimos es realmente curvo. Según la teoría de Einstein, la curvatura del espacio es producida por los campos gravitacionales de los cuerpos sólidos. Siempre que haya un objeto sólido, el espacio que lo rodee será curvo, y el grado de curvatura, es decir, el grado en que la geometría se desviará del modelo de Euclides, dependerá de la masa del objeto. Las ecuaciones que relacionan la curvatura del espacio con la distribución de la materia en ese espacio se denominan ecuaciones de campo de Einstein. Pueden aplicarse no sólo para determinar las variaciones locales de la curvatura en la proximidad de las estrellas y de los planetas, sino también para averiguar si existe una curvatura de conjunto en el espacio a gran escala. Esto es, las ecuaciones de Einstein pueden emplearse para determinar la estructura del universo como un todo. Desgraciadamente, no dan una respuesta única. Varias soluciones matemáticas son posibles para estas ecuaciones, y estas soluciones constituyen los diversos modelos de universo estudiado en cosmología, algunos de los cuales veremos en los siguientes capítulos. Averiguar cuál de ellos corresponde a la estructura real de nuestro universo constituye la principal tarea de la cosmología actual. Dado que en la teoría de la relatividad el espacio nunca puede separarse del tiempo, la curvatura causada por la gravedad no podrá estar limitada al espacio tridimensional, sino que deberá extenderse al espacio-tiempo cuatridimensional y esto es, en realidad, lo que predice la teoría de la relatividad. En un espacio-tiempo curvo, las distorsiones originadas por la curvatura afectan no sólo a las relaciones espaciales descritas por la geometría, sino también a las longitudes de los intervalos de tiempo. El tiempo no fluye allí en la misma proporción que en el "espacio tiempo plano", y a medida que la curvatura varíe de un lugar a otro, según sea la distribución de los cuerpos sólidos, lo mismo ocurrirá con el flujo del tiempo. Sin embargo es importante advertir que esta variación del flujo del tiempo podrá ser percibida sólo por un observador que permanezca en un lugar diferente del ocupado por los relojes usados para medir la variación. Si el observador, por ejemplo, fuese a un lugar donde el tiempo va más despacio, todos sus relojes se atrasarían también y no tendría forma de medir esta variación. En nuestro entorno terrestre, los efectos de la gravedad sobre el tiempo y el espacio son tan pequeños que resultan insignificantes, sin embargo en astrofísica, ciencia que trata con cuerpos extremadamente sólidos, corno planetas, estrellas y galaxias, la curvatura del tiempo sí es un fenómeno importante. Todas las observaciones han confirmado la teoría de Einstein y así nos obligan a creer que el espacio-tiempo es en realidad curvo. Los efectos más exagerados de la curvatura del espacio-tiempo se muestran durante el colapso gravitacional de una estrella sólida. Según las ideas actualmente vigentes en astrofísica, toda estrella llega en su evolución a una etapa en la que se colapsa, debido a la mutua atracción gravitacional de sus partículas. Puesto que esta atracción aumenta con gran rapidez a medida que disminuye la distancia entre las partículas, el colapso se acelera y, si la masa de la estrella es lo suficientemente grande, es decir, si su masa es dos o más veces la del Sol, ningún proceso conocido podrá evitar que el colapso continúe indefinidamente. Al colapsarse la estrella e irse haciendo cada vez más densa, la fuerza de la gravedad sobre su superficie es cada vez mayor, y como consecuencia el espacio-tiempo que la rodea se hace cada vez más curvo. Debido al aumento de la fuerza de gravedad que tiene lugar en la superficie de la estrella, es cada vez más difícil alejarse de ella, y finalmente la estrella alcanza una etapa en la que nada -ni siquiera la luz podrá escapar a la atracción que se da en su superficie. En esta etapa, decimos que alrededor de la estrella se forma un "horizonte en calma", pues ninguna señal que pudiera comunicar suceso alguno al mundo exterior puede escapar de ella. El espacio que rodea a la estrella es entonces tan extremadamente curvado que toda la luz queda atrapada en él y no puede escapar. No vemos tal estrella, porque su luz nunca podrá llegar hasta nosotros y por esta razón se la llama un agujero negro. La existencia de agujeros negros fue predicha al principio de la teoría de la relatividad, sobre el año 1916 y ha recibido últimamente gran atención pues algunos fenómenos estelares descubiertos recientemente podrían indicar la existencia de una pesada estrella que gira alrededor de una compañera invisible, la cual podría ser un agujero negro. Los agujeros negros están entre los objetos más misteriosos y fascinantes investigados por la astrofísica moderna y muestran los efectos de la teoría de la relatividad de la manera más espectacular. La gran curvatura del espacio-tiempo que los rodea no sólo impide que su luz llegue hasta nosotros, sino que tiene un efecto igual de sorprendente sobre el tiempo. Si un reloj, que nos mandara sus señales, fuese unido a la superficie de la estrella en colapso, observaríamos cómo sus señales se hacen más lentas a medida que la estrella se aproximase al "horizonte en calma" y una vez ésta se convirtiese en agujero negro, ya no llegaría hasta nosotros ninguna señal del reloj. Para un observador externo, el flujo de tiempo en la superficie de la estrella irá cada vez más despacio mientras ésta se colapsa, deteniéndose por completo en el horizonte en calma. Por lo tanto, el colapso completo de la estrella tarda un tiempo infinito. Sin embargo la estrella misma, no experimenta nada peculiar cuando se colapsa más allá del horizonte en calina. El tiempo continúa fluyendo en ella con normalidad y el colapso se completa después de un período finito de tiempo, cuando la estrella se ha contraído hasta un punto de densidad infinita. De este modo, ¿cuánto tiempo tarda realmente el colapso? ¿Un tiempo finito o infinito? En el mundo de la teoría de la relatividad esta pregunta carece de sentido. El tiempo de vida de una estrella en el proceso de colapso, como todos los demás períodos de tiempo, es relativo y dependerá del marco de referencia del observador. En la teoría general de la relatividad, los conceptos clásicos de espacio y tiempo como entidades absolutas e independientes quedan totalmente abolidos. No sólo son relativas todas las mediciones que implican espacio y tiempo relativos, dependiendo del movimiento del observador, sino que toda la estructura espacio-temporal está inevitablemente ligada a la distribución de la materia. El espacio está curvado en grados diferentes y el tiempo fluye con ritmos diferentes en las diferentes partes del universo. Así, hemos llegado a percibir que las nociones de un espacio euclidiano tridimensional y de un tiempo que fluye linealmente están limitadas a nuestra experiencia ordinaria del mundo físico y deben ser totalmente abandonadas cuando ampliamos esta experiencia. Los sabios orientales hablan también de una ampliación de su experiencia del mundo en estados de consciencia más elevados, y afirman que estos estados contienen una experiencia del tiempo y del espacio radicalmente diferente. No sólo afirman que en la meditación van más allá del espacio tridimensional ordinario, sino también e incluso con más fuerza- que trascienden la consciencia ordinaria del tiempo. En lugar de una sucesión lineal de instantes, experimentan -según dicen- un presente infinito, eterno, y sin embargo, dinámico. En los párrafos siguientes, tres místicos orientales hablan sobre la experiencia de este "eterno ahora"; el sabio taoísta Chuang Tzu; Hui-neng, el Sexto Patriarca Zen; y D. T. Suzuki, el erudito budista contemporáneo. Olvidemos el paso del tiempo, olvidemos el conflicto de opiniones. Hagamos nuestra llamada a lo infnito, y tomemos allí nuestras posiciones.9 Chuang Tzu La tranquilidad absoluta es el momento presente. Aunque es en este momento, este momento no tiene límite, y en esto radica su eterna delicia. 10 Hui-neng En este mundo espiritual no existen divisiones de tiempo tales como pasado, presente y futuro; porque se han contraído a sí mismas en un simple momento del presente, donde la vida palpita en su verdadero sentido... En ese momento presente de iluminación están envueltos el pasado y el futuro y no es algo que permanezca inmóvil con todos sus contenidos, sino que se mueve incesantemente.11 D. T. Suzuki 9 Chuang Tzu, trad. James Legge, adaptado por Clac Walthaun (Ace Books, Nueva York, 1971), cap. 2. 10 Citado por A. Watts en The Way of Zen, pag. 201. 11 D. T. Suzuki, On Indian Mahayana Buddhism, págs. 148-149. Hablar de la experiencia de un presente eterno resulta casi imposible, pues todas las palabras como "eterno", "presente", "pasado", "momento", etc., se refieren a los conceptos de tiempo convencionales. Por eso es extremadamente difícil comprender lo que los místicos quieren decir en párrafos como los anteriores, sin embargo, la física moderna puede facilitar esta comprensión, pues puede ser utilizada como un ejemplo gráfico, ya que sus teorías trascienden también las nociones ordinarias del tiempo. En la física relativista, la historia de un objeto, por ejemplo una partícula, puede ser representada mediante un diagrama espacio-temporal (ver figura). En estos diagramas, la dirección horizontal representa el espacio* y la vertical el tiempo. El camino de la partícula a través del espacio-tiempo se denomina su "línea del inundo". Si la partícula se encuentra en reposo, pese a ello, se mueve en el tiempo, y su línea del mundo será en este caso, una línea recta vertical. Si la partícula se mueve en el espacio, su línea del mundo estará inclinada; a mayor inclinación de la línea del mundo, más rápidamente se moverá la partícula. Las partículas sólo pueden moverse hacia arriba en el tiempo, pero pueden hacerlo hacia adelante o hacia atrás en el espacio. Sus líneas del mundo pueden estar inclinadas hacia la horizontal varios grados, pero nunca podrán ser totalmente horizontales, puesto que esto significaría que la partícula viaja de un lugar a otro sin ocupar para ello ningún tiempo en absoluto. * El espacio, en estos diagramas, tiene sólo una dimensión; sus otras dos dimensiones han de suprimirse forzosamente para hacer posible un diagrama plano. Los diagramas espacio-temporales se emplean en la física relativista para representar las interacciones que tienen lugar entre diversas partículas. Podemos dibujar un diagrama para cada proceso y asociarle una expresión matemática definida que nos dé la probabilidad de que dicho proceso suceda. La colisión o el proceso de dispersión que se da entre un electrón y un fotón, por ejemplo, puede representarse mediante el diagrama de la página 236. Este diagrama se lee del modo siguiente (de abajo a arriba, según la dirección del tiempo): un electrón (representado por e a causa de su carga negativa) colisiona con un fotón (representado por y, "gamma"); el fotón es absorbido por el electrón, que continúa su camino con una velocidad ya distinta (diferente inclinación de la línea del mundo); después de un momento, el electrón emite de nuevo el fotón e invierte la dirección de su movimiento. La teoría que constituye el marco adecuado para estos diagramas espacio-temporales, y para las expresiones matemáticas relacionadas con ellos, se denomina "teoría cuántica del campo" y constituye una de las principales teorías relativistas de la física moderna, cuyos conceptos básicos veremos más adelante. Para esta exposición de los diagramas espacio-temporales, será suficiente conocer dos rasgos característicos de la teoría. El primero es el hecho de que todas las interacciones implican la creación y la destrucción de partículas, como la absorción y emisión del fotón del diagrama visto; y el segundo rasgo es una cierta simetría básica existente entre las partículas y las antipartículas. Para cada partícula existe una antipartícula de igual masa y de carga opuesta. La antipartícula del electrón, por ejemplo, se llama positrón y generalmente se indica por e+. El fotón, al no tener carga, es su propia antipartícula. Pares de electrones y positrones pueden ser creados espontáneamente por fotones, y se les puede volver a convertir en fotones mediante el proceso inverso de aniquilación. Los diagramas espacio-temporales, se simplifican enormemente si se adopta el siguiente truco. La punta de flecha de la línea del mundo ya no se emplea para indicar la dirección del movimiento de la partícula (lo cual es innecesario, puesto que las partículas se mueven hacia adelante en el tiempo, es decir, hacia arriba en el diagrama). En lugar de ello, esta punta de flecha se emplea para distinguir entre partículas y antipartículas: si señala hacia arriba, indica una partícula (por ejemplo, un electrón), si lo hace hacia abajo, una antipartícula (por ejemplo, un positrón). El fotón, al ser su propia antipartícula, se representa con una línea del mundo sin punta de flecha. Con esta modificación, podemos omitir las anotaciones del diagrama sin causar confusión alguna: las líneas con punta de flecha representan los electrones, las que no la tienen, los fotones. Podemos simplificar todavía más el diagrama, omitiendo también el eje del espacio y el eje del tiempo, recordando que la dirección del tiempo es de abajo hacia arriba, y que la dirección en el espacio es de izquierda a derecha. El diagrama espacio-temporal resultante para el mismo proceso de dispersión del electrón-fotón tendrá entonces este aspecto: Si deseamos representar el proceso de dispersión entre un fotón y un positrón, no tenemos más que dibujar el mismo diagrama invirtiendo sencillamente la dirección de las puntas de flecha: Hasta ahora, en esta exposición de los diagramas espacio-temporales no ha habido nada extraño. Los hemos leído desde abajo hacia arriba, según nuestro concepto convencional de un tiempo que fluye linealmente. Algo más raro aparece ya en los diagramas que contienen líneas de positrón, como la que representa la dispersión positrón-fotón. El formulismo matemático de la teoría del campo sugiere que estas líneas pueden ser interpretadas de dos formas: como positrones que se mueven hacia adelante en el tiempo o como electrones que retroceden en el tiempo. Ambas interpretaciones son matemáticamente idénticas; la misma expresión describe una antipartícula que se mueve del pasado hacia el futuro, que una partícula que se mueve desde el futuro hacia el pasado. Puede considerarse que los dos diagramas representan al mismo proceso, evolucionando en dos direcciones diferentes de tiempo. Ambos pueden ser interpretados como dispersiones de electrones y fotones, pero en un proceso las partículas se mueven hacia adelante en el tiempo, y en el otro hacia atrás.* De este modo, la teoría relativista de las interacciones entre partículas muestra una completa simetría en relación con la dirección del tiempo. Todos los diagramas espacio-temporales pueden leerse en cualquiera de las dos direcciones. Cualquier proceso tendrá otro proceso equivalente, en el cual la dirección del tiempo estará invertida y las partículas serán sustituidas por antipartículas.** * Las líneas de puntos también se interpretan como fotones, tanto si se mueven hacia adelante como hacia atrás en el tiempo, porque la antipartícula de un fotón es también un fotón. ** Recientes evidencias experimentales sugieren que esto podría no ser cierto para un proceso en el que tuviera lugar una "interacción super-débil". Aparte de estos procesos, en los cuales el papel de la simetría de inversión de tiempo todavía no ha sido aclarada, todas las interacciones de partículas parecen mostrar una simetría básica con relación a la dirección del tiempo. Para ver cómo esta sorprendente cualidad del mundo de las partículas subatómicas afecta a nuestros conceptos de espacio y tiempo, vamos a considerar el siguiente diagrama. Leyéndolo en la manera convencional, de abajo hacia arriba, lo interpretaremos de la siguiente manera: un electrón (representado por una línea continua) y un fotón (representado por una línea punteada) se acercan uno al otro: el fotón crea un par electrón-positrón en el punto A, saliendo violentamente el electrón hacia la derecha y el positrón hacia la izquierda; el positrón colisiona entonces con el electrón inicial en el punto B aniquilándose mutuamente y creando un fotón, que sale despedido violentamente hacia la izquierda. Al mismo tiempo, este proceso se puede interpretar como la interacción de dos fotones con un solo electrón, que primero viaja hacia adelante en el tiempo, y luego hacia atrás, para terminar yendo de nuevo hacia adelante. Para esta interpretación no tenemos más que seguir sencillamente las flechas existentes sobre la línea del electrón durante todo su recorrido, el electrón viaja hasta el punto B, donde emite un fotón e invierte su dirección para volver hacia atrás en el tiempo hasta el punto A, allí absorbe el fotón inicial, vuelve a invertir su dirección y sale violentamente viajando hacia adelante en el tiempo. En cierto sentido, la segunda interpretación es mucho más sencilla, pues sólo seguimos la línea del mundo de una partícula. Sin embargo, vemos inmediatamente que nos estamos enzarzando en diversas dificultades de lenguaje. El electrón viaja "primero" al punto B, y "después" al punto A, sin embargo la absorción del fotón que tiene lugar en A sucede antes que la emisión del otro fotón que tiene lugar en el punto B. La mejor forma de evitar esas dificultades es considerar los diagramas espacio-temporales, no como registros cronológicos de los caminos seguidos por las partículas en un tiempo lineal, sino más bien como modelos cuatridimensionales espacio-temporales, que representan una red de sucesos relacionados entre sí, sin una dirección de tiempo definida. Dado que todas las partículas pueden moverse hacia adelante o hacia atrás en el tiempo, del mismo modo que en el espacio se pueden mover hacia la derecha o hacia la izquierda, no tiene sentido imponer en los diagramas un flujo temporal en un solo sentido. Se trata de mapas cuatridimensionales trazados en la dimensión espacio-temporal, de modo que no procede hablar de una secuencia temporal lineal. En palabras de Louis de Broglie: En la dimensión espacio-temporal, todo lo que para cada uno de nosotros constituye el pasado, el presente y el futuro, se da en bloque... Cada observador, a medida que su tiempo va pasando, descubre, por así decirlo, nuevas porciones de espacio tiempo que aparecen ante él como aspectos sucesivos del mundo material, aunque en realidad el conjunto de sucesos que constituyen el espacio tiempo, existe con prioridad a su conocimiento de ellos.12 12 P. A. Schilpp, ob. cit., pág. 114. Este es, pues, el sentido del espacio-tiempo en la física relativista. Espacio y tiempo son totalmente equivalentes, están unificados en un continuo cuatridimensional en el que las interacciones de las partículas pueden proyectarse en cualquier dirección. Si queremos representar estas interacciones, tendremos por fuerza que hacerlo en una "instantánea cuatridimensional", que cubra todo el ámbito del tiempo y también toda la región del espacio. Para captar el inundo relativista de las partículas, debemos olvidar "el lapso de tiempo", corno dice Chuang Tzu, y éste es el motivo por el que los diagramas espacio temporales de la teoría del campo pueden resultar una valiosa analogía de la experiencia espaciotemporal vivida por el místico oriental. La evidencia de esta analogía es mostrada por las siguientes observaciones del lama Anagarika Govinda en relación con la meditación budista: Si hablamos de la experiencia del espacio durante la meditación, estaremos tratando con una dimensión totalmente diferente... En esa experiencia espacial la secuencia temporal se convierte en una coexistencia simultánea, en la existencia de todas las cosas, unas junto a otras... y, no es algo estático, sino que se convierte en una continuidad viva, en la que se integran el tiempo y el espacio.13 13 Lama Anagarika Govinda, Foundations of Tibetan Mysticism, pág. 116. Aunque los físicos emplean sus fórmulas matemáticas y sus diagramas para representar interacciones "en bloque" en el espacio-tiempo cuatridimensional, dicen que en el mundo real, cada observador puede sólo experimentar los fenómenos en una sucesión de secciones espacio-temporales, es decir, en una secuencia temporal lineal. Los místicos, por su lado, sostienen que pueden experimentar toda la gama espacio-temporal, sin que haya fluir del tiempo. Así dice el maestro Zen Dogen: La mayoría creen que el tiempo pasa, sin embargo el hecho real es que permanece donde está. Esa idea de pasar puede llamarse tiempo, pero es una idea incorrecta, puesto que al verla sólo pasando, no pueden comprender que permanece en el mismo lugar.14 14 Dogen Zenji, Shobogenzo, en la obra de J. Kennett, Selling Water by the River (Vintage Books, Nueva York, 1972), pág. 140. Muchos de los maestros orientales resaltan que el pensamiento debe tener lugar en el tiempo, pero que la visión lo trasciende. Según Govinda "la Visión tiene que ver con el espacio de una dimensión superior, y por ello, fuera del tiempo,"15 El espacio-tiempo de la física relativista es un espacio atemporal similar, de una dimensión más elevada. Todos los sucesos se hallan en él interrelacionados, pero sus conexiones no son causales. Las interacciones de las partículas pueden ser interpretadas en términos de causa y efecto solamente cuando los diagramas espacio-temporales son leídos en una determinada dirección, es decir, de abajo hacia arriba. Si los tomamos cono esquemas cuatridimensionales sin una dirección de tiempo definida, no hay "antes" ni "después" y por ello, no hay causalidad. Del mismo modo, los místicos orientales afirman que, al trascender el tiempo, también trascienden el mundo de las causas y los efectos. Al igual que nuestros conceptos corrientes de espacio y tiempo, la causalidad es una idea limitada a una cierta experiencia del mundo y debe abandonarse cuando esa experiencia se amplía. En palabras de Swami Vivekananda: El tiempo, el espacio y la causalidad, son como un cristal a través del cual se ve lo Absoluto... En lo Absoluto no hay tiempo, ni espacio, ni causalidad.16 15 Govinda, ob. cit., pág. 270. 16 S. Vivekananda, Jnana Yoga (Advaita Ashram, Calcutta, India, 1972), pág. 109. Las tradiciones espirituales de oriente muestran a sus seguidores varias formas de trascender la experiencia ordinaria del tiempo y de liberarse a sí mismos de la cadena de causas y efectos -de la esclavitud del karma como dicen los hindúes y budistas. Así, se ha dicho que el misticismo oriental es una liberación del tiempo. En cierto modo, lo mismo puede decirse de la física relativista. 13 EL UNIVERSO DINAMICO La meta central del misticismo oriental es experimentar todos los fenómenos del inundo como manifestaciones de una misma realidad última. A esta realidad se la considera como la esencia del universo, que sostiene y unifica a la multitud de cosas y fenómenos observados por nosotros. Los hindúes lo llaman Brahman, los budistas Dharmakaya (el Cuerpo del Ser) o Tathata (Eseidad), y los taoístas Tao. Todos ellos afirman que trasciende nuestros conceptos intelectuales y que no puede describirse. Esta esencia última, sin embargo, no puede ser separada de sus múltiples manifestaciones. Está en su naturaleza el manifestarse en miríadas de formas que nacen y se desintegran, transformándose unas en otras incesantemente. En su aspecto fenomenológico, el Uno cósmico es intrínsecamente dinámico, y la comprensión de su naturaleza dinámica es básica en todas las escuelas de misticismo oriental. Así D. T. Suzuki informa sobre la escuela Kegon del budismo Mahayana: La idea central de Kegon es aprehender al universo como algo dinámico, cuya característica es moverse siempre hacia adelante, estar siempre en movimiento, ese movimiento que es la vida.1 1 D. T. Suzuki, The Essence of Buddhism (Hozokan, Kyoto, Japón, 1968), pág. 53. Este énfasis en el movimiento, en el flujo y en el cambio no es sólo característico de las tradiciones místicas orientales, sino que ha constituido un aspecto esencial de la visión del mundo por parte de los místicos durante muchos siglos. En la antigua Grecia, Heráclito enseñaba que "todo fluye" y comparaba el mundo con un fuego perpetuo, y en Méjico, el místico yaqui Don Juan, habla sobre el "mundo efímero" y afirma que "para ser un hombre de conocimiento es necesario ser ligero y fluir".2 2 Carlos Castaneda, A Separate Reality (Bodley Head, Londres, 1971), pág. 8. En la filosofía india, los principales términos usados por los hindúes y los budistas tienen todos ellos connotaciones dinámicas. La palabra Brahman se deriva de la raíz sánscrita brih -crecer- y por tanto inspira una realidad dinámica y viva. Según S. Radhakrishnan, "la palabra Brahman significa crecimiento y nos hace pensar en la vida, en el movimiento y el progreso".3 Los Upanishads se refieren a Brahman como "sin forma, inmortal, móvil"4, relacionándolo con el movimiento, aunque trascienda toda forma. 3 S. Radhaksuhnan, Indian Philosophy 4 Brihad-aranyaka 2.3.3. El Rig Veda utiliza otra palabra para expresar la naturaleza dinámica del universo, el término Rita. Esta palabra procede de la raíz ri -mover-, siendo su significado original en el Rig Veda, "el curso de todas las cosas", "el orden de la naturaleza". Representa un importante papel en las leyendas del Veda y está relacionada con los dioses védicos. El orden de la naturaleza era concebido por los videntes védicos, no como una ley divina estática, sino como un principio dinámico inherente al universo. Esta idea no difiere de la concepción china del Tao -"El Camino"- como el modo en que el Universo funciona, es decir: el orden de la naturaleza. Al igual que los videntes védicos, los sabios chinos percibieron el mundo en forma de flujo y de cambio, y así, transmitieron la idea de un orden cósmico con una connotación esencialmente dinámica. Ambos conceptos, Rita y Tao, fueron posteriormente degradados desde su nivel cósmico original al nivel humano y pasaron a ser interpretados en un sentido moral; Rita como la ley universal que tanto los dioses como los hombres deben obedecer y Tao como el camino correcto de la vida. El concepto védico de Rita sugiere ya la idea del karma, que fue desarrollada posteriormente para expresar la interacción dinámica de todas las cosas y sucesos. La palabra karma significa "acción' e indica la interrelación "activa" o dinámica de todos los fenómenos. En palabras del Bhagavad Cita, "todas las acciones tienen lugar en el tiempo, gracias a un entretejido de las fuerzas de la naturaleza".5 El Buda tomó el concepto tradicional de karma y le confirió un nuevo significado, extendiendo las interconexiones dinámicas que tienen lugar en el universo a la esfera de las situaciones humanas. Así, el karma, vino a significar la cadena sin fin de causas y efectos que tienen lugar en la vida humana y que el Buda rompió al alcanzar el estado de iluminación. 5 Bhagavad Gita, 8.3. El hinduismo también halló muchas maneras de expresar la naturaleza dinámica del universo en su lenguaje mítico. Así dice Krishna en el Gita: "si yo no tomara parte en la acción, estos mundos perecerían"6, y Shiva, el Danzante Cósmico, tal vez sea la personificación más perfecta del universo dinámico. Con su danza, Shiva sostiene los múltiples fenómenos del mundo, unificando todas las cosas, sumergiéndolas en su ritmo y haciéndolas participar de la danza -imagen magnífica de la dinámica unidad del universo. 6 Ibid., 3.24. La visión general que surge del hinduismo es la de un cosmos orgánico, creciente y con un movimiento rítmico; la de un universo dentro del cual todo es fluido y siempre cambiante, en el que todas las formas estáticas son maya, es decir, existen tan sólo como conceptos ilusorios. Esta última idea la impermanencia de todas las formas- fue el punto de partida del budismo. El Buda enseñó que todas las cosas compuestas son impermanentes, y que todo el sufrimiento de este mundo es originado por nuestro afán de apegarnos a las formas fijas -objetos, personas o ideas- en lugar de aceptar el mundo tal copio cambia y evoluciona. La visión dinámica del mundo está pues, en la misma raíz del budismo. En palabras de S. Radhakrishnan: Una maravillosa filosofía del dinamismo fue, formulada por Buda hace 2500 años... Impresionado por la transitoriedad de los objetos, por la incesante mutación y transformación de las cosas, Buda formuló una filosofía de cambio. Redujo substancias, almas, mónadas y cosas, a fuerzas, movimientos, secuencias y procesos, y adoptó una concepción dinámica de la realidad.7 7 S. Radhadrishnan, ob. cit., pág. 367. A este mundo de cambios incesantes los budistas lo llamaron samsara, que literalmente significa, en movimiento incesante; y afirman que no existe nada en él a lo que merezca la pena apegarse. Así, para los budistas, un ser iluminado es el que no se resiste al flujo de la vida, sino que continúa moviéndose con él. Cuando le preguntaron al monje Ch'an Yün -men: ¿qué es el Tao?", éste respondió sencillamente: "¡sigue caminando!" En consonancia con esto, los budistas también llaman al Buda, el Tathagata o "el que viene y va". En la filosofía china, la realidad siempre cambiante que fluye sin cesar es denominada el Tao y se la considera como un proceso cósmico en el que todas las cosas se ven envueltas. Al igual que los budistas, los taoístas dicen que no debemos resistirnos a ese flujo, sino que tenemos que adaptar nuestros actos a él. Esta es una característica de los sabios, de los seres iluminados. Si el Buda es el que "viene y va", el sabio taoísta es, corno dice Huai Nan Tzu, "el que fluye en la corriente del Tao". Cuando más se estudian los textos religiosos y filosóficos de los hindúes, budistas o taoístas, más se ve que en todos ellos el mundo es concebido en términos de movimiento, de flujo y de cambio. Esta cualidad dinámica de la filosofía oriental parece ser uno de sus rasgos más importantes. Los místicos orientales conciben el universo como una telaraña inseparable, cuyas interconexiones son dinámicas y no estáticas. Esta telaraña cósmica está viva, se mueve, crece y cambia continuamente. La física moderna, del mismo modo, ha llegado a considerar el universo como una telaraña de relaciones y, al igual que el misticismo oriental, reconoce que esta telaraña es intrínsecamente dinámica. La característica dinámica de la materia surge en la teoría cuántica como una consecuencia de la naturaleza dual onda-partícula de las partículas subatómicas, y se hace todavía más evidente en la teoría de la relatividad, donde la unificación del espacio y el tiempo trae consigo que el ser de la materia no pueda separarse de su actividad. Las propiedades de las partículas subatómicas pueden por ello ser comprendidas sólo en un contexto dinámico; en términos de movimiento, interacción y transformación. Según la teoría cuántica, las partículas son también ondas, y ello hace que se comporten de un modo muy especial. Siempre que una partícula subatómica esté confinada a una pequeña región de espacio, reaccionará a su confinamiento moviéndose en una órbita. Cuanto más pequeña sea la zona en la que está confinada, más deprisa "revoloteará" la partícula. Este comportamiento es un típico "efecto cuántico", un rasgo del mundo subatómico que no tiene analogía macroscópica. Para entenderlo, hemos de recordar que las partículas están representadas, en la teoría cuántica, por paquetes de ondas. Como ya vimos anteriormente, la longitud de tal paquete de ondas representará la indeterminación o imprecisión con que nos encontraremos a la hora de localizar la partícula. El siguiente modelo de onda, por ejemplo, corresponde a una partícula situada en algún lugar de la zona X, lugar que no podemos decir con seguridad dónde está exactamente. Si deseamos localizar la partícula con mayor precisión, es decir, si queremos confinarla a una región más pequeña, tenemos que comprimir su paquete de ondas dentro de esta zona (ver el siguiente diagrama). Esto sin embargo, afectará a la longitud de onda del paquete de ondas, y como consecuencia de ello a la velocidad de la partícula. Como resultado, la partícula circulará en su órbita; cuando más confinada esté, mayor será su velocidad. Esta tendencia de las partículas a reaccionar al confinamiento con un movimiento mayor implica una "agitación" fundamental de la materia que es característica del mundo subatómico. En este mundo, la mayor parte de las partículas materiales están ligadas a las estructuras moleculares, atómicas y nucleares, y por tanto nunca permanecen en reposo, sino que presentan una tendencia innata a moverse -son intrínsecamente inquietas. Según la teoría cuántica la materia nunca está en reposo, sino que siempre se halla en un estado de movimiento. Macroscópicamente, los objetos materiales que nos rodean pueden parecer pasivos e inertes, pero cuando aumentamos un trozo "muerto" de piedra o metal, vemos que está lleno de actividad. Cuanto más de cerca lo observemos, más vivo aparecerá. Todos los objetos materiales de nuestro entorno están formados por átomos, unidos unos con otros de varias formas a fin de formar una enorme variedad de estructuras moleculares que no son rígidas e inmóviles, sino que oscilan de acuerdo a su temperatura y en armonía con las vibraciones termales de su medio ambiente. En los átomos - también siempre vibrantes-, los electrones están ligados a los núcleos atómicos por fuerzas eléctricas que tratan de mantenerlos tan cerca como les sea posible, y éstos responden a estas fuerzas girando a su alrededor con extrema rapidez. Finalmente, en los núcleos, los protones y los neutrones están oprimidos dentro de un volumen muy pequeño, por las potentes fuerzas nucleares y por ello se precipitan también en una circulación que alcanza velocidades inimaginables. De este modo, la física moderna en absoluto presenta a la materia como pasiva e inerte, sino en un continuo movimiento, en una danza y una vibración cuyos patrones rítmicos están determinados por las estructuras moleculares, atómicas y nucleares. Esta es también la forma en que los místicos orientales conciben el mundo material. Todos ellos insisten en que el universo debe ser comprendido dinámicamente, con su movimiento, su vibración y su danza; insisten en que la naturaleza no se halla en un equilibrio estático sino dinámico. Según un texto taoísta: La quietud en la quietud no es la verdadera quietud. Sólo citando haya quietud en el movimiento podrá hacerse presente el ritmo espiritual, que inunda el cielo y la Tierra.8 8 Ts'ai-ken t'an, citado por T. Leggett en First Zen Reader (C.E. Tuttle, Rutland, Vermont, 1972), pág. 229 En física, reconocemos la naturaleza dinámica del universo no solamente en las dimensiones más pequeñas -el mundo de los átomos y los núcleos-, sino también en las más amplias: en el mundo de las estrellas y las galaxias. Con potentes telescopios, observamos un universo en movimiento incesante. Nubes giratorias de hidrógeno se contraen en forma de estrellas, calentándose en ese proceso hasta convertirse en fuegos ardientes en el cielo. Una vez alcanzada esa etapa, continúan girando, algunas de ellas arrojan al espacio materia, que da vueltas en espiral y se condensa formando planetas, que describen círculos alrededor de la estrella. Por último, después de millones de años, cuando ya se ha agotado la mayor parte de su combustible de hidrógeno, la estrella se expande, para después contraerse de nuevo en un colapso gravitacional final. Este colapso puede generar gigantescas explosiones y puede incluso convertir a la estrella en un agujero negro. Todas estas actividades -la formación de estrellas partiendo de nubes de gas estelar, su contracción y subsecuente expansión, y su colapso final- pueden realmente ser observadas en alguna parte de los cielos. Esas estrellas que giran, se contraen, se expanden o estallan, se agrupan en galaxias de formas diversas -discos planos, esferas, espirales, etc.- las cuales a su vez, no están inmóviles, sino que también giran. Nuestra galaxia, la Vía Láctea, es un inmenso disco de estrellas y gas, que gira en el espacio como una rueda enorme, así todas sus estrellas - incluido el Sol y sus planetas- giran alrededor del centro de la galaxia. El universo está lleno de galaxias, esparcidas por todo el espacio, todas girando como la nuestra. Al estudiar el universo como un todo, con sus millones de galaxias, hemos alcanzado la mayor escala de espacio y tiempo; y de nuevo, a ese nivel cósmico, descubrimos que no es estático, sino que ¡se está expandiendo! Este ha sido uno de los descubrimientos más importantes de la astronomía moderna. El análisis detallado de la luz recibida de distantes galaxias ha demostrado que toda la multitud de galaxias se expande y que lo hace de un modo bien orquestado. La velocidad de retroceso de cualquier galaxia que podamos observar es proporcional a la distancia que nos separa de dicha galaxia. A mayor distancia, más rápido se aleja de nosotros; al doble de distancia, la velocidad de retroceso también será el doble. Esto es cierto no sólo para las distancias medidas desde nuestra galaxia, sino que se aplica a cualquier punto de referencia. Cualquiera que sea la galaxia en la que se encuentre, observará a las demás galaxias alejándose de usted; las galaxias cercanas, a varios miles de kilómetros por segundo, las más alejadas a velocidades superiores, y las más lejanas de todas, a velocidades que se aproximan a la velocidad de la luz. La luz procedente de las galaxias que están ya más allá de esa distancia jamás llegará hasta nosotros, pues se alejan de nosotros a una velocidad mayor que la velocidad de la luz. Su luz es -según las palabras de sir Arthur Eddington- "como un corredor en una pista de carreras en la que la cinta de llegada se retira continuamente a mayor velocidad de la que él puede alcanzar". Para hacernos una idea de la forma en que se expande el Universo, hemos de recordar que el marco adecuado para estudiar sus rasgos a gran escala es la teoría general de la relatividad de Einstein. Según esta teoría, el espacio no es "plano", sino "curvo", y el modo en que se curva está relacionado con la distribución de la materia según las ecuaciones del campo de Einstein. Estas ecuaciones pueden utilizarse para determinar la estructura del universo como un todo y constituyen el punto de partida de la cosmología moderna. Cuando en el marco de la relatividad hablamos de un universo en expansión, nos referimos a una expansión dentro de una dimensión superior. Como ocurre con el concepto del espacio curvo, sólo es posible visualizar esta expansión con ayuda de una analogía bidimensional. Imagine un globo con un gran número de puntos en su superficie. El globo representa al universo. Su superficie curva bidimensional representa al espacio curvado tridimensional, y los puntos de la superficie del globo a las galaxias existentes en el espacio tridimensional. Cuando inflarnos el globo, las distancias entre los puntos aumentan. Cualquiera que sea el punto que elija para posarse, todos los demás puntos se alejarán de usted. El universo se expande de este mismo modo: cualquiera que sea la galaxia donde el observador se halle, todas las demás galaxias se alejarán de él. Una pregunta que suele hacerse en relación con esta expansión del Universo es: ¿cómo empezó todo? Partiendo de la relación existente entre la distancia de una galaxia y su velocidad de retroceso -es la llamada ley de Hubble-, se puede calcular el punto de partida de la expansión, en otras palabras, la edad del universo. Suponiendo que el ritmo de la expansión no haya variado, lo cual no puede considerarse de ningún modo seguro, se llega a una edad del orden de los diez mil millones de años. Esta sería, pues, la edad del universo. En nuestros días la mayoría de los cosmólogos creen que el universo fue un acontecimiento altamente espectacular hace aproximadamente diez mil millones de años, cuando su masa total hizo explosión, partiendo de una primitiva bola de fuego. La presente expansión del universo se considera que es un impulso residual de aquella explosión inicial. Según este modelo de "la gran explosión", el momento del estallido señaló el principio del universo y el comienzo del espacio y el tiempo. Si deseamos saber lo que sucedió antes de ese momento, nos adentramos -una vez más- un terreno donde las dificultades de pensamiento y lenguaje son serias. En palabras de sir Bernard Lovell: Llegamos a la gran barrera del pensamiento pues comenzamos a luchar con los conceptos de tiempo y espacio anteriores a nuestra experiencia cotidiana. Me siento como si de pronto me hubiera adentrado en un gran banco de niebla, donde el mundo conocido ha desaparecido.9 9 A. C. B. Lovell, The individual and the Universe (Oxford University Press, Londres, 1958), pág. 93. Sobre el futuro del universo en expansión, las ecuaciones de Einstein no nos dan una respuesta única. Generan varias soluciones diferentes, que corresponden a diferentes modelos de universo. Algunos modelos predicen que la expansión continuará para siempre. Otros, que irá disminuyendo su velocidad y finalmente se iniciará una contracción. Estos modelos describen un universo oscilante, que se expande durante billones de años, contrayéndose después hasta que su masa total llega a condensarse en una pequeña bola de materia, para iniciar luego otra expansión más y así sucesivamente, sin final. Esta idea de un universo que experimenta expansiones y contracciones periódicas, en una escala de tiempo y espacio de vastas proporciones, no sólo ha surgido en la cosmología moderna, sino que también la hallamos en la antigua mitología india. Experimentando el universo como un cosmos orgánico que se mueve rítmicamente, los hindúes fueron capaces de desarrollar cosmologías evolutivas que se aproximan mucho a nuestros modelos científicos modernos. Una de estas cosmologías está basada en el mito hindú de lila -el juego divino o la divina obra (teatral)- donde Brahman se transforma a sí mismo en el mundo. Lila es un juego rítmico que continúa en ciclos interminables, el Uno se convierte en los muchos y los muchos vuelven finalmente a ser Uno. En el Bhagavad Gita, el dios Krishna describe este rítmico juego de la creación con las siguientes palabras: Al final de la noche de los tiempos, todas las cosas vuelven a mi naturaleza; y cuando el nuevo día de los tiempos comienza, las saco de nuevo a la luz. Así, a través de mi naturaleza, hago nacer a toda la creación, la cual gira en los ciclos del tiempo. Sin embargo yo no estoy ligado a este vasto trabajo de la creación. Yo soy, y observo el drama de su funcionamiento. Yo vigilo, y en su función creadora, la naturaleza hace nacer todo aquello que se mueve y todo lo que no se mueve y así el mundo sigue girando.10 10 Bhagavad Gita. 9.7-10. Los sabios hindúes no temieron identificar esta obra divina y rítmica con la evolución del cosmos como un todo. Imaginaron al universo expandiéndose y contrayéndose periódicamente y al inimaginable período de tiempo existente entre el principio y el fin de una creación le dieron el nombre de kalpa. El alcance de este antiguo mito es sorprendente; la mente humana necesitó más de dos mil años para generar de nuevo un concepto similar. Del mundo de lo inmensamente grande, del cosmos en expansión, volvamos ahora al mundo de lo infinitamente pequeño. La física del siglo XX se ha caracterizado por una progresiva incursión en ese mundo de dimensiones submicroscópicas, en el reino de los átomos, los núcleos y sus componentes. Esta exploración del mundo submicroscópico fue motivada por una cuestión básica, que ha ocupado y estimulado al pensamiento humano a través de los siglos: ¿de qué está hecha la materia? Desde los comienzos de la filosofía natural, el hombre ha estado especulando sobre esta cuestión, tratando de encontrar el "elemento básico" del que toda materia está formada, pero sólo en nuestro siglo fue posible buscar una respuesta a través de la experimentación. Con la ayuda de una tecnología altamente sofisticada, los físicos pudieron explorar primero la estructura de los átomos y descubrieron que éstos se componían de núcleos y de electrones. Después la estructura de los núcleos atómicos, viendo que estaba compuesta de protones y neutrones, también llamados nucleones. En las dos últimas décadas, se ha dado un paso más y se ha comenzado a investigar la estructura de los nucleones - o componentes de los núcleos atómicos- que, una vez más, no parecen ser las partículas elementales definitivas, sino que siguen estando compuestas de otros entes. El primer paso en este adentramos en capas cada vez más profundas de la materia fue la exploración del mundo de los átomos y originó ya varias modificaciones de nuestro concepto de materia, corno vimos en capítulos anteriores. El segundo paso fue la incursión en el mundo de los núcleos atómicos y sus componentes, el cual nos obligó a modificar de nuevo nuestros conceptos de una manera todavía más radical. En este mundo, tratamos con dimensiones que son cien mil veces más pequeñas que las dimensiones atómicas, y como consecuencia de ello, las partículas, confinadas a dimensiones tan mínimas, se mueven considerablemente más rápido que las confinadas en las estructuras atómicas. De hecho, se mueven con tal rapidez que sólo pueden describirse adecuadamente en el marco de la teoría especial de la relatividad. Para comprender las propiedades e interacciones de las partículas subatómicas es necesario, así, emplear un modelo que tenga en cuenta tanto a la teoría cuántica como a la teoría de la relatividad, obligándonos la teoría de la relatividad, una vez más, a modificar nuestro concepto de la materia. La característica más destacada del marco relativista es, como ya mencioné antes, que unifica conceptos básicos que antes parecían totalmente independientes. Uno de los ejemplos más importantes es la equivalencia entre masa y energía, expresada matemáticamente en la famosa ecuación de Einstein, E = mc2. Para comprender el profundo significado de esta equivalencia, hemos de entender primero los conceptos de energía y de masa. La energía es uno de los conceptos más importantes que utilizamos para describir los fenómenos naturales. Al igual que en la vida diaria, decimos que un cuerpo tiene energía cuando tiene la capacidad de realizar un trabajo. Esta energía puede adoptar una gran variedad de formas. Puede ser energía de movimiento, energía de calor, energía gravitacional, energía eléctrica, energía química y así sucesivamente. Cualquiera que sea su forma, podrá ser empleada para realizar un trabajo. A una piedra, por ejemplo, se le puede dar energía gravitacional levantándola a cierta altura. Cuando desde dicha altura la dejamos caer, su energía gravitacional se transforma en energía de movimiento (energía cinética), y cuando la piedra golpea el suelo puede realizar un trabajo rompiendo algo. Tomando un ejemplo más constructivo, la energía eléctrica o química puede ser transformada en energía calorífica, que posteriormente es utilizada para fines domésticos. En física, la energía está siempre relacionada con algún proceso o algún tipo de actividad, y su importancia fundamental consiste en el hecho de que la energía total contenida en un proceso siempre se conserva. Puede que cambie su forma del modo más complicado, pero ninguna parte de ella se pierde. La conservación de la energía es una de las leyes fundamentales de la física, rige todos los fenómenos naturales conocidos y hasta ahora no se ha observado ninguna violación de esta ley. La masa de un cuerpo es una medición de su peso, es decir, de la atracción que la gravedad ejerce sobre su cuerpo. La masa es también la medida de la inercia de un objeto, es decir, de su resistencia a la aceleración. Los objetos pesados son más difíciles de acelerar que los objetos ligeros, algo bien conocido por cualquiera que alguna vez haya empujado un coche. En la física clásica, la masa se relacionaba además con una substancia material indestructible, esto es, con la "materia" de la que se creía estaban hechas todas las cosas. Del mismo modo que la energía, siempre existió la creencia de su rigurosa conservación, puesto que nada de masa podía jamás perderse. Ahora, la teoría de la relatividad nos dice que la masa no es más que una forma de energía. La energía, no sólo puede adoptar las diversas formas conocidas por la física clásica, sino que además puede ser encerrada e8n la masa de un objeto. La cantidad de energía contenida, por ejemplo, en una partícula, es igual a la masa de la partícula, m, multiplicada por c2, el cuadrado de la velocidad de la luz; así, Considerada como una forma de energía, la masa no necesita ya ser indestructible, sino que puede transformarse en otras formas de energía. Esto sucede cuando las partículas subatómicas colisionan unas con otras. En estas colisiones las partículas pueden ser destruidas y la energía contenida en sus masas puede transformarse en energía cinética, pasando a distribuirse entre las demás partículas participantes en la colisión. Y a la inversa, cuando las partículas colisionan a velocidades muy elevadas su energía cinética puede ser utilizada para formar las masas de nuevas partículas. La siguiente fotografía muestra un claro ejemplo de tal colisión: un protón entra en la cámara de burbujas por la izquierda, desprende (por colisión) un electrón de un átomo (rastro espiral) y después colisiona con otro protón, creándose en esta colisión dieciséis nuevas partículas. Estas creaciones y destrucciones de partículas materiales son una de las consecuencias más impresionantes de la equivalencia entre masa y energía. En los procesos de colisión realizados por la física de alta energía, la masa no se conserva. Las partículas que colisionan pueden ser destruidas y sus masas pueden ser transformadas una parte en las masas de otras partículas creadas en el proceso, y otra parte en la energía cinética de las mismas. Sólo se conserva la energía total que interviene en el proceso, es decir, la energía cinética total más la energía contenida en todas las masas. Las colisiones de las partículas subatómicas constituyen nuestra principal herramienta para estudiar sus propiedades y la relación existente entre masa y energía resulta esencial para su comprensión y descripción. Ha sido verificada en innumerables ocasiones y los físicos de las partículas están totalmente habituados a esta equivalencia entre masa y energía; tan habituados, que miden las masas de las partículas en unidades de energía. El descubrimiento de que la masa no es más que una forma de energía nos obligó a modificar nuestro concepto de partícula de un modo esencial. En la física moderna la masa no se relaciona ya con una substancia material y por lo tanto no se considera que las partículas estén compuestas de ninguna "materia" básica, sino de haces de energía. Sin embargo, dado que la energía está relacionada con la actividad y con los procesos, de ello se deducirá que la naturaleza de las partículas subatómicas es intrínsecamente dinámica. Para lograr una mejor comprensión de esto debemos recordar que estas partículas sólo pueden concebirse en términos relativistas, es decir, en términos de un esquema en el cual el espacio y el tiempo se funden para formar un entorno cuatridimensional. Las partículas no deben representarse como objetos estáticos tridimensionales, corno bolas de billar o granos de arena, sino más bien corno entes cuatridirnensionales que tienen su existencia en el espacio tiempo. Sus formas han de entenderse dinámicamente, como formas en el espacio y en el tiempo. Las partículas subatómicas son patrones dinámicos que tienen un aspecto espacial y un aspecto temporal. Su aspecto espacial las hace aparecer como objetos con una cierta masa, su aspecto temporal, como procesos que contienen la energía equivalente. Estos patrones dinámicos o "haces de energía", son los que forman las estructuras nucleares, atómicas y moleculares, que constituyen la materia y le dan su aspecto sólido macroscópico, aspecto estable que induce a creer que está formada por algún tipo de substancia material. A nivel macroscópico este concepto de substancia es una aproximación muy útil, sin embargo a nivel atómico carece ya de sentido. Los átomos se componen de partículas y estas partículas no están hechas de substancia material alguna. Cuando las observamos nunca vemos ninguna substancia; lo que observamos son modelos dinámicos que continuamente cambian de uno a otro: una danza continua de energía. La teoría cuántica ha venido a demostrar que las partículas no son granos aislados de materia, sino patrones de probabilidad, interconexiones dentro de una infinita e inseparable telaraña cósmica. La teoría de la relatividad, por así decirlo, dio vida a estos modelos revelando su carácter intrínsecamente dinámico. Demostró que la actividad de la materia constituye la propia esencia de su ser. Las partículas del mundo subatómico no son activas sólo en el sentido de que se mueven circulando a mucha velocidad, son procesos en sí mismas. La existencia de la materia y su actividad no pueden separarse. No son más que diferentes aspectos de una misma realidad espacio-temporal. En el capítulo anterior dije que la consciencia de la "interpenetración" del espacio y el tiempo llevó a los místicos orientales a un concepto del mundo intrínsecamente dinámico. El estudio de sus escritos revela que su concepción del mundo no incluye sólo el movimiento, el flujo y el cambio, sino que también parece intuir el carácter espacio-temporal de los objetos materiales, tan característico de la física relativista. Los físicos, al estudiar el mundo subatómico, tienen que tomar en cuenta la unidad del espacio y el tiempo y, en consecuencia, contemplan los objetos de este mundo -las partículas- no de un modo estático, sino dinámicamente, en términos de energía, actividad y procesos. Los místicos orientales, en sus estados no ordinarios de consciencia, parecen ser conscientes a un nivel macroscópico de la interpenetración de espacio y tiempo, y por tanto ven los objetos de un modo muy similar al que los físicos conciben las partículas subatómicas. Esto resulta especialmente sorprendente en el budismo. Una de las principales enseñanzas del Buda fue que "todas las cosas compuestas son impermanentes". En la versión original Pali de este famoso dicho11, el término empleado para "cosas" es sankhara (en sánscrito: samskara), palabra que significa ante todo "un suceso" o "un acontecimiento" y también "un hecho" o "un acto" y sólo de un modo muy secundario "una cosa existente". Esto demuestra que la concepción budista de las cosas es dinámica, considerándolas como procesos constantemente cambiantes. En palabras de D. T. Suzuki: Los budistas concibieron los objetos como sucesos y no como cosas o substancias... El concepto budista de las "cosas" como samskara (o sankhara), es decir, como "hechos" o "sucesos", deja claro que los budistas comprenden nuestra experiencia en términos de -tiempo y movimiento" .12 11 Digha Nikaya, ii, 198. 12 D. T. Suzuki, ob. cit., pág. 55. Al igual que los físicos modernos, los budistas ven todos los objetos corno procesos de un flujo universal y niegan la existencia de toda substancia material. Esta negación es uno de los rasgos más característicos de todas las escuelas de filosofía budista. Es también característica del pensamiento chino, que desarrolló una visión similar de las cosas como etapas transitorias dentro de un Tao siempre fluyente y que tiene más que ver con las interrelaciones dinámicas que con una substancia fundamental y estática. "Mientras que la filosofía europea tendía a encontrar la realidad en la substancia", escribe Joseph Needham, "la filosofía china tendía a encontrarla en las relaciones".13 13 J. Needham, Science and Civilisation in China, vol. 11, pág. 478. En estas concepciones dinámicas del mundo del misticismo oriental y de la física moderna, no hay lugar para formas estáticas, ni para substancia material alguna... Los elementos básicos del universo son patrones dinámicos; etapas transitorias dentro del "flujo constante de transformaciones y cambios", como lo llama Chuang Tzu. Según nuestro conocimiento actual de la materia, sus modelos básicos son las partículas subatómicas, y la comprensión de las propiedades e interacciones de estas partículas constituye la principal finalidad de la física moderna. Hoy conocemos más de doscientas partículas, la mayor parte de ellas creadas artificialmente en procesos de colisión y las cuales viven sólo durante un período de tiempo extremadamente corto, ¡menos de una millonésima de segundo! Es evidente pues, que estas partículas de tan corta vida constituyen simplemente patrones transitorios de procesos dinámicos. Las principales preguntas que surgen con relación a estos patrones, o partículas, son las siguientes: ¿Cuáles son sus rasgos distintivos?, ¿están compuestas de algo?, y de ser así, ¿de qué se componen?, o -mejor- ¿qué otros patrones contienen?, ¿cómo influyen unas en otras?, es decir, ¿cuáles son las fuerzas que actúan entre ellas? Finalmente, si las partículas mismas son procesos, ¿qué tipo de procesos son? En la física de las partículas todas estas preguntas están inseparablemente relacionadas. Debido a la naturaleza relativista de las partículas subatómicas, no es posible comprender sus propiedades sin comprender sus mutuas interacciones, y a causa de la interconexión básica existente en el mundo subatómico no comprenderemos una partícula sin antes entender a todas las demás. Los siguientes capítulos mostrarán cómo hemos llegado a comprender las propiedades e interacciones que se dan entre las partículas. Aunque todavía no disponemos de una teoría completa cuántico-relativista del mundo subatómico, se han desarrollado diversas teorías y modelos parciales, que sirven para describir algunos aspectos de este mundo de un modo muy eficaz. Un repaso a los más importantes de estos modelos y teorías mostrará que todos ellos implican conceptos filosóficos que coinciden de un modo sorprendente con los que sostiene el misticismo oriental. 14 VACIO Y FORMA La visión clásica y mecanicista del mundo estaba basada sobre la idea de unas partículas sólidas, indestructibles, que se movían en el vacío. La física moderna generó una radical revisión de esta idea. No sólo condujo a un concepto completamente nuevo de las "partículas", sino que transformó también el concepto clásico de "vacío" de un modo profundo. Esta transformación tuvo lugar con las denominadas teorías del campo. Comenzó con la idea de Einstein de relacionar los campos gravitacionales con la geometría del espacio, y se acentuó cuando la teoría cuántica y la teoría de la relatividad fueron combinadas para describir los campos de fuerza de las partículas subatómicas. En estas "teorías cuánticas del campo", la distinción entre las partículas y el espacio que las rodea pierde su fuerza original y el vacío pasa a ser considerado como una entidad dinámica de la mayor importancia. El concepto de campo fue presentado en el siglo XIX por Faraday y Maxwell en su descripción de las fuerzas existentes entre cargas y corrientes eléctricas. Un campo eléctrico es una particularidad del espacio que rodea a un cuerpo cargado eléctricamente, que producirá una fuerza sobre cualquier otra carga eléctrica que se halle en ese espacio. De este modo, los campos eléctricos son creados por cuerpos cargados eléctricamente y sus efectos sólo podrán ser percibidos por otros cuerpos también cargados eléctricamente. Los campos magnéticos son creados por cargas en movimiento, es decir, por corrientes eléctricas, y las fuerzas magnéticas resultantes sólo pueden ser percibidas por otras cargas en movimiento. En la electrodinámica clásica -la teoría construida por Faraday y Maxwell-, los campos son entidades físicas primarias que pueden ser estudiadas sin referencia alguna a los cuerpos materiales. Los campos vibratorios eléctricos y magnéticos pueden viajar a través del espacio en forma de ondas de radio, ondas de luz, u otras clases de radiación electromagnética. La teoría de la relatividad hizo más elegante la estructura de la electrodinámica, unificando los conceptos de cargas y corrientes, y de los campos magnéticos y eléctricos. Puesto que todo movimiento es relativo, toda carga puede también aparecer como una corriente -en un marco de referencia donde se mueva con respecto al observador- y por lo tanto su campo eléctrico puede aparecer como un campo magnético. En la formulación relativista de la electrodinámica los dos campos quedan así unificados en un solo campo electromagnético. El concepto de campo ha sido asociado no sólo con la fuerza electromagnética, sino también con esa otra fuerza primordial del inundo macroscópico, la fuerza de la gravedad. Los campos gravitacionales son creados y percibidos por todos los cuerpos sólidos, y las fuerzas resultantes son siempre fuerzas de atracción, al contrario de lo que ocurre en los campos electromagnéticos, que sólo son percibidos por cuerpos cargados y que además originan fuerzas de atracción y de repulsión. La teoría del campo apropiada para el campo gravitacional es la teoría general de la relatividad, y en esta teoría la influencia de un cuerpo sólido sobre el espacio que lo rodea es de mayor alcance que la que tiene un cuerpo cargado en electrodinámica. Una vez más, el espacio que rodea al objeto está "condicionado", de tal modo que otro objeto sentirá esa fuerza, pero esta vez el condicionamiento afecta a la geometría y por lo tanto a la estructura misma del espacio. La materia y el espacio vacío -lo lleno y lo vacío- eran los dos conceptos fundamentalmente distintos en los que se basaba el atomismo de Demócrito y de Newton. En la relatividad general estos dos conceptos no pueden permanecer ya separados. Donde exista un cuerpo sólido, habrá también un campo gravitacional y este campo se manifestará como la curvatura del espacio que rodea a dicho cuerpo. No debemos pensar sin embargo, que el campo llena el espacio y lo "curva". No existe distinción entre ambos. ¡El campo es el espacio curvo! En la relatividad general, el campo gravitacional y la estructura o geometría del espacio son lo mismo. En las ecuaciones del campo de Einstein están representados por una misma cantidad matemática. En la teoría de Einstein la materia no puede estar separada de su campo de gravedad, y el campo de gravedad no puede estar separado del espacio curvo. Materia y espacio son consideradas así, como partes inseparables e interdependientes de un solo conjunto. Los objetos materiales no sólo determinan la estructura del espacio que los rodea sino que, a su vez, se ven influenciados por su entorno de un modo esencial. Según el físico y filósofo Ernst Mach, la inercia de un objeto material -la resistencia del objeto a ser acelerado no es una propiedad intrínseca de la materia, sino una medida de su interacción con todo el resto del universo. En la visión de Mach la materia sólo tiene inercia porque hay otra materia en el universo. Cuando un cuerpo rota, su inercia produce fuerzas centrífugas (empleadas, por ejemplo, en los secadores centrífugos, para extraer el agua de una colada mojada), pero estas fuerzas aparecen sólo porque el cuerpo rota "con relación a las estrellas fijas", como ha señalado Mach. Si esas estrellas fijas repentinamente desaparecieran, la inercia y las fuerzas centrífugas del cuerpo en rotación desaparecerían con ellas. Este concepto de inercia conocido como Principio de Mach, tuvo una profunda influencia sobre Albert Einstein y fue lo que inicialmente lo motivó a construir la teoría general de la relatividad. Dada la considerable complejidad matemática de la teoría de Einstein, los físicos todavía no han sido capaces de ponerse de acuerdo respecto a si ésta incluye realmente el Principio de Mach o no. La mayoría de los físicos creen, sin embargo, que de un modo u otro, debería estar incorporado en una teoría de la gravedad completa. Así, la física moderna nos demuestra una vez más -y ahora a nivel macroscópico- que los objetos materiales no son entidades diferenciadas, sino que están inseparablemente ligados a su entorno y sus propiedades sólo pueden entenderse en función de su interacción con el resto del universo. Según el principio de Mach, esa interacción se extiende hasta las distantes estrellas y galaxias. La unidad básica del cosmos se manifiesta así, no sólo en el mundo de lo muy pequeño, sino también en el mundo de lo muy grande, hecho que es cada vez más reconocido en la astrofísica y la cosmología modernas. En palabras del astrónomo Fred Hoyle: Los recientes descubrimientos ocurridos en cosmología nos están sugiriendo de un modo muy insistente que las condiciones cotidianas no podrían existir, sino fuera por las partes distantes del universo; que todas nuestras ideas sobre el espacio y la geometría dejarían totalmente de tener validez si las partes distantes del universo desaparecieran. Nuestra experiencia diaria, incluso hasta en los más mínimos detalles, parece estar tan estrechamente relacionada con las grandes formas del universo que es casi imposible contemplar a ambos como separados.1 1 F. Hoyle, Frontiers of Astronomy (Heinemann, Londres, 1970), pág. 304. La unidad e interrelación existente entre un objeto material y su entorno, puesta de manifiesto en la escala macroscópica por la teoría general de la relatividad, se muestra de una manera todavía más asombrosa a nivel subatómico. Aquí, para describir las interacciones que se dan entre las partículas subatómicas, las ideas de la teoría del campo clásica se combinan con las de la teoría cuántica. Tal combinación aún no ha sido posible para la interacción gravitacional a causa de la complicada fórmula matemática de la teoría de la gravedad de Einstein, pero la otra teoría del campo clásica, la electrodinámica, sí se ha podido combinar con la teoría cuántica, dando una teoría llamada "Electrodinámica Cuántica" que describe todas las interacciones electromagnéticas que se dan entre las partículas subatómicas. Esta teoría integra la teoría cuántica y la teoría de la relatividad. Fue el primer modelo "cuánticorelativista" de la física moderna y sigue siendo el más efectivo. El rasgo más nuevo y sorprendente de la electrodinámica cuántica surge de la combinación de dos conceptos: el de campo electromagnético y el de los fotones, como manifestaciones en forma de partícula de las ondas electromagnéticas. Dado que los fotones son también ondas electromagnéticas, y siendo estas ondas campos en vibración, tales fotones deben ser manifestaciones de campos electromagnéticos. De ahí el concepto del "campo cuántico", es decir, de un campo que puede tornar la forma de cuantos o partículas. Este es un concepto completamente nuevo que ha sido ampliado para describir todas las partículas subatómicas y sus interacciones, correspondiendo cada tipo de partícula a un campo diferente. En estas "teorías del campo cuántico", el clásico contraste entre las partículas sólidas y el espacio que las rodea ha sido totalmente superado. El campo cuántico es considerado como una entidad física fundamental: un medio continuo que está presente en todas partes del espacio. Las partículas son simples condensaciones locales del campo, concentraciones de energía que viene y va, perdiendo así su carácter individual y disolviéndose en el campo subyacente. En palabras de Albert Einstein: Podemos por tanto considerar a la materia como constituida por las regiones de espacio en las cuales el campo es extremadamente intenso... En este nuevo tipo de física no hay lugar para campo y materia, pites el campo es la única realidad.2 2 Citado por M. Capek en The Philosophical Impact of Contemporary Physics, pág. 319. La concepción de los objetos y fenómenos físicos como manifestaciones transitorias de una entidad esencial y fundamental no es sólo un elemento básico de la teoría del campo cuántico, sino también de la visión oriental del mundo. Al igual que Einstein, los místicos orientales consideran esta entidad fundamental como la única realidad: todas sus manifestaciones fenoménicas son consideradas ilusorias y transitorias. La realidad del místico oriental no puede identificarse con el campo cuántico del físico porque se considera como la esencia de todos los fenómenos de este mundo y, por lo tanto, está más allá de todos los conceptos e ideas. El campo cuántico, sin embargo, es un concepto bien definido que sólo explica algunos de los fenómenos físicos. No obstante, la interpretación física del inundo subatómico, en términos del campo cuántico, guarda un acentuado paralelismo con la del místico oriental, que interpreta su experiencia del mundo en función de una realidad esencial y última. Una vez establecido el concepto de campo, los físicos intentaron unificar los diversos campos en un solo campo fundamental que incorporase todos los fenómenos físicos. Einstein, en particular, pasó los últimos años de su vida buscando ese campo unificado. El Brahman de los hindúes, al igual que el Dharmakaya de los budistas y el Tao de los taoístas quizá puedan considerarse como el campo unificado y definitivo, del cual surgen no sólo los fenómenos estudiados por la física, sino también todos los demás fenómenos del mundo. Bajo el punto de vista oriental, la realidad que sirve de base a todos los fenómenos está más allá de toda forma y escapa a toda descripción y especificación. Por tanto se dice con frecuencia que no tiene forma, que está vacía. Pero esta vacuidad no debe ser interpretada corno la simple nada. Al contrario, es la esencia de todas las formas y la fuente de toda vida. Así dicen los Upanishads: Brahman es vida. Brahman es alegría. Brahman es el Vacío... La alegría, es ciertamente lo mismo que el Vacío. El Vacío, es ciertamente lo mismo que la alegría.3 3 Chandogya Upanishad 4.10.4. La misma idea es expresada por los budistas cuando llaman a la realidad última Sunyata -"vacuidad" o "el vacío"- y afirman que es un vacío vivo, que da origen a todas las formas existentes en el mundo fenomenal. Los taoístas atribuyen al Tao una creatividad infinita y eterna y también, lo denominan vacío. "El Tao del Cielo es vacío y sin forma", dice Kuan-Tzu4, y Lao Tse emplea varias metáforas para explicar dicho vacío. Algunas veces compara el Tao con un valle hueco o con un recipiente que siempre está vacío y de este modo tiene el potencial de contener una infinidad de cosas. 4 Kuan-Tzu, XIII, 36. Amplísima obra socio-filosófica que refleja varias escuelas, tradicionalmente atribuida al célebre estadista Kuan Chung del siglo VII A.C., pero es más probable que fuera compuesta o recopilada aproximadamente hacia el siglo 111 antes de C. Pese a emplear términos tales como vacuidad y vacío, los sabios orientales dejan muy claro que cuando hablan de Brahman, Sunyata o Tao no se refieren al vacío ordinario, sino por el contrario, a un vacío que tiene un potencial creativo infinito. De este modo, el vacío de los místicos orientales puede compararse con el campo cuántico de la física subatómica. Como el campo cuántico, da origen a una infinita variedad de formas que sostiene y, finalmente, reabsorbe. Como dicen los Upanishads: Que lo venere tranquilo, como aquello de lo que proviene, como aquello en lo que se disolverá, como aquello en lo que él respira.5 5 Chandogya Upanishad 3.14.1. Las manifestaciones fenomenológicas del vacío místico, de la misma manera que las partículas subatómicas, no son estáticas y permanentes, sino dinámicas y transitorias, dejándose ver y desvaneciéndose en una incesante danza de movimiento y energía. Al igual que el mundo subatómico del físico, el inundo del místico oriental es un mundo de samsara, de un continuo nacer y morir. Al ser manifestaciones transitorias del vacío, las cosas de este mundo no poseen una identidad fundamental. Esto se acentúa especialmente en la filosofía budista que niega la existencia de cualquier sustancia material y también sostiene que la idea de un "yo" permanente que pasa por las sucesivas experiencias es una ilusión. Los budistas han comparado con frecuencia esta ilusión de una substancia material y de un "yo" individual con el fenómeno de una onda acuática, en la que el movimiento arriba y abajo de las partículas de agua nos hace pensar que una "parte" del agua se mueve sobre la superficie. Es interesante ver que los físicos han empleado la misma analogía en el contexto de la teoría del campo para señalar la ilusión de una sustancia material creada por las partículas en movimiento. Así, escribe Hermann Weyl: Según la teoría del campo de la materia, una partícula material tal como un electrón, es simplemente una pequeña zona de fin campo eléctrico, dentro de la cual la fuerza del campo asume valores enormemente altos, indicando que una energía comparativamente muy grande está concentrada en un espacio muy pequeño. Tal nudo de energía, que de ningún modo se presenta claramente delineado contra el resto del campo, se propaga a través del espacio vacío como una onda de agua sobre la superficie de un lago; no existe una substancia de la que pueda decirse que el electrón está compuesto en todo momento.6 6 H. Weyl, Philosophy of Mathematics and Natural Science, pág. 171. En la filosofía china, la idea del campo no sólo está implícita en el concepto del Tao, al ser éste vacío y sin forma y, pese a ello, productor de todas las formas, sino que también figura expresada explícitamente en el concepto del ch'i. Este término representó un importante papel en casi todas las escuelas chinas de filosofía natural y fue particularmente notable en el neo confucianismo: la escuela que intentó hacer una síntesis con el confucionismo, el budismo y el taoísmo. La palabra ch'i significa literalmente "gas" o "éter" y se usó en la antigua China para designar la respiración o energía vital que animaba a la totalidad del cosmos. En el cuerpo humano, los "caminos del ch'i" constituyen la base de la medicina tradicional china. La finalidad de la acupuntura es la de estimular el flujo del ch'i a través de estos canales. Este flujo de ch'i es también la base de los fluidos movimientos del T'ai Chi Ch'uan, la danza taoísta del guerrero. Los neo-confucianistas desarrollaron una idea de ch'i que presenta el más asombroso parecido con el concepto del campo cuántico usado en la física moderna. Al igual que el campo cuántico, el ch' i es concebido como una forma de materia tenue y no perceptible, que está presente por todo el espacio y que puede condensarse en objetos materiales sólidos. En palabras de Chang Tsai: Cuando el ch'i se condensa, su visibilidad se hace aparente, surgiendo entonces las formas (de las cosas individuales). Cuando se dispersa, su visibilidad deja de ser aparente y entonces ya no hay formas. En el momento de su condensación, ¿podría acaso decirse que ésta no es temporal? Y en el momento de su dispersión, ¿puede decirse sin reflexionar que entonces ya no existe?7 7 A. Short History of Chinese Philosophy, pág. 279. De esta manera, el ch'i se condensa y se dispersa rítmicamente, produciendo todas las formas que, finalmente, se disuelven otra vez en el vacío. Como dice de nuevo Chang Tsai: El Gran Vacío no puede componerse más que de ch'i. Ese ch'i no puede más que condensarse para formar todas las cosas. Y esas cosas no pueden sino dispersarse para formar (una vez más) al Gran Vacío.8 8 Ibid., pág. 280. Al igual que en la teoría del campo cuántico, el campo -o el ch'i- no es sólo la esencia fundamental de todos los objetos materiales, sino que también transporta sus mutuas interacciones en forma de ondas. Las siguientes descripciones del concepto del campo dadas por Walter Thirring, y la visión china del mundo físico según Joseph Needham, evidencian su gran similitud: La física teórica moderna... nos ha hecho pensar sobre la esencia de la materia en un contexto diferente. Ha llevado nuestra atención de lo visible -las partículas- a la entidad subyacente: el campo. La presencia de la materia es simplemente una perturbación del estado perfecto del campo en un lugar dado; algo accidental, casi podría decirse que es simplemente una "mancha". Por consiguiente, no existen leyes sencillas que describan las fuerzas que actúan entre las partículas elementales... Tanto el orden como la simetría deberán buscarse en el campo subyacente.9 Tanto en la antigüedad como en la época medieval, el universo físico chino era un todo perfectamente continuo. El ch'i, condensado en materia palpable no tenía particularidades concretas, sin embargo los objetos individuales actuaban y reaccionaban con todos los demás objetos del mundo... en forma de ondas o de vibraciones, dependiendo, en último caso, de la alternancia rítmica en todos los niveles de las dos fuerzas fundamentales, el ying y el yang. Así, los objetos individuales tenían sus ritmos intrínsecos. Y éstos estaban integrados... dentro del modelo general de la armonía del mundo.10 9 W. Thirring, Urbausteine der Materie, pág. 160. 10 J. Needham, Science and Civilisation in China, vol. IV, pág. 8-9. Con el concepto del campo cuántico la física moderna encontró una respuesta inesperada a la antigua pregunta de si la materia está compuesta de átomos indivisibles o de un "continuum" básico y subyacente. El campo es un "continuum" presente en todas partes del espacio y, sin embargo, en su aspecto de partícula tiene una estructura "granular" y discontinua. Estos dos aspectos en apariencia contradictorios quedan así unificados, pasando a ser considerados como aspectos diferentes de la misma realidad. Al igual que siempre ocurre en cualquier teoría relativista. La unificación de los dos conceptos opuestos tiene lugar de un modo dinámico: los dos aspectos de la materia se transforman sin cesar uno en otro. El misticismo oriental resalta una unidad dinámica similar entre el vacío y las formas que crea. En palabras del lama Govinda: La relación entre forma y vacío no puede concebirse como un estado de opuestos mutuamente exclusivos, sino sólo como dos aspectos de la misma realidad, que coexisten y están en cooperación continua.11 11 Lama Anagarika Govinda, Foundations of Tibetan Mysticism, pág. 223. La fusión de estos conceptos opuestos en un simple conjunto está expresada en un sutra budista con las célebres palabras: La forma es el vacío y el vacío es en verdad la forma. El vacío no es diferente de la forma, la forma no es diferente del vacío. Lo que es forma, es vacío, lo que es vacío, es forma.12 12 Prajna-aparamika-hridaya Sutra, (M. Muller), vol. XLIX Las teorías del campo de la física moderna nos han conducido no sólo a un nuevo punto de vista sobre las partículas subatómicas sino que también han modificado decisivamente nuestras nociones sobre las fuerzas existentes entre estas partículas. El concepto del campo originariamente se relacionó con el concepto de fuerza, e incluso en la teoría del campo cuántico todavía se asocia con las fuerzas existentes entre las partículas. El campo electromagnético, por ejemplo, puede manifestarse como un "campo libre" en forma de ondas/fotones viajeros, o bien puede jugar el papel de un campo de fuerza entre partículas cargadas eléctricamente. En este último caso, la fuerza se manifiesta como un intercambio de fotones entre las partículas que interactúan. La repulsión eléctrica entre dos electrones, por ejemplo, se ve mediatizada por estos intercambios de fotones. Este nuevo concepto de fuerza puede parecer difícil de entender, pero se ve mucho más claro cuando el proceso de intercambio de fotones representa en un diagrama espacio-temporal. El siguiente diagrama muestra dos electrones acercándose uno a otro, uno de ellos emite un fotón (indicado por ?) en el punto A, absorbiéndolo el otro en el punto B. En el momento en que el primer electrón emite el fotón, invierte su dirección y cambia su velocidad (como puede verse por la distinta dirección y la inclinación de su línea del mundo), y lo mismo hace el segundo electrón cuando absorbe el fotón. Al final, los dos electrones se separan, habiéndose repelido uno a otro a través del intercambio del fotón. La interacción total entre los electrones incluirá una serie de intercambios de fotones y como resultado los electrones parecerán desviarse uno de otro en suaves curvas. En términos de la física clásica se diría que los electrones ejercen una fuerza repulsiva uno sobre el otro. Sin embargo, ahora esto se considera como una forma muy imprecisa de describir la situación. Ninguno de los dos electrones "siente" fuerza alguna cuando se aproxima al otro. Todo lo que hacen es influirse mutuamente a través de los fotones que intercambian. La fuerza no es más que el efecto macroscópico de estos múltiples intercambios de fotones. El concepto de fuerza, por tanto, carece ya de utilidad en la física subatómica. Es un concepto clásico que asociamos (incluso aunque sólo sea subconscientemente) con la idea newtoniana de una fuerza que se siente a distancia. En el mundo subatómico no existen tales fuerzas, sino sólo interacciones entre las partículas, que son medidas a través de campos, es decir, a través de otras partículas. Por esta razón los físicos prefieren hablar de interacciones en lugar de hablar de fuerzas. Según la teoría del campo cuántico, todas las interacciones ocurren mediante intercambios de partículas. En el caso de las interacciones electromagnéticas, las partículas intercambiadas son fotones; los nucleones, sin embargo, se interactúan mediante de la mucho más fuerte fuerza nuclear, dando lugar a las llamadas "interacciones fuertes" que se manifiestan como el intercambio de un nuevo tipo de partículas llamadas "mesones". Hay muchos tipos diferentes de mesones que pueden ser intercambiados entre protones y neutrones. Cuanto más cerca están los nucleones unos de otros, más numerosos y pesados son los mesones que intercambian. Las interacciones entre los nucleones están así relacionadas con las propiedades de los mesones intercambiados y éstos, a su vez, interactúan mutuamente a través del intercambio de otras partículas. Por ello, no es posible comprender la fuerza nuclear a un nivel fundamental sin entender todo el espectro de las partículas subatómicas. En la teoría del campo cuántico, todas las interacciones entre partículas pueden representarse en diagramas espaciotemporales, y cada diagrama se relaciona con una expresión matemática que nos permite calcular la probabilidad de que ocurra el correspondiente proceso. La correspondencia exacta entre los diagramas y las expresiones matemáticas fue establecida en 1949 por Richard Feynman, desde entonces estos diagramas se les conoce con el nombre de diagramas de Feynman. Una característica crucial de esta teoría es la creación y destrucción de partículas. Por ejemplo, el fotón de nuestro diagrama es creado en el proceso de emisión en el punto A, y desaparece al ser absorbido en el punto B. Tal proceso sólo puede ser concebido en una teoría relativista donde las partículas no sean consideradas corno objetos indestructibles, sino como patrones dinámicos son una cierta cantidad de energía susceptible de ser redistribuida al formarse nuevos patrones . La creación de una partícula con masa sólo es posible cuando se suministra la energía correspondiente a su masa, por ejemplo, mediante un proceso de colisión. En el caso de las interacciones fuertes, esta energía no está siempre asequible, como cuando dos nucleones interactúan uno con otro en un núcleo atómico. Por ello en tales casos, el intercambio de mesones sólidos no debería ser posible. Sin embargo, estos intercambios tienen lugar. Dos protones, por ejemplo, pueden intercambiar un "mesónpi" o "pión", cuya masa es aproximadamente la séptima parte de la masa del protón: Las razones por las que este tipo de procesos de intercambio son posibles, pese a la aparente carencia de energía para crear el mesón, hay que hallarlas en cierto "efecto cuántico" conectado con el principio de incertidumbre. Como dijimos anteriormente, los sucesos subatómicos que tienen lugar dentro de un muy corto período de tiempo implican una gran incertidumbre en cuanto a la energía. El intercambio de mesones, es decir, su creación y posterior destrucción, son sucesos de este tipo. Tienen lugar durante un período de tiempo tan corto que la incertidumbre de la energía es suficiente para permitir la creación de los mesones. Estos mesones son llamados partículas "virtuales". Se diferencian de los "verdaderos" mesones creados en procesos de colisión, en que sólo pueden existir durante el período de tiempo permitido por el principio de incertidumbre. Cuanto más pesados sean los mesones (es decir, cuanta más energía se precise para crearlos), más corto será el tiempo permitido para el proceso de intercambio. Este es el motivo por el cual los nucleones pueden intercambiar mesones pesados sólo cuando se encuentran muy cerca unos de otros. El intercambio de fotones virtuales, sin embargo, puede darse a distancias indefinidas, pues los fotones, al no tener masa, pueden ser creados con cantidades de energía indefinidamente pequeñas. Este análisis de las fuerzas nucleares y electromagnéticas permitió a Hideki Yukawa en 1935 no sólo predecir la existencia del pión, doce años antes de que fuera observado, sino que también estimar aproximadamente su masa en la escala de la fuerza nuclear. De este modo, en la teoría del campo cuántico, todas las interacciones son representadas como intercambios de partículas virtuales. Cuanto más fuerte es la interacción, cuanto más fuerte sea la "fuerza" resultante entre las partículas, más elevada será la probabilidad de que tales procesos de intercambio tengan lugar, con mayor frecuencia serán intercambiadas partículas virtuales. El papel de las partículas virtuales, sin embargo, no se limita a estas interacciones. Un solo nucleón por ejemplo, puede muy bien emitir una partícula virtual y reabsorberla poco después. Siempre que esto ocurra dentro del tiempo permitido por el principio de incertidumbre, no existe nada que impida tal proceso. Más adelante se reproduce el diagrama de Feynrnan correspondiente a un neutrón que emite y reabsorbe un pión. La probabilidad de tales procesos de "autointeracción" es muy elevada entre los nucleones a causa de su fuerte influencia mutua. Esto quiere decir que los nucleones están de hecho, emitiendo y absorbiendo partículas virtuales todo el tiempo. Según la teoría del campo han de ser considerados como centros de actividad continua, rodeados de nubes de partículas virtuales. Los mesones virtuales tienen que desaparecer muy poco tiempo después de su creación, lo que significa que no pueden alejarse mucho del nucleón. Esta nube de mesones es por tanto, muy pequeña. Sus zonas exteriores están pobladas de mesones ligeros (piones en su mayoría), mientras que los mesones más pesados tienen que ser reabsorbidos dentro de un tiempo mucho más corto y por consiguiente se ven confinados a las partes interiores de la nube. Todo nucleón está rodeado por esa nube de mesones virtuales que viven sólo durante un período de tiempo extremadamente corto. Sin embargo, los mesones virtuales pueden convertirse en mesones verdaderos en circunstancias especiales. Cuando un nucleón es golpeado por otra partícula que se mueve a gran velocidad, una parte de la energía cinética de esa partícula puede ser transferida a un mesón virtual liberándolo así de la nube. De este modo es como se crean verdaderos mesones en las colisiones de alta energía. Por otro lado, cuando dos nucleones se aproximan tanto uno a otro que sus nubes de mesones se superponen, algunas de las partículas virtuales tal vez no regresen para ser absorbidas por el nucleón que originalmente las creó, sino que quizás "salten al otro lado" pasando a ser absorbidas por el otro nucleón. De este modo surgen los procesos de intercambio que constituyen las interacciones fuertes. Esto muestra claramente que las interacciones entre las partículas, y por tanto las "fuerzas" existentes entre ellas, están determinadas por la composición de sus nubes virtuales. El ámbito de una interacción, es decir, la distancia entre las partículas a la que comenzará la interacción, dependerá de la extensión de sus nubes virtuales, y la forma que la interacción torne dependerá de las propiedades de las partículas que estén presentes en las nubes. Así, las fuerzas electromagnéticas son originadas por la presencia de fotones virtuales "dentro" de las partículas cargadas eléctricamente, mientras que las interacciones fuertes entre nucleones surgen de la presencia de piones virtuales y otros mesones "dentro" de los propios nucleones. En la teoría del campo, las fuerzas que actúan entre las partículas aparecen corno propiedades intrínsecas de las mismas partículas. Fuerza y materia, los dos conceptos tan claramente separados en el atomismo griego y newtoniano, se cree ahora que tienen su origen común en esos patrones dinámicos que llamamos partículas. Este punto de vista sobre las fuerzas es también característico del misticismo oriental, pues considera el movimiento y el cambio como propiedades esenciales e intrínsecas de todas las cosas. "Todas las cosas que giran", dice Chang Tsai refiriéndose a los cuerpos celestes, "tienen una fuerza espontánea y su movimiento no les es impuesto desde fuera".13 En el 1 Ching leemos: Las leyes (naturales) no son fuerzas externas a las cosas, sino que representan la armonía del movimiento inmanente en ellas.14 13 Citado por J. Needham, ob. cit., vol. 11, pág. 62. 14 Comentario del Hexagrama Yü, R. Wilhelm, The I Ching of Book of Changes, pág. 68. Esta antigua descripción china de las fuerzas como representando a la armonía del movimiento dentro de las cosas, parece especialmente apropiada, a la luz de la teoría del campo cuántico, donde las fuerzas que actúan entre las partículas son consideradas como reflejos de los patrones dinámicos (las nubes virtuales) inherentes a dichas partículas. Las teorías del campo de la física moderna nos obligan también a abandonar la distinción clásica entre partículas materiales y vacío. Tanto la teoría del campo de la gravedad de Einstein como la teoría del campo cuántico demuestran que las partículas no pueden ser separadas del espacio que las rodea. Por un lado, determinan la estructura de dicho espacio, y por otro, no se las puede considerar como entidades aisladas, sino que han de ser consideradas como condensaciones de un campo continuo, presente en todo el espacio. En la teoría del campo cuántico, este campo está considerado como la base de todas las partículas y de sus interacciones mutuas: El campo existe siempre y en todos los lugares; nunca puede ser eliminado. Es quien transporta a todos los fenómenos materiales. Es el "vacío" del cual el protón crea los mesones-pi. Tanto el aparecer como el desvanecerse de las partículas son sencillamente formas de movimiento del campo.15 15 W. Thirring, ob. cit., pág. 159. La distinción entre materia y espacio vacío tuvo finalmente que ser abandonada cuando se hizo evidente que las partículas virtuales pueden venir a la existencia espontáneamente del vacío y desvanecerse de nuevo en el vacío, sin que esté presente ningún nucleón ni otra partícula de interacción fuerte. Aquí tenemos un "diagrama de vacío" que representa dicho proceso: tres partículas: un protón (p), un antiprotón ( ) y un pión (p) se forman de la nada y desaparecen de nuevo en el vacío. Según la teoría del campo, sucesos de este tipo ocurren todo el tiempo. El vacío, desde luego, no está vacío. Por el contrario, contiene un número ilimitado de partículas que nacen y se desvanecen incesantemente. Aquí, pues, nos encontramos con que el vacío de la física moderna presenta el más estrecho paralelismo con el vacío del misticismo oriental. Al igual que el vacío oriental, el "vacío físico" -como se le denomina en la teoría del campo- no es un estado de simple nada, sino que potencialmente contiene todas las formas del mundo de las partículas. Estas formas, a su vez, no son entidades físicas independientes, sino meras manifestaciones transitorias del vacío fundamental. Como dice el sutra, "la forma es el vacío, y el vacío es realmente la forma". La relación entre las partículas virtuales y el vacío es una relación esencialmente dinámica; el vacío es verdaderamente un "vacío vivo", que pulsa constantemente con ritmos de creación y de destrucción. El descubrimiento de la cualidad dinámica del vacío está considerado por muchos físicos como uno de los hallazgos más importantes de la física moderna. Desde papel de vacío contenedor de los fenómenos físicos, el vacío se ha convertido en una entidad dinámica de la mayor importancia. Así, los resultados de la física moderna, parecen confirmar las palabras del sabio chino Chang Tsai: Citando se sabe que el gran vacío está lleno de ch'i, se da uno cuenta de que no existe la nada.16 16 Citado por J. Needharn, ob. cit., vol. IV, pág. 33. 15 LA DANZA COSMICA La exploración del mundo subatómico llevada a cabo durante el siglo XX ha puesto de manifiesto la naturaleza intrínsecamente dinámica de la materia. Ha mostrado que los componentes de los átomos, es decir, las partículas subatómicas, son modelos dinámicos que carecen de existencia como entidades aisladas, existiendo sólo como partes integrantes de un inseparable entretejido de interacciones. Estas interacciones suponen un incesante flujo de energía que se manifiesta como intercambio de partículas, como una influencia dinámica mutua en la que ciertas partículas son creadas y destruidas en una continua variación de patrones energéticos. Estas interacciones que tienen lugar entre las partículas originan las estructuras que componen el mundo material, estructuras que no permanecen estáticas, sino que oscilan con movimientos rítmicos. Todo el universo está, pues, engranado dentro de un movimiento y de una actividad sin fin, en una continua danza cósmica de energía. Esta danza involucra una enorme variedad de patrones, pero, sorprendentemente, todos ellos caen dentro de unas pocas categorías. El estudio de las partículas subatómicas y sus interacciones revela un orden extraordinario. Todos los átomos, y por ello, todas las formas de materia existentes en nuestro medio ambiente, están compuestos de sólo tres partículas sólidas: el protón, el neutrón y el electrón. Una cuarta partícula, el fotón, no tiene masa y representa la unidad de radiación electromagnética. El protón, el electrón y el fotón son partículas estables, lo cual quiere decir que viven para siempre a menos que se vean implicadas en un proceso de colisión en el que puedan ser aniquiladas. El neutrón, por el contrario, se puede desintegrar espontáneamente. Esta desintegración se denomina "emisión beta" y constituye el proceso básico de cierto tipo de radioactividad. El neutrón se transforma entonces en un protón, creándose un electrón y un nuevo tipo de partícula denominada neutrino, que carece de masa. Del mismo modo que el protón y el electrón, el neutrino es también estable. Usualmente se representa con la letra griega v, y el proceso de emisión beta se escribe simbólicamente así: n ? p+e-+v La transformación de neutrones en protones que tiene lugar en los átomos de una substancia radioactiva, supone una transformación de estos átomos en átomos de una especie totalmente diferente. Los electrones creados en este proceso son emitidos en forma de una poderosa radiación que es muy utilizada en biología, en medicina y en la industria. Los neutrones, sin embargo, aunque son emitidos en igual número, son muy difíciles de detectar puesto que carecen de masa y de carga eléctrica. Como ya he mencionado, para cada partícula existe una antipartícula, con igual masa, pero de carga opuesta. El fotón es su propia antipartícula; la antipartícula del electrón se llama positrón. También existe un antiprotón, un antineutrón y un antineutrino. La partícula sin masa creada en la emisión beta no es, de hecho, un neutrino sino un antineutrino (representado por v), así que el proceso escrito correctamente sería el siguiente: n? p+e-+v- Las partículas mencionadas hasta ahora constituyen sólo una pequeña parte de todas las partículas subatómicas conocidas hoy día. Todas las demás son inestables y se desintegran tras un cortísimo período de tiempo, dando lugar a otras partículas, algunas de las cuales pueden volver a desintegrarse hasta que surja una combinación de partículas que sea estable. El estudio de las partículas inestables resulta muy caro pues han de ser creadas en cada investigación mediante procesos de colisión, para lo cual son necesarios enormes aceleradores de partículas, cámaras de burbujas y otros dispositivos extremadamente sofisticados, imprescindibles para la detección de este tipo de partículas. La mayoría de las partículas inestables viven sólo durante un período muy corto de tiempo, en comparación con la escala humana: menos de una millonésima de segundo. Sin embargo, su tiempo de vida ha de considerarse con relación a su tamaño que es también diminuto. Visto de este modo, resulta que muchas de ellas viven durante un período relativamente largo, y que una millonésima de segundo es, en el mundo de la partícula, un enorme lapso de tiempo. Durante un segundo el ser humano puede atravesar una distancia equivalente a unas cuantas veces su tamaño. Para una partícula, el lapso de tiempo equivalente sería por tanto el tiempo que necesitaría para recorrer una distancia que fuera unas cuantas veces su propio tamaño. A esta unidad de tiempo la podríamos llamar "segundo de partícula".* * Los físicos escriben esta unidad de tiempo como 10- n segundos, anotación breve (le un número decimal con 23 ceros a la izquierda de la cifra 1: 0,00000000000000000000001. Para cruzar un núcleo de tamaño medio una partícula necesita aproximadamente diez de estos "segundos de partícula" viajando a una velocidad cercana a la de la luz, como lo hacen las partículas en los experimentos de colisión. Entre el gran número de partículas inestables, existen alrededor de dos docenas que pueden atravesar varios átomos antes de desintegrarse. Esta es una distancia equivalente a unas cien mil veces su tamaño y que corresponde a un tiempo de unos cuantos cientos de "horas de partícula". Estas partículas están relacionadas en la tabla anterior, junto con las partículas estables ya citadas. La mayoría de las partículas inestables de la tabla, llegan a recorrer un centímetro entero, o incluso varios centímetros antes de desintegrarse, y las que viven más tiempo, una millonésima de segundo, pueden viajar varios cientos de metros antes de su desintegración, longitud enorme en relación a su tamaño. Esta tabla muestra trece tipos distintos de partículas, muchas de las cuales aparecen en diferentes "estados de carga". Los piones, por ejemplo, pueden tener carga positiva (p+), negativa (p-) o ser eléctricamente neutros (po). Hay dos tipos de neutrinos, uno de ellos interactúa sólo con los electrones (ve), el otro sólo con los electrones (vµ). Se han relacionado también las antipartículas, siendo tres de las partículas (?, p°, ?) sus propias antipartículas. Las partículas están relacionadas en orden creciente según su masa: el fotón y los neutrinos no tienen masa. El electrón es la partícula más ligera que posee masa; los muones, piones y kaones son cientos de veces más pesados que el electrón; las demás partículas llegan a ser unas tres mil veces más pesadas. Todas las demás partículas conocidas hasta ahora pertenecen a una categoría denominada "resonancias" que trataremos con más detalle en el capítulo siguiente. Viven durante un tiempo considerablemente más corto, desintegrándose después de unos cuantos "segundos de partícula", de modo que nunca pueden viajar distancias mayores que unas pocas veces su tamaño. Esto significa que no se las puede ver en la cámara de burbujas; su existencia sólo se puede deducir de una manera indirecta. Los rastros de la cámara de burbujas solamente pueden ser trazados por las partículas relacionadas en la tabla. Todas estas partículas pueden ser creadas y aniquiladas en los procesos de colisión. Cada una de ellas puede también convertirse en partícula virtual y contribuir así a la interacción entre otras partículas. Aparentemente esto generaría un gran número de interacciones entre distintas partículas, pero afortunadamente, aunque no sabemos todavía por qué, todas estas interacciones parecen caer dentro de una de las cuatro categorías siguientes, cuyas fuerzas de interacción son marcadamente diferentes: Interacciones fuertes Interacciones electromagnéticas Interacciones débiles Interacciones gravitacionales De todas ellas, las interacciones electromagnéticas y gravitacionales son las más conocidas, pues pueden ser experimentadas en el mundo macroscópico. La interacción gravitacional actúa entre todas las partículas, pero es tan débil que no puede detectarse experimentalmente. En el mundo macroscópico, sin embargo, el gran número de partículas que componen los cuerpos sólidos combinan su interacción gravitacional para producir la fuerza de gravedad, que es la fuerza dominante en el universo a gran escala. Las interacciones electromagnéticas tienen lugar entre todas las partículas cargadas eléctricamente. Son las responsables de los procesos químicos, y de la formación de todas las estructuras atómicas y moleculares. Las interacciones fuertes mantienen unidos a los protones y a los neutrones en el núcleo atómico. Constituyen la fuerza nuclear, la más fuerte, con mucho, de todas las fuerzas de la naturaleza. Los electrones, por ejemplo, están ligados a los núcleos atómicos mediante la fuerza electromagnética con energías de aproximadamente diez unidades (llamadas voltios de electrón) mientras que la fuerza nuclear que mantiene unidos a los protones y neutrones alcanza energías de aproximadamente diez millones de unidades. En las interacciones fuertes no son los nucleones las únicas partículas que intervienen. De hecho, la enorme mayoría de las partículas son de interacción fuerte. Entre todas las partículas conocidas hoy, sólo cinco (y sus antipartículas) no participan en las interacciones fuertes. Estas son el fotón y los cuatro "leptones" relacionados en la parte superior de la tabla.* Así, todas las partículas forman dos grandes grupos: los leptones y los "hadrones", o partículas de fuerte interacción. Los hadrones se dividen a su vez en "mesones" y "bariones", que difieren de diversos modos, siendo uno de ellos el hecho de que los bariones tienen antipartículas diferentes, mientras que un mesón puede ser su propia antipartícula. * Un quinto leptón, representado por la letra griega t (tau) ha sido descubierto recientemente. Como el electrón y el muón, aparece en dos estados de carga t- y t+, y dado que su masa es unas 3.500 veces la del electrón se le considera como un "leptón pesado". Se ha postulado su correspondiente neutrino, que interactuaría sólo con este tau, pero hasta la fecha no se ha descubierto. Los leptones participan en el cuarto tipo de interacciones, las interacciones débiles. Estas son tan débiles, y tienen un alcance tan corto, que no son capaces de unir nada, mientras que las otras tres dan origen a fuerzas de unión: las interacciones fuertes unen los núcleos atómicos, las electromagnéticas los átomos y las moléculas, y las gravitacionales los planetas, las estrellas y las galaxias. Las interacciones débiles se manifiestan sólo en ciertos tipos de colisiones y en las desintegraciones de algunas partículas, tales como la emisión beta anteriormente mencionada. Todas las interacciones entre hadrones ocurren mediante el intercambio de otros hadrones. Estos intercambios entre partículas con masa son los que hacen que las interacciones fuertes tengan un alcance tan corto. Se extienden sólo a una distancia de unos cuantos tamaños de partícula y por consiguiente nunca pueden constituir una fuerza macroscópica. De este modo las interacciones fuertes no son experimentables en el mundo diario. Las interacciones electromagnéticas, por otro lado, ocurren mediante el intercambio de fotones sin masa y por eso su alcance es indefinidamente largo, por este motivo las fuerzas eléctricas y magnéticas se perciben en el mundo a gran escala. También las interacciones gravitacionales, se cree que tienen lugar mediante una partícula sin masa denominada "gravitón", pero son tan débiles que todavía no ha sido posible observar dicho gravitón, aunque no hay razones serias para dudar de su existencia. Las interacciones débiles, finalmente, tienen un alcance extremadamente corto -mucho más corto que el de las interacciones fuertes- y por ello se supone que se producen mediante el intercambio de partículas muy pesadas. Estas hipotéticas partículas, de las cuales se supone que existen tres tipos, llamados W+, W- y Z, se cree que juegan un papel análogo al del fotón en las interacciones electromagnéticas, excepto por su gran masa. Esta analogía constituye, de hecho, la base de los más recientes avances en un nuevo tipo de teorías cuánticas del campo llamadas teorías gauge que han hecho posible construir una teoría del campo unificada para las interacciones electromagnéticas y débiles. En muchos de los procesos de colisión efectuados en la física de alta energía, las interacciones fuertes, electromagnéticas y débiles se combinan para producir una intrincada secuencia de sucesos. Las iniciales partículas colisionantes con frecuencia se destruyen creándose varias partículas nuevas que o bien entran en nuevas colisiones o bien se desintegran, algunas veces en varios pasos, hasta formar las partículas estables que finalmente permanecen. La ilustración anterior muestra la fotografía de una cámara de burbujas en la que se aprecia esta secuencia de creación y destrucción.* En ella se ve la impresionante mutabilidad de la materia a nivel de la partícula, mostrando una cascada de energía en la que varios patrones o partículas se forman y se disuelven. Sobre las dos ilustraciones anteriores: Intrincada secuencia de colisiones y desintegraciones de partículas: un pión negativo (p-), que llega por la izquierda, colisiona con un protón -es decir, con el núcleo de un átomo de hidrógeno- "que esperaba" en la cámara (le burbujas; ambas partículas son aniquiladas, y se crean un neutrón (n) y dos kaones (K- y K+); el neutrón desaparece sin dejar rastro; el K- colisiona en la cámara con otro protón, aniquilándose las dos partículas tina a otra y creando una lambda (A) y un fotón (y). Ninguna de estas dos partículas es visible, pero la A se descompone tras un tiempo muy corto generando un protón (p) y un p-, y ambos producen rastros. La corta distancia entre la creación de la A y su descomposición puede verse claramente en la fotografía. Finalmente el K+, que fue creado en la colisión inicial, viaja unos momentos antes de desintegrarse en tres piones. * Nótese que sólo las partículas cargadas eléctricamente producen estelas en la cámara de burbujas. Están unidas por campos magnéticos en el sentido de las agujas del reloj en el caso de las partículas cargadas positivamente y 2al contrario en las negativas. En estas secuencias la creación de materia es sorprendente pues un fotón sin masa, pero con gran energía, que no es visible en la cámara de burbujas, de pronto hace explosión generando un par de partículas cargadas eléctricamente -un electrón y un positrón- las cuales siguen curvas divergentes. Aquí tenemos un hermoso ejemplo de un proceso que contiene dos de estas creaciones. Una secuencia de sucesos en la que ocurren dos creaciones: un antiprotón ( ) llegando desde abajo colisiona con un protón de la cámara (le burbujas creando un p+ (que sale proyectado hacia la izquierda), un p- (que surge hacia la derecha) y dos fotones (?), cada uno de los cuales crea un par electrón-positrón. Los positrones (e+) se curvan hacia la derecha, los electrones (e-) hacia la izquierda. Cuanto más elevada sea la energía inicial en estos procesos de colisión, más partículas pueden ser creadas. La siguiente fotografía muestra la creación de ocho piones en una colisión entre un antiprotón y un protón, y la de la página siguiente es un ejemplo de un caso extremo: la creación de dieciséis partículas en una sola colisión entre un pión y un protón. Todas estas colisiones han sido generadas artificialmente en el laboratorio mediante enormes máquinas en las cuales se aceleran las partículas a las energías requeridas. En la mayor parte de los fenómenos naturales que tienen lugar en la Tierra, las energías no son lo suficientemente elevadas para crear partículas sólidas. Sin embargo en el espacio, la situación es totalmente diferente. En el centro de las estrellas tienen lugar constantemente y de forma natural procesos de colisión similares a los estudiados en los laboratorios de aceleración, creándose grandes cantidades de partículas subatómicas. En algunas estrellas estos procesos producen una radiación electromagnética extremadamente potente -en forma de ondas de radio, ondas de luz o rayos X- que constituye la principal fuente de información que tienen los astrónomos sobre el universo. El espacio interestelar, así como el espacio existente entre las galaxias, está de este modo lleno de radiaciones electromagnéticas de diversas frecuencias, es decir, de fotones con varias energías. Sin embargo, no son éstas las únicas partículas que viajan por el cosmos. Los "rayos cósmicos" no sólo contienen fotones, sino también partículas sólidas de todos los tipos cuyo origen es todavía un misterio. La mayor parte de ellas son protones, algunos de los cuales pueden tener energías extraordinariamente elevadas; mucho más elevadas que las que se alcanzan en los aceleradores de partículas más potentes. Cuando estos "rayos cósmicos" altamente energéticos llegan a la atmósfera de la Tierra, colisionan con los núcleos dulas moléculas de aire y producen una gran variedad de partículas secundarias que o bien se desintegran o sobreviven colisionando de nuevo, creando más partículas que colisionan y se desintegran otra vez, hasta que la última de ellas llega hasta la Tierra. De esta manera, un solo protón que llegue a la atmósfera de la Tierra puede dar origen a toda una cascada de sucesos en los que su energía cinética original se transformará en una lluvia de partículas diversas, que normalmente es absorbida a medida que penetra en el aire, experimentando múltiples colisiones. El mismo fenómeno que puede observarse en los experimentos de colisión con alta energía ocurre constantemente de un modo natural, pero más intensamente, en la atmósfera de la Tierra; un continuo flujo de energía pasa por una gran variedad de modelos de partículas en una rítmica danza de creación y destrucción. A continuación tenemos un magnífico grabado de esta danza de la energía que fue tomado por accidente cuando una inesperada lluvia de rayos cósmicos golpeó la cámara de burbujas en el CERN (Centro Europeo de Investigaciones Nucleares), durante un experimento. Los procesos de creación y destrucción que tienen lugar en el mundo de las partículas no son sólo éstos que pueden ser fotografiados en la cámara de burbujas sino también la creación y destrucción de partículas virtuales que resultan intercambiadas en las interacciones entre partículas y que no viven el tiempo suficiente para poder ser observadas. Tomemos, por ejemplo, la creación de dos piones en una colisión entre un protón y un antiprotón. Un diagrama de espacio-tiempo de este suceso sería algo parecido a esto (recuerde que la dirección del tiempo en estos diagramas es de abajo hacia arriba): Muestra las líneas del mundo del protón (p) y del antiprotón ( ) que colisionan en un punto del espacio y del tiempo, aniquilándose uno a otro y creando dos piones (n+ y n-). Este diagrama, no obstante, no da una representación completa. La interacción entre el protón y el antiprotón puede ser representada como el intercambio de un neutrón virtual, como nos muestra el siguiente diagrama. De un modo similar, el proceso mostrado en la siguiente fotografía, donde se crean cuatro piones en una colisión protón-antiprotón, puede ser representado como un proceso de intercambio más complicado que generaría la creación y la destrucción de tres partículas virtuales; dos neutrones v un protón. El correspondiente diagrama Feynman sería así:* * Los siguientes diagramas son esquemáticos y no muestran los ángulos correctos de las líneas de las partículas. Nótese también que el protón inicial que espera en la cámara ele burbujas no aparece en la fotografía, sin embargo tiene una línea del mundo en el diagrama, pues se está moviendo en el tiempo Estos ejemplos ilustran que las figuras de la cámara de burbujas sólo dan una representación muy burda de las interacciones que tienen lugar entre las partículas. Los procesos reales implican redes mucho más complicadas de intercambios. La situación se hace infinitamente más compleja si recordamos que cada una de las partículas implicadas en las interacciones emite y reabsorbe incesantemente partículas virtuales. Un protón, por ejemplo, emitirá y reabsorberá un pión neutro de vez en cuando; otras veces puede emitir un p+ y convertirse en un neutrón que absorberá el p+ tras un corto espacio de tiempo, transformándose de nuevo en el protón. En los diagramas de Feynman las líneas del protón en estos casos habrán de ser reemplazadas por los diagramas siguientes: En estos procesos virtuales, la partícula inicial puede desaparecer completamente durante un breve período de tiempo, corno en el diagrama (b). Un pión negativo, por tomar otro ejemplo, puede crear un neutrón (n) más un antiprotón ( ) que se aniquilen mutuamente para restablecer el pión original. Es importante notar que todos estos procesos siguen las leyes de la teoría cuántica, y, por tanto, son tendencias o probabilidades más que realidades. Cada protón existe potencialmente, es decir, con una cierta probabilidad, como un protón más un p°, o como un neutrón más un p+ y también de muchos otros modos. Los ejemplos antes mostrados son sólo los procesos virtuales más sencillos. Modelos mucho más complicados surgen cuando las partículas virtuales crean otras partículas virtuales, generando así toda una red de interacciones virtuales.* En su libro The World of Elementary Particles, Kenneth Ford construye un complicado ejemplo de semejante red, que involucra la creación y la destrucción de once partículas virtuales y hace el siguiente comentario: "El diagrama representa una secuencia de sucesos, de aspecto bastante horrendo, pero perfectamente reales. Cada protón, ocasionalmente, pasa por esta danza de creación y destrucción".1 * Estas posibilidades no son arbitrarias sino que están restringidas por varias leyes generales que veremos en el siguiente capítulo. 1 K. W. Ford, T he World of Elementary Particles, pág. 209. Ford no es el único físico que emplea frases tales como la "danza de la creación y de la destrucción" y "la danza de la energía". Estas ideas de ritmo y danza vienen naturalmente a la mente cuando uno trata de imaginar el flujo de energía que atraviesan los esquemas que componen el mundo de las partículas. La física moderna nos ha demostrado que tanto el movimiento corno el ritmo son propiedades esenciales de la materia; que toda la materia, ya sea en la Tierra o en el espacio exterior, está en una danza cósmica continua. Los místicos orientales tienen una visión dinámica del universo similar a la de los físicos modernos, así no es de extrañar que también hayan utilizado la imagen de la danza para comunicar su intuición de la naturaleza. Un hermoso ejemplo de esta imagen de ritmo v danza nos la da Alexandra David-Neel en su libro Viaje al Tíbet, donde escribe cómo conoció a un lama, quien se llamaba a sí mismo "maestro del sonido" transfiriéndole el siguiente relato de su visión de la materia: Todas las cosas... son agrupaciones de átomos que danzan y con sus movimientos producen sonidos. Citando el ritmo de la danza cambia, el sonido producido también cambia... Cada átomo canta perpetuamente su canción, y el sonido, en cada momento, crea formas densas y sutiles.2 2 A. David-Neel, Tibetan Journey (John Lane, The Bodlcy Head, Londres, 1936), págs, 186-187. La similitud de este concepto con el de la física moderna es particularmente sorprendente si recordamos que el sonido es una onda con tina cierta frecuencia que cambia cuando cambia el sonido, y que las partículas, el equivalente moderno del antiguo concepto de los átomos, son también ondas con frecuencias proporcionales a sus energías. Según la teoría del campo, cada partícula realmente "canta perpetuamente su canción", produciendo patrones rítmicos de energía (las partículas virtuales) en, "formas densas y sutiles". Esta metáfora de la danza cósmica tiene su más profunda y hermosa expresión en el hinduismo, en la imagen del dios danzante Shiva. Entre sus muchas encarnaciones, Shiva, uno de los más viejos y más populares dioses hindúes, aparece corno el Rey de los Danzantes. Según la creencia hindú, toda vida es parte de un gran proceso rítmico de creación y destrucción, de muerte y renacimiento, y la danza de Shiva simboliza este eterno ritmo de vida y muerte que continúa en ciclos sin fin. En palabras de Ananda K. Coomaraswamy: En la noche de Brahman, la naturaleza está inerte, v no puede danzar hasta que Shiva lo desea: El sale de Su éxtasis y danzando envía a través de la materia inerte ondas pulsantes de sonido despertador, y ¡Ya!, la materia también comienza a danzar, apareciendo como ¡in círculo de gloria a Su alrededor. Con su danza, sostiene sus múltiples fenómenos. Cuando el tiempo se completa, todavía danzando, destruye El todas las formas y nombres mediante el fuego y confiere un nuevo descanso. Esto es poesía, pero no por ello deja de ser ciencia.3 3 A. K. Coomaraswamy, The Dance of Shiva Nooday Press, Nueva York, 1969), pág, 78. La Danza de Shiva simboliza no sólo los ciclos cósmicos de creación y destrucción, sino también el ritmo diario de nacimiento y muerte, considerado en el misticismo hindú como la base de toda existencia. Al mismo tiempo, Shiva nos recuerda que las múltiples formas del mundo son maya -no fundamentales, sino ilusorias y siempre cambiantes- mientras continúa creándolas y disolviéndolas en el incesante flujo de su danza. Como lo ha expresado Heinrich Zimmer: Sus gestos espontáneos y llenos de gracia, precipitan la ilusión cósmica; sus brazos y piernas al viento y su torso balanceándose producen -y realmente lo son en sí mismos- la continua creación-destrucción del universo, con la muerte equilibrando al nacimiento, la aniquilación equilibrando a toda creación.4 4 H. Zimmer, Myths and Symbols in Indian Art and Civilisation, pág. 155. Los artistas hindúes de los siglos X y XI representan ni la danza cósmica de Shiva en magníficas esculturas danzantes de bronce, con cuatro brazos cuyos gestos equilibrados, y sin embargo dinámicos, expresan el ritmo y la unidad de la vida. Los diversos significados de esta danza son transmitidos mediante los detalles de las figuras en una compleja alegoría pictórica. La mano derecha superior del dios sostiene un tambor para simbolizar el sonido principal de la creación, la mano izquierda superior sostiene una lengua de fuego, elemento de la destrucción. El equilibrio de las dos manos representa el dinámico equilibrio entre la creación y de la destrucción del mundo, equilibrio que se ve acentuado por la expresión calmada e imparcial del rostro del danzante, en el centro de las dos manos y donde la polaridad de la creación y destrucción es disuelta y trascendida. La segunda mano derecha se levanta con el signo de "no tener miedo", simbolizando conservación, protección y paz, mientras que la otra ruano izquierda señala al pie levantado que simboliza la liberación del encanto de maya. El dios se representa bailando sobre el cuerpo de un demonio, símbolo de la ignorancia humana que ha de ser conquistado antes de alcanzar la liberación. La danza de Shiva -en palabras de Coomararaswamy- es "la más clara imagen de la actividad de Dios, de la que cualquier arte o religión pueda presumir".5 Como el dios es una personificación de Brahman, su actividad es la actividad de la miríada de manifestaciones de Brahman en el mundo. La danza de Shiva es la danza del universo; el incesante flujo de energía que pasa por una infinita variedad de modelos que se funden unos con otros. 5 A. K, Coomaraswamy, ob. cit., pág. 67. La física moderna ha demostrado que el ritmo de la creación y de la destrucción no sólo se hace manifiesto en la sucesión de las estaciones y en el nacimiento y la muerte de todas las criaturas vivas, sino que es también la misma esencia de la materia inorgánica. Según la teoría cuántica del campo, todas las interacciones entre los componentes de la materia tienen lugar a través de la emisión y absorción de partículas virtuales. Incluso, la danza de la creación y la destrucción es la base de la existencia misma de la materia, dado que todas las partículas materiales interactúan entre sí y consigo mismas, emitiendo y reabsorbiendo partículas virtuales. La física moderna ha revelado que, toda partícula subatómica no sólo realiza una danza de energía, sino que al mismo tiempo es en sí misma una danza de energía, un proceso pulsante de creación y destrucción. Los esquemas de esta danza constituyen un aspecto esencial de la naturaleza de cada partícula y determinan muchas de sus propiedades. Por ejemplo, la energía utilizada en la emisión y absorción de partículas virtuales es equivalente a tina cierta cantidad de masa que contribuye a la masa de la partícula que autointeractúa. Partículas diferentes desarrollan modelos diferentes en su danza, requiriendo diferentes cantidades de energía y ésa es la razón de que tengan diferentes masas. Las partículas virtuales, finalmente, no son sólo una parte esencial de las interacciones llevadas a cabo por todas las partículas y de las propiedades de la mayor parte de ellas, sino que también son creadas y destruidas por el vacío. Así, no sólo la materia, sino también el vacío, participa en la danza cósmica, creando y destruyendo sin fin los modelos de energía. Para los físicos modernos, entonces, la danza de Shiva es la danza de la materia subatómica. Al igual que en la mitología hindú, se trata de una danza continua de creación y destrucción que involucra a todo el cosmos. Es la base de toda existencia y de todos los fenómenos naturales. Hace cientos de años, los artistas hindúes crearon las imágenes visítales de Shiva danzando en unas hermosas esculturas de bronce. En nuestros días, los físicos utilizan la tecnología Irás avanzada para fotografiar los modelos de la danza cósmica. Las fotografías de la cámara de burbujas, que dan testimonio del continuo ritmo de creación y destrucción que tiene lugar en el universo, son imágenes visuales de la danza de Shiva, equivalentes en belleza y significado a las de los artistas hindúes. La metáfora de la danza cósmica, de este modo, unifica a la antigua mitología, al arte religioso y a la física moderna. Realmente, como dijo Coomaraswamy, es "poesía, pero no por ello deja de ser ciencia".